La Biblia habla nuestro lenguaje
Una de las cosas que hace fascinante leer la Biblia es que sus personajes centrales no son súper héroes sino simples mortales. La Biblia es un reflejo de los seres humanos porque nada de lo humano le es ajeno a la Biblia. Sus historias nos invitan a reflexionar sobre los temas más comunes de nuestra existencia permitiéndonos ver que nosotros mismos también nos equivocamos constantemente, aprendemos cosas nuevas, cambiamos e intentamos hacernos mejores personas repensando una y otra vez nuestros errores y aciertos de la vida al releer las mismas historias de siempre.
El más grande Ser Humano de todos los tiempos
Uno de los momentos más humanos que tiene Moisés -el más grande profeta de todos los tiempos- acontece en el Libro de Números (Bemidbar) a partir de capítulo 11 versículo 10. Ante las quejas constantes de los israelitas Moisés siente el peso de ser el líder y finalmente se quiebra ante Dios: “yo no puedo llevar a todo este pueblo, es demasiado para mí. Si Tú vas a seguir tratándome así mejor mátame, te lo ruego, y no me permitas ver más mi miseria”. ¡Esto si es Drama! Pero es un buen drama. Nos recuerda que con toda su grandeza Moisés no era más que otro ser humano.
La ayuda de Dios
Ante la crisis de Moisés Dios decide darle una ayuda y le pide que junte 70 ancianos de Israel en el ohel moed (Tabernáculo) en donde habita la Presencia Divina. Estos 70 hombres van a compartir por un momento la ardua tarea de ser líderes junto a Moisés. Pero ser un líder no es simplemente ser seleccionado para realizar una tarea administrativa. Estos líderes deben experimentar a Dios según el relato bíblico. La Biblia nos cuenta entonces que Dios desciende en una nube sobre el Tabernáculo y deposita en los líderes el Espíritu (ruaj) que hay en Moisés. De repente los líderes comienzan a profetizar (vitnabú) por primera y única vez.
Mientras tanto en el campamento…
Sin embargo lo más bizarro de todo este episodio no sucede en el Tabernáculo sino en el campamento donde se encuentra el resto del pueblo. Allí dos ancianos llamados Eldad y Meidad son capturados por el mismo Espíritu que afecta a quienes estaban dentro del Tabernáculo y ellos también entran en un estado profético. Ante el espontáneo ataque de profecía que desparraman estos dos personajes frente al pueblo, Josué (en hebreo Iehoshua) como mano derecha y sucesor de Moisés interpela consternado a su Maestro pidiendo que haga algo. Moises plácidamente le responde “ya quisiera yo que todo el pueblo de Dios recibiera Su espíritu y profetizara” (Números 11:29).
El peligro de los profetas para la tradición judía
Leer que el “Espíritu de Dios” desciende en la tierra convirtiendo a simples personas en profetas es un desafío para la tradición judía. Gracias a la intervención de la tradición rabínica en la historia la profecía terminó siendo casi una mala palabra. Profetizar fue considerado peligroso por los judíos porque aceptar su experiencia como válida habilitaba la inspiración de otros posibles profetas como Jesús y Mahoma.
El Espíritu Santo Judío
Si bien el episodio de la Tora está escrito literalmente en la Tora hay algo muy Cristiano en todo este asunto cuando lo miramos filtrados por ojos posteriores al momento histórico que dicho evento sucedió (antes del Cristianismo y el Islam). Esto sucede porque el Espíritu de Dios traducido literalmente del hebreo al español es “Espíritu Santo” (Ruaj HaKodesh). Es muy probable que ante un episodio como este nosotros mismos reacciones como Josué (Iehoshua) puesto que si cualquier amigo, conocido o incluso nuestro rabino comienza a profetizar, la reacción judía más normal es que le digamos que tenga cuidado con lo que dice o simplemente llamemos al manicomio para internar a una persona por delirio místico.
Pero esto no debería ser así según Moisés -“ya quisiera yo que todo el pueblo de Dios recibiera Su espíritu y profetizara”. Según Moisés la experiencia profética inspirada por el Ruaj HaKodesh no es algo que debemos temer sino recibir y abrazar. No podemos forzar esta experiencia pero si podemos estar predispuestos y receptivos ante la manifestación espiritual en el mundo.
El Ruaj HaKodesh en nuestros días
Hoy ya somos demasiado racionales para creernos toda esta historia. No creemos que este Espíritu Santo pueda tal vez tomarnos por sorpresa. De todos modos no debemos minizar la idea que cuando experimentamos lo maravilloso en el amor, la amistad, la compasión y el poder ayudar a otros, nos hemos -quizás sin saberlo- convertido en un vehículo de este Espíritu. Por supuesto que ninguna de estas cosas son profecía del modo que la literatura bíblica lo define. Estos no son sino lo que consideramos “actos mundanos”. Pero su inspiración es sagrada. Cualquiera de ellos al ser articulados con sinceridad nos hace sentir que hemos sido afectados por este Ruaj HaKodesh. Moisés tenía muy claro lo que estaba deseando: más amor, más amistad, mayor compasión y ayudar a quienes nos necesitan. Esa es la invasión del Espíritu Santo. Eso es Dios.
Una fuente y un manantial de bendición
Dani Matt definió a las bendiciones rabínicas como “misticismo normal”. Aquellas fórmulas que empiezan con Baruj Atá…(Bendito eres Tú…) nos recuerdan que nosotros mismos podemos sentir la bendición que tenemos y simultáneamente convertirnos en una fuente de bendición para otros. En los incontables y pequeños actos cotidianos (una sonrisa, una mirada, un oído atento, un abrazo, una ayuda, un simple “gracias”) la inspiración sagrada se desparrama sobre nosotros y los otros. Entendido así, todos debemos estar abiertos a recibir el Espíritu Santo y convertirnos en profetas del mensaje que busca la Unidad en la diversidad.