Este año fuimos invitados a casa de unos amigos para compartir el segundo Seder. Una de las mejores cosas que tiene vivir en Hong Kong es que este lugar es tan cosmopolita que no exagero si les digo que alrededor de nuestra mesa se fusionaban judíos argentinos, brasileños, norteamericanos y franceses (¡ni que hablar del Seder comunitario con 225 personas en el cual el Rabino preguntó en cuántos idiomas diferentes podíamos decir “¿Por qué es esta noche diferente de todas las demás?” y la respuesta fue 23 idiomas distintos!).
Llegando al final del Seder se acostumbra a llenar una copa y dejarla sin beber mientras se abre la puerta para recibir al profeta Eliahu. Cumpliendo con lo esperado, cuando esto sucedió en nuestro segundo Seder me preguntaron una buena pregunta de Pesaj: ¿Por qué esperamos al profeta Elias (Eliahu) y no a Ezekiel, Amos, Jeremías o incluso Isaías que es tan reconocido? Para contestar esta pregunta y expandir mis ideas voy a recurrir a Sage Tales: Wisdom and Wonder from the Rabbis of the Talmud del Rabino Burton Visotzky
Eliahu, el profeta que nunca muere y esperamos
Eliahu es un profeta de Israel que se caracteriza por hacer cosas realmente sorprendentes (y a veces incluso bizarras). Generalmente aparece en momentos en que los Rabinos del Talmud se encuentran en peligro y los salva. Lo que es bizarro es el modo en que estas historias (podríamos llamarlas mejor leyendas o cuentos) ocurren. Pero antes de contarles algunas buenas historias de Eliahu rescatando Rabinos quiero contestar la pregunta del Seder.
Lo último que sabemos sobre Eliahu según narra la Biblia es que iba caminando con su discípulo cuando “apareció un carro de fuego con caballos de fuego que apartó a los dos y Eliahu subió al cielo en un torbellino” (Reyes II 2:11). Esta dramática desaparición dio nacimiento a siglos de leyendas acerca de lo que le sucede a Eliahu. Lo fascinante es que la Biblia no registra su muerte e incluso otro profeta llamado Malají (Malaquías) concluye en forma críptica su Libro declarando “Yo enviaré al profeta Eliahu antes que llegue el gran e imponente día del Señor” (Malají 3:23). Por lo tanto el hecho que Eliahu no murió y que regresará el gran e imponente día propulsó la imaginación que justamente será quien nos anuncie la llegada del Mesías. Así nosotros hasta el día de hoy imaginamos que Eliahu se presenta en todas las circuncisiones (brit mila) que están sucediendo en el mundo y todas las mesas en las que se celebra el Seder en todo el planeta cuando se concluye con el ideal de Salvación Mesiánico en el que volvemos a ser rescatados de la esclavitud.
Eliahu: el salvador de los Rabinos
Pero como les dije las historias de Eliahu nos enseñan mucho más acerca de la literatura rabínica y cómo a los Rabinos les gustaba escribir historias. Estas historias tienen un patrón predecible de fórmulas literarias. Los lectores (y quienes escuchan las historias) una vez que han aprendido la fórmula saben más o menos que esperar. Igual que nos sucede cuando vemos una película de suspenso y empezamos a imaginar quién es el asesino, las historias de los Rabinos también siguen una estructura con ciertos personajes que con tan solo nombrarlos ya sabemos lo que se viene. Justamente es ese patrón el que nos causa placer porque las buenas historias son las que hemos escuchado una y otra vez y queremos volver a oírlas nuevamente.
Empecemos con una historia cortita de Eliahu para apreciar un poco todo esto que estamos describiendo (todas las traducciones son mías).
