Este viernes coincidiendo con Shabbat llega Pesaj. Como estoy anotando en una incontable cantidad de grupos y listas de emails de casi todas las denominaciones judías que existen, mi casilla se ha saturado ya de información con respecto a esta celebración. Los emails van desde recetas hasta cómo hacer todo para Pesaj explicado paso-a-paso.
A pesar que muchos tienen una teología fatalista con respecto al futuro (existe un entendimiento para algunos judíos que como nos alejamos cada día más de Sinai estamos cada día peor), mi experiencia me dice que vivimos en una era privilegiada comparada con muchos de nuestros antepasados quienes sufrían pobreza, persecuciones, torturas y asesinatos en masa. Además de eso vivimos en una era en la cual ya no hay escasez de información ni recursos para estudiar y formarse como ocurría en la Edad Media. Hoy gracias a Internet (¡y en especial Facebook!) es imposible no enterarse cuándo se acerca una festividad judía y cómo cada uno se va preparando para celebrarla. Cada sitio judío que hay en la Web está publicando a más no poder.
Pero el problema con la sobreabundancia de información es perder la capacidad de distinguir qué es realmente lo que importa. Por eso aquí va en forma muy breve 3 lecciones fundamentales de Pesaj con lo más importante que tenemos que tener presente en los próximos días.
Todo comienza con una oración
Tal vez la frase que encapsula toda la festividad es la que se encuentra en la Hagadá misma:
«En cada generación uno debe verse a sí mismo como si hubiese salido de Egipto.» (Pesajim 116b)
El desafío es leer esto y sentirlo cuando, a diferencia de nuestros antepasados, estamos cómodamente sentados en una mesa comiendo exquisita comida que seguramente ninguno de los judíos que abandonaron Egipto jamás imaginó que existiría. La discontinuidad histórica con este episodio es tan inmensa que realmente se impone la pregunta ¿qué es lo que debemos realmente sentir o imaginar? ¿En qué sentido podemos imaginarnos saliendo de Egipto?
#1 Sorpresa y asombro
El objetivo central del seder es sorprender a los más pequeños. La idea es que se pregunten ¿por qué es esta noche diferente de todas las demás? Sin embargo, en nuestra búsqueda por cerrar la brecha histórica con nuestros antepasados que salieron de Egipto intentando comprender cómo podemos sentir lo que ellos sintieron, nosotros mismos deberíamos preguntarnos lo mismo no solo esta noche sino a cada instante. No hay nada peor que perder la capacidad de asombrarse, de sorprenderse por lo increíble que es el mundo y nuestra existencia. Si podemos por un instante usar nuestra imaginación y construir – como si fuéramos niños otra vez- la escena que nos contaban en la mesa sobre las plagas y los milagros de la redención, entonces debemos luego replicar ese sentimiento con todo lo que nos rodea por el resto del año.
Desde la llegada de mi hija Hannah al mundo (¡hace tan solo 11 semanas!) me emociono a cada segundo cuando la veo mirar el mundo y pienso, ¿qué estará pensando ella? ¿cómo estará construyendo su realidad? ¿qué pensará cuando ve gente hablando, autos, árboles, agua, arena, cemento, edificios, aviones, abrazos, sonrisas, luz, computadoras, teléfonos, Skype con los abuelos y un papá que la mira enamorado directamente a los ojos? Hannah y yo vemos el mismo mundo. Pero al igual que los esclavos que emergen hacia una tierra prometida su mirada es la que me salva, me redime y me rescata como Dios ayudándome a recordar que debo volver a mirar el mundo como si fuera algo nuevo todos los días. Tal vez ese es el motivo por el cual los abuelos aman tanto a sus nietos. Una vez más y con la mirada renovada les recuerdan lo precioso que es vivir. Es muy simple y a veces triste acostumbrarse a todo.
Si podemos identificarnos con esta experiencia inconcebible e indescriptible que admiramos en los niños, el poeta o el artista que ve el mundo constantemente como una obra de arte, entonces habremos aprendido una de las lecciones fundamentales de Pesaj. No solo esta noche es diferente a todas las demás sino que cada respiro y momento es único, diferente a todos los demás y por eso sagrado. Así la lección más sagrada que enseñamos a los niños en Pesaj es: nunca dejes de sorprenderte.
