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Judíos & Judaísmo

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Sostenedor y Contenedor de Paradojas y Contradicciones

03/12/2017 por Diego Edelberg 25 comentarios

A medida que más vivo, experimento, estudio, amo, sueño, sufro, acompaño personas y familias en el abanico de alegrías y tristezas que la vida como unidad indivisible nos propone; leo cientos de emails que me escriben de todo tipo y converso con otras personas y conmigo mismo me convenzo cada día más que mi imagen de Dios se ha tornado últimamente en «sostenedor y contenedor de paradojas y contradicciones».

La Tora misma nos dice en la parasha que leímos esta semana que, «No se dirá más tu nombre Iaacov sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido» (Génesis 32:29). Ser Israel literalmente significa ser «luchadores» y la declaración del Shema que hacemos todos los días nos exige que entendamos la unicidad de las paradojas y contradicciones como parte de nuestra lucha. Todos enfrentamos contradicciones y paradojas como parte de la experiencia humana continuamente. Y ahí, en este instante de lucha que nos acontece una y otra vez, emerge ese Dios sostenedor y contenedor de paradojas y contradicciones.

Dios es el contenedor de todo lo que no podemos unir como humanos en nuestras disonancias cognitivas, nuestros procesos de desequilibrio constante, nuestros momentos de sinsentido y las expectativas no cumplidas que fantaseamos. Dios contiene y sostiene estas instancias.

El símbolo más claro de esta imagen es la famosa zarza que arde y no se consume. Es lo que llama la atención de Moisés en el contraste absoluto con su archienemigo el Faraón de Egipto. El Faraón representa ese Dios de lo binario, lo blanco o lo negro, lo bueno o lo malo, lo correcto o incorrecto, las mujeres o los hombres, los amos o los esclavos. Moisés emerge de ese mundo de amos o esclavos, de buenos o malos y se encuentra con este Dios que está en una zarza que se está quemando pero no se consume. ¡Vaya disonancia cognitiva que enfrentó Moisés!

Al igual que el Dios de Moisés, mi Dios últimamente es el que aparece en esa zarza que quema pero no se apaga porque habita en el intersticio, en ese entre-medio-de, en ese microsegundo antes que la momentánea disonancia se resuelva en la consonancia del siguiente acorde. Últimamente ahí me encuentro con Dios. Y confieso que con toda la tensión que acarrea ese momento de disonancia, es lo que me alimenta el alma y me da mucha satisfacción cuando volvemos a encontrarnos con Dios en ese punto del tiempo y el espacio.

Lo sé, quizás sería más simple decirles que nos encontramos en la sonrisa de mis hijos, la mirada y abrazo de mi esposa, los momentos de chistes y conversaciones con familia y amigos, celebrando y bendiciendo la vida en comunidad, cuando me despierto en la mañana y desayuno mirando la precordillera de los Andes desde el living de mi casa en Santiago de Chile, cuando estudio Tora, cuando sueño e imagino qué sorpresa me traerá la vida…sin dudas Dios está en todas estas experiencias y por eso fluyen tan rápido de mis dedos al escribirlas. Dios está siempre ahí.

Hoy quiero compartir este Dios contigo. Es un Dios que está presente si estás atravesando un momento sin resolución (¿acaso hay momentos resueltos?). Es un Dios que nos está llevando a los dos de la mano mientras caminamos por la cuerda floja al próximo punto de resolución momentánea y descanso muy breve. Es el sostenedor y contenedor de todas las contradicciones y paradojas que estamos viviendo. Solo quiero saber y me gustaría leer tu comentario, ¿también te encuentras con Dios en estas instancias?

Archivado en: Aforismos, Citas, Espiritualidad y Religión, Dios de los judíos, Espiritualidad, Rezo Judío ayer y hoy

Un Manifiesto Teológico

04/09/2014 por Diego Edelberg 53 comentarios

En unas semanas, exactamente el 28 de Elul según el calendario hebreo, se cumplen 33 años de mi nacimiento. Y este nuevo año judío que comienza en breve marcará con la ayuda de Dios un antes y un después en mi vida: ¡Laila está embarazada y estamos esperando una nena para Enero de 2015! Más allá de la multiplicidad de temas que me gustaría compartir, hay uno particularmente que inunda mis pensamientos estos días tan cercanos a Rosh Hashana: Dios.

Como toda teología es una autobiografía, quiero dejar en claro que lo que voy a compartir a continuación es absolutamente mío y no hablo en nombre de nadie ni de ninguna institución. Es mi relación personal con Dios y con todo lo que he leído y estudiado sobre el tema. Para muchas personas lo que voy a escribir puede resultar una herejía. Para otros será una revelación. Lo más importante de todo es entender que ésta es mi opinión luego de muchos años de búsqueda sincera. Nadie tiene porqué creer lo que voy a escribir ni estar de acuerdo con mi pensamiento o mi manera de ver el mundo y la tradición. Estoy muy cómodo con el desacuerdo y lo considero un signo de vitalidad en el judaísmo. Dudar y preguntarse nunca es un problema. El verdadero problema para la tradición judía es justamente dejar de preguntarse y convertirse en un autómata que “ya se las sabe todas”.

