En las dos historias de la Creación que coexisten en la Biblia y que analizamos en la publicación anterior parecería haber una sola cosa común: la Creación de Dios no tuvo oposición. Dios habla y las cosas simplemente suceden. Sin embargo, si leemos con detalle la historia de la Creación, Dios no elimina o hace desaparecer ese caótico elemento del mundo que en hebreo llamamos tohu va-vohu (lo oscuro, vacío y sin forma) sino que lo limita. El caos (que parecería ser preexistente) es ordenado y controlado por Dios pero no erradicado.
Más increíble aún es lo que leemos en el Salmo 74 que parece contener una expansión de la Creación y que nos muestra que de hecho sí hubo una oposición por parte del mundo al orden de Dios:
Tú, oh Dios, eres mi rey desde hace siglos,
traes salvación a la tierra.
Dividiste el mar con tu fuerza
y les rompiste la cabeza a los monstruos marinos.
Aplastaste las cabezas del Leviatán
y dejaste que se lo comieran los animales del desierto.
Hiciste que brotaran los manantiales y los arroyos,
y secaste ríos que jamás se secan.
Tanto el día como la noche te pertenecen;
tú creaste el sol y la luz de las estrellas.
Estableciste los límites de la tierra
e hiciste el verano, así como el invierno.
Salmo 74:12-17.
Es muy llamativo que el Salmo utilice palabras como “dividir”, “romper” y “aplastar”. Parecería haber un combate entre Dios y las fuerzas primordiales de la naturaleza que resistieron el Poder de Dios para ordenarse. Tal vez por eso fue necesario “aplastar” y “romper” algunas cosas para poder limitarlas.
Lo fascinante de este relato de la Creación comparado con los dos que hemos analizado hasta ahora en la Biblia es lo reconfortante que resulta para nuestra mente moderna. Si para ordenar el caos preexistente Dios tuvo que “pelear” con el objetivo de contener la naturaleza entonces se hace evidente porqué cada tanto la naturaleza misma parece salirse de los límites. Las implicancias teológicas de este Salmo son realmente sorprendentes. Repentinamente la Biblia misma posee un texto que niega el poder absoluto de Dios sobre la Creación y funciona como prueba bíblica de la limitación de Dios con respecto al material Cósmico.
Las fuerzas anárquicas de la naturaleza parecen a veces volverse lo suficientemente anárquicas que restauran una chispa del tohu va-vohu. Pero lo más temeroso es que la anarquía no solo resulta en el plano de lo natural sino también en lo histórico. El control de Dios sobre el devenir histórico parecería a veces salirse del orden. Y el desafío aquí no son las aguas o los vientos sino aquel enemigo más temible de Dios: el ser humano que fue creado libre al punto tal de renegarse contra Su Creador desde el primer momento que fue puesto en el Jardín del Edén y comió el fruto que tenía prohibido comer.
Nosotros experimentamos estas supuestas limitaciones de Dios en ambos reinos en forma cotidiana. Vemos terremotos, tornados, tsunamis e inundaciones matando gente inocente. También vivimos en repetidas ocasiones asesinatos en los que muere gente inocente. Quizá sea este el motivo por el cual este tercer relato resuena mucho más en nosotros que los otros dos. Al fin de cuentas, cómo decidimos entender la Creación determinará probablemente nuestras expectativas sobre cómo opera Dios en la naturaleza y la historia.