Quienes buscan a Dios podrán encontrarlo en todos lados si tan solo cambian la óptica de lo que es sorprendente y maravilloso. Estamos rodeados de belleza y milagros todo el tiempo. Sin embargo hemos reemplazado el asombro por la existencia por el asombro en la tecnología. Y aclaro que amo la tecnología. Pero me recuerdo siempre que ella está al servicio de mi vida y no yo al servicio de ella. Lo increíble no es asombrarnos por un reloj que también es computadora, teléfono y todo lo que se nos pueda imaginar. Lo increíble es asombrarnos que estamos vivos. Y en la conciencia de esta simple pero asombrosa reflexión está Dios acompañándonos a cada instante.
#2 Dejar ir
¿Qué es lo primero que los esclavos le dicen a Moisés apenas salen de Egipto? ¡Queremos volver! ¡Allí teníamos comida y «trabajo»! Así Moisés se pasa el resto de la Tora enseñándoles en esencia una sola lección: saquen Egipto de sus cabezas, miren lo que hay adelante ¡Cambien! ¡Transfórmense!
Esto no significa olvidar todo lo que uno aprendió en la vida porque si uno no sabe de dónde viene es muy difícil saber a dónde quiere ir ni reconocer cómo llegó a dónde llegó. Para mí lo más increíble del relato es que, a pesar de todo el esfuerzo y los milagros, se necesita finalmente un nueva generación porque la que sale de Egipto en el fondo nunca «salió» de su esclavitud.
Esta enseñanza es fundamental porque nos recuerda que, como le sucede al Faraón, al no poder concebir una realidad diferente, un mundo sin sus esclavos hebreos, termina no solo destruyéndose a sí mismo sino todo su imperio. Muchas veces aquello que pensamos nos da fuerza y debemos aferramos es lo que nos detiene para cambiar y hacernos mejores. En cada generación uno debe verse a sí mismo como si hubiese salido de Egipto significa aprender literalmente a soltar.
#3 Habitar el desierto
La lección #2 nos lleva directamente a esta última lección. Habitar el desierto de la vida significa que dejamos atrás aquello que creíamos nos daba fuerza para abrazar ahora la incertidumbre momentánea y la esperanza que la tierra prometida comienza apenas salimos de Egipto y no con la llegada. La Hagadá es un viaje en el cual nunca llegamos a ningún lado. Año tras año cerramos cantando «el próximo año en Jerusalem». Incluso si estamos en Jerusalem pedimos por una reconstruida Jerusalem. No hay final para el viaje de la vida. No hay llegada. Solamente una constante salida. Siempre estamos en Egipto y eso no es malo sino que significa habitar el desierto. Así como es un error sentarse a la mesa preguntándose, ¿cuándo comemos? ¿cuánto falta para que termine? Lo mismo nos puede pasar con la vida. Todo sucede en el camino. Realmente me sorprende lo apurados que estamos que no podemos ni siquiera esperar y compartir la Hagadá una vez al año. Cada instante que vivimos es y al mismo tiempo no es la tierra prometida.
Las lecciones fundamentales de Pesaj
Aprovechemos Pesaj para recordar que: a diferencia de un videojuego con «vidas infinitas» aquí tenemos una sola. Durante esta sola vida debemos aprender a apreciar las maravillas y milagros que nos rodean cada día. Encantarnos con lo espectacular que es compartir con familia y amigos. Sorprendernos con la belleza del mundo. Aferrarnos cuando estamos sueltos y soltarnos cuando estamos demasiado agarrados. Y a cada paso bendecir a quienes nos acompañan junto a quienes con profundo amor nos enseñaros, nos legaron valores, nos acompañaron durante un tiempo y si bien ya no están físicamente aquí siguen estando en el amor trascendente de lo compartido y que la muerte no puedo destruir puesto que al final y según Jad Gadiá la muerte misma morirá en manos de Dios.
Atesoremos el viaje habitando con amor y fe la incertidumbre del desierto. Estas son las lecciones centrales de Pesaj. Que tengamos todos hermosas fiestas.
¡Jag Sameaj!