Entrevista realizada por David Abodovsky, Director de Anajnu.cl
Diego Edelberg es Jazán en la United Jewish Congregation of Hong Kong desde 2010 luego de oficiar por 9 años como Jazán en la emblemática Sinagoga de la Calle Libertad en Buenos Aires. Licenciado en Artes Musicales del Conservatorio Nacional Argentino, cursa actualmente la Maestría en Educación Judía en el Hebrew College de Boston. En 2011 inició su blog JudiosyJudaismo.com el cual recibe actualmente 15,000 visitas mensuales desde todas partes del mundo. Su website personal es www.diegoedelberg.com
Llegas como guía espiritual, a una exitosa comunidad liberal adscrita al World Union for Progressive Judaism (WUPJ), Ruaj Amí, ¿Cuál será tu norte, en esa comunidad? ¿Cuáles son tus propuestas y expectativas?
Lo primero que vengo a hacer es escuchar para construir juntos en comunidad. Las comunidades no pueden ser el producto del pensamiento de una sola persona, su decisión o su manera de entender lo judío. Por lo tanto voy a necesitar un período prudencial para conocer más sobre la comunidad y juntos crear nuestra visión. El judaísmo se hace entre todos y por lo tanto el norte de Ruaj Ami no va a ser mi definición personal sino la construcción orgánica de una unidad constituida en la diversidad de quienes forman parte de la comunidad. Lo que propongo se expresa en una palabra dentro del misticismo judío, bittul, la cual entiendo como un compromiso con lo divino que trasciende mi propia existencia en favor de algo más grande: la comunidad como un todo.
Mi propuesta y expectativa es que cada persona se encuentre con su propia comprensión única e irrepetible de Dios, la Tora e Israel. Necesitamos que cada persona comparta esa parte de Dios que sólo él o ella posee. Debemos aprender de cada ser humano que conocemos sin importar de dónde viene y quién es. Cada persona tiene una parte de Dios para transmitirnos y ayudarnos así a armar el puzzle de nuestra vida y en extensión el de la humanidad toda.
Leemos habitualmente tu interesante blog, “Judíos y Judaísmo” cuyo nombre nos lleva a la siguiente pregunta: Dado que nuestro pueblo es tan diverso, con distintas posturas que van desde la más extrema ortodoxia hasta el laicismo más absoluto, ¿Qué es hoy ser un buen judío?
En efecto, el título del blog nos recuerda que el judaísmo es uno, pero los judíos también somos, cada uno, únicos y muy diferentes. Cada judío terminará eventualmente e inevitablemente construyendo su propio judaísmo. ¡Y esto no es un problema sino una bendición! Justamente el problema emerge si esto no sucede y esta persona termina intentando vivir el judaísmo que satisface los ideales de un otro que no es uno mismo (sus abuelos, padres, maestros, amigos, la comunidad, los judíos antiguos, medievales, pre-modernos, etc.). Por lo tanto ser un buen judío es vivir con alegría y coraje el desafío de ser auténticamente uno mismo como judío en comunidad y sociedad dentro del limitado tiempo particular que a uno le toca vivir, único y diferente a todos los demás tiempos y lugares. Por encima de esto creo que en esencia ser un buen judío es aprender a ver todos los aspectos de la vida imbuidos de santidad y colaborar como minoría con la humanidad. Se trata de tomar conciencia de las cosas más mundanas, aquellas cosas que llamamos “normales”, lo que hacemos todos los días dando por hecho que es así porque sí y, utilizando en nuestro caso particular el judaísmo como herramienta, hacer de todas estas “pequeñas cosas” algo sagrado y “grandioso”.
El judaísmo no está preso en la sinagoga. El judaísmo se practica en todos los aspectos de la vida. Es por eso que el modo judío de vivir la vida se llama Halajá. Este término es a menudo incorrectamente traducido como “ley” pero proviene de la raíz hebrea que significa “caminar.” El judaísmo es la manera en la que uno camina en el mundo. Ser un buen judío es aprender a caminar en forma judía por el mundo.
