Cada hijo recibe bendiciones diferentes. Así narra la Tora en la historia de los hermanos Iacov y Esav que se lee esta semana en todas las Sinagogas del mundo. Pero si bien nuestras bendiciones son diferentes nuestros valores deben ser los mismos. Leyendo esta historia descubrimos cómo ambos hermanos heredan bendiciones particulares y el mismo valor de no casarse con una mujer que sea Cananita.
Para nosotros, el problema es que muchas veces confundimos las bendiciones con los valores. Por ejemplo, la individualidad es una gran bendición. Gracias al mundo en el que vivimos en el que se habla de aprendizaje personalizado e inteligencias múltiples reconocemos que cada ser humano puede desarrollar su propio viaje de entendimiento en la vida contribuyendo con su particularidad. Pero la bendición de ser individuos opera dentro del valor de ser parte de una comunidad. Erramos como educadores si enfatizamos en nuestros alumnos e hijos solamente la bendición de ser individuos.
Nos necesitamos los unos a los otros en términos de lo que podemos ofrecer y de lo que precisamos. Las calles que caminamos todos los días, los edificios o casas en las que vivimos, libros, luces, semáforos, autos, aviones, computadoras, las medicinas que nos alivian y los mensajes que recibimos constantemente en nuestros teléfonos son todas cosas creadas por otras personas que no somos nosotros mismos. Nos necesitamos porque así es como prosperamos en el mundo y la historia.
Y estoy preocupado que al enseñarle a nuestros hijos la importancia de se quien eres, nadie puede decirte lo que debes hacer y debes moverte es esta vida como el comandante de tu alma nos olvidamos de decirles que también necesitas de otras personas y ellas necesitan de ti. Si hay algo que aprendemos leyendo la Biblia es que no podemos engañarnos creyendo que llegaremos a la tierra prometida en forma aislada, sin ayudar a otros del mismo modo que nos ayudan a nosotros.
“Si te olvidara, oh Jerusalem…” (Salmo 137:5)
Los judíos dispersos por todas partes del mundo pueden llegar a prosperar y vivir como nunca antes lo hicieron sus antepasados en tierras donde eran perseguidos, asesinados, sus libros quedamos y odiados por el simple hecho de ser diferentes o meramente existir. Si olvidamos el valor de lo que la tierra de Israel representa para los judíos entonces perdemos la bendición de aquello que disfrutamos en todas las demás tierras. Los que vivimos geográficamente lejos de Israel podemos llegar a sentirnos lejos emocionalmente. Pero, como ocurrió esta semana en Jerusalem, cuando un ser humano irrumpe en una sinagoga con un hacha y asesina a otro ser humano que está rezando nos debería doler como si estuviera sucediendo en nuestra propia sinagoga. Si no educamos en nuestros hijos el valor que existe entre la relación comunitaria de esa tierra con la bendición de existir y prosperar como judíos en otras tierras, entonces acabamos de cortar la cadena milenaria que une su propia individualidad con la historia que constituye quienes son. Como valor comunitario Israel nos necesita del mismo modo que nosotros necesitamos a Israel. Israel representa el depósito de nuestra historia y al mismo tiempo la casa de nuestros sueños. Como comunidad no es solo el pacto con la historia sino con nuestro destino lo que nos ata con la tierra de Israel.
Todos podemos ser benditos
La bendición más grande que tenemos quizás sean los bienes que poseemos gracias a poder vivir en el siglo XXI. Y los bienes a los que me refiero no son el auto, la casa, el dinero y ni siquiera la calidad de vida increíblemente superior que poseemos como organismos en el ecosistema. Poseemos hoy una calidad de vida que ninguno de nuestros antepasado hubiera imaginado tan solo 100 años atrás. Pero la ilusión del materialismo viene con más materialismo. Lo que vemos es tan abrumador que es muy simple convencernos que aquello que podemos ver es lo que es. Por eso todos creemos en en los genes, los átomos, la manipulación de cromosomas por razones médicas y todas las demás cosas que la ciencia y el materialismo nos ha traído. Es muy simple ser seducido por la idea que solo lo que podemos ver es real. Pero el judaísmo le regalo al mundo la idea que la realidad más importante de todas es aquella que no puede ser vista. El mundo de lo espiritual es más grande que el mundo de lo sensitivo que es absolutamente efímero. Es por eso que el valor de lo espiritual debe guiar la bendición de lo material.
Nuestros hijos y Nosotros mismos
Tus valores representan aquello que tus hijos y alumnos admirarán. Uno puede ser extraordinariamente exitoso en esta sociedad acumulando cosas materiales que cuando uno se muere no se las lleva a ningún lado. Puede ser exitoso saliendo en películas, televisión, ganado premios, escribiendo libros, haciendo deportes, música o simplemente ganando mucho dinero. Pero no estamos en este mundo solamente para acumular cosas que se quedarán aquí sino para inspirar a otros en lo que es más importante en la vida. Las personas a quién estimamos, admiramos, los libros que leemos y los temas que conversamos en la mesa son lo que nuestros hijos heredarán de nosotros.
No debemos engañarnos creyendo que si hablamos sobre la vida de las celebridades, los programas de entretenimiento mediocre en la televisión, la casa del vecino que tiene una sala de cine y a dónde se fueron de vacaciones los compañeritos del colegio entonces nuestros hijos no valorarán y hablarán de las mismas cosas. Si habitamos solamente en el reino de aquello que podemos ver no estamos enseñado la realidad de Dios: esa realidad que no podemos ver pero es la que nos permite ver todo lo que creemos que es.
En la Tora Esav no termina siendo el héroe. Pero termina entendiendo de todos modos los valores que sus padres Itzjak y Rivka instalaron en sus hijos. A pesar de ser mellizos recibieron bendiciones muy diferentes pero los mismos valores sobre lo que es importante aprender en la vida.
Paradójicamente a medida que la bendición aumenta es más difícil sostener los valores. Es muchísimo más difícil decirle a un hijo no voy a comprarte el último aparato tecnológico que acaba de salir porque no quiero, que decirle porque no puedo. Porque si realmente uno no puedo comprarlo la respuesta es simple. Pero si uno sabe que puede comprarlo y no lo hace porque no es lo que quiere para su hijo entonces uno le enseña el valor más importante de todos: no quiero que pierdas tu tiempo con esto porque esto no es lo que quiero que recibas, recuerdes y aprendas de mi.