En la publicación anterior presenté Mi Biblia Favorita que utilizaremos este año para ir explorando juntos la fusión del estudio tradicional y académico del judaísmo. Luego de dicha introducción, nos sumergimos ahora en el primer ensayo que voy a traducir y compartir escrito por el maravillo Zvi Brettler. De hecho, si vamos a explorar la Biblia tenemos que comenzar por el primer libro: la Tora.
¿Qué es la Tora?
La palabra Tora, «enseñanza o instrucción», deriva de la raíz hebrea ירה (iara) que significa literalmente «disparar (una flecha)» y por lo tanto etimológicamente se refiere a aquello que «da en el blanco». La tradición judía utiliza, ya desde el período final de la Biblia misma, la palabra «Tora» para referirse a la primera sección de la Biblia: los libros de Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos mismos libros son llamados «Los Libros de Moisés» o «Pentateuco», una palabra derivada (a través del Latín) del griego penta (cinco) teuchoi (libros). Ya desde el siglo 1 de la Era Común (es decir, después de Jesús), estos cinco libros eran escritos en un solo rollo de papel señalizando que son una unidad. A diferencia de lo que ocurre con otras divisiones canónicas en las cuales hay diferencias e incluso controversias, tanto judíos como cristianos aceptan en forma unánime los libros del Génesis hasta Deuteronomio en este orden y como una unidad. La unanimidad de la tradición y el lugar inicial que ocupan estos cinco libros reflejan su importancia en la vida religiosa. En el judaísmo, la Tora posee el nivel más elevado de santidad, por encima de todos los demás libros.
¿Qué nos une?
Pero a pesar de la tradicional percepción que estos cinco libros constituyen una unidad, realmente no es muy obvia la coherencia que fundamenta esta unidad. Claramente la Tora no representa un solo libro del modo que nosotros entendemos lo que un libro es en la modernidad, es decir la obra de un solo autor. El academicismo ha argumentando en múltiples oportunidades que cada uno de estos libros refleja una variedad de tradiciones y fuentes muy diferentes (exploraremos esta idea en breve). Pero a medida que la trama progresa cronológicamente, desde la creación del mundo hasta el final del deambular por el desierto en la generación que sale de Egipto, una gran parte de esta misma historia ya es narrada nuevamente en el libro de Deuteronomio. No solo eso sino que la verdadera historia de este deambular no termina en la Tora misma sino en el libro de Josué (Iehoshua) y más adelante. Si bien Moisés es sin dudas el personaje central de la Tora, el mismo no es introducido hasta el capítulo 2 del Éxodo y está ausente durante todo el primer libro del Génesis. Por este motivo la Tora misma no puede ser definida de acuerdo a un tema particular sino muchos. De hecho, si consideraríamos como factores determinantes que la Tora representa el viaje desde la esclavitud hacia la liberación y la llegada y conquista de la tierra prometida, entonces deberíamos hablar del «Hexateuco» (los seis libros que van del Génesis hasta el libro de Josué) en lugar del «Pentateuco» o la Tora. La Tora termina con la llegada pero no el ingreso y conquista de la tierra prometida.
La Ley es La Ley
Los términos hebreos tora y torat moshe («La Tora de Moisés») utilizados desde la última parte de la Biblia misma para describir lo que luego sería llamado simplemente Tora, nos ofrece una pista más certera de por qué estos libros fueron considerados una unidad. La palabra Tora es entendida generalmente como «ley» y de hecho esta definición es una de las más frecuentes en la Biblia:
«Una sola ley (tora) habrá, para el nativo y para el forastero que mora en medio de vosotros».- Éxodo 12:49
La ley es el género predominante de la Tora la cual contiene no solo el decálogo (los Diez Mandamientos que en realidad son más de diez) sino una extensa colección de leyes en Éxodo 21-23, Levítico 17-26 y Deuteronomio 12-26. También posee otras leyes distribuidas a lo largo de las diversas narrativas tales como la ley de la circuncisión en la historia de Abraham (Génesis 17) y la ley concerniente a la herencia de tierra por mujeres en Números 36. Otra partes narrativas contienen también material de significado legalista. Por ejemplo, la primera historia de la creación en Génesis culmina con la «creación» del Shabat (Génesis 2.2-3) aún cuando esto solo sería legalizado como una institución dentro del ritual judío recién en Éxodo 16 y luego formaría parte del decálogo en Éxodo 20.8-11. Del mismo modo, la historia de la construcción del tabernáculo (Éxodo 25-40), un templo temporario para Dios en el desierto, no es solo narrado por si mismo; funciona como una introducción hacia las distintas tipos de leyes relacionadas con el sacrificio de animales del modo que es descripto luego en el comienzo de Levítico.
