En unas semanas, exactamente el 28 de Elul según el calendario hebreo, se cumplen 33 años de mi nacimiento. Y este nuevo año judío que comienza en breve marcará con la ayuda de Dios un antes y un después en mi vida: ¡Laila está embarazada y estamos esperando una nena para Enero de 2015! Más allá de la multiplicidad de temas que me gustaría compartir, hay uno particularmente que inunda mis pensamientos estos días tan cercanos a Rosh Hashana: Dios.
Como toda teología es una autobiografía, quiero dejar en claro que lo que voy a compartir a continuación es absolutamente mío y no hablo en nombre de nadie ni de ninguna institución. Es mi relación personal con Dios y con todo lo que he leído y estudiado sobre el tema. Para muchas personas lo que voy a escribir puede resultar una herejía. Para otros será una revelación. Lo más importante de todo es entender que ésta es mi opinión luego de muchos años de búsqueda sincera. Nadie tiene porqué creer lo que voy a escribir ni estar de acuerdo con mi pensamiento o mi manera de ver el mundo y la tradición. Estoy muy cómodo con el desacuerdo y lo considero un signo de vitalidad en el judaísmo. Dudar y preguntarse nunca es un problema. El verdadero problema para la tradición judía es justamente dejar de preguntarse y convertirse en un autómata que “ya se las sabe todas”.
Eso es tan solo teología
Una de las cosas que más me costó encontrar al buscar respuestas sobre Dios en el judaísmo fue que siendo este un tema tan central, nada de lo que leía me resultaba del todo serio. Y debido a esta falta de seriedad me llevó mucho tiempo dar con algo que pudiera hablarme a mí: un judío que vive en el siglo XXI y no tiene mucho que ver con un judío que vivió bajo dominación islámica en España o el medioevo en general.
El problema radicaba en que la mayoría de las personas que conocía y los textos que leía sobre el tema parecían estar más preocupados por explicar lo que Dios quiere que intentar en esencia descubrir quién es o qué es Dios. Las preguntas más serias sobre Dios eran tildadas de “simples preguntas teológicas” y lo más importante era estudiar Talmud, Tora y Halajá para comprender qué es lo que Dios supuestamente quiere que uno haga. Pero a mi siempre me conmovió saber ¿cómo puedo discutir qué es lo que Dios espera que haga si no entiendo a qué nos estamos refiriendo cuando usamos la palabra Dios? ¿Todos están pensado lo mismo cuando decimos Dios? ¿Cómo sabemos que Dios realmente quiere eso?
Estas preguntas me ayudaron a ver que era inconcebible llamarme Jazán y Educador Judío sin desarrollar una teología personal que fuera coherente con mi manera de enseñar y utilizar mi voz como instrumento para conectar con Dios y la gente que reza conmigo. Y en mi camino por lograr armar mi teología me llevó años descubrir que no necesitaba libros sino un maestro que oriente mi brújula. El verdadero maestro no enseña data sino las preguntas correctas. El verdadero maestro no enseña la materia sino que enseña el método. Ningún maestro posee todas las respuestas y sabe absolutamente todo de todo. Para eso tenemos información o data: libros, podcasts y videos. Pero el verdadero maestro nos enseña cómo hacernos las preguntas que nos llevarán a develar lo que estamos buscando. Y aunque tardó años en llegar, mi maestro en teología apareció finalmente un buen día.
Encontrando a mi maestro en teología
Al igual que me pasó cuando comencé a leer en inglés sobre la Biblia, mi teología cambió para siempre cuando di con la obra del Rabino y Académico Neil Gillman también escrita en inglés (ver la publicación Mi Revelación, Rebelión, Reconciliación y Revolución Bíblica). Su obra me permitió desarrollar un lenguaje para hablar sobre Dios que he presentado en varias publicaciones de este blog e incluso en mi ebook Dios está presente en este lugar y ¡yo no lo sabía!