 
 

Eso es tan solo teología

Una de las cosas que más me costó encontrar al buscar respuestas sobre Dios en el judaísmo fue que siendo este un tema tan central, nada de lo que leía me resultaba del todo serio. Y debido a esta falta de seriedad me llevó mucho tiempo dar con algo que pudiera hablarme a mí: un judío que vive en el siglo XXI y no tiene mucho que ver con un judío que vivió bajo dominación islámica en España o el medioevo en general.

El problema radicaba en que la mayoría de las personas que conocía y los textos que leía sobre el tema parecían estar más preocupados por explicar lo que Dios quiere que intentar en esencia descubrir quién es o qué es Dios. Las preguntas más serias sobre Dios eran tildadas de “simples preguntas teológicas” y lo más importante era estudiar Talmud, Tora y Halajá para comprender qué es lo que Dios supuestamente quiere que uno haga. Pero a mi siempre me conmovió saber ¿cómo puedo discutir qué es lo que Dios espera que haga si no entiendo a qué nos estamos refiriendo cuando usamos la palabra Dios? ¿Todos están pensado lo mismo cuando decimos Dios? ¿Cómo sabemos que Dios realmente quiere eso? 

Estas preguntas me ayudaron a ver que era inconcebible llamarme Jazán y Educador Judío sin desarrollar una teología personal que fuera coherente con mi manera de enseñar y utilizar mi voz como instrumento para conectar con Dios y la gente que reza conmigo. Y en mi camino por lograr armar mi teología me llevó años descubrir que no necesitaba libros sino un maestro que oriente mi brújula. El verdadero maestro no enseña data sino las preguntas correctas. El verdadero maestro no enseña la materia sino que enseña el método. Ningún maestro posee todas las respuestas y sabe absolutamente todo de todo. Para eso tenemos información o data: libros, podcasts y videos. Pero el verdadero maestro nos enseña cómo hacernos las preguntas que nos llevarán a develar lo que estamos buscando. Y aunque tardó años en llegar, mi maestro en teología apareció finalmente un buen día.

 
 

Encontrando a mi maestro en teología

Al igual que me pasó cuando comencé a leer en inglés sobre la Biblia, mi teología cambió para siempre cuando di con la obra del Rabino y Académico Neil Gillman también escrita en inglés (ver la publicación Mi Revelación, Rebelión, Reconciliación y Revolución Bíblica). Su obra me permitió desarrollar un lenguaje para hablar sobre Dios que he presentado en varias publicaciones de este blog e incluso en mi ebook Dios está presente en este lugar y ¡yo no lo sabía!

gillman

Gillman es el producto de dos pensadores que si bien se originaron dentro del movimiento Conservador judío son diametralmente opuestos: Abraham Heschel y Mordejai Kaplan (Kaplan eventualmente se separó del movimiento Conservador y terminó fundando una corriente nueva conocida como judaísmo Reconstruccionista). Heschel es un poeta que hace teología y Kaplan un teólogo que hace ciencia. La combinación de ambos es una especie de mezcla perfecta que intenta hermanar aquello que todos sentimos y no podemos poner en palabras. Heschel como poeta captura en una oración lo que a cualquiera de nosotros nos llevaría años de pensamiento. Kaplan nos ofrece una metodología para hablar de Dios sin necesariamente tener que terminar hablando siempre en términos poéticos. Heschel nos llega al corazón en forma directa. Kaplan a la mente. Heschel es cálido pero irracional. Kaplan es frío pero racional. Ninguno es mejor que el otro sino dos facetas que constituyen nuestro carácter humano.

Si consideramos lo importante que es rezar a Dios, para entender la distancia entre estos dos pensadores un ejemplo nos alcanza. Hay días que estamos más cerca de Heschel y pensamos que

Rheschelezar es tomar conciencia de lo asombroso, recuperar el sentido de aquello misterioso que anima a todos los seres, el margen divino en todos los logros. La plegaria es nuestra humilde respuesta a la inconcebible sorpresa de vivir.

 
 
 

Otros días es Kaplan quien nos susurra al oído

KaplanComo el poder que ordena el mundo y la salvación personal, Dios no es una personificación sino un Proceso. De todos modos nuestra experiencia de ese Proceso es enteramente personal…Aquellos que critican la concepción de Dios como un Proceso argumentan que es reducir la plegaria a una simple forma de “hablarse a uno mismo”. En un sentido eso es verdad pero debemos entender en qué sentido es verdad. Todo pensamiento – y la plegaria es una forma de pensamiento- es esencialmente un diálogo entre nuestro puro ego individual y nuestro ser en representación de un proceso que va más allá de nosotros mismos…

 
 

Es algo natural

Esto no significa que soy un judío Conservador ni Reconstruccionista ya que me siento por encima de estas categorías que limitan mi pensamiento. Pero sin dudas en mi pensamiento teológico soy un seguidor de Gillman quien representa el tejido entre la experiencia emocional incontrolable y nuestra capacidad de entender algunas cosas que constituyen nuestro ser y nuestra cultura. Cuando rezo generalmente me siento próximo al Dios de Heschel. Pero cuando no estoy rezando me acerco a Dios utilizando una metodología naturalista que (siguiendo el pensamiento de Kaplan) me convence que la religión -y especialmente el pensamiento teológico- comenzó en forma natural a través de la experiencia del pueblo judío. Para Kaplan el judaísmo es lo que los judíos dicen que es (claramente tenemos una opinión en el tema) ya que el judaísmo no puede existir sin los judíos. Lo que mañana decretarán las autoridades judías es lo que será el judaísmo.

