Siento alegría y alivio luego de haber publicado mi primer ebook (si no lo descargaste no se qué estas esperando porque ¡ES GRATIS!). El alivio me inunda porque ya puedo volver a escribir (al menos por un tiempo) algunas publicaciones más breves. Te confieso que todo el proceso de leer y releer varias veces un ebook antes de publicarlo es muy diferente al de escribir una publicación del blog. Generalmente una publicación breve me lleva aproximadamente una hora mientras que mi primer ebook me llevó ¡tres meses!
¿Por qué entraste a leer esto?
En fin, volviendo a lo breve: ¿no está buenísimo el título que elegí para esta publicación? Seguramente logré intrigarte y por eso estás aquí. Y sé que logre intrigarte porque incluso quienes parecemos muy seguros de nuestras creencias también sabemos que en el fondo dudamos mucho más de lo que nos animamos a admitir. Pero a lo que me refiero con todo esto es que un gran número de personas se vuelcan a la Tora, la religión y las prácticas judías intentado aferrarse de «algo» que sea sólido y seguro en un mundo lleno de incertidumbres. Y lo paradójico es que si tal vez hay una cosa en el mundo que está saturada de conceptos que resultan tremendamente complejos y desafiantes, esa cosa es ¡la Biblia! No sé quién inventó la idea que el camino espiritual y religioso es el más simple. En nuestra era secular sostener nuestra fe en Dios y en un sistema de valores es cada vez más complejo.
La pasión por lo desconocido
Pero no debemos confundirnos. Justamente la inestabilidad que hace tambalear nuestras creencias cuando leemos la Biblia es lo más preciado que ella nos ofrece. Esa sensación escurridiza que tenemos al sumergirnos en sus textos que parecen nunca agotar nuestras interrogantes existenciales es lo que la hace el mejor escudo que podemos cargar. Lo extraordinario de la Tora y el motivo por el cual debemos aferrarnos a ella es porque nos ha hablado y protegido más que ninguna otra cosa en la historia de la humanidad. Tan solo “Los Diez Mandamientos” han determinado y delimitado a la humanidad más que cualquier otro sistema de valores en la historia de Occidente (y yo que vivo en Asia les puedo decir que de Oriente también). La Biblia nos afecta incluso si decidimos jamás leerla. Es uno de los textos fundacionales de la humanidad y constituye la esencia de nuestro tejido social.
La importancia de apreciar nuestra Unidad en la Diversidad
Sí lo sé, también es cierto que guerras horripilantes se han llevado acabo en nombre de la Biblia, pero no fue ella la culpable sino nosotros y nuestras inseguridades. Como siempre el problema termina siendo humano y no divino. La culpa la tenemos nosotros y nuestra intolerancia hacia la diversidad de interpretaciones. Hemos pagado un precio muy alto sacrificando hermandad, amistad y sangre para poder finalmente aceptar que otros pueden tener ideas diferentes y por eso no deben ser odiados o lastimados. Tristemente algunos siguen creyendo que esto no es así y logran empujar cada vez más lejos esa era Mesiánica en la que aprenderemos a amarnos a pesar de no estar de acuerdo en todo. Realmente es fundamental entender de una vez por todas que la diversidad interpretativa es inevitable porque nada de lo humano le es ajeno a la Biblia. Y como los humanos somos todos diferentes, la Biblia es diferente para cada uno de nosotros. ¡Y esa es la paradoja! Nos aferramos a un texto en busca de algo firme y el mismo texto que supuestamente nos otorga certezas es diferente a cada instante y le dice simultáneamente cosas muy distintas a personas muy diversas.
Y entonces ¿cuán seguros (o expresado en forma coloquial “qué tan seguros”) estamos de nuestras creencias apoyadas en la Biblia si sabemos que las mismas nunca significaron lo mismo para nuestros antepasados del mismo modo que no significan los mismo para todos nosotros por igual en la actualidad?
El Poder del Oír
Cada uno de nosotros escucha de formas distintas las mismas palabras. Ese es el apasionante fenómeno de la escucha. Yo puedo oír el mismo diálogo que otra persona y sin embargo es muy probable que ambos escuchemos cosas diferentes aún cuando las palabras suenen iguales. Esto ocurre porque inevitablemente filtramos con diferentes esquemas de referencia aquello que percibimos. Y lo más increíble es que cuando leemos un texto ocurre lo mismo. Leer es uno de los actos más complejos que un humano puede realizar. Cuando pasamos los ojos por un texto escrito (aún cuando estemos leyendo en silencio y “para adentro”) ¡nos estamos escuchando a nosotros mismos y hablándonos sobre nuestros prejuicios!
La Sagrada duda y discusión Judía
Una de las cosas más hermosas de la tradición judía sucede cuando los judíos discutimos sobre el significado de un texto (o acerca de lo que cada uno escucha de un mismo conjunto de palabras). Si alguien nos ve puede pensar que no nos queremos. Pero la realidad es que no estamos peleándonos sino ayudándonos a ser mejores personas. Este tipo de argumentaciones son las que en hebreo llamamos leshém shamáim, es decir, una controversia motivada por una buena intención que persigue una finalidad productiva, nuevamente, mejoraros. Pero tratar de entender la Tora es una búsqueda sin final. No hay un punto en el que uno no puede mejorar más. No existe nadie que no pueda decidir cambiar, mejorar y convertirse en una mejor persona. Ni siquiera importa el pasado del que uno viene. Mientras uno posea la conciencia de la existencia y la voluntad, uno puede elegir en este instante mismo cambiar y convertirse en una persona mucho mejor de la que fue hasta ahora. ¡Y cambiar, dudar de lo que uno cree, repensar el tipo de gente con la que uno quiere rodearse o incluso dejar de influenciarse por las «creencias de quienes se las saben todas» es el potencial más maravilloso que Dios nos ha dado para hacernos mejores. ¡Tenemos la libertad de elegir! No importa cuantas veces leemos la Tora ni cuán certeros estamos que hemos entendido su mensaje. Más allá que podemos engañarnos creyendo estar seguros de lo que creemos y entendemos, es muy probable que una nueva interpretación se asomé una y otra vez para desafiarnos y ayudarnos a no convertirnos en idólatras de nuestras propias lecturas e interpretaciones por miedo a que cambien lo que pensábamos que era así.
El Aleph de Borges
Según un relato preservado en el Talmud (Menajot 29b) ni siquiera Moisés pudo entender todo lo que está en la Tora. Cada generación encuentra nuevos significados en el mismo texto. A medida que intentamos entender su mensaje y sus enseñanzas nos hacemos mejores. Nuestro pueblo tiene miles de años de historia y si bien lo ha intentado casi todo, no ha podido encontrar una mejor manera de aprender y de acercarse a Dios que leyendo una y otra vez el mismo texto. En el fondo todo lo que aprendemos y somos como judíos viene de la Tora. Esta es la razón por la cual un sabio judío llamado Ben Bag Bag (posiblemente un converso) escribió hace mucho tiempo “acude a ella [la Tora] una y otra vez, pues todo se encuentra en ella; profundiza en ella; vuélvete anciano y canoso sobre ella y no te apartes de ella, pues no existe mejor porción que ella” (Pirkei Avot 5:26)