La auto-estima es un tema popular de nuestra generación. Escuchamos constantemente frases como “para estar bien con alguien primero tienes que estar bien contigo” o lo más importante es conocer «lo que vales». Por todos lados nos bombardean con la importancia de sentir que “somos valiosos”. Sin embargo la verdadera auto-estima es mucho más profunda y no se mide solamente por cómo nos sentimos hoy o por lo bueno que somos realizando algún trabajo o actividad (incluso sin importar si somos los mejores en el mundo en dicha actividad).
En forma absolutamente errada podemos creer que somos importantes porque somos atractivos físicamente o porque nuestra pareja es físicamente bella. Podemos convencernos que somos importantes porque tenemos más dinero que otras personas o porque realmente somos muy buenos en nuestros trabajos. Pero el problema con todas estas cosas es que pueden cambiar en forma inesperada.
Nuestra apariencia física, nuestro dinero y nuestra capacidad de hacer bien algún trabajo es algo que inevitablemente cambia (y a veces no siempre del modo que esperamos). Nuestra pareja también puede cambiar un día. Sin bien todo lo que logramos, hacemos y tenemos, anhelamos que se mantenga y nos aferramos a ello, siempre está la posibilidad que cambie en un segundo. Todo lo que es humano es temporario. Y si nuestro más profundo nivel de auto-estima está medido por todas estas cambiantes cosas, entonces también cambiará constantemente el sentimiento que tenemos sobre nosotros mismos.
Por lo tanto nuestra auto-estima debe estar enraizada en algo permanente. De hecho un legado importantísimo que podemos dejar en nuestros seres queridos es un sentimiento real y permanente de auto-estima. Y el secreto está siempre en recordar que estamos creados a imagen de Dios (Génesis 1:26). Eso significa que todo el tiempo somos importantes. Naturalmente vamos a tener días que consideraremos buenos y otros malos. Momentos de éxito y de fracasos. Instantes de mucha fe y períodos enteros en los que nada parecerá tener sentido. Pero entendiendo la esencia de lo permanente nunca nos sentiremos inútiles del todo. Sólo tomando conciencia de esta realidad permanente descubrimos que no solo somos importantes sino que nuestro verdadero valor es incalculable.
No hay terreno más fértil para sembrar la auto-estima que recordarnos una y otra vez que somos una parte de aquello sagrado que admiramos. Así lo más importante de la vida es caminar con lo sagrado de nuestra auto-estima a todos lados. Todo momento es importante y sagrado porque nosotros mismos somos parte del momento.