La idea que el judaísmo es lo que los judíos dicen que es permaneció conmigo desde el primer día que la escuché. Esta es una idea absolutamente lógica con el pensamiento de Kaplan puesto que para él las cosas suceden en forma natural dentro de la condición humana. En pocas palabras, es lo más natural del mundo que un conjunto de personas que se sienten pertenecientes a un conjunto que los une conformen una comunidad y desarrollen una religión y una teología. Esto es básicamente lo que han hecho la mayoría de los pueblos que han existido desde la antigüedad hasta el día de hoy. Entonces si el judaísmo comenzó con la experiencia del pueblo judío, es absolutamente legítimo y natural para Kaplan que los judíos revisen si estas experiencias nos siguen hablando a nuestra generación del mismo modo que le hablaron a generaciones anteriores. En más de una oportunidad los rabinos tomaron decisiones para asegurar la continuidad del pueblo. En el mismo espíritu de continuidad Kaplan declara que es lo más natural del mundo que los rabinos hoy sigan haciendo lo mismo. Si lo natural para nuestros antepasados fue constituir un lenguaje común que permita una relación con Dios, entonces sigue siendo tan natural que esto suceda como sucedió hace miles de años atrás.

Pero es fundamental entender que la noción que todas nuestras conversaciones sobre Dios salen en forma natural desde el ser humano que intenta utilizar un lenguaje para hablar de Dios, no significa necesariamente que los seres humanos hemos “inventado” a Dios. Los seres humanos hemos des-cubierto a Dios y luego inventado un lenguaje para intentar caracterizar el Dios que experimentamos. Las palabras que usamos para hablar de Dios nacen desde un acto profundo que intenta des-cubrir esa experiencia genuina de realidad que nos transciende y que todos sentimos pero ningún filósofo puede explicarnos. Intentar responder entonces qué es Dios desde una perspectiva judía es atreverse a explorar las palabras que los judíos hemos utilizado para darle un sentido a nuestra historia, nuestra misión y nuestras vidas.

 
 

#3 Temas Centrales de mi pensamiento Teológico

 

#1 El mito de la Revelación

El tema de la Revelación sigue siendo para mí el más importante en el judaísmo porque la Revelación establece el concepto de “autoridad”. En los últimos años he realizado un esfuerzo intelectual enorme por intentar recordar quién me enseñó que la descripción de la Revelación en el Monte Sinai que aparece escrito en Shemot (Éxodo 20 en adelante en la Biblia) es históricamente cierto. No sé por qué me contaron eso pero durante muchos años creí que la Revelación de Dios en el Sinai era históricamente verdadera y lo que tenemos preservado en la Tora es una crónica real de lo que sucedió. Sin embargo a medida que más profundizaba en el tema descubría que ningún pensador serio cree realmente eso. Ni siquiera la mayoría de los rabinos en la modernidad. Para la mayoría de los pensadores modernos judíos todo lo que está escrito en los primeros cinco libros de la Biblia hasta el profeta Isaías es un mito.

Pero es importante entender que un mito no es una mentira. Tampoco es una explicación imperfecta, primitiva o errada. Un mito es una relación simbólica con la verdad. Todos los mitos son verdaderos porque su relato no es históricamente certero o real sino imaginario. Entendidos tal cual son (leyendas, relatos imaginarios, poéticos o metafóricos) no intentan demostrar un hecho sino ofrecer “sentido”. Y en ese sentido nadie puede negar que son verdad. Por eso cuando leemos y agradecemos a Dios por la Revelación una y otra vez en nuestras plegarias no importa cuán históricamente precisos estamos siendo sino que lo que realmente importa es lo que estamos sintiendo. Ésta es la verdadera justificación de por qué seguimos necesitando el ritual en nuestras vidas. La recreación mítica que llevamos a cabo en forma práctica (eso que llamamos ritual) sigue teniendo tanto sentido hoy como ayer.

El día que logré entender esto mi relación con Dios y el judaísmo cambió para siempre. Porque si el relato preservado en la Biblia sobre la Revelación de Dios nunca sucedió tal cual está escrito entonces, ¿por qué hacer algo judío? Si sabemos que Dios no puede hablar puesto que no tiene boca, la Revelación del modo que está preservada no es históricamente cierta y los judíos nunca fueron históricamente esclavos de ningún Faraón en Egipto entonces, ¿qué celebramos en Pesaj? Y la respuesta es que estamos lidiando con mitos y no historias. De hecho las historias son irrelevantes aún cuando Pesaj tiene una cualidad histórica y una cualidad mítica. Cuando exclamo durante el Seder de Pesaj que “fuimos esclavos del Faraón en Egipto” sé que lo que estoy diciendo es profundamente verdadero aún cuando no es históricamente cierto.

