En la parasha (lectura semanal de la Tora) de esta semana hay un episodio que encapsula la historia del Éxodo en su totalidad, el sentido de la existencia judía y la misión de todos nosotros en este mundo. Parashat Bo (Shmot 10:1 – 13:16) introduce el ataque de la plaga #9: oscuridad. Los egipcios en la Biblia no experimentaron nunca una plaga llamada esclavitud pero la oscuridad fue lo más cercano que lograron sentir en relación a cómo se sentían sus esclavos, los israelitas.
Cuando escuchamos la palabra esclavitud generalmente la asociamos con la idea de servir a otra persona involuntariamente. Sin embargo bien sabemos que podemos ser esclavos de muchas cosas más: nuestras adicciones, mentiras, egos, comportamientos y especialmente la idolatría de nuestras propias ideas.
Y Dios dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, una oscuridad que se puede sentir. Y extendió Moisés su mano hacia el cielo; y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar por tres días; pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones.- Shemot 10:21-23 (la traducción y énfasis sobre ciertas palabras es mía)
Luz y Oscuridad
La esclavitud es oscuridad. La libertad es luz. El viaje de la esclavitud hacia la libertad y de la oscuridad hacia la luz no pertenece solamente al Éxodo sino a toda la Tora y a nuestra tradición. De acuerdo al comentario del Zohar (el compendio más importante del misticismo judío) en el principio Dios creó «una chispa de impenetrable oscuridad.» Esto significa que la luz y la oscuridad están entrelazadas.
Luz y oscuridad, ambas creaciones de Dios, están en todo el mundo todo el tiempo. Nos sorprenden constantemente en las noticias cuando nos enteramos de episodios muy oscuros y otros que irradian luz y esperanza. Al comienzo de la Creación la tierra está oscura y lo primero que hace Dios es luz (Bereshit 1:1-4). En una sola oración la Tora captura la esencia de los opuestos, la lucha por el balance cósmico. La luz en el lenguaje bíblico representa vida, alegría y justicia.
En el judaísmo la luz representa el compromiso por la claridad por encima de las tinieblas; la luminosidad por sobre lo lúgubre; el estudio sincero en lugar de la fe ciega. La luz, primera creación de Dios, se convierte en un símbolo de Su presencia histórica: una zarza ardiente con un fuego que no se consume; relámpagos en el monte Sinaí al recibir la Tora; la luz eterna (ner tamid) que habita en todas las sinagogas del mundo; la menoráh en el tabernáculo y el Beit Hamikdash; encendido de velas para Shabbat, festividades y especialmente Januka. La luz es como Dios puesto que no podemos verla pero ella permite que todo lo demás sea visible.
Por Tu luz, vemos luz. – Salmo 36:10
No lo veo, no lo creo, no me interesa
Rabbi Harold Kushner nos invita a reflexionar que durante todas las demás plagas los egipcios no podían hacer nada para frenar el ataque. Pero durante la plaga de oscuridad, ¿por qué no encendieron velas? Tal vez la plaga no era realmente oscuridad física sino espiritual o psicológica. Cuando estamos sumidos en la oscuridad perdemos la energía para ocuparnos de cualquier otra persona más que nosotros mismos y nuestra salvación. Por eso la Tora agrega que solo durante esta plaga,
Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar por tres días.-Shemot 10:21-23
Probablemente los egipcios no podían discernir cuánto de su propio confort dependía de la esclavitud de otras personas u hechos. La persona que no puede ver a su propio vecino está incapacitado de crecer espiritualmente. Sin mirar qué le está aconteciendo al otro somos incapaces de hacernos mejores.
La chispa divina
La primera bendición que recitamos antes de exclamar la Unicidad de Dios en el Shema concluye con la siguiente expresión
Bendito eres Tú que haces las luminarias
Por supuesto que en el contexto de dicha plegaria lo primero que se nos viene a la mente son los cielos, el reconocimiento absoluto de Dios como el Creador del Universo. ¿Tal vez las luminarias somos también nosotros mismos? Cada uno de nosotros es una luz en el mundo.
Pero cuando sentimos nuestra propia luz parpadear; cuando vemos la oscuridad que nubla nuestro mundo y nos desesperamos por la injusticia y lo inexplicable; todo lo que tenemos que hacer es mirar la página siguiente de nuestro Siddur (libro de plegarias) en donde leemos
Con abundante amor nos amas
Dios nos ama. No dejemos que se apague nuestra luz más allá de la oscuridad que nos rodea.