Gillman es el producto de dos pensadores que si bien se originaron dentro del movimiento Conservador judío son diametralmente opuestos: Abraham Heschel y Mordejai Kaplan (Kaplan eventualmente se separó del movimiento Conservador y terminó fundando una corriente nueva conocida como judaísmo Reconstruccionista). Heschel es un poeta que hace teología y Kaplan un teólogo que hace ciencia. La combinación de ambos es una especie de mezcla perfecta que intenta hermanar aquello que todos sentimos y no podemos poner en palabras. Heschel como poeta captura en una oración lo que a cualquiera de nosotros nos llevaría años de pensamiento. Kaplan nos ofrece una metodología para hablar de Dios sin necesariamente tener que terminar hablando siempre en términos poéticos. Heschel nos llega al corazón en forma directa. Kaplan a la mente. Heschel es cálido pero irracional. Kaplan es frío pero racional. Ninguno es mejor que el otro sino dos facetas que constituyen nuestro carácter humano.
Si consideramos lo importante que es rezar a Dios, para entender la distancia entre estos dos pensadores un ejemplo nos alcanza. Hay días que estamos más cerca de Heschel y pensamos que
Rezar es tomar conciencia de lo asombroso, recuperar el sentido de aquello misterioso que anima a todos los seres, el margen divino en todos los logros. La plegaria es nuestra humilde respuesta a la inconcebible sorpresa de vivir.
Otros días es Kaplan quien nos susurra al oído
Como el poder que ordena el mundo y la salvación personal, Dios no es una personificación sino un Proceso. De todos modos nuestra experiencia de ese Proceso es enteramente personal…Aquellos que critican la concepción de Dios como un Proceso argumentan que es reducir la plegaria a una simple forma de “hablarse a uno mismo”. En un sentido eso es verdad pero debemos entender en qué sentido es verdad. Todo pensamiento – y la plegaria es una forma de pensamiento- es esencialmente un diálogo entre nuestro puro ego individual y nuestro ser en representación de un proceso que va más allá de nosotros mismos…
Es algo natural
Esto no significa que soy un judío Conservador ni Reconstruccionista ya que me siento por encima de estas categorías que limitan mi pensamiento. Pero sin dudas en mi pensamiento teológico soy un seguidor de Gillman quien representa el tejido entre la experiencia emocional incontrolable y nuestra capacidad de entender algunas cosas que constituyen nuestro ser y nuestra cultura. Cuando rezo generalmente me siento próximo al Dios de Heschel. Pero cuando no estoy rezando me acerco a Dios utilizando una metodología naturalista que (siguiendo el pensamiento de Kaplan) me convence que la religión -y especialmente el pensamiento teológico- comenzó en forma natural a través de la experiencia del pueblo judío. Para Kaplan el judaísmo es lo que los judíos dicen que es (claramente tenemos una opinión en el tema) ya que el judaísmo no puede existir sin los judíos. Lo que mañana decretarán las autoridades judías es lo que será el judaísmo.
La idea que el judaísmo es lo que los judíos dicen que es permaneció conmigo desde el primer día que la escuché. Esta es una idea absolutamente lógica con el pensamiento de Kaplan puesto que para él las cosas suceden en forma natural dentro de la condición humana. En pocas palabras, es lo más natural del mundo que un conjunto de personas que se sienten pertenecientes a un conjunto que los une conformen una comunidad y desarrollen una religión y una teología. Esto es básicamente lo que han hecho la mayoría de los pueblos que han existido desde la antigüedad hasta el día de hoy. Entonces si el judaísmo comenzó con la experiencia del pueblo judío, es absolutamente legítimo y natural para Kaplan que los judíos revisen si estas experiencias nos siguen hablando a nuestra generación del mismo modo que le hablaron a generaciones anteriores. En más de una oportunidad los rabinos tomaron decisiones para asegurar la continuidad del pueblo. En el mismo espíritu de continuidad Kaplan declara que es lo más natural del mundo que los rabinos hoy sigan haciendo lo mismo. Si lo natural para nuestros antepasados fue constituir un lenguaje común que permita una relación con Dios, entonces sigue siendo tan natural que esto suceda como sucedió hace miles de años atrás.
