Vivimos en una época en que las tradiciones religiosas más grandes del mundo están en contacto unas con las otras como nunca antes. La diversidad religiosa se ha convertido en la norma. Cualquiera sea el país en el que uno habita (y en especial si uno vive en Asia) no puede dejar de interactuar con personas de otras tradiciones religiosas. Por otra parte, las enseñanzas de esas tradiciones están hoy disponibles para cualquiera que tenga un mínimo de curiosidad. Los textos sagrados y el conocimiento ritual que antes estaban restringidos están ahora a unos pocos “clics” de distancia. En el caso del judaísmo los textos legales, filosóficos, cabalísticos, clases por rabinos explicando y analizando la Tora, el Talmud, etc. están todos ellos, gracias al esfuerzo principalmente de judíos ortodoxos, al alcance de la mano de cualquier judío y no-judío que quiera verlos. Las enseñanzas del judaísmo se comparten con todo el mundo como nunca antes en la historia. Lo mismo ocurre por supuesto con las demás religiones.
Como judío que vive en la Modernidad veo todos estos desarrollos como algo positivo porque creo firmemente que el judaísmo debe ser compartido en forma abierta con todo el mundo. El desafío del judaísmo es traerlo al mundo, no separarlo del mismo. Y por lo tanto la existencia del mundo no-judío no es una amenaza para mí sino un desafío para expandir y hacer crecer mi judaísmo a una plataforma aún más grande para que el mundo entero conozca más de mi pueblo y mis tradiciones. Pero soy consciente que todo esto también presenta un gran desafío. Ya han quedado atrás los tiempos en los que asumíamos que nuestro pueblo continuaría practicando el judaísmo simplemente porque teníamos el deber de hacerlo. Esto no quiere decir que ya no existe tal deber sino por el contrario: que continúe nuestra herencia depende de cada uno de nosotros. Si queremos que la próxima generación de judíos abrace su herencia debemos darles fuertes razones para hacerlo. Estamos obligados a hacer el judaísmo apasionante para aquellas personas que hoy lo consideran una opción más entre todas las existentes. Durante la mayor parte de nuestra historia excluirse voluntariamente de la vida judía no era posible ni era una opción que uno consideraba abiertamente. Hoy en día las barreras entre las religiones han caído y la gente se mueve libremente identificándose y practicando costumbres que pueden provenir de cualquier otra religión menos la propia. Y por supuesto, la Modernidad ofrece una nueva identidad religiosa cada vez más popular que era inaudita en el mundo pre-moderno: la vida sin religión.
Entonces, ¿por qué vale la pena seguir practicando el judaísmo? O dicho de otra forma ¿qué tiene el judaísmo para que valga la pena seguir practicándolo?
En el sentido más amplio, esta es la pregunta de nuestro tiempo. Esta es la pregunta que deberíamos formularnos una y otra vez frente a nuestros alumnos e hijos y al crear nuestros programas de estudio comunitario. Al hacerlo no sólo estamos transmitiendo una tradición, estamos compartiendo por qué el judaísmo es digno de merecer toda nuestra devoción. Al responder esta pregunta estamos presentando argumentos a favor de la singularidad, la belleza y la sabiduría de la forma de vida judía.
Aquí va una respuesta posible:
La gran sabiduría de la tradición judía es que ve todos los aspectos de la vida imbuidos de santidad. Se trata de tomar conciencia de las cosas más mundanas, aquellas cosas que llamamos “normales”, lo que hacemos todos los días dando por hecho que es así porque sí y, utilizando el judaísmo como herramienta, hacemos de todas estas “pequeñas cosas” algo sagrado y “grandioso”. El judaísmo no está preso en la sinagoga. El judaísmo se practica en todos los aspectos de la vida. Es por eso que el modo judío de vivir la vida se llama Halajá. Este término es a menudo incorrectamente traducido como «ley» pero proviene de la raíz hebrea que significa «caminar.» El judaísmo es la manera en la que uno camina en el mundo. Se trata de una tradición religiosa que abarca toda la vida en forma sagrada.
Por supuesto que esta es una respuesta pero no es la respuesta. Cualquiera de ustedes bien podrían responder a la pregunta de manera diferente.
¿Por qué vale la pena seguir la forma de vida judía? ¿Vale la pena? ¿Tienen ustedes una respuesta a una pregunta como ésta?
Debo decirles que aunque quieran evitarlo o nunca se lo hayan preguntando necesitan una respuesta a estas preguntas porque están también en mi lugar aunque nadie les haya preguntado esto hasta ahora. La obligación de responder por el valor y la relevancia del judaísmo es responsabilidad de todos nosotros. Si amamos a nuestra tradición, si la apreciamos como una fuente de sentido y sabiduría, si creemos que ofrece una visión convincente para el mundo, entonces estamos obligados a ser sus defensores.
Podemos criticar a un mundo en el que ya no se puede contar con la lealtad de nuestro pueblo. Pero debo decirles que todas las religiones del mundo se encuentran en la misma situación hoy en día. Esta es una característica ineludible de la modernidad.
A pesar de las estadísticas sobre asimilación mi visión sobre el futuro judío es positiva. Hay cada vez más gente recontrandose con su religión y cuando las personas se comprometan a la manera judía de vivir la vida (después de llegar a la conclusión por sí mismos que es «digna de seguir») van a vivir, preservar y transmitir la tradición en el amor y la alegría.
En última instancia, todos somos cada día “judíos por elección”.
¿Qué responderían ustedes?
*Inspirado en el Rabbi Z
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