Mi Buenos Aires Querido
La entrada anterior a esta la escribí desde el aeropuerto de Frankfurt a punto de visitar familia, amigos y por supuesto mi Buenos Aires que me recibió al mundo desde niño y me acompañó por 28 años (en realidad nunca dejó ni deja de acompañarme). Pero ahora ya estoy en el aeropuerto de Ezeiza a punto de embarcarme para Hong Kong nuevamente donde Dios mediante en unos días arranca lo que para mí representa otro ciclo que se repite.
Cada uno tiene su propio ciclo o experiencia personal del paso del tiempo. Para algunos judíos es la repetición anual de la misma lectura de la Tora de su Bar o Bat Mitzvah. Para otros son los cumpleaños o las fechas en las que recordamos a un ser querido que ya no está físicamente con nosotros. Sin importar si utilizamos el devenir de las estaciones del año, el 31 de Diciembre, el aniversario de nuestras bodas o los cumpleaños de los hijos, todos establecemos una especie de marca temporal en nuestra mente y nuestro corazón que nos recuerda que el tiempo ha pasado y es hora de evaluar con qué cosas ha logrado la vida sorprendernos este año. Es ahí cuando hacemos lo que muchos llamamos nuestro balance personal. Mi balance ocurre varias veces en el año – Rosh Hashana, Pesaj, 31 de diciembre, mi cumpleaños, mi aniversario de casado- y en especial un balance profundo ocurre cuando se concluye cada visita anual a Buenos Aires desde hace 4 años cuando me mudé a Hong Kong. A punto de subirme al avión reflexiono una vez más en otro ciclo de mi vida…
Volver al Futuro
Sé que no te interesa leer sobre mi propia reflexión personal sino entender cómo la misma puede ayudarte a reflexionar sobre tú propia vida. Así que aquí comparto una lección importante que creo todos debemos incorporar sin importar los balances particulares. Esta reflexión se la escuché al Rabino Zamek con quien trabajo en Hong Kong. Recordando la maravillosa película de Steven Spielberg Volver al Futuro, el Rabino nos invitó a imaginar
Si pudieras viajar en el tiempo y encontrarte contigo mismo cuando tenías 18 años por unos instantes ¿Qué te dirías?
Parece una pregunta simple pero no lo es. Tienes tan solo un minuto para decirle algo a tu propio yo cuando este acaba de terminar el secundario y está a punto de iniciar una carrera universitaria que quizás defina su profesión por los próximos 30 años. Quizás estás a punto de conocer en unos años un par de amores pasajeros hasta dar con uno con el que decidirás compartir el resto de tu vida. Quizás hoy mirando hacia atrás pienses que sería bueno decirte que no hagas «ese negocio» porque vas a perder tiempo y dinero. En un minuto de tiempo tal vez lo mejor sería decirte cómo evitar todo el sufrimiento que te causó aquella mujer u hombre, ese jefe maldito o aquel trabajo aburrido que te consumió un año entero de tu vida. A veces lo mejor es decirse simplemente «no te preocupes porque todo va a salir bien y vas a aprender mucho de los años que siguen…». Tantas cosas podrías decirte en un minuto y sin embargo tienes que causar tal impacto que puedas volver a este tiempo feliz que dijiste lo más importante que aprendiste en tu vida hasta el ahora.
Solo se vive una vez
Recuerdo perfectamente lo que el Rabino dijo que se diría si tuviese milagrosamente la posibilidad de encontrarse por un minuto con su «yo» a los 18 años.
Me diría simplemente ¡presta atención! Porque todo pasa demasiado rápido.
Y considero que ese consejo es lo mismo que me diría a mí mismo. Estamos tan preocupados por el futuro – o el pasado que hicimos mal (o porque permitimos que nos hicieron mal a nosotros)- sin darnos cuenta que ambos tiempos no existen realmente. Son una construcción de nuestra imaginación. El futuro y el pasado son tan solo palabras, abstracciones. Lo único que tenemos es el ahora. Si alguien hubiese descubierto el futuro tendríamos una estatua en su honor. Pero nadie lo ha hecho. Por lo tanto el futuro es tan incierto para nosotros como lo fue para Moisés mismo (ver la publicación ¿Qué escribió Moisés y cuándo lo hizo? Elogio a la incertidumbre). No deberíamos asustarnos por una abstracción. El futuro no existe sino en nuestra propia imaginación. Cuando entendemos esto logramos la mayor libertad creativa y espiritual de la existencia. Dejamos de ansiosamente anticipar un escenario peligroso que no está. Mañana todo puede cambiar. Mañana puede empezar otra vida diferente para nosotros. Incluso puede sucedernos esto mismo en este instante.
Y lo mejor de descubrir esto es aceptar que el pasado tampoco existe porque aún cuando podríamos jugar a vernos a nuestros 18 años lo que veríamos es un ahora. Solo escuchen que absurdo suena decir «ahora estoy en el pasado«. Si viajáramos en el tiempo estaríamos viviendo simplemente un presente en el pasado. En conclusión el ahora no puede ser un pasado del mismo modo que no puede ser un futuro. El ahora es el ahora y por eso a cada instante debemos decirnos «¡presta atención! porque esto mismo ya va a pasar». ¿Esto implica no planear la vida ni aprender de las experiencias pasadas? Absolutamente no. Significa solamente que tu vida ya está aconteciendo y si hay un deber para ti es: ¡no te la pierdas! ¡por favor estate atento!
¿Qué te dirías?
Están llamando para subir al avión y ya no tengo tiempo para seguir escribiendo. Pero me gustaría poder leer tu propio mensaje. Nuevamente, si pudieras visitarte a tus 18 años ¿qué te dirías?