Pero es fundamental entender que la noción que todas nuestras conversaciones sobre Dios salen en forma natural desde el ser humano que intenta utilizar un lenguaje para hablar de Dios, no significa necesariamente que los seres humanos hemos “inventado” a Dios. Los seres humanos hemos des-cubierto a Dios y luego inventado un lenguaje para intentar caracterizar el Dios que experimentamos. Las palabras que usamos para hablar de Dios nacen desde un acto profundo que intenta des-cubrir esa experiencia genuina de realidad que nos transciende y que todos sentimos pero ningún filósofo puede explicarnos. Intentar responder entonces qué es Dios desde una perspectiva judía es atreverse a explorar las palabras que los judíos hemos utilizado para darle un sentido a nuestra historia, nuestra misión y nuestras vidas.
#3 Temas Centrales de mi pensamiento Teológico
#1 El mito de la Revelación
El tema de la Revelación sigue siendo para mí el más importante en el judaísmo porque la Revelación establece el concepto de “autoridad”. En los últimos años he realizado un esfuerzo intelectual enorme por intentar recordar quién me enseñó que la descripción de la Revelación en el Monte Sinai que aparece escrito en Shemot (Éxodo 20 en adelante en la Biblia) es históricamente cierto. No sé por qué me contaron eso pero durante muchos años creí que la Revelación de Dios en el Sinai era históricamente verdadera y lo que tenemos preservado en la Tora es una crónica real de lo que sucedió. Sin embargo a medida que más profundizaba en el tema descubría que ningún pensador serio cree realmente eso. Ni siquiera la mayoría de los rabinos en la modernidad. Para la mayoría de los pensadores modernos judíos todo lo que está escrito en los primeros cinco libros de la Biblia hasta el profeta Isaías es un mito.
Pero es importante entender que un mito no es una mentira. Tampoco es una explicación imperfecta, primitiva o errada. Un mito es una relación simbólica con la verdad. Todos los mitos son verdaderos porque su relato no es históricamente certero o real sino imaginario. Entendidos tal cual son (leyendas, relatos imaginarios, poéticos o metafóricos) no intentan demostrar un hecho sino ofrecer “sentido”. Y en ese sentido nadie puede negar que son verdad. Por eso cuando leemos y agradecemos a Dios por la Revelación una y otra vez en nuestras plegarias no importa cuán históricamente precisos estamos siendo sino que lo que realmente importa es lo que estamos sintiendo. Ésta es la verdadera justificación de por qué seguimos necesitando el ritual en nuestras vidas. La recreación mítica que llevamos a cabo en forma práctica (eso que llamamos ritual) sigue teniendo tanto sentido hoy como ayer.
El día que logré entender esto mi relación con Dios y el judaísmo cambió para siempre. Porque si el relato preservado en la Biblia sobre la Revelación de Dios nunca sucedió tal cual está escrito entonces, ¿por qué hacer algo judío? Si sabemos que Dios no puede hablar puesto que no tiene boca, la Revelación del modo que está preservada no es históricamente cierta y los judíos nunca fueron históricamente esclavos de ningún Faraón en Egipto entonces, ¿qué celebramos en Pesaj? Y la respuesta es que estamos lidiando con mitos y no historias. De hecho las historias son irrelevantes aún cuando Pesaj tiene una cualidad histórica y una cualidad mítica. Cuando exclamo durante el Seder de Pesaj que “fuimos esclavos del Faraón en Egipto” sé que lo que estoy diciendo es profundamente verdadero aún cuando no es históricamente cierto.