Moisés, ¡un Maestro!
Pero «ley» no es la única traducción posible de tora, y la Tora no debería ser tipificada como un libro de leyes. La palabra hebrea tora también significa «instrucción» o «enseñanza» y es utilizada de esta forma varias veces en la Biblia
«Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no abandones la enseñanza (tora) de tu madre«.- Proverbios 1.8
Enseñar no es solo insertar leyes; de hecho las narrativas, leyendas, cuentos e historias son increíblemente efectivas para producir comportamientos en la sociedad. Y dado que la predominancia de narraciones es muy significativa en la Tora (especialmente en Génesis, el principio de Éxodo y Números), es correcto entender el término bíblico torat moshe –el primero en ser utilizado en la historia para referirse a esta colección de libros- como «la instrucción de Moisés». Esta instrucción fue realizada a través de las narraciones y las leyes ya que ambas permiten elucidar las normas apropiadas de una forma de vida y el establecimiento de las relaciones entre Dios y el mundo. Que la Tora es más que leyes se hace explícito en el comentario de Rashi quien citando fuentes anteriores defiende la posición que la Tora comienza con las historias del Génesis en lugar de las leyes de Éxodo.
¿Qué dice la Tora de la Tora misma?
Los términos torat moshe y torat (ha)elohim «la Tora de Dios» aparecen en forma predominante en los últimos libros de la Biblia como los de Ezra, Nehemías (Nejemniah) y Crónicas. Estos libros sugieren que la Tora ya era entendida para ese entonces como una revelación divina mediada por Moisés (ver Ezra 7.6 o Nehemías 8.1). Sin embargo, es muy significativo aclarar que estos términos nunca aparecen entendidos de esta forma en la Tora misma. La Tora nunca sugiere que cuando nos encontramos con la palabra hebrea tora dentro de la Tora, nos estamos refiriendo a la Tora misma tal cual nosotros la entendemos hoy. Es más, en ningún pasaje la Tora nos dice literalmente que la misma fue compilada por Moisés (todos los rabinos y académicos coinciden en que cuando la Tora dice por ejemplo, «Esta es la tora que Moisés puso delante de los hijos de Israel» en Deuteronomio 4.44 nunca se refieren a la Tora completa sino a una enseñanza particular).
La visión tradicional (y algunos atrevimientos)
Luego que los libros fueron considerados una autoridad, naturalmente fueron entendidos como una obra completa e íntegra dictada por Dios a un solo «autor», Moisés. En muchos pasajes, la Biblia sugiere que Moisés pasó 40 días y 40 noches en la cima del Monte Sinai (Éxodo 24.18; 34.28; Deuteronio 9.9;10.10). Claramente, esto fue demasiado tiempo para escribir tan solo la colección de leyes como las de Éxodo 21-23. Por eso la tradición judía desarrolló la idea que Moisés recibió la totalidad de la Tora dictada por Dios en ese momento particular. Según los rabinos Moisés recibió simultáneamente en el Monte Sinai la tradición oral judía, la cual sirve como la única interpretación autorizada de la ley escrita. En otras palabras, el concepto de una Tora inspirada por Dios se expandió para incluir el texto escrito (Tora Escrita) y todo lo que se deriva de ella en la Tora Oral. La Tora Escrita de acuerdo a todas las fuentes rabínicas (las cuales también son respetadas por la Iglesia temprana) incluyen los eventos que sucedieron antes de Moisés – el libro del Génesis es entendido como Dios narrándole a Moisés todo su contenido desde la Creación hasta los diálogos que mantuvieron todos los personajes desde Adam hasta Iosef (José) con sus hermanos- hasta la muerte de Moisés. Algunas fuentes rabínicas sugieren que el último capítulo de la Tora (Deuteronomio 34) el cual narra la muerte de Moisés, fue dictado por Dios mientras Moisés lloraba. La creencia que la Tora es la palabra de Dios mediada a través de Moisés era la visión estándar hasta el Renacimiento.
