Muchas veces nuestras imágenes de Dios o las metáforas que utilizamos para relacionarnos con Dios parecen contradictorias. Así vimos en nuestra publicación anterior que según nuestras plegarias Dios es y al mismo tiempo aún no es Uno. Vimos también en nuestra otra publicación sobre La imagen pública de Dios que la omnipotencia de Dios parecería estar limitada justamente por Su imagen pública y lo que la gente puede llegar a pensar acerca del accionar de Dios.
En esta oportunidad quisiera preguntarles ¿Dios está siempre protegiéndonos? Poca gente tiene el coraje de decir en serio “Dios a mi no me protege”. Declarar algo así es muy difícil. Por el contrario generalmente cuando algo que consideramos malo nos acontece terminamos declarando que “por algo es” y aún aunque no podemos entender el porqué, creemos que en el largo plazo tendrá sentido lo que hoy podemos estar sufriendo.
Hay dos cosas que siempre debemos recordar cuando hablamos de Dios. Primero, atribuir características tanto positivas como negativas a Dios es simplemente expresar nuestra percepción humana de Dios, lo cual no significa presentar la esencia de Dios. Ningún ser humano tiene acceso a la esencia de Dios porque sino sería como Dios. Lo que hacemos generalmente es utilizar metáforas para expresar cómo Dios se nos presenta o manifiesta a nosotros mismos en cada momento específico de nuestras vidas. Segundo, decir que Dios es bueno o malo es en realidad un tema de perspectiva. Si Dios permite que un lobo se coma un conejito Dios está siendo amoroso según la perspectiva del lobo pero cruel según la perspectiva del conejito.
En otras palabras, nuestra discusión sobre Dios esta siempre impregnada de subjetivismo. Nunca podremos escapar de nuestra condición humana y por lo tanto Dios será siempre una imagen o metáfora de nuestra propia experiencia de vida. Entonces y con este encuadre vuelvo a preguntarme ¿Dios está todo el tiempo protegiéndome?
Y para responder esta pregunta quisiera explorar una de las metáforas que más me ha llamado la atención de nuestra tradición. La metáfora de Dios como una Roca. Para quienes no están familiarizados con la liturgia judía esta metáfora suena medio extraña. Sin embargo aparece en repetidas ocasiones cuando decimos tzur Israel, literalmente roca de Israel.
Uno de los lugares más famosos en los que aparece esta metáfora dentro de la liturgia es en el poema conocido como Adon Olam. Nadie sabe realmente quién es el autor de esta poesía pero si sabemos, comparando diversos Sidurim (libros de rezo) a lo largo de la historia, que la primera vez que apareció