La tradición judía enseña que Dios hace Su hogar principalmente en un lugar llamado cielo. ¿Pero qué significa realmente esto? ¿Dónde está aquello que llamamos «cielo»? Incluso, ¿cómo imaginamos cada uno de nosotros lo que esa palabra nombra? ¿Qué imaginan cuando escuchan la palabra «cielo»?
Para responder estas preguntas continuamos explorando y traduciendo la introducción a Tree of Souls: The Mythology of Judaism, escrito por Howard Schwartz y publicado por Oxford University Press (para más sobre esta obra recomiendo leer La Mitología Judía).
¿Quién habita «el cielo»?
En el judaísmo nos enteramos de la existencia de los cielos por el primer versículo de la Tora: en el principio creó Dios los cielos y la tierra (Génesis 1:1). El término hebreo shamayim significa aquello que nosotros hemos identificado como el cielo (generalmente azul) que «vemos» desde la tierra y también significa el cielo como esa metáfora o imagen en la cual imaginamos que habita Dios. Sin embargo, incluso en el relato bíblico de los cielos, Dios no está solo en eso que nosotros construimos en nuestra mente como «cielo». Dios comparte el reino celestial con los ángeles. Esto lo aprendemos del mito sobre el casi-sacrificio de Isaac justo cuando Abraham levanta el cuchillo por encima de su hijo y «un ángel del Señor lo llamó desde el cielo» (Génesis 22:11). La Biblia también señala otros ángeles, como Miguel (Mijael) y Gabriel.
Lo que falta en la visión bíblica del cielo son las almas de los justos. No es sino hasta el período rabínico, comenzando alrededor del siglo I, que el concepto bíblico de los cielos se expandió para incluirlos. Durante los últimos 2.000 años complejos mapas celestiales han sido trazados con gran detalle en los textos rabínicos, cabalísticos y jasídicos, así como en los textos apócrifos y el folclore judío. En todos estos textos el cielo incluye una multitud de ángeles y otros seres divinos como así también las almas de los justos mortales que allí ascienden.
Los Ángeles (¡y no me refiero a la ciudad!)
Hay una gran cantidad de mitos sobre el cielo. Estos incluyen mitos que demarcan el mapa de los siete cielos junto a los detalles del templo celestial y los palacios como así también sus ríos de fuego y los coros angelicales. También hay mitos acerca de la interacción de los seres celestiales que son similares a los encontrados en el mito griego con la diferencia fundamental que los ángeles en el judaísmo realizan los roles que el mito griego asigna a los dioses. Los mitos de los cielos incluyen varios ciclos como el de la ascensión de Janoj al Paraíso y su transformación en el ángel Metatrón. También hay una gran cantidad de mitos acerca de los ángeles, no sólo los arcángeles conocidos como Miguel, Gabriel, Uriel y Rafael, sino también acerca de algunos ángeles menos conocidos pero muy importantes como Lailah, el Ángel de la Concepción y el ángel Galizur, que pronuncia todas decretos malos de Dios por Él. Cuando ángeles como Elías (Eliahu) son enviados a este mundo como mensajeros, se visten de cuerpos formados a partir de aire o fuego. En muchos mitos los ángeles demuestran una mente propia y sirven como asistentes para las decisiones importantes de Dios, por ejemplo, cómo hacer a los seres humanos. Es importante de todos modos destacar que mientras Dios consulta a los ángeles, a menudo ignora sus consejos.
¿Dónde queda el Mundo Venidero?
Pero el cielo también sirve como un concepto de usos múltiples en el judaísmo. No sólo es la casa de Dios y los demás habitantes del cielo, sino que también es el Olam ha-Ba, el mundo por venir (o venidero), donde se dice que las almas de los justos irán a parar después que se despidan de este mundo. Por lo tanto, para los vivos los cielos sirven psicológicamente como un lugar de nostalgia a donde se remite la ausencia de seres queridos y simultáneamente como una fuente de motivación para que la gente se comporte en forma justa con el fin de alcanzar su recompensa celestial. Por último, el cielo sirvió en la antigüedad como destino para los místicos entre los rabinos que buscaban «viajar hacía allí» en vida usando amuletos y hechizos. Sus historias se relatan en detalle en los textos agrupados bajo el nombre de hejalot (para más sobre estos textos recomiendo leer o escuchar Patrones culturales de la tradición rabínica medieval – Parte II: Misticismo Judío y Kabbalah). Por todas estas razones hay una gran cantidad de mitos sobre el cielo y sus habitantes. Leídos todos juntos, estos mitos revelan una mitología bien desarrollada acerca del cielo como la casa de Dios, como la casa de la Novia de Dios (la Shejina) y como el hogar de los ángeles, el Mesías, y las almas de los justos.
Cuando miramos al cielo, ¿a dónde miramos realmente?
Debemos tener en cuenta que el término hebreo para el paraíso es Gan Eden, literalmente el Jardín del Edén. Este término tiene un doble significado ya que se aplica tanto al Jardín del Edén terrenal como al celestial. El que está en la tierra es el que fue habitado por Adán y Eva. El otro es el jardín celestial que es sinónimo de paraíso, otra palabra asociada metafóricamente con el cielo. Najmánides, comentando Génesis 3:23 dice «las cosas físicas que existen en la tierra también existen en el cielo. Asimismo, el celestial Gan Eden con sus árboles tiene una contraparte en la tierra». El paraíso terrenal y el paraíso celestial son esencialmente reinos míticos separados pero profundamente relacionados. La imagen mítica de uno muchas veces se confunde con la del otro. Por ejemplo, se dice que las corrientes que fluyen en el jardín terrenal se encuentran también en el cielo donde no solo fluye agua sino también preciosos bálsamos de aceite (Midrash Tanhuma, Bereshit 1). Así hemos de entender que el cielo también tiene arroyos iguales a los que se encuentran en la tierra. Esto también se expresa en la imagen especular de la ciudad terrenal de Jerusalén y de la Jerusalén celestial dando nacimiento al principio de «como es arriba, es abajo».
Este último concepto me recuerda lo que enseña Arthur Green cuando declara que Dios no está arriba y afuera sino abajo y adentro. Por lo tanto la exploración mitológica muchas veces nos recuerda algo que en el fondo ya sabemos, ¿hacia dónde estamos realmente «mirando» cuando hablamos del cielo y de todos estos temas tan complejos? ¿Puede ser que estemos en realidad hablándonos a nosotros mismos y nuestros propios pensamientos e imágenes?