Esta semana en parashat Vaera, luego que Moshe y su hermano mayor Aaron reciben la instrucción de Dios de liberar a los hebreos, repentinamente se interrumpe el drama bíblico y la Tora nos cuenta que “Moshe tenía 80 años y Aarón 83 años, cuando hablaron al faraón.” (Shemot 7:7). ¿Por qué la Tora introduce las edades en este punto frenando la fluidez de la narrativa del Éxodo? ¿Es realmente importante en este momento de la historia enterarnos de las edades de nuestros héroes al emprender su misión en la vida?
Nuestras vidas están marcadas por la sombra temerosa de la vejez. Negamos la vejez, no queremos verla y preferimos no lidiar con ella. Pagamos para que otros se encarguen de los viejos. Asociamos el estar viejo con estar enfermo o peor aún, inútil. Muchos pensamos la vejez como irrelevante, gente que no hace mucho y simplemente “está ahí”, esperando que pase su tiempo. Negamos nuestro propio paso del tiempo a través de cirugías y tratamientos estéticos, cremas y maquillajes, vistiéndonos a la moda de los adolescentes e intentando estar al día con todo lo nuevo del mundo tecnológico. Por otro lado, la juventud fresca en espíritu y creativa en ideas, busca siempre un nuevo sendero tomando aquella ruta que nadie antes tomó. Hay algo monótono y aburrido en seguir los mismos pasos que nuestros ancestros trazaron. Muchos jóvenes creen “saber más” de la vida que los viejos que ya no entienden nada e incluso se ríen de sus padres que no pueden ponerse al día con la vorágine de apps, redes sociales y cambios tecnológicos continuos. Y es aquí cuando la Tora vuelve una vez más a desafiarnos.
Ni Jóvenes ni Viejos, Jóvenes Y Viejos
Los jóvenes sin la experiencia de vida de los viejos no pueden ir muy lejos. Nuestro sistema está errado cuando pensamos que es “la juventud o la vejez” puesto que debe ser “la juventud y la vejez”. Hay dos cuentos que me recuerdan siempre esta lección. El primero es aquel en el que un padre y un hijo están dispuestos a ver un hermoso palacio juntos. Pero al llegar descubren que hay una pared muy alta que no les permite ver del otro lado. Es ahí que el padre le dice al hijo “tengo una idea, súbete a mis hombros y mira el palacio por mí. Descríbelo y a través tuyo será como si lo hubiéramos visto juntos.” El otro cuento es el del hijo que va caminando con su padre y ve una piedra gigante. Se da vuelta y le pregunta “¿padre, crees que podría mover esa piedra?” El padre le dice “tal vez si utilizas todas tus fuerzas”. El niño en vano empuja, empuja pero no logra moverla. Enojado le dice a su padre ”me mentiste, use todas mis fuerzas y no pude”. El padre le responde “no usaste todas tus fuerzas…olvidaste pedirme que te ayude”.
En el libro de Vayikra encontramos una frase contraintuitiva para nuestra generación que abraza continuamente lo nuevo como paradigma de lo bueno. Esa frase dice “Ante las canas te pondrás de pie. Darás honor al anciano” (19:32). Neill Gilman escribe en su libro Fragmentos Sagrados que las viejas tablas de la ley (aquellas primeras que Moshé rompió) finalmente son preservadas por el pueblo junto a las nuevas que Moshé vuelve a escribir para recordarnos que incluso la persona supuestamente “rota” sigue siendo una persona. En nuestra niñez y juventud, cada uno de nosotros fue cuidado amorosamente por alguien mayor. Como eslabones en la cadena de generaciones, también nos preocupamos por los que dependen de nosotros para transmitir lo que necesitamos para establecer vidas con propósito, logros y pertenencia.
¿Cómo evitar la muerte?
Rabbi Artson escribe, “hay una manera de evitar la muerte pero no reside en las distracciones ni las sugerencias ofrecidas por las revistas de moda. Podemos evitar la muerte y evitar su invasión en el reino de la vida, negando ver a los ancianos como muertos que caminan o equiparar el envejecimiento como el equivalente a morir.” Antes de la gran salida de Egipto llena de milagros y escenas que han inspirado a la humanidad por miles de años, la Tora necesita recordarnos que Moshe y Aaron se pondrán la difícil misión en los hombros y necesitarán de los jóvenes como Iehoshua, Caleb y las hijas de Tzelofejad. Moshe porta la fuerza de los 80 reflejada en la sabiduría que viene de la experiencia de haber recorrido gran parte de la vida, haber visto las locuras y las pasiones del corazón humano, sueños y pesadillas, limitaciones y logros. Los jóvenes necesitarán de Moshe y su experiencia de vida.
Moshe, un adulto de 80 años puede mirar al ser humano como una totalidad, lo mira con compasión y también cierto escepticismo. A los 80 años de edad Moshe emprende la misión más importante de su vida puesto que no es un viejo sino un hombre lleno de vida bien vivida. Ya no es un siervo simplemente de su pasión ni la ambición de la juventud ciega sino de algo mucho más grande: la vida misma que tanto ofrece en cada momento que podemos seguir respirando.