La experiencia mitológica nos sucede con todo lo que nos rodea. En mis recuerdos preservo dos versiones diferentes de mis cuatro abuelos que ya no están presentes en este mundo. Un recuerdo es histórico y otro es mitológico. Un recuerdo es quienes fueron como seres humanos históricos y el otro es mi propio relato sobre ellos y ellas. Y lo más importante es que ambos recuerdos (el histórico y el mitológico que revivo cada vez que me acuerdo una anécdota) son verdaderos dentro de mi. Sabemos que hay un Jesús histórico y hay un Jesús mitológico y las diferencias entre ambos son sorprendentes. Pero no solo sus diferencias son sorprendentes sino que la existencia de ambas narrativas en la historia de nuestra humanidad son verdaderas (si bien yo no creo en el Jesús mitológico no puedo negar la existencia de una narrativa acerca del mismo que es verdadera para muchas otras personas). Del mismo modo hay un Papa Francisco y un Obama que son históricos y algún día les aseguro ambos también serán mitológicos. Y en un tiempo no muy lejano historiadores y fanáticos escribirán cientos de libros acerca de estas dos personas y la tensión entre lo histórico y lo mitológico de cada uno de ellos será parte de un fuerte debate. Así todo deberíamos ser recordados que ambos relatos serán siempre verdaderos si son entendidos en su propio contexto.

 

La liberación

Comprender el significado de la experiencia mitológica fue crucial en mi desarrollo teológico. Porque hasta que no pude combatir esta idea y estructurarla en mi mente no pude avanzar. Fue a partir de que me liberé de esta comprensión literal y fundamentalista del texto de la Biblia que se abrió un espacio para creer nuevamente. Aceptar que la Tora no es históricamente verdadera pero es mitológicamente verdadera es lo que me permitió entender cómo la misma consigue crear esperanza, comunidades, sentimientos muy profundos, comportamientos y por sobre todas las cosas ofrecer un sentido a la vida.

En el fondo un mito es un relato que posee tanto elementos imaginarios como reales que nos ayudan a hacer comprensible nuestra experiencia humana ofreciéndonos una construcción de la realidad. Se trata de una narración que arranca el orden del caos. No nos contentamos con ver los acontecimientos como desconectados, aleatorios e inexplicables. Anhelamos comprender el orden subyacente en el mundo. Un mito nos dice por qué las cosas son como son y de dónde vinieron. Un relato como este nos conforta asegurándonos que el sentido de nuestra existencia es algo útil. En efecto un mito es algo esencial. Sin un mito no hay un significado o propósito para la vida. Sólo hay un enorme e infinito vacío.        

Justamente el mensaje del Seder de Pesaj encierra el anhelo por excelencia de la tradición judía. Y ese anhelo es la Redención o Salvación Final. La Redención de Israel en la Biblia no fue simplemente un evento del pasado sino del presente. No es una historia sino una noticia. Para experimentar correctamente Pesaj debemos recurrir a la experiencia mitológica: debemos sentir que estamos siendo liberados ahora mismo. No solo nuestros antepasados fueron salvados sino que los rabinos declaran que ¡en cada generación somos salvados nuevamente! Este es un argumento extremadamente poderoso al declarar que el Éxodo no solamente sucedió sino que esta sucediendo en este instante. Este es el “mito eterno”. El sentido del mito (a diferencia de la historia) es que el mismo realmente se repite y se revive en forma continúa hasta la eternidad. Los grandes eventos en la vida de una comunidad religiosa (sea esta judía, cristiana o cualquier otra) resuenan en forma perpetua y constante. Permanecen eternamente en el presente. Si esto no ocurre entran en el plano de la “historia” en lugar del “mito” y ya no cumplen la misma funcionalidad. Simplemente los leemos y decimos “qué interesante”. La historia es interesante, pero el mito es emocionante.

 

#2 Los retratos de Dios

¿Cómo llegué a la conclusión que la Tora no es una crónica histórica sino un mito? De la forma más obvia de todas: no puedo creer que Dios habla. Y si Dios no puede realmente hablar entonces ¿qué significa en la Tora cada vez que Dios habla con Moisés? ¿De quién son las palabras que están en la Tora? Claramente Kaplan (y Maimonides) me enseñaron que si Dios no puede hablar porque eso sería limitarlo en su esencia entonces las palabras de Dios son las palabras del pueblo judío. Lo cual significa, nuevamente, que el judaísmo en sí es la creación de los judíos.

Y lo más increíble es que si bien nuestros antepasados tenían prohibido hacer retratos de Dios, los hicieron de todos modos una y otra vez. Pero no utilizaron pinturas ni esculturas sino palabras. La tradición judía está saturada de retratos de Dios en palabras. Cada página de la Tora tiene un retrato de Dios en palabras que describe cómo es Dios, qué quiere, cuales son sus motivaciones, cuales son sus emociones, sus sentimientos y sus actividades. La prohibición de retratar a Dios nunca inhibió a mis ancestros. ¡Por el contrario los liberó! Como sabían que nadie realmente puede describir al Dios en si mismo (en su verdadera esencia puesto que está más allá de la comprensión humana) se sintieron libres de crear sus propios retratos de Dios.