Rav Kahana estaba reducido en la pobreza teniendo que vender canastas de mimbre en el mercado de mujeres. Allí, una matrona lo importuno por favores sexuales. Le dijo “espera mientras me pongo bonito para ti”. Subió al techo y se arrojó al suelo antes de sucumbir en sus urgencias libidinosas. Eliahu apareció y lo atajó. Eliahu le dijo a Kahana “me has molestado haciendo que viaje a 650 kilómetros por hora para atajarte”. Kahana respondió “¿y qué causó que yo esté sentado aquí en el mercado abierto a la tentación? ¿No es acaso debido a mi pobreza?”. Entonces Eliahu le dio una jarra con monedas de oro. (TB Kidushin 40a)
No todas las historias son tan directas y simples sino que algunas requieren conocer un poco del trasfondo de la mente rabínica para apreciar y penetrar el sentido. Las buenas historias tienen el poder de abrir nuestro corazón no solo hacia los valores humanos sino hacia Dios. El primer comentario rabínico del Libro bíblico de Deuteronimo (Devarim) conocido como Sifre Ekev enseña que si uno quiere conocer al Creador uno tiene que aprender Agada (relatos) porque así uno conoce al que habló y puede anclarse a Su camino.
Veamos otra historia de Eliahu para capturar estas fórmulas literarias y la necesidad de conocer un poco el trasfondo y entender el significado.
Siempre se puede estar peor
Rabi Akiva, un pobre pastor, se comprometió con la hija de Ben Kalba Savua, un hombre muy rico. Cuando se enteró que el casamiento iba a acontecer el padre prometió desheredarla. Era invierno cuando se casaron y no tenían nada más que paja como cubre cama. Rabi Akiva le dijo a su esposa “Si pudiera, te adornaría con una corona de oro en la forma del horizonte de Jerusalem”. Eliahu se apareció disfrazado de hombre pobre y les mendigó por un poco de paja ya que su esposa estaba a punto de dar a luz y no tenía donde acostarse. Akiva le dijo a su esposa “mira, aquí hay un hombre que ni siquiera tiene paja…” (TB Nedarim 50a)
Siempre hay alguien que tiene menos que nosotros y en este caso Eliahu se presenta no solo para enseñar esa lección sino más importante aún reconocer que no importa cuán poco tengamos siempre tenemos la dignidad de ayudar al otro. ¡Incluso si un satisfecho hijo de perra como padre te deshereda! Y si creen que estoy siendo agresivo con mi caracterización del padre rico verán que no es una casualidad que su nombre aparece una y otra vez cada vez que una historia del Talmud necesita de una representación simbólica de un hombre rico. Nadie está seguro que el nombre real del suegro de Rabbi Akiva era realmente Ben Kalba Savua ya que todas las leyendas rabínicas conectan a los mismos personajes a través de ciertas caracterizaciones para nuestro entretenimiento y para que sepamos hacia donde va ir la moraleja. No es una casualidad que si traducimos literalmente el apodo del suegro de Rabbi Akiva vemos que significa Ben (hijo de) Kalba (perra) Savua (satisfecho). ¡No me digan que los Rabinos no tenían humor e imaginación!
La moraleja es…
Las leyendas rabínicas están creadas para impartir una lección. Los grandes Rabinos eran de hecho grandes educadores, Maestros de Tora. Sus historias nos ayudan a reflexionar sobre verdades eternas sobre el carácter humano. Algunos de sus cuentos nos dejan finales abiertos que sirven como una matriz que puede volver a ser utilizada para poner a prueba nuestros valores, nuestra ética y nuestra moral. Las leyendas son historias acerca de personas que realmente vivieron pero los eventos del narrador o el escritor no necesariamente están en la forma literaria de una crónica sino justamente una narración. Es más, muchas historias como las de Eliahu dentro de la literatura rabínica tienen ese elemento de ficción pero cuidadosamente elaboran una enseñanza que debemos llevarnos. Esa es su funcionalidad. Esta es también la diferencia entre la biografía de los Rabinos y su hagiografía. Una biografía es un intento de capturar una vida real, el modo literal en que se vive una vida. Las buenas biografías nos muestran lo mejor y lo peor de las personas. Pero la hagiografía describe la vida de un “santo”. Sus historias de vida no son narradas para conocer su intimidad y sus problemas sino principalmente para transmitirnos una enseñanza espiritual y moral.
Hay muchas formas de abrir el corazón de una persona. Una de estas formas es a través de los cuentos (y por eso gustan tanto los cuentos jasídicos). En el fondo estos cuentos, leyendas o historias no nos preocupan si sucedieron tal como son descriptas sino que nos importa cuánto logran acariciar nuestro intelecto y susurrarnos apasionadamente una verdad para nuestras almas.