Después de tanto tiempo leyendo muchísimo material tan diferente, sin dudas en lo que va de este 2015 esta obra que sigo compartiendo se ha ganado un lugar de privilegio. No puedo parar de leerla y fascinarme por la claridad a través de la cual el autor utiliza el mito y la mitología judía en forma tan maravillosa. Por eso hoy continúo compartiendo una traducción e interpretación de la introducción al libro Tree of Souls: The Mythology of Judaism, escrito por Howard Schwartz y publicado por Oxford University Press. Como mencioné en las publicaciones anteriores, este libro representa la primera y más completa antología de la mitología judía en inglés. Si quieren en forma ordenada ir siguiendo esta serie que voy publicando entonces procedan por esta lista:
- La Mitología Judía
- La Novia de Dios y otras capas de mitología judía
- Los Mitos judíos de Dios
- Los Mitos de la Creación
- Los Mitos del Cielo en el judaísmo
- Los Mitos del Infierno en el Judaísmo
- Los mitos de la Palabra Sagrada
Es mi deseo poder al menos concluir este año con los mitos restantes (gente sagrada, tierra sagrada, exilio y Mesías). No falta mucho e intentaré hacer el esfuerzo. Creo que es una temática muy enriquecedora especialmente para traer una opinión diferente a la interpretación fundamentalista o literalista (aquella que confunde historia con mitos). Hoy nos toca una nueva mitología dentro del judaísmo y es fundamental comprenderla puesto que la misma nos explica la relación entre mito y práctica del mito, es decir cómo hacemos lo que hacemos en el judaísmo. Aquí vamos con los mitos del tiempo sagrado.
Cada día con su mito – El ingreso a otro tiempo
Todos los días son especiales en el judaísmo. Sin embargo alguno de ellos son considerados más especiales que otros: estos son los días festivos o «medio festivos» comparados con los otros días del calendario. Estos días especiales están estrechamente vinculados a los mitos judíos más importantes. Por ejemplo, Rosh ha-Shanah está vinculado a la creación del mundo y es referido incluso como «el cumpleaños del mundo». Yom Kippur es el día en que Dios sella los Libros de la Vida y la Muerte (metáfora fascinante de Dios cargando libros, sellos y nombres). Sucot recuerda el Éxodo; Pesaj narra la huida de la esclavitud egipcia y Shavuot recuerda la entrega de la Tora en el Monte Sinaí. En Simjat Tora, el ciclo de la lectura de la Tora llega a su fin y comienza de nuevo para que Satanás no pueda acusar a los judíos de haber terminado para siempre con la Tora. Por encima de todo esto, el día de reposo que se repite semanalmente está estrechamente relacionado con el día que Dios descansó después de seis días de la Creación. Ciertamente, desde la perspectiva de los requisitos rituales de estos días sagrados, el mito y el ritual están inextricablemente unidos. Mediante la realización de estos rituales y recreando estos mitos, se hace posible entrar en un reino sagrado donde se puede participar en una alianza activa con Dios buscando una y otra vez Sú misericordia (para más sobre la mímica de los mitos encarnada en la ejecución del ritual y las prácticas judías dentro del patrón de mitzvot y la plegarias recomiendo leer los puntos #4 y #5 de La Mitología Judía).
La clave para apreciar el poder de estos días sagrados en la vida de las personas que se adhieren al judaísmo es entender la funcionalidad mitológica del tiempo sagrado. Por ejemplo, durante el día de reposo (Shabat) un cambio notable se produce conscientemente sobre cómo decidir percibir el tiempo. Hay un cambio de lo temporal hacia lo eterno; de la contemplación cronológica a la contemplación de lo divino que no tiene tiempo. En este tiempo sagrado el sentido de la santidad se impregna en el mundo y el significado de cada acción se magnifica. Al mismo tiempo, una presencia sagrada puede ser detectada e identificada como la Reina de Shabat. El principio cabalístico de «como es arriba, es abajo» define todas las acciones y todos los rituales durante este tiempo sagrado: el encendido de las velas de Shabat y el recitar las bendiciones sobre el pan y el vino adquiere un mayor significado durante esta experiencia mitológica. Al entrar en el tiempo sagrado, también se puede decir que las personas entran en un reino mítico donde la Reina de Shabat, invocada por la oración y el canto, puede ser percibida como una presencia real entre las personas.
