El silencio que habla: la historia de un pueblo que nunca podrán callar.

Escrito por

el

Categorías:

Etiquetas:

Esta noche, quiero comenzar con silencio. Este silencio no está vacío, sino lleno. Es un silencio ensordecedor que pesa, porque dentro de él está el dolor de am Israel, el pueblo judío en este momento. Porque dentro de él están Kfir, Ariel, Oded y cada uno de los nombres de los secuestrados y asesinados. Dentro de este silencio está la pregunta dónde está Shiri. Dentro de él, está la verdad insoportable de lo que han revelado las autopsias. Dentro de él, está la sensación de que la mayor parte del mundo está viendo lo que pasa, ha visto todo esto antes y, una vez más, sigue en silencio.

Y llega este Shabat que leemos parashat Mishpatim (leyes), el código de leyes que dio forma a la ética del mundo. Pero esta semana, parece una burla leer esta parasha. Porque Mishpatim es la Torah de la justicia, del respeto al otro, de la compasión con el vulnerable. Y en este momento, todo eso parece quebrado. No hay justicia, no hay misericordia, sólo indiferencia. No hay ley, solo caos.

¿Qué hace un rabino cuando no sabe qué decir? Vuelvo a la Torah. Vuelvo a la palabra de Dios. Y piensa en Aarón, el hermano de Moshe.

Aarón, el hombre de las palabras, el pacificador, el que traía shalom entre amigos y familias. Pero cuando mueren sus hijos, el texto dice “Va-idom Aharon” – “Y Aarón guardó silencio.” (Levítico 10:3) Algunas veces el dolor es tan grande que no hay palabras.

Pero luego, Aarón vuelve a hablar. Y hoy, nosotros también debemos salir del silencio hacia la palabra.

Porque no estamos aquí para quedarnos en la oscuridad. No hemos sobrevivido como pueblo por lamentarnos en la tragedia, sino por trascenderla. Porque ser judío no ser una víctima sino un protagonista de la historia. Nos han intentado destruir tantas veces, y aquí estamos. No somos cenizas de la historia, sino su testimonio vivo.

El mundo ha visto esto antes. Nosotros lo hemos visto antes. Hemos visto cuando nos asesinaron en la Edad Media y nos culparon por la peste negra. Hemos visto cuando nos expulsaron de España y nos dijeron que nunca nos levantaríamos. Hemos visto cómo nos llevaban a las cámaras de gas en Auschwitz y dijeron que la historia judía había terminado. Y cada vez, hemos probado que estaban equivocados.

Estos días han sido los más oscuros que yo recuerdo haber visto con mis propios ojos de nuestro pueblo. Quieren hacernos creer que estamos solos, que el mundo no nos escucha, que nuestras lágrimas no importan. Pero miren a su alrededor. Aquí estamos. Y estamos juntos. Estamos juntos como comunidad, como familia, como pueblo con todos los judíos del mundo.

No vamos a responder con odio, porque nuestra historia no es la historia del odio. No vamos a responder con venganza, porque nuestra Torah no es la Torah de la venganza. Pero tampoco vamos a permitir que nos hagan creer que pueden hacer lo que quieran con nosotros. Nosotros nos vamos a hacer responsables de recordarnos y recordarle al mundo que no hay nada que nos de más orgullo que ser judíos. Que no hay nada más preciado para nosotros que el orgullo de haber traído a la historia de la humanidad un texto como la Biblia que cambió el curso de la historia y que aún continúa hablándonos más allá de todos los imperios, civilizaciones y dictadores que intentaron callarla. 

Nosotros seguimos adelante no porque olvidemos, sino porque recordamos. Porque nuestra historia no es solo la historia del sufrimiento, sino la historia de una familia y un pueblo que Dios eligió para recordarle a toda su creación la importancia de celebrar la dignidad de la diferencia y el valor sagrado de la vida. Nosotros no somos los que quemamos libros; somos los que los escribimos. No somos los que destruyen templos; somos los que los construyen. No somos los que enseñamos el odio; somos los que enseñamos paz. No celebramos la muerte sino que decimos lejaim, por la vida.

Dios, en este momento, no es una respuesta. No es un consuelo fácil. Pero sí es «רֹפֵא לִשְׁבוּרֵי לֵב וּמְחַבֵּשׁ לְעַצְּבוֹתָם.» «Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.» Dios está hoy en el acto de recomponernos. No en la perfección, sino en la reconstrucción.

Así que en este Shabat, dejemos que la luz de nuestras velas no solo marque el inicio del descanso, sino que nos recuerde quiénes somos. Nos pueden romper, pero no nos pueden borrar. Nos pueden odiar, pero no nos pueden definir.

Nosotros no vivimos en el silencio. Nosotros vivimos en la palabra. Y esta palabra, nuestra Torah, sigue y seguirá contando nuestra historia. Am Israel Jai. El pueblo de Israel vive hoy más que nunca.