El desarrollo espiritual suena como algo grandioso que todos queremos alcanzar. Sin embargo, cómo hacemos realidad esta idea no es algo tan simple de comprender.
Nuestro desarrollo espiritual no acontece si nos separamos del mundo y nos sentamos a meditar solos en una montaña, un bosque o mirando el mar. Muy por el contrario, el desarrollo espiritual involucra esfuerzo y tiempo dedicado a otras personas.
Si hoy no nos conectamos espiritualmente con nuestra Fuente de Transcendencia (Dios, Energía, Creador o cómo más les guste) mañana nuestra espiritualidad estará intacta. La Fuente de Transcendencia siempre nos espera, nos perdona y está disponible. Pero si nos olvidamos de aquel que está en problemas y nos necesita ahora, es muy difícil que esa persona pueda esperarnos un día más.
Desde afuera hacia afuera
El desarrollo espiritual entonces no es desde adentro hacia adentro. Es desde afuera hacia afuera. Es una acción que debe ser vista, realizada y articulada en el mundo material en el que vivimos. Así es como se irradia y se contagia desde una persona hacia la otra.
La mayoría de las veces escuchamos que lo más importante es conocernos a nosotros mismos, explorar en nuestro interior, conectarnos con La Esencia. Sin minimizar lo bien que puede llegar a hacernos sentir en forma personal e individual el sentarnos en silencio a meditar, la tradición judía insiste que lo importante es actuar. Es salir ahora mismo a ayudar al que nos necesita. Esta es la razón por la cual no existe una bendición que frene la acción de ayudar en el judaísmo. Hacer tzedaká no requiere el recitado de una brajá sino ponerse en acción: dar y ofrendar.
La verdadera espiritualidad en el judaísmo no puede ser alcanzada en soledad. Al actuar, literalmente al arremangarnos y ponernos a hacer algo que va a generar una transformación material en el mundo que vivimos, nos convertimos en las manos de Dios. Y esta acción es la que se replicará en otras personas devolviéndonos esa espiritualidad que buscamos, desarrollándola exponencialmente. El mundo no necesita que nos salvemos solos sino que prosperemos juntos. La meditación silenciosa es efectiva si luego nos impulsa a actuar. Una experiencia no es espiritual si tan solo nos hace sentir bien a nosotros solos.
Un ejemplo de verdadera espiritualidad
Hay quienes recorren el mundo entero en busca de aquella persona que les enseñará cómo ser espirituales. Incluso conozco gente muy talentosa e inteligente que ha pagado fortunas en retiros espirituales para aprender a ser aún más espirituales. En la parasha de esta semana (parashat Beshalaj, Exódo 13:17-17:16) Moisés nos enseña todo lo que tenemos que saber al respecto gratis.
Como todos sabemos Moisés se cría en la corte del Faraón en Egipto y, ¿qué es lo primero que veía cada vez que salía de su palacio? Pirámides, esfinges gigantes, mega construcciones. De hecho, ¿qué es lo primero que nosotros describimos de las grandes civilizaciones del pasado y pagamos para recorrer y sacarnos fotos? Sus magníficas ruinas. La impresionante Acrópolis en Atenas, el Coliseo en Roma, las Pirámides en Egipto. Pero Moisés logró el desarrollo espiritual más elevado, aquel que le permitiría conocer a Dios cara a cara, cuando logró ver más allá de todo eso y sentir el sufrimiento de los esclavos hebreos.
Paradójicamente, los mismos esclavos hebreos que en esta parasha experimentan el milagro de la partición del mar, no consiguen nunca el desarrollo espiritual de Moisés. Se pasan el resto de la Biblia pidiendo por favor regresar a Egipto. ¡La generación que experimenta los milagros más increíbles de Dios es la que menos cree! Moisés no necesitó ver tanto para convencerse. Ya lo sabía antes de emprender el viaje porque entendió que su vida en el palacio era espiritualmente inútil.
Dime qué preservas y te diré qué eres
Hay algo más en esta parasha que nos enseña el desarrollo espiritual de Moisés: el souvenir que se lleva de sus años en Egipto. Dentro de unas semanas llegaremos a la lectura de los Diez Mandamientos y ¿qué hace el pueblo mientras Moisés está arriba con Dios? Fabrica un becerro de oro para adorar algo material puesto que no podía desarrollar su espiritualidad. Estas personas eran esclavas, ¿de dónde sacaron oro? La respuesta es que justamente fue oro el souvenir que se llevaron de Egipto. Los esclavos se cobraron el retroactivo de todos los años de trabajo. Pero mientras los esclavos escarbaban el oro ajeno, Moisés se llevó otro recuerdo muy diferente:
«Y tomó Moisés los huesos de Iosef con él, quien había hecho jurar a los hijos de Israel, diciendo, ‘Recordar habrá de recordar Elohim a vosotros y haréis ascender mis huesos de aquí, con vosotros’.» Exodo 13:19
Mientras sus hermanos esclavos hacían lo imposible para llevarse cosas materiales, Moisés escarbaba la tierra para llevarse a Iosef. Iosef había pedido no ser enterrado en Egipto, la tierra donde fue siempre un extraño, sino en la tierra de sus sueños. Al hacer esto Moisés desarrolló su espiritualidad aún más cuando entendió que su historia y su familia era lo único que valía la pena llevarse de su experiencia en Egipto. Todo lo demás se convertiría en ruinas. Para convertirse en un verdadero líder Moisés adquirió de Iosef -el representante de su tradición- su fuerza, su habilidad para proveer alimento material y espiritual a su pueblo y la capacidad de perdonar a quienes le hicieron mal.
Entonces, ¿cómo me desarrollo espiritualmente?
Parashat Beshalaj nos enseña a través de Moisés y el milagro final de la salida de Egipto que el verdadero desarrollo espiritual aparece cuando
- Nos comprometemos con los que nos necesitan
- Ponemos en segundo plano nuestra propia pseudo experiencia espiritual reconociendo que la autentica experiencia es aquella que se replica en acciones y no solo emociones
- Vivimos experiencias transformadoras que nos conectan con nuestro pasado, nos permiten entender nuestro presente y proyectar un futuro
Hay una famosa historia contada en la literatura jasídica en la que el maestro enseña al estudiante que Dios creó todo en el mundo para ser apreciado, ya que todo está aquí para enseñarnos una lección.
El estudiante le pregunta «¿Qué lección podemos aprender de los ateos?» El Maestro responde: «Dios creó los ateos para enseñarnos la lección más importante de todas, la verdadera compasión. Usted ve, cuando un ateo realiza un acto de caridad, visita a alguien que está enfermo, ayuda a alguien que está necesitado y se preocupa por el mundo, no lo está haciendo debido a alguna enseñanza religiosa. Él no cree que Dios le encomendó realizar este acto. De hecho, él no cree en Dios en absoluto, por lo que sus actos se basan en un sentido interno de moralidad. Y mira a la bondad que puede otorgar a otros simplemente porque siente estar en lo correcto». «Esto quiere decir,» continuó el Maestro «que cuando alguien llega a ti por ayuda, nunca se le debe decir ‘Voy a rezar para que Dios te ayude’. Por el contrario, en ese momento usted debería convertirse en un ateo, imaginar que no hay Dios que pueda ayudar y decirle ‘yo te ayudaré «.