Sin embargo esta visión medieval es explícitamente contradicha por la narrativa misma de la Tora, como fue reconocido algunas veces en la Edad Media. Así, Abraham Ibn (hijo de) Ezra, un exégeta judío del siglo 12 EC, notó que Génesis 12.6 declara
«Los Cananitas estaban entonces (אז) en la tierra«.-
La palabra entonces sugiere que cuando el autor de este pasaje escribió estas palabras los Cananitas ya no estaban en la tierra. En palabras más simples, este texto tiene que haber sido escrito o insertado luego del tiempo de Moisés porque durante la vida de Moisés los Cananitas estaban aún en la tierra (sino, ¿qué necesidad tiene el texto de darnos este detalle obvio? ¿quizás fue agregado para una generación posterior que no conocía lo que había pasado?). Otros comentarios medievales muestran que los rabinos en la Edad Media ya eran conscientes que quizás otra persona más que Moisés había escrito algunas partes de la Tora. Pero estas interpretaciones no fueron sistematizadas como una tesis que pudiera desafiar la visión dominante de la autoridad de Moisés sobre la Biblia. Solo la modernidad lograría dar ese salto.
El impacto del estudio académico
Lentamente, con el ascenso del racionalismo, particularmente asociado a figuras como Thomas Hobbes (1588-1679) y Baruj Spinoza (1632-1677), la visión de la Tora como una unidad de sentido escrita toda por Moisés comenzó a ser cuestionada. Este lento proceso culminaría con el desarrollo de la Hipótesis Documentaria del siglo XIX en Alemania según la cual la Tora (o el Hexateuco) está compuesto de cuatro fuentes o documentos que fueron editados o redactados en uno solo: J, E, P y D. Según esta teoría cada una de estas fuentes o documentos está insertado dentro de la Tora y puede ser distinguido por la utilización particular del vocabulario, el estilo literario y la perspectiva teológica.
J y E son llamadas así por cómo utilizan el nombre de Dios en Génesis: J utiliza el nombre Yahveh (en aleman «Jahwe» y por eso la «J») y generalmente se traduce como «El Señor» (en hebreo Adonai) aún cuando es un nombre propio cuyo significado exacto es desconocido (יהוה). La fuente E prefiere llamar a la deidad «Elohim» y generalmente se traduce como «Dios», un epíteto que también sirve para el término genérico de Dios o dioses en la Biblia. P, que también utiliza «Elohim», es una abreviación para indicar material Sacerdotal (o Presbiteral) y D se refiere a Deuteronómica, la fuente principal de Deuteronomio, el último libro de la Tora.
Sobre las historias entretejidas
Las diferencias en los nombres de la divinidad no son en realidad el criterio principal utilizado por los académicos para sugerir que la Tora no es una composición unificada. Mucho más complicado de entender son las redundancias y las contradicciones tanto en la narrativa como en el material sobre la ley. Por ejemplo, hace mucho que se ha notado que Génesis 1-3 narra dos veces la creación del mundo. La humanidad es creada primero en 1.27
«Creó Elohim al Ser Humano a Su Imagen, a la Imagen de Elohim le creó: macho y hembra Él los creó«.
y luego otra vez en 2.7
«Formó Adonai Elohim al Ser Humano del polvo de la tierra y le insufló en sus nares hálito de vida y se convirtió Adam en un ser viviente.»
Además, la segunda creación no solo refleja o repite la primera sino que difiere en forma, estilo y detalles. Génesis 1.1-2.3, el primer relato, narra la creación de un mundo perfecto y simétrico que se despliega incluso en el estilo literario ordenado por secuencia de días y párrafos que concluyen siempre con las mismas palabras (Y fue la noche y la mañana…). Es decir que hasta cómo esta escrito nos sugiere coherencia y orden absoluto. En este primer relato el mundo es creado por un poderoso Dios que ordena a través de la palabra. En este relato, por ejemplo, el hombre y la mujer son creados juntos (1.27) luego de la creación de todos los animales (1.25). En contraste, el segundo relato en 2.4-3.24 sugiere que el hombre es creado primero (2.7), luego los animales (2.19) y luego la mujer (2.21-22). Este segundo relato gira en torno a la creación de la humanidad, no del mundo como una totalidad, y Dios en forma antropomórfica «forma» diferentes seres en lugar de crearlos a través del uso de la palabra. Por lo tanto estas dos historias son diferentes, están claramente escritas por autores que entienden en forma distinta cómo el mundo fue creado y cuál es la naturaleza de la humanidad y Dios.
Las dos creaciones aparecen como dos bloques de material claramente separado entre 1.1-2.3 y 2.4-3.24. Pero en muchos casos las fuentes no aparecen tan claramente distinguidas sino entretejidas. Esto sucede con la historia del diluvio de Noé que mezcla documentos de J y P. Según P, dos de cada tipo de animal deberían entrar al arca (Génesis 6.19-20), pero J declara que de los animales puros 7 pares deberían entrar y de los impuros un solo par (Génesis 7.2). En forma similar, la historia de la plaga de sangre (Éxodo 7.14-24) contiene también dos relatos entretejidos. En el primero (J) Moisés es el protagonista y la sangre solamente afecta al Nilo (versículos 17-18). En el segundo relato entretejido (P) Aaron aparece en escena y la inundación afecta a todas las fuentes de aguas egipcias (versículos 19, 24). En dichos casos las narrativas se combinan con gran maestría, pero prestando cuidadosa atención a la trama y el vocabulario utilizado podemos discernir los cimentos originales y cómo las variaciones fueron construidas unas por encima de las otras.