¿Quieren un retrato de Dios en palabras? Abran cualquier libro de la Biblia y la literatura rabínica. Dios en el cuento de Job charla con Satán y deciden hacer una apuesta sobre la vida del pobre Job. Ahí tenemos un retrato de Dios en palabras. Sé que en este momento están imaginando cómo sería este escenario de Dios conversando con Satán. Y si lo están haciendo acaban de crear un retrato de Dios en su mente utilizando palabras en lugar de pintura o escultura. Cuando Dios le dice a Abraham que ofrende a su hijo estamos leyendo un retrato en palabras de Dios. En el Salmo 44 los hijos de Israel le piden a Dios que se despierte, ¡qué fascinante retrato de Dios! ¿Dios duerme? No solo eso, según el Midrash Dios llora cuando ve que el Templo ha sido destruido. Si están pensando cómo sería Dios llorando acaban de sumarse a la tradición ancestral rabínica que llenó el Talmud de retratos de Dios en palabras.

 

#3 El espejo

El tercer tema central que constituye mi pensamiento teológico se deriva del punto anterior, ¿de dónde sacaron mis ancestros estos retratos de Dios en palabras? Y la respuesta es que construyeron sus metáforas o imágenes de Dios (aquello que he llamado retrato en palabras) mirándose al espejo, es decir, mirándose a ellos mismos. Como es imposible escapar de nuestra condición humana al querer nombrar lo in-nombrable, mis antepasados utilizaron la única referencia que los seres humanos tenemos: nosotros mismos. Y utilizando nuestra existencia como referencia proyectaron hacia arriba las cualidades más perfectas que imaginaron en algo que estaba hecho a imagen y semejanza de los humanos. Por eso en la Biblia Dios es descripto como una personalidad y ¿cómo podríamos entender si no fuera así que Dios parece un “super ser humano” a lo largo de toda la Biblia? En los retratos en palabras Dios posee en la Biblia todas las cualidades, sentimientos y motivaciones más humanas que podemos conocer. Lo que esto me permitió fue cambiar el juego y en lugar de mirar hacia arriba poder ahora liberar a Dios del problema y comenzar a indagar cuándo, cómo y por qué se crearon las metáforas (o retratos en palabras) de Dios. El problema era humano y no divino. Y si las metáforas fueron cambiando podría ahora pensar por qué Dios fue llamado Rey, Padre o Señor y no Reina, Madre o Señora. Las decisiones en función del nombre de Dios eran creaciones humanas delimitadas por un contexto social determinado. Y esto hacía ahora del estudio de Dios y sus metáforas algo mucho más apasionante para mí.

La conclusión de esto es que la teología recapitula la antropología. En palabras más simples, nuestros antepasados crearon sus retratos en palabras de Dios a la imagen del ser humano. Esto es lo que la liberación con respecto a la lectura no fundamentalista ni literal de la Biblia me permite escribir y entender. Pero quiero que quede claro que no escribo todo esto con un profundo sentido de certeza sino ambigüedad y tensión con mi pensamiento en la forma más honesta posible. Y repito que la tensión en lo que concierne al pensamiento teológico es algo muy saludable. No hay nada más saludable que tener preguntas que uno no puede ni sabe cómo responder.

El tema del espejo como referencia para construir nuestra idea de Dios también me permite cuestionar cuando la gente me dice que no cree en Dios y les pregunto justamente en qué retrato de Dios no creen. Generalmente resulta que yo tampoco creo en ese tipo de retrato de Dios que describen. Es decir que no siempre compartimos el mismo retrato en palabras de Dios. Pero cuando rezo busco a Dios como una presencia del mismo modo que busco otras cosas como el amor, el deber, la justicia y la esperanza. Curiosamente nadie me pregunta si creo en estas cosas y cuando yo pregunto si los demás creen por ejemplo en el amor me dicen siempre que obviamente sí aunque nadie puede realmente ver ni describir el amor en sí mismo puesto que es una abstracción. Pero yo conozco el amor, lo experimento constantemente y sé que está allí. También siento otras veces frustración, miedo, ansiedad, bronca y dolor y aunque no creo en estas cosas también sé que son reales.

 
 

Palabras Finales

Hay muchos temas más con los que aún no he podido terminar de llegar a una conclusión en mi búsqueda teológica. Espero Dios me de salud para seguir indagando en su nombre que tanta satisfacción me ha dado. Pero principalmente me cuesta terminar de construir una teología que resuene conmigo en lo que respecta al mal, el sufrimiento y la muerte. En algún punto creo que el sufrimiento es redentor (sé que esto suena muy cristiano pero debemos recordar que los primeros cristianos eran judíos). Es decir, la sensación de la falta y por qué tenemos que atravesar períodos de sufrimiento es parte del proceso necesario en el tikkun (la reparación cósmica) que traerá la redención mesiánica. Si no creemos en esta imperfección nuestra vida no tiene sentido. El judaísmo precisa de lo errado e incompleto para que su teología tenga sentido. Si no creemos que es necesaria la falta, el error, el sufrimiento y el mal no precisamos del Día del Perdón ni de ninguna otra festividad. De hecho el judaísmo tiene sentido si abrazamos la idea de lo imperfecto y fallado que está el mundo para que nuestra existencia tenga el propósito de ayudar en el proceso de redención.

Y esta idea resuena muchísimo con mi manera de ver el mundo y parte de lo que constituye el alma de este blog. Hace un tiempo escribí que para mucha gente vivir en paz significa que absolutamente “todo cierre”, que todo “tenga sentido” y que todas las cosas “sucedan por algo”. Para mi vivir en paz significa desarrollar la capacidad de abrazar las contradicciones, lo diferente, lo que para otros es lo obvio y para mi no, lo que muchas veces no cierra, lo insensato, lo ilógico, lo desconocido incluso lo paradójico, lo irónico y lo absurdo. Me siento mucho más cómodo con la tensión que con la idolatría y el fundamentalismo de ideas. Me gusta el camino de la incertidumbre por encima de las supuestas razones o respuestas.

