Nuestros cuerpos no duran para siempre. La conciencia de esta condición innegable hace que la vida sea al mismo tiempo difícil e interesante. Debemos hacer un esfuerzo enorme para aceptar los límites impuestos por la Creación.
Pero la verdad es que tener que lidiar con la conciencia de esta realidad no solo ha estado presente en la mayoría de las civilizaciones sino que ha funcionado como una fuente de inspiración para imaginar y combatir la idea de lo limitado de la existencia humana. Tenemos una tendencia natural a no satisfacernos y querer siempre más: más generosidad, más amor, más espiritualidad, curación, salud, bendiciones y más años de vida.
El judaísmo por supuesto no está excepto de esta conversación y ha creado mitos propios para responder ante una situación que, al igual que las descripciones de la Creación y El Fin de los Tiempos, ningún ojo humano jamás ha visto o experimentado. Solo podemos recurrir al lenguaje no figurativo, metafórico, poético, imaginativo o mitológico cuando hablamos de todas estas cosas. Pero nunca podremos hablar de hechos concretos. Por eso continuamos explorando y traduciendo la introducción a Tree of Souls: The Mythology of Judaism, escrito por Howard Schwartz y publicado por Oxford University Press (para más sobre esta obra recomiendo leer La Mitología Judía).
¿Qué dice realmente la Biblia? No mucho.
Desde el punto de vista bíblico todas las almas de los muertos se reúnen en un lugar sombrío llamado Sheol. Allí no hay ni recompensa ni castigo. En la Biblia, salvo Janoj y Eliahu, todos mueren. Esto ya nos da una idea de cuán diferente era la concepción sobre el después que poseían nuestros antepasados que vivieron durante el tiempo bíblico y cómo el pensamiento sobre este tema fue cambiando a medida que el judaísmo fue exponiéndose a otras formas de pensamiento aumentado su nivel de abstracción. Lo que podemos claramente observar es que el mito bíblico es muy diferente del mito griego del Hades donde la filosofía introdujo la idea que los mortales eran juzgados tras su muerte y se los recompensaba o maldecía. De hecho este mito griego probablemente influyó el concepto cristiano de Limbo.
De la nada al infierno o purgatorio
En la tradición rabínica Sheol fue reemplazado por Gehinnom (Gehenna en yiddish), un lugar de castigo para las almas de los pecadores que combina elementos del purgatorio y el infierno. Fue la creencia rabínica mayoritaria que sólo unas pocas almas iban directamente al Paraíso después de la muerte. La mayoría iba al Gehinnom donde eran quemados en el fuego del infierno y castigados con latigazos de fuego por los ángeles vengadores durante todo un año. En el Zohar estos fuegos del infierno se identifican como las propias pasiones y deseos ardientes de una persona que lo consumen.
En la mitología judía estos castigos son tan graves como los retratados en el Infierno de Dante pero -en contraste con el concepto cristiano del infierno- las almas purificadas son finalmente liberadas del Gehinnom y se les permite hacer un lento ascenso hacia al Paraíso. Por esta razón, se podría argumentar que el infierno judío está más cercano al concepto cristiano del purgatorio en lugar del infierno. Algunos incluso toman la posición que la liberación inevitable del Gehinnom significa que en el fondo no hay concepto judío absoluto del infierno sino una etapa de castigo que purifica el alma antes de que «ascienda a lo alto». Sin embargo las descripciones de los castigos en Gehinnom son tan extensas (y el temor de estos castigos entre los vivos fue tan extendido) que para ser más precisos deberíamos describir simplemente a Gehinnom como «el infierno judío.»
¿Qué pasa en el Gehinnom?
Muchos de los mitos sobre el Gehinnom simplemente enumeran los castigos que se encuentran allí. Otros mitos intentan trazar las dimensiones del Gehinnom y señalar dónde es posible encontrar sus entradas. Con el tiempo una mitología más elaborada sobre el Gehinnom fue apareciendo con tanta importancia como lo hizo la mitología sobre el cielo. Nuevos detalles fueron emergiendo tales como el papel de Duma, el ángel encargado del Gehinnom, o la presencia de un guardia fuera del Gehinnom que sólo admite a quienes tienen un castigo ya decretado.
Pero aquí no termina todo. Al igual que en los mitos del cielo, la tradición rabínica posee mitos sobre rabinos visitando el Gehinnom así como relatos sobre cómo todos los castigos en Gehinnom cesan durante Shabat. Nos enteramos, gracias a la mitología judía del Infierno, que incluso hay toda una categoría de ángeles vengadores que castigan a los pecadores en Gehinnom. Estos temibles ángeles persiguen las almas de los pecadores recién fallecidos con varillas de fuego y cuando los capturan los arrastran al Gehinnom para hacer frente a sus castigos.
¿Un infierno feliz?
En la publicación anterior nos invité a reflexionar sobre dónde está el cielo realmente. Nuevamente aquí deberíamos pensar lo mismo sobre el infierno, Sheol o Gehinnom. La pregunta es, ¿qué nos motiva a creer que estamos hablando literalmente de un espacio físico limitado por las categorías de tiempo y lugar tales como aquellas que experimentamos en vida? ¿Puede ser que sean lugares que hemos fantaseado por ignorancia experimental? Como podemos ver nuestra tendencia natural a no satisfacernos y querer siempre más se ha extendido hacia reinos inimaginables.
Finalmente hay esperanza. La buena noticia de la mitología judía es que el papel del castigo en el supuesto infierno judío es transitivo y no eterno. Forma parte de un mito más grande sobre nuestros actos fallidos y la redención o salvación en la que el alma prácticamente de todos los seres humanos es eventualmente purificada lo suficiente como para escapar del castigo eterno. En esto la mitología judía contrasta fuertemente con la visión cristiana de que las penas del infierno son eternas.