La Ley es…¿cuál es la Ley entonces?
No solo la parte narrativa es el producto de diferentes fuentes sino también el material legal. Por ejemplo, las leyes concernientes a los esclavos Hebreos o Israelitas aparecen en Éxodo 21.1-6, Levítico 25.39 y Deuteronomio 15.12-18. Todas estas leyes no pueden ser reconciliadas en forma directa desde la Tora misma puesto que representan tres nociones muy diferentes de esclavitud. Más significativo aún es cómo Éxodo establece una diferenciación en el trato de esclavos masculinos y femeninos cuando Deuteronomio insiste que ambos deben ser tratados en forma similar. Si bien Éxodo y Deuteronomio coinciden que un esclavo que ama a su amo puede decidir permanecer esclavo «de por vida» (Éxodo 21.6) o «en perpetuidad» (Deuteronomio 15.17), Levítico 25 insiste que la esclavitud de los Israelitas realmente no existe ya que los esclavos deben ser tratados «como jornalero y extranjero morador de la tierra» y solo pueden servir «hasta el año del jubileo» (versículo 40). Tales diferencias legales no deberían sorprendernos si partimos desde la base que la Tora contiene diferentes fuentes entrelazadas las cuales son una colección que reflejan normas o ideales de diferentes grupos viviendo en distintos períodos de tiempo. Es importante aclarar que la interpretación tradicional judía, por otra parte, hace un esfuerzo monumental para intentar reconciliar todas estas diferencias a través de un proceso de armonización asumiendo, por ejemplo en este caso puntual, que «de por vida» o «en perpetuidad» debería ser interpretado o entendido como «hasta el año del jubileo».
Las diferentes facetas de Dios en la Tora
Es posible incluso trazar distintos estilos y nociones teológicas que tipifican fuentes individuales dentro de la Tora. Por ejemplo, la fuente J es bien conocida por presentar un Dios increíblemente antropomórfico que tiene una relación directa con los humanos como podemos leer en Génesis 2.4-3.24. Estos pasajes incluyen descripciones de Dios (o su voz) «que paseaba en el jardín» (3.8) e incluso narran que «hizo el Eterno Dios para el hombre y para su mujer túnicas de piel, y los hizo vestirse» (3.21). Por otro lado, en las fuentes E, Dios es más distante de las personas comunicándose con ellos a través de sueños, mensajeros (ángeles) y profetas. La fuente P está caracterizada por un interés significativo en mantener el orden de la sociedad y delimitar las fronteras, como así también una preocupación central por la familia de la casta sacerdotal de Aaron y el sistema religioso basado en el sacrificio de animales orientado al Templo. Finalmente la fuente D está caracterizada por un estilo único de oratoria que insiste en repetidas oportunidades que Dios no puede ser visto del modo que intenta recordar la revelación Deuteronomio 4.12
«Y habló el Eterno con vosotros de en medio del fuego; una voz que hablaba oísteis, mas no visteis figura alguna, tan sólo una voz. «
Esto explica por qué la fuente D es la única que insiste que Dios no habita físicamente en el Templo o Tabernáculo sino que el Templo es
«el lugar que el Eterno, vuestro Dios, escogerá para hacer habitar en él Su nombre«.- Deuteronomio 12.11
Esta fuente también enfatiza que Dios debería ser adorado en un solo lugar siendo dicha locación Jerusalem.
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?
El estudio académico de la Biblia hasta finales del siglo XX estaba muy convencido de las fechas aproximadas de cada una de estas fuentes y cuándo se habían incorporado cada una de las colecciones legales. La J se entendía como la más antigua seguida por la E, luego la D y finalmente la P. Los argumentos para delimitar las fechas de cada fuente estaban, en algunos casos, salpicadas de antisemitismo ya que vistas así tendían a devaluar el judaísmo rabínico considerándolo una degradación de una religión Hebrea más original o idealizada. Había también un elemento de superioridad cristiana entre los que proponían originalmente la Hipótesis Documentaria: el Israel Bíblico es considerado mejor; el judaísmo temprano (a finales del período bíblico y principios del post-bíblico) no lo es, ya que desde una perspectiva cristiana el mismo fue justamente sustituido por el Cristianismo. Por esta razón muchos académicos judíos permanecieron al margen de la Hipótesis Documentaria y recién han comenzado a explorarla desde una perspectiva judía en los últimos años.