¿Por qué escribo todo lo que escribo? ¿Para qué me siento durante horas a pensar y enseñar sobre todos estos temas tan complejos? Porque es un modo de darle sentido a mi existencia. El judaísmo lidia con las grandes preguntas. Esas preguntas que tocan la delicada fibra de la que está hecha el alma y nos interpelan a responder ¿qué significa vivir? ¿qué se supone que debería hacer con estos breves años que me son dados? La lucha por responder por qué y para qué existo; qué se supone que debería lograr; cómo debería vivir; son las preguntas que siempre me han conmovido y son justamente esas mismas preguntas las que la tradición judía enfrenta constantemente. La forma de lidiar con estas preguntas como judío es leer textos (y en la modernidad también la información que viene en otros formatos) y generar preguntas que se relacionan con esa información contemplando siempre la verdad más auténticamente humana y que me conmueve en forma directa.

Si les gustaría explorar más sobre este tema puedo recomendarles mi ebook Dios está presente en este lugar y ¡yo no lo sabía! Algunas respuestas están allí…otras ya vendran…

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Estudiemos a Dios: Testigo en Peligro

13/10/2013 por Diego Edelberg 9 comentarios

 

Hay muchas maneras de activar la Presencia Divina en nuestras vidas. Una de ellas es a través de la plegaria. Otra es reconociendo cómo absolutamente todo tiene un pedazo de Dios (ya sea que llamemos a ese todo Energía, Naturaleza, Vida, Fuerza, Unidad, Singularidad, etc.). También podemos encontrarnos con Dios a través del estudio de nuestros textos sagrados. Justamente hay una frase atribuida al Rabino Louis Finkelstein que dice “Cuando rezo hablo con Dios; cuando estudio Dios habla conmigo”.

Y ustedes son Mis testigos – dice el Señor – y yo soy Dios.
Isaías 42:12

Rabi Shimon ben Yojai enseñó “si ustedes son Mis testigos, yo soy Dios. Y si ustedes no son mis testigos, entonces no soy, por decirlo así, Dios”.
Pesikta de Rav Kahana 12:6

La primera parte de esta cita está literalmente tomada de la Biblia. La segunda de una obra perteneciente a la literatura rabínica. Me gustaría mucho que estudiemos juntos este pasaje así que los invito a que dejen sus comentarios:

  1. ¿Qué significa para ustedes la cita de Isaías? ¿Están de acuerdo o desacuerdo?
  2. ¿Cuál es la idea que Rabi Shimon agrega? ¿Están de acuerdo o desacuerdo?
  3. La cita de Isaías, ¿presenta un desafío real para ustedes? Si es así, ¿cuál?

¡Espero ansioso sus respuestas! Buena Semana

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Dios es «El Poder que otorga Salvación»

10/05/2013 por Diego Edelberg Deja un comentario

 

Quizás les llamó la atención las imágenes que subí en las últimas publicaciones que escribí sobre la Redención en el judaísmo. Estas imágenes pertenecen a una serie televisiva del mismo director que hizo la otra famosísima serie llamada “Lost”. Pero esta otra serie se llama “Fringe” y es la serie que estaba viendo mientras estudiaba y escribía sobre la Redención. No voy a contar detalles para que puedan disfrutarla ustedes mismos. Pero mi elección se debe a que en algún punto la trama gira en torno a una de las ideas más profundas sobre «qué es» o «qué hace» Dios. Y esta idea es la entender a Dios como “El Poder que otorga la Salvación”.

La idea de pensar a Dios como “El Poder que otorga la Salvación” pertenece a uno de los más grandes teólogos judíos del siglo XX. Su nombre es Mordecai Kaplan y hace dos años dedique en este blog una publicación entera a su pensamiento. Dicha publicación pueden leerla o escucharla en: El judaísmo Reconstruccionista: civilización, nacionalidad, religión y ciencia

Para Kaplan la definición sobre qué es Dios es justamente la Redención. A diferencia de Isaac Luria (de quién hablamos en las últimas publicaciones sobre la Redención) Kaplan no era un místico sino un racionalista. Sin embargo noten estos dos aspectos de su pensamiento. Primero, para Kaplan la definición característica de Dios es que Dios es “El Poder que otorga la Salvación”. Segundo, para Kaplan Dios no es un ser o una personificación que se encuentra en algún reino supernatural. Muy por el contrario, Kaplan ubica a Dios (entendido como “el impulso hacia la salvación”) precisamente en este mundo, en la gente, en la naturaleza y en la historia.

Para Kaplan el mundo entero- literalmente todo lo que existe- esta impregnado de un poder elemental, una fuerza o impulso que Kaplan mismo vincula a una “fuerza magnética” que conduce a todas las cosas a alcanzar la perfección. Ese poder es Dios en sí mismo. No es causado por Dios. No es creado por Dios. Ese poder es Dios. Este Dios es una experiencia inmediata en nuestros corazones, mentes y comportamientos en el preciso momento en que intentamos erradicar las fuerzas negativas de nuestra naturaleza.