Desde siempre uno de los temas que preocupan a las comunidades judías, en todo el mundo, es el de la continuidad y la asimilación. Como esa preocupación es de muy larga data y aparentemente las políticas al respecto han sido poco exitosas, queremos preguntarte,¿Según tu visión, es ese tema realmente prioritario? y si lo es, ¿qué puede o debe hacerse al respecto?
Primero, no es correcto argumentar que el tema de la asimilación es algo que realmente nos ha preocupado “desde siempre”. Es en realidad un tema muy moderno. Segundo y en consecuencia con el punto anterior, debemos cambiar la óptica de este tema de una buena vez y dejar de ver al judaísmo como un objeto en peligro de extinción que debe ser protegido o acumulado y empezar a vivirlo como un sistema rico y multidimensional que sirve para vivir una buena vida. Así descubrimos que el judaísmo merece ser explorado desde muchos ángulos diferentes, enriquecido con nuevas aportaciones y compartido abiertamente con todo el mundo. Habitar constantemente en la angustia de la asimilación y usarla como bandera para atraer gente es un emprendimiento que crea una imagen muy negativa.
¿Por qué?
Se le transmite a la siguiente generación que “tienen que ser judíos” porque estamos por desaparecer o porque somos sobrevivientes en lugar de hacerlo porque el judaísmo está buenísimo. ¿A quién le puede entusiasmar pertenecer a un grupo si le dicen que está por desaparecer o que todos lo van odiar? La estrategia de marketing está errada. ¡Estamos vendiendo mal al judaísmo! Nuestros hijos tienen que empezar a escuchar lo que se van a perder si no exploran sus raíces, recrean la tradición una vez más y dan sus propios frutos judíos haciéndose co-creadores del judaísmo del futuro en lugar de decirles que tienen que hacerlo repitiendo “anticuados rituales” por obligación, culpa y para honrar a sus antepasados o la opinión de los demás. Los que más asustan a la gente con el tema de la asimilación son los que tienen menos fe en Dios y lo que nos ha enseñado la historia judía.
¿Qué debemos hacer entonces?
Lo que debemos hacer es comenzar potenciando el judaísmo de nuestros hijos aunque éste termine siendo muy diferente al nuestro (y como ya dije, ¡esto es una bendición inevitable!). Si vivimos en casa un judaísmo con alegría y entusiasmo, les mostramos a nuestros hijos qué espectacular tradición tenemos, cómo hemos producido textos sobre casi todos los temas que uno pueda imaginarse, obras de arte, poesía, filosofía, misticismo, música, ciencia, historia e incluso hemos contribuido desde el medioevo con vinos, negocios, educación, finanzas y de hecho hemos sido una pieza muy importante en el entramado cósmico del bienestar y desarrollo de la mayoría de las ciudades en las cuales hemos participado como minoría junto al milagro actual que es Israel, entonces nadie querrá asimilarse a otra cultura sino compartir su pertenencia judía en forma orgullosa y apasionada. La educación comienza en el hogar.
¿Cuál sería el rol de la escuela?
La escuela debería ser un reflejo o extensión de este proyecto educativo que nosotros mismos como padres tenemos que hacer. Pero si no hacemos nada de esto en casa y pretendemos que nuestros hijos “se hagan judíos” yendo un par de horas a la escuela para luego regresar a casa y encontrarse con una dicotomía entre lo que aprenden allí y cómo se vive el judaísmo en el hogar entonces necesitarán salir a buscar otras respuestas. Y la educación no puede reducirse solamente al saber porque el judaísmo debe ser vivido además de pensado. Claro que siempre es más fácil describir que prescribir. Pero, y digo esto con profunda tristeza, la mayoría de los judíos modernos hablamos demasiado sobre asimilación, antisemitismo y el debate sobre la identidad judía.
¿Cuál es la opción alternativa?