Los académicos coinciden en la actualidad que las fechas asignadas a cada fuente son problemáticas y un debate muy interesante ha surgido con respecto al orden que las generaciones pasadas asignaron con tanta certeza. Además los académicos ya no consideran cada fuente como representativa de un autor particular escribiendo en un determinado momento puntual de la historia sino que reconocen cada fuente como el reflejo de un largo período de tiempo dentro de un grupo o «escuela» de pensamiento determinado. Por lo tanto lo mejor es hablar de líneas o corrientes de tradición y contrastar su fundamento en lugar de hablar de fuentes que reflejan un solo autor, período y locación geográfica. Por ejemplo, a pesar del desenredo sobre un consenso de las fechas exactas, sigue siendo válido contrastar la visión Deuteronómica sobre la santidad fundamental de Israel en el siguiente caso:
«Porque pueblo santo eres para el Eterno, tu Dios«.- Deuteronomio 7.6
con la visión P (Presbiteral) la cual sugiere que Israel no es santo sino que debería aspirar a ser santo
«Seréis santos«.- Levítico 19.2
Estas diferencias no pueden ser fácilmente reconciliadas. Pero, si bien la Hipótesis Documentaria no es 100% infalible, la misma nos ofrece otros métodos para entender aún mejor los textos de la Biblia.
Los Señores «R»
Académicamente hablando, nadie sabe cómo todas estas diferentes fuentes y colecciones legales que hoy forman la Tora acabaron juntas en un solo libro. Los académicos han sugerido que un editor o una serie de editores o redactores (a quien simplemente llaman «R» por redactores) combinaron todas estas diferentes tradiciones en etapas, a lo largo de un período de tiempo. Claramente no todas las tradiciones del antiguo Israel quedaron preservadas en la Tora. Mucho probablemente se perdió. Sin saber qué fue exactamente lo que se perdió, no podemos sugerir por qué el redactor(es), R, decidieron qué material preservar y cómo ordenaron todas las fuentes en una sola. Lo más importante es reconocer que, a diferencia de la edición moderna que apunta a la articulación de un solo punto de vista, los redactores de la Biblia no crearon una perspectiva consistente y singular sino que incorporaron una variedad significativa de voces y perspectivas muy diferentes.
El resultado final de la redacción tal vez terminó durante el exilio Babilónico (586-538 A.eC) o a comienzos del período de la conquista Persa. A partir de dicho momento se creó un libro muy largo narrando lo que debería haber sido entendido en su contexto histórico como el período formativo de Israel, desde la creación del mundo hasta la muerte de Moisés. Estos eventos narrados en Génesis 1-11 describiendo la creación del mundo y su población a través de diferentes naciones servía como una introducción para ubicar la destacada nación de Israel. Las historias de Abraham y su familia (los antepasados de Israel) forman la prehistoria nacional. Israel se convierte en una nación en Éxodo y los eventos más importantes de su historia como nación son justamente el éxodo de Egipto, la revelación en el Sinai y la llegada a la tierra prometida.
¿Cómo deberíamos leer la Tora?
El mundo antiguo del Cercano Oriente no logro producir ninguna obra comparable en longitud, en la brecha histórica que cubre, en la inclusión de diferentes géneros literarios y fuentes tan diversas como la que logró la Tora (¡ni que hablar de la Biblia en su totalidad!). Esta extensa e inclusiva naturaleza de la Tora crea desafíos muy grandes e interesantes al momento de decidir cómo interpretar lo que está escrito. ¿Deberíamos concentrarnos en interpretar cada una de las fuentes individuales, es decir, escuchar cada una de las voces que componen las partes del texto antes que fueran puestas todas juntas? ¿O deberíamos leer la Tora siguiendo el modelo tradicional en el cual la Biblia fue leída hasta la modernidad como un producto final (una aproximación que los académicos hoy llaman «holística»)? Mi Biblia Favorita ofrece una respuesta a esta pregunta y yo como fiel seguidor de Brettler también me sumo a su opinión: la respuesta es sí, es decir de ambas maneras (ver Mi Revelación, Rebelión, Reconciliación y Revolución Bíblica). La Tora misma es tan grande, verdadera y profunda que puede tolerar y superar cualquier aproximación. Creer que no podría hacerlo es disminuir su valor como verdad.