Al mismo tiempo este poder existe fuera de nosotros mismos donde sirve el propósito de complementar el esfuerzo humano por adquirir la perfección más elevada que puede. Esto significa que la existencia de este poder en el mundo puede ofrecernos los recursos para vencer las enfermedades, pero sin los científicos que trabajan sobre estos recursos las curas nunca llegarán. A pesar de estar en el otro extremo del pensamiento místico de Luria, Kaplan parece arribar a las mismas conclusiones: nosotros somos socios con Dios en la Redención de Dios mismo y del mundo.

Incluso Kaplan coincide con Luria que en el tiempo presente (aquello que llamamos “historia”) el poder de la Redención de Dios aún no se ha manifestado en forma total. El Dios de Kaplan no es todopoderoso. Tal vez el mundo tiene latente este Poder que hace a la Salvación y sin embargo hay otros poderes que también operan en el mundo: el odio, la destrucción, la anarquía, el caos y las enfermedades incurables. Como humanidad hemos logrado curar ciertas enfermedades como la polio, ¿pero que hay del Cáncer o el SIDA? El Dios de Kaplan al igual que el de Luria necestia ser redimido. Y nuevamente es la humanidad la que puede ayudar a que el Poder se haga Redentor.

Finalmente al analizar la Redención o Salvación llegamos a la misma conclusión que hemos encontrado a lo largo de todas nuestras publicaciones sobre Dios en este blog: la imagen real de Dios según la tradición judía es muy diferente a las imágenes populares y convencionales que muchas veces heredamos. Todos nosotros crecimos con la idea que Dios es perfecto y “lo tiene todo bien”. Pero esto no es así si leemos detenidamente nuestros propios textos. En la teoría lo que escuchamos y leemos de Dios es verdad. En la practica no lo es. El Dios que experimentamos es un Dios que -según las fuentes místicas y las más racionales del judaísmo- nos necesita a nosotros para alcanzar Sú propósito. Este es un Dios que se frustra, sueña, anhela, castiga, se va, regresa, espera algo de nosotros y nos necesita para Ser y darle sentido a su existencia.

 

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Misticismo y Mesianismo: los peligros de hacer del Mito una Historia

26/04/2013 por Diego Edelberg 2 comentarios

 

Luego de haber abandonado por un par de publicaciones el tema de la Redención o Salvación final en el judaísmo quisiera retomarlo nuevamente en esta publicación. En la publicación anterior sobre el tema disfruté de un debate sobre el concepto de tikún y la Cabalá de Isaac Luria con Ezequiel, fundador del blog Un Debate Judío (dicho debate puede ser leído en la publicación ¿Los humanos necesitamos a Dios o Dios nos necesita a nosotros?). En las respuestas a esa publicación Ezequiel y yo analizamos el significado de este concepto de tikún según diferentes corrientes del judaísmo actual y profundizamos en las implicancias que tiene entender esta palabra de una manera o la otra.

Hoy quería compartir con ustedes una de las combinaciones más peligrosas que se pueden hacer de este concepto de tikún y eso es cuando se lo utiliza para tejer las ideas judías de Misticismo y Mesianismo.

Son pocos los que saben quién fue realmente el que reinstaló este ideal del tikún en forma exponencial y novedosa dentro de nuestra tradición. Su nombre, como ya lo he mencionado varias veces, es Isaac Luria (1534-1572) y con él nos estamos refiriendo a un gran Rabino cabalista que vivió durante mediados del siglo XVI y transformó no solo a su generación sino a todas las siguientes. Sus enseñanzas sobrevivieron gracias a Jaím Vital -su discípulo principal- puesto que Luria no escribió nada sino que descargó su sabiduría en sus discípulos. Luria hechizó a sus seguidores explicando el dramático mito cabalístico de la Creación, Ruptura, Reparación y Redención del alma individual, nacional y cósmica que ya hemos explorando en otras publicaciones de este blog (para más sobre el mito de Luria ver: Socios con Dios en la Redención ¿qué debemos hacer para reparar el mundo? y Dios y el Big Bang).

El sistema cabalístico de Luria fue originalmente comprendido por muy pocos seguidores. Pero el concepto de la corrección cósmica a través de un proceso llamado tikún se convirtió en un ideal tremendamente popular que logró capturar la experiencia del exilio individual judío junto a la falta del centro colectivo judío luego de la expulsión de España en 1492. Las ideas de Luria despertaron la vocación del pueblo a “unificar las chispas divinas” para limpiar, corregir, enmendar y unificar el mundo entero. La Cabalá de Luria representó así un movimiento místico judío que logró integrar la visión de la restauración nacional junto a la regeneración cósmica del pueblo judío.

Lo cierto es que la Cabalá de Luria sigue siendo tan compleja hoy como lo fue en su propio tiempo. No se preocupen si no han entendido bien de que se trata, solo recuerden que su idea de reparación fue atravesando diferentes etapas llegando a ser entendida hoy como la idea que si cada uno se dedica a corregir y mejorar su propia vida (utilizando el judaísmo y sus mandamientos como herramientas o guías) vamos a ir agregando ese granito de arena que hará de todo el desierto del mundo y la existencia un verdadero paraíso.