La experiencia mitológica nos sucede con todo lo que nos rodea. En mis recuerdos preservo dos versiones diferentes de mis cuatro abuelos que ya no están presentes en este mundo. Un recuerdo es histórico y otro es mitológico. Un recuerdo es quienes fueron como seres humanos históricos y el otro es mi propio relato sobre ellos y ellas. Y lo más importante es que ambos recuerdos (el histórico y el mitológico que revivo cada vez que me acuerdo una anécdota) son verdaderos dentro de mi. Sabemos que hay un Jesús histórico y hay un Jesús mitológico y las diferencias entre ambos son sorprendentes. Pero no solo sus diferencias son sorprendentes sino que la existencia de ambas narrativas en la historia de nuestra humanidad son verdaderas (si bien yo no creo en el Jesús mitológico no puedo negar la existencia de una narrativa acerca del mismo que es verdadera para muchas otras personas). Del mismo modo hay un Papa Francisco y un Obama que son históricos y algún día les aseguro ambos también serán mitológicos. Y en un tiempo no muy lejano historiadores y fanáticos escribirán cientos de libros acerca de estas dos personas y la tensión entre lo histórico y lo mitológico de cada uno de ellos será parte de un fuerte debate. Así todo deberíamos ser recordados que ambos relatos serán siempre verdaderos si son entendidos en su propio contexto.
La liberación
Comprender el significado de la experiencia mitológica fue crucial en mi desarrollo teológico. Porque hasta que no pude combatir esta idea y estructurarla en mi mente no pude avanzar. Fue a partir de que me liberé de esta comprensión literal y fundamentalista del texto de la Biblia que se abrió un espacio para creer nuevamente. Aceptar que la Tora no es históricamente verdadera pero es mitológicamente verdadera es lo que me permitió entender cómo la misma consigue crear esperanza, comunidades, sentimientos muy profundos, comportamientos y por sobre todas las cosas ofrecer un sentido a la vida.
En el fondo un mito es un relato que posee tanto elementos imaginarios como reales que nos ayudan a hacer comprensible nuestra experiencia humana ofreciéndonos una construcción de la realidad. Se trata de una narración que arranca el orden del caos. No nos contentamos con ver los acontecimientos como desconectados, aleatorios e inexplicables. Anhelamos comprender el orden subyacente en el mundo. Un mito nos dice por qué las cosas son como son y de dónde vinieron. Un relato como este nos conforta asegurándonos que el sentido de nuestra existencia es algo útil. En efecto un mito es algo esencial. Sin un mito no hay un significado o propósito para la vida. Sólo hay un enorme e infinito vacío.
Justamente el mensaje del Seder de Pesaj encierra el anhelo por excelencia de la tradición judía. Y ese anhelo es la Redención o Salvación Final. La Redención de Israel en la Biblia no fue simplemente un evento del pasado sino del presente. No es una historia sino una noticia. Para experimentar correctamente Pesaj debemos recurrir a la experiencia mitológica: debemos sentir que estamos siendo liberados ahora mismo. No solo nuestros antepasados fueron salvados sino que los rabinos declaran que ¡en cada generación somos salvados nuevamente! Este es un argumento extremadamente poderoso al declarar que el Éxodo no solamente sucedió sino que esta sucediendo en este instante. Este es el “mito eterno”. El sentido del mito (a diferencia de la historia) es que el mismo realmente se repite y se revive en forma continúa hasta la eternidad. Los grandes eventos en la vida de una comunidad religiosa (sea esta judía, cristiana o cualquier otra) resuenan en forma perpetua y constante. Permanecen eternamente en el presente. Si esto no ocurre entran en el plano de la “historia” en lugar del “mito” y ya no cumplen la misma funcionalidad. Simplemente los leemos y decimos “qué interesante”. La historia es interesante, pero el mito es emocionante.
#2 Los retratos de Dios
¿Cómo llegué a la conclusión que la Tora no es una crónica histórica sino un mito? De la forma más obvia de todas: no puedo creer que Dios habla. Y si Dios no puede realmente hablar entonces ¿qué significa en la Tora cada vez que Dios habla con Moisés? ¿De quién son las palabras que están en la Tora? Claramente Kaplan (y Maimonides) me enseñaron que si Dios no puede hablar porque eso sería limitarlo en su esencia entonces las palabras de Dios son las palabras del pueblo judío. Lo cual significa, nuevamente, que el judaísmo en sí es la creación de los judíos.