Sin embargo el tiempo sagrado no solo es experimentado durante los días festivos sino todos los días durante los rezos de la mañana, la tarde y la noche. Cada vez que un minián (un quórum de diez adultos) se reúne y comienza el servicio a Dios, la congregación se erige como peticionarios ante Dios poniendo su destino en manos de Dios. La confianza que Dios está escuchando sus oraciones se deriva de la alianza entre Dios y el pueblo de Israel. Esto no es sólo un pacto legal, sino un poderoso vínculo entre Dios y el pueblo elegido. Este pacto es el mito central que constituye el corazón del judaísmo. Sirve de marco para todos los otros mitos que crecen fuera de ese pacto y, en particular, abarca todos los mitos de lo Sagrado: la palabra sagrada, la hora sagrada, el pueblo sagrado y la tierra sagrada.
La personificación alegórica
Una técnica muy utilizada en los mitos del tiempo sagrado es lo que podríamos llamar personificación alegórica. Por ejemplo, en algunos de estos mitos la Tora es personificada como una novia. En otros Shabat es personificado como una princesa, una novia o una reina. Esto surge debido a la tradición de la Reina de Shabat, una de las identidades de la Shejiná.
Los primeros indicios de una relación entre la Shejiná y la Reina de Shabat se encuentran en el Talmud, en relación con las costumbres de Shabat que observaban dos rabinos: «Rabí Janina se vistió y se situó en la puesta de sol en la víspera del día de reposo y exclamó: ‘¡Ven y salgamos a dar la bienvenida a la Reina de Shabat» Y en la víspera del Shabat el rabino Yannai exclamaba:« ¡Ven, oh novia, ven, oh novia! ‘» (B. Shabbat 119a, B. Bava Kama 32b.) Así, los mitos de Shabat como una princesa aluden a la tradición de la Reina de Shabat quien, a su vez, se refiere a la presencia de la Shejiná -la presencia de Dios en este mundo- como participante de todo el ritual de Shabat. Esta presencia sagrada es invocada continuamente durante todo el Shabat.
El famosísimo himno Leja Dodi, compuesto por Shlomo Alkabetz en el siglo XVI, se recita en la sinagoga para dar la bienvenida a la Reina de Shabat, iniciando así el día de reposo. En una forma más elaborada de este ritual, Kabalat Shabat comienza cuando la congregación sale a la calle para dar la bienvenida a la Reina Shabat. Este ritual podría ser visto como una especie de culto a la diosa ya que invoca una presencia femenina mítica. Además, todos los aspectos de Shabat cumplen un requisito sagrado, incluso el amor entre el hombre y la mujer la noche del viernes. Tal amor se dice que tiene lugar bajo el amparo de la Shejiná. Es necesario porque, como dice el Zohar, «en un lugar donde no están unidos varón y mujer, Dios no tomará posesión de su morada; la bendición prevalece sólo en un lugar donde están presentes hombres y mujeres.» Y la morada de Dios en este mundo es, por definición, la Shejiná, la Presencia Divina.
Lo sagrado del tiempo: la lealtad mutua
En una interesante variación de este tema de la personificación alegórica, la Tora también se identifica como una ketubah, un contrato de boda, escrito para la boda de Dios e Israel donde Dios representa el novio e Israel la novia. El texto que menciona esta unión es conocido como Ketubah le-Shavuot compuesto por Israel Najara, discípulo de Isaac Luria. Es la costumbre leer este texto alegórico en ladino en la festividad de Shavuot, la cual conmemora la entrega de la Tora. Por lo tanto, el texto sirve como una declaración clara que la entrega de la Tora fue un pacto -que aquí se describe como una boda- entre Dios e Israel y subraya sus responsabilidades mutuas, como en cualquier matrimonio. Dios, el novio, asume la responsabilidad de proteger y apoyar a su novia Israel. Israel, por su parte, reafirma su lealtad y devoción a Dios. Este tipo de mutualidad resume el propósito del ritual judío en el que el pueblo de Israel busca a Dios para el sustento de todo tipo (tanto espiritual como físico) y Dios, por su parte, responde esperando que, a cambio, el pueblo mantenga su incesante devoción. Esta es la esencia del pacto entre Dios e Israel, que se reafirma día a día, especialmente durante el tiempo sagrado.