Más allá de la belleza de este sistema místico y su sabiduría, lamentablemente la interpretación que se haría de la Cabalá de Luría luego de su muerte haría estragos en la historia judía por varios siglos y me atrevo a decir que aún lo percibimos en algunos grupos judíos de la contemporaneidad. El testimonio claro del efecto nocivo que puede tener un mito místico como el de Luria cuando cae en las manos equivocadas es el hecho que nos llevó a uno de los momentos más traumáticos de la historia judía: el movimiento mesiánico centrado en la figura de Shabetai Tzvi.

Shabetai Tzvi (1626-1676) fue un judío originario de Turquía que proclamó ser el Mesías y convenció a un importante número de judíos que la tan ansiada Redención o Salvación Final había finalmente arribado. Mientras viajaba por el mundo intentando sumar adeptos a su causa Shabetai es capturado y amenazado de muerte para que se convierta al Islam. Sorpresivamente (o tal vez no tanto) Shabetai decide convertirse al Islam y sus seguidores mas devotos ven esto como un ejemplo y se convierten también ellos al Islam. Todavía tenemos remanente de familias que vienen de estos judíos que se convirtieron al Islam y son conocidos como los Dönmeh. Tal vez creeríamos que esta historia de Shabetai Tzvi no tendría por qué transcender demasiado en la historia judía y sin embargo el tema del mesianismo y en especial el de Shabetai Tzvi deja una marca imborrable.

Lo importante de entender un poco lo que explicamos sobre la Cabalá de Luria nos permite comprender cómo justificaron teológicamente los seguidores de Shabetai el comportamiento extraño de su Mesías . En efecto, el cocktail que mezcló la Cabala de Luria con los ideales mesiánicos de este período puso a los judíos -y en extensión a gran parte del mundo- en una terrible borrachera mesiánica. Los seguidores de Shabetai argumentaron que el “pecado” de su Mesías judío de convertirse al Islam no había sido tal sino un acto sagrado. Para ellos Shabetai había descendido hacia el reino del “mal” para generar un tikún, es decir una reparación al estilo Luria, y liberar así las últimas chispas divinas que estaban en Ishmael y el Islam y lograr así restaurar al pueblo judío y la humanidad en su totalidad. En conclusión lo que Shabetai había hecho era sacrificarse en nombre del pecado de todos los hombres y así traer la tan esperada redención que iba a ser comprendida por toda la humanidad al momento que el Mesías final de todos los tiempos se revele trayendo la redención al mundo entero. Dicho sea de paso, si todo esto les suena medio parecido al cristianismo y a las respuestas teológicas que los discípulos de Jesús tuvieron que construir para responder a la paradoja de la crucifixión de su Mesías no están tan errados. Justamente varios de los seguidores principales de Shabetai eran judíos conversos (¡nos referimos a judíos que habían nacido y vivido como cristianos!) que se sintieron totalmente atraídos por este tipo de Mesías-a-la-Jesús que vivía ahora y al igual que ellos con el secreto de una doble identidad religiosa (judío y musulmán). Para entender un poco más el impacto de esto en el judaísmo actual les recomiendo mi publicación: Judíos conversos, marranos y mesiánicos en el siglo XVII.

Lo que debemos aprender y recordar de todo este episodio al analizar la Redención judía es que debemos ser cuidadosos de no convencernos que venga otra persona como Shabetai y le creamos que él es el Mesías y que debemos hacer lo que nos dice “porque sí”. La realidad es que el hecho que Shabetai terminó siendo uno más de los tantos falsos Mesías que la historia ha coleccionado es irrelevante. Lo importante es aprender que el problema central de todos los mitos sobre la redención es el riesgo que puedan terminar siendo falsos bajo la experiencia histórica. Los mitos sobre la redención del mundo son efectivos siempre y cuando mantengan su funcionalidad mitológica. Mientras continúen siendo visiones, esperanzas, anhelos o deseos de algo que está por llegar está bien preservarlos y utilizarlos. Pero cuando se hacen demasiado concretos o inmediatos inevitablemente llevan a la desilusión. Ciertos grupos jasídicos han pagado un precio muy alto debido a todos estos temas y a la incapacidad de separar entre historia y mito dentro de su interpretación.

La redención está siempre esperando a la vuelta de la esquina. El propósito de todas las visiones que redimen no es detallarnos literalmente qué va ocurrir y a qué hora sino hacer del hoy algo esperanzador. Los mitos de la redención deben siempre permanecer dentro de su funcionalidad mitológica. Cuando comenzamos a forzarlos para hacerlos una realidad generalmente nos conducen a un solo y peligroso camino: el delirio místico y fundamentalista.

Archivado en: Cabalá, Dios de los judíos Etiquetado como: big bang, conversos, isaac luria, judaismo, los mitos, mesianico, mesianismo, misticismo, siglo xvi

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 Hola, soy Diego Edelberg, el fundador del blog Judios&Judaismo.com. Me apasiona todo lo relacionado con la música, el judaísmo, la interpretación, la educación, la mitología, la filosofía, la religión, la ciencia, la historia, el arte, la física, la cosmología, la evolución, la sociología, la epistemología, la metafísica, la cabalá y en especial aquello que resulta contradictorio, paradójico y absurdo. Para conocer más sobre mi y de qué se trata mi blog visitá la sección Acerca del Autor

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