Y lo más increíble es que si bien nuestros antepasados tenían prohibido hacer retratos de Dios, los hicieron de todos modos una y otra vez. Pero no utilizaron pinturas ni esculturas sino palabras. La tradición judía está saturada de retratos de Dios en palabras. Cada página de la Tora tiene un retrato de Dios en palabras que describe cómo es Dios, qué quiere, cuales son sus motivaciones, cuales son sus emociones, sus sentimientos y sus actividades. La prohibición de retratar a Dios nunca inhibió a mis ancestros. ¡Por el contrario los liberó! Como sabían que nadie realmente puede describir al Dios en si mismo (en su verdadera esencia puesto que está más allá de la comprensión humana) se sintieron libres de crear sus propios retratos de Dios.
¿Quieren un retrato de Dios en palabras? Abran cualquier libro de la Biblia y la literatura rabínica. Dios en el cuento de Job charla con Satán y deciden hacer una apuesta sobre la vida del pobre Job. Ahí tenemos un retrato de Dios en palabras. Sé que en este momento están imaginando cómo sería este escenario de Dios conversando con Satán. Y si lo están haciendo acaban de crear un retrato de Dios en su mente utilizando palabras en lugar de pintura o escultura. Cuando Dios le dice a Abraham que ofrende a su hijo estamos leyendo un retrato en palabras de Dios. En el Salmo 44 los hijos de Israel le piden a Dios que se despierte, ¡qué fascinante retrato de Dios! ¿Dios duerme? No solo eso, según el Midrash Dios llora cuando ve que el Templo ha sido destruido. Si están pensando cómo sería Dios llorando acaban de sumarse a la tradición ancestral rabínica que llenó el Talmud de retratos de Dios en palabras.
#3 El espejo
El tercer tema central que constituye mi pensamiento teológico se deriva del punto anterior, ¿de dónde sacaron mis ancestros estos retratos de Dios en palabras? Y la respuesta es que construyeron sus metáforas o imágenes de Dios (aquello que he llamado retrato en palabras) mirándose al espejo, es decir, mirándose a ellos mismos. Como es imposible escapar de nuestra condición humana al querer nombrar lo in-nombrable, mis antepasados utilizaron la única referencia que los seres humanos tenemos: nosotros mismos. Y utilizando nuestra existencia como referencia proyectaron hacia arriba las cualidades más perfectas que imaginaron en algo que estaba hecho a imagen y semejanza de los humanos. Por eso en la Biblia Dios es descripto como una personalidad y ¿cómo podríamos entender si no fuera así que Dios parece un “super ser humano” a lo largo de toda la Biblia? En los retratos en palabras Dios posee en la Biblia todas las cualidades, sentimientos y motivaciones más humanas que podemos conocer. Lo que esto me permitió fue cambiar el juego y en lugar de mirar hacia arriba poder ahora liberar a Dios del problema y comenzar a indagar cuándo, cómo y por qué se crearon las metáforas (o retratos en palabras) de Dios. El problema era humano y no divino. Y si las metáforas fueron cambiando podría ahora pensar por qué Dios fue llamado Rey, Padre o Señor y no Reina, Madre o Señora. Las decisiones en función del nombre de Dios eran creaciones humanas delimitadas por un contexto social determinado. Y esto hacía ahora del estudio de Dios y sus metáforas algo mucho más apasionante para mí.
La conclusión de esto es que la teología recapitula la antropología. En palabras más simples, nuestros antepasados crearon sus retratos en palabras de Dios a la imagen del ser humano. Esto es lo que la liberación con respecto a la lectura no fundamentalista ni literal de la Biblia me permite escribir y entender. Pero quiero que quede claro que no escribo todo esto con un profundo sentido de certeza sino ambigüedad y tensión con mi pensamiento en la forma más honesta posible. Y repito que la tensión en lo que concierne al pensamiento teológico es algo muy saludable. No hay nada más saludable que tener preguntas que uno no puede ni sabe cómo responder.