Mi propuesta entonces es cambiar la postura y modificar la centralidad de estos temas por otros que nos entusiasmen más y nos permitan sentir que cada día hemos aprendido algo nuevo sobre nuestra fascinante tradición. Empecemos a preguntarnos más, qué lugar ocupan en nuestras conversaciones temas como Dios, Tora e Israel.
En la misma temática anterior, es controversial el tema de los “matrimonios mixtos” o interreligiosos, si bien el Talmud dice en el tratado de Pesajim que “Dios exilió a Israel, entre las naciones, para aumentar su número con la adición de prosélitos” hay personas e instituciones que miran con malos ojos estos matrimonios mixtos o lisa y llanamente no los aceptan. Según las estadísticas (EEUU) serían sobre el 53% de los matrimonios que involucran a correligionarios y probablemente la proporción en nuestro país es similar.¿Cuál es tu postura sobre la acogida a los matrimonios interreligiosos?
Me apasiona ver cómo la gente interpreta y decide utilizar una cita y no otra de la tradición judía para construir aquello que está de acuerdo con su propia opinión en lugar de desafiarse con lo que lo contradice en su creencia más profunda para expandir aún más su judaísmo. Por eso debemos recordar que cada vez que una persona presenta un argumento -diciéndonos qué textos va a utilizar como escudo y cómo los entiende- está generalmente desenmascarando su alma y no necesariamente a Dios o la tradición judía. Dios no es xenófobo pero los humanos pueden serlo.
Ya sé que no suena del todo inspirador comenzar la relación llamando a una persona “extraño o extraña”, pero esta es la mejor traducción del texto bíblico que dice “Como el nativo de vosotros habrá de ser el extranjero que reside con vosotros, y lo amarás como a ti mismo ya que extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Levítico 19:34). Los judíos se toman muy en serio la palabra de Dios en la Biblia y este mensaje no es poco importante. No solo aparece repetido varias veces en la Biblia sino que incluso es leído entre las plegarias matutinas que los judíos recitamos ¡todos los días! El mensaje es ineludible: a pesar que puede parecer que los judíos estamos preocupados por hacer solo “cosas judías” (comer kasher, observar el Shabat, etc.) la noción de dar la bienvenida al extraño o extranjero está entre las prioridades. Y más aún lo leemos en el contexto de recordación que los judíos mismos fuimos y hemos sido en repetidas ocasiones los extraños. El desarrollo de empatía requerido por este texto es muy poderoso. Nos recuerda que en realidad todos somos un poco extraños dependiendo del contexto o los esquemas de referencia que conocemos y nos resultan más familiares que otros por simple costumbre.
Mi postura es recibir abiertamente a todas las personas de bien sin distinción para que sigan explorando su relación con el judaísmo. La otra opción, cerrar la puerta y en consecuencia cerrarle a esa persona la posibilidad de continuar su relación con la tradición más allá de las decisiones que como adulto responsable decide tomar, es impensable para mí porque va a en contra de lo que la Tora misma me enseña.
¿Y a las personas gay?
Continuando con el mismo hilo pensamiento de la respuesta anterior, debemos siempre considerar que la persona que opina -junto a los textos que decida utilizar para presentar su posición- nos dice mucho sobre lo que esa persona es y cree. Así el viaje de introspección comienza para adentro y requiere coraje para preguntarse por qué uno ama o rechaza unas cosas y no otras.
Cada vez que me encuentro con una persona que se enfoca en lo que parecería ser una “violación” a la norma en exclusión de otras “violaciones” con las cuales ni se preocupa entonces me pregunto: ¿es la discusión la gravedad de la transgresión o la paranoia del objetor? En un ensayo extraordinario publicado en 1989, John Boswell reflexiona que leyendo textos medievales sobre la discriminación hacia las minorías en Europa uno no puede distinguir si están hablando de judíos o personas gay puesto que eran encasillados en la misma categoría. Boswell explica que los judíos fueron eventualmente aceptados como «normales» en la mayoría de las democracias occidentales después de la Segunda Guerra Mundial no porque el judaísmo se entiende hoy mejor o porque la religión en general se percibe de manera más amplia sino por el simple hecho que la religión en sí ya no se considera un espacio serio para la investigación de las normas que determinan lo que hace «buena o normal» a una persona en la sociedad moderna. Por lo tanto una vez que los judíos nos consideramos “normales” empezamos a mirar a quién no parece “normal”. Claramente para que algo sea “normal” precisa que exista algo que sea “anormal”.
En los últimos cincuenta años grandes pensadores judíos de todas las denominaciones han estudiado el tema muy seriamente y las conclusiones son claras si queremos vivir con honestidad el judaísmo de nuestro tiempo: debemos dejar de intentar analizar a las personas gays como si fueran objetos que hay que arreglar para empezar a recibirlos como sujetos creados a imagen y semejanza de los divino.
En lugar de preocuparnos por entenderlos y analizarlos debemos ocuparnos por incluirlos. En el último tiempo (y más aún luego del reciente asesinato de Shira Banki) se ha enfatizado desde todas las denominaciones judías la importancia de trabajar la inclusión y el respeto por la integridad de las personas incluyendo la necesidad de evitar la humillación pública a toda costa. De hecho, debido a la humillación que sufrimos históricamente, los judíos mismos deberíamos ser los primeros en dar el ejemplo que somos todos una parte de Dios. En otro caso más reciente y menos extremista sobre este mismo tema un rabino ortodoxo sugirió no corregir al que se equivoca leyendo públicamente la Tora para no humillarlo.
En conclusión, mi posición es igual a la de la pregunta anterior: recibir sin prejuzgar a todos las personas de bien sin distinción para que sigan explorando su relación con el judaísmo y no cierren ese vínculo sino que lo exploren y se enriquezcan desde adentro de la tradición.
Otra realidad preocupante, al menos en las comunidades de nuestro país es la apatía, la gente no participa, asiste solo en pequeño número a las actividades programadas, es difícil conformar minian los día sábado y hay poco interés de participar en el voluntariado comunitario ¿Cuál sería tu propuesta para incentivar la participación?
Uno de los libros más importantes que se han publicado con respecto a la participación de judíos en las comunidades es Relational Judaism por el Profesor Ron Wolfson con quien tuve la posibilidad de estudiar durante su visita en Hong Kong. Ron lo explica mejor que nadie en su libro: puede ser que las personas se acerquen a una comunidad para celebrar alguna festividad o evento del ciclo de vida, buscar respuestas a preguntas existenciales, aprender cosas nuevas o simplemente entretenerse con algún programa de temática judía, pero se quedarán conectados sólo si logran establecer relaciones de amistad significativas con otras personas.
Por supuesto que armar programas educativos, clases con sushi para incentivar a los jóvenes, conciertos y demás actividades es una excelente idea para reunirse, aprender y compartir. Pero este modelo -junto al de la comunidad que presta servicios (uno paga y le hacen un casamiento, bar mitzva, etc.)- es cortoplacista. Lo que hace es mantener a la gente ocupada por un tiempo muy breve y luego se van. Lo mejor es que Ron no solo nos muestra el problema sino la solución: tenemos que recuperar el modelo en el cual uno no podía vivir sin sus amigos de la comunidad. Lo obvio generalmente es lo que menos vemos y por eso la prioridad de una comunidad es que nos hagamos amigos.
Para eso debemos priorizar las relaciones, cuidarnos los unos a los otros, preguntarnos todo el tiempo cómo estamos, qué necesitamos, cómo podemos ayudarnos y así acompañarnos en los momentos buenos y no tan buenos que la vida como unidad indivisible nos propone.
En pocas palabras, debemos crear una comunidad de amigos en lugar de una congregación de gente. Si empezamos por ahí confío que el resto emergerá en forma orgánica y nadie esperará que la gente participe sino que forme parte, contribuya y colabore para el bien de todos porque en el fondo es el bien de uno mismo.
Queremos agradecer tus interesantes, profundas e inspiradoras respuestas y desearte mucho éxito, de lo cual no nos cabe duda, en tu labor de liderazgo espiritual en nuestro país.