Pasó Rosh Hashana. Rezamos durante cinco horas en la sinagoga. Vibramos con tefilot como Avinu Malkenu y Unetane Tokef. Despertamos con los poderosos sonidos del shofar. Nos inspiramos en las palabras de nuestros rabinos. Hicimos tashlij echando nuestros errores en una fuente de agua natural, río o mar. Cenamos en familia jala agulá (jala redonda), hundimos la manzana en la miel deseándonos un año bueno y dulce y, los más audaces, comimos cabeza de pescado. Pero luego de dos días festivos haciendo balance del alma nos despertamos cuando todo ha pasado y nos preguntamos ¿y ahora qué? ¿Ya está?
¡No! Recién comienza la tarea. El viaje que emprendemos en Rosh Hashana culmina en Yom Kippur (y la verdad es que nunca culmina del todo por el resto del año). Con el fin de Rosh Hashana se inicia un período de diez días hasta Yom Kippur conocido en el judaísmo como aseret yemei teshuva (los diez días de arrepentimiento o retorno).
Pero, ¿qué es lo que debemos realmente hacer durante estos diez días?
¿Dónde están las preguntas?
Durante mis largos vuelos desde una punta del mundo hacia el otro escuché un podcast del Rabino Dr. Neil Gillman (uno de mis pensadores favoritos) que contaba como Heschel le decía a sus alumnos: «Señores, tenemos demasiadas respuestas, ¿dónde están las preguntas?«. En efecto, de las múltiples formas en las que uno puede definir qué es ser judío, es definirlo como un preguntón. Si lo prefieren más sutil podríamos definirlo como se define el Rabino Arthur Green en su libro Radical Judaism: ser judío es ser un buscador. Entonces ser judío es buscar y buscar es hacerse preguntas. En consecuencia lo que debemos hacer durante estos diez días de retorno hacia Dios, nosotros mismos y nuestra tradición es preguntarnos las preguntas más importantes.
Como no siempre es fácil saber qué debemos preguntarnos, aquí comparto las preguntas que el Rabino Zamek de Hong Kong -con quien comparto la tarea comunitaria- nos desafió a preguntarnos este año. Mi recomendación es que utilicen estas preguntas cómo una plantilla para estos diez días y para cualquier otro momento en que lo necesiten. Aquí vamos.
#1 ¿Cómo llegaste hasta aquí?
Esta primer pregunta no tiene que ver con nuestros orígenes biológicos. Ni siquiera debemos interpretarla con un tinte místico del tipo «¿cómo se originó la vida en el universo?». Bien entendida esta pregunta es mucho más filosa. Nos interpela directamente a asumir una perspectiva de nuestro propio paso en la vida para contemplarnos como observadores de nosotros mismos. Nos invita a mirarnos «desde afuera» en forma fría y analítica por un instante (puesto que somos los peores para juzgarnos honestamente debido a nuestro subjetivismo) y tratar de entender por qué somos como somos. ¿Qué nos trajo hasta este punto en la vida?
Al analizar por qué somos como somos o cómo hemos llegado hasta este punto en nuestra vida iniciamos un viaje de reconocimiento sobre todo lo bueno que hemos construido para tomar conciencia del bien que somos. Pero también descubrimos en esta pregunta la esencia de estas fiestas: ¿qué cosas debo cambiar para llegar a mi próximo destino?
Esta pregunta personal es fundamental porque lo que te ha traído hasta aquí no te llevará hasta allá. En forma sorprendente el esfuerzo de estos diez días no es descubrir por qué estamos aquí sino qué debemos cambiar para llegar a donde debemos ir. La manera más cobarde de responder esta pregunta es depositarla como culpa en otras personas: «Llegué hasta aquí porque ella me dijo…tengo este trabajo porque ellos me dijeron…él es el que me dijo que hiciéramos esto…ella me convenció de…no pude hacerlo porque él no quería y…» Así es como se nos pasa la oportunidad más preciada de estos diez días, la cual se basa en aceptar que somos co-creadores y responsables con Dios de nuestro viaje en la vida. Si evitamos esta pregunta caemos en el verdadero infierno judío, la repetición eterna de nuestros errores y la omisión de entender que cómo vamos a responder a la vida es absoluta responsabilidad nuestra (el resto está en manos de Dios).
#2 ¿Estoy haciéndome la pregunta correcta?
Escrita así esta segunda pregunta nos suena increíblemente confusa. Pero no debería hacerlo. Básicamente esta remarcándonos la idea que hacernos buenas preguntas es hacernos una pregunta que no solo nos afecta a nosotros solos (como lo es la pregunta anterior) sino a toda la comunidad y en extensión a la humanidad toda. Como los cuatro hijos que preguntan durante el Seder de Pesaj, nuestras preguntas estos días pueden ser de todo tipo: sabias, malvadas, simples e incluso podemos no saber qué preguntarnos. Pero por sobre todo deberíamos ser muy conscientes si nuestras preguntas no tienen un tinte de hijo malvado. ¿Qué se pregunta el hijo malvado? Si lo recuerdan, se pregunta qué tiene que ver todo esto con él. Al hacerlo se separa de la narrativa de su pueblo. Se aísla y en forma ficticia se convence que su existencia no se replica en ninguna otra persona.
Confieso que la pregunta del hijo malvado es una de mis favoritas puesto que me invita una y otra vez a responderme por qué el judaísmo es importante en mi vida. Pero por otro lado soy también muy consciente que la pregunta en la cual uno se para «desde afuera» para observar sus propias creencias y prácticas tiene el potencial de caer en el sinsentido y hacernos pensar que la teshuva o retorno es solamente personal y no colectiva. Esta es la razón por la cual debemos reflexionar profundamente si nos estamos haciendo una pregunta correcta. La pregunta correcta tiene que ser al mismo tiempo personal y universal. Bien sabemos que la salvación nunca puede ser únicamente nuestra sino universal y cósmica. ¿De qué nos sirve cambiarnos sólo a nosotros mismos sino podemos también ayudar a quienes nos acompañan en nuestro paso por la vida?
Esta segunda pregunta es en realidad una meta-pregunta, una pregunta que debe circular por encima de todas las preguntas que nos hacemos durante estos diez días. Esta segunda pregunta nos recuerda a Heschel nuevamente quien enseñó que existir es pertenecer a un mundo preexistente al mismo tiempo que es pertenecer a algo que es más que la existencia misma. No existe un ser cuyas acciones no se replican de una forma u otra. Al mismo tiempo ninguno de nosotros es el principio y el fin de todo lo que existe. Nuestras preguntas deben cambiarnos de forma tal que trascienden nuestras particularidades y en última instancia inspiran a otros hacia el bien. La mejor pregunta es aquella que no nos separa de nuestro pueblo y nuestra humanidad sino que nos atrae hacia ella para hacerla cada día mejor.
Les deseo que tengan unos buenos diez días de transformación espiritual.
Gmar Jatimá Tova (habiendo pasado Rosh Hashana no solo les deseo Shana Tova nuevamente sino un buen sello en el Libro de la Vida)