El tema del espejo como referencia para construir nuestra idea de Dios también me permite cuestionar cuando la gente me dice que no cree en Dios y les pregunto justamente en qué retrato de Dios no creen. Generalmente resulta que yo tampoco creo en ese tipo de retrato de Dios que describen. Es decir que no siempre compartimos el mismo retrato en palabras de Dios. Pero cuando rezo busco a Dios como una presencia del mismo modo que busco otras cosas como el amor, el deber, la justicia y la esperanza. Curiosamente nadie me pregunta si creo en estas cosas y cuando yo pregunto si los demás creen por ejemplo en el amor me dicen siempre que obviamente sí aunque nadie puede realmente ver ni describir el amor en sí mismo puesto que es una abstracción. Pero yo conozco el amor, lo experimento constantemente y sé que está allí. También siento otras veces frustración, miedo, ansiedad, bronca y dolor y aunque no creo en estas cosas también sé que son reales.
Palabras Finales
Hay muchos temas más con los que aún no he podido terminar de llegar a una conclusión en mi búsqueda teológica. Espero Dios me de salud para seguir indagando en su nombre que tanta satisfacción me ha dado. Pero principalmente me cuesta terminar de construir una teología que resuene conmigo en lo que respecta al mal, el sufrimiento y la muerte. En algún punto creo que el sufrimiento es redentor (sé que esto suena muy cristiano pero debemos recordar que los primeros cristianos eran judíos). Es decir, la sensación de la falta y por qué tenemos que atravesar períodos de sufrimiento es parte del proceso necesario en el tikkun (la reparación cósmica) que traerá la redención mesiánica. Si no creemos en esta imperfección nuestra vida no tiene sentido. El judaísmo precisa de lo errado e incompleto para que su teología tenga sentido. Si no creemos que es necesaria la falta, el error, el sufrimiento y el mal no precisamos del Día del Perdón ni de ninguna otra festividad. De hecho el judaísmo tiene sentido si abrazamos la idea de lo imperfecto y fallado que está el mundo para que nuestra existencia tenga el propósito de ayudar en el proceso de redención.
Y esta idea resuena muchísimo con mi manera de ver el mundo y parte de lo que constituye el alma de este blog. Hace un tiempo escribí que para mucha gente vivir en paz significa que absolutamente “todo cierre”, que todo “tenga sentido” y que todas las cosas “sucedan por algo”. Para mi vivir en paz significa desarrollar la capacidad de abrazar las contradicciones, lo diferente, lo que para otros es lo obvio y para mi no, lo que muchas veces no cierra, lo insensato, lo ilógico, lo desconocido incluso lo paradójico, lo irónico y lo absurdo. Me siento mucho más cómodo con la tensión que con la idolatría y el fundamentalismo de ideas. Me gusta el camino de la incertidumbre por encima de las supuestas razones o respuestas.
¿Por qué escribo todo lo que escribo? ¿Para qué me siento durante horas a pensar y enseñar sobre todos estos temas tan complejos? Porque es un modo de darle sentido a mi existencia. El judaísmo lidia con las grandes preguntas. Esas preguntas que tocan la delicada fibra de la que está hecha el alma y nos interpelan a responder ¿qué significa vivir? ¿qué se supone que debería hacer con estos breves años que me son dados? La lucha por responder por qué y para qué existo; qué se supone que debería lograr; cómo debería vivir; son las preguntas que siempre me han conmovido y son justamente esas mismas preguntas las que la tradición judía enfrenta constantemente. La forma de lidiar con estas preguntas como judío es leer textos (y en la modernidad también la información que viene en otros formatos) y generar preguntas que se relacionan con esa información contemplando siempre la verdad más auténticamente humana y que me conmueve en forma directa.
Si les gustaría explorar más sobre este tema puedo recomendarles mi ebook Dios está presente en este lugar y ¡yo no lo sabía! Algunas respuestas están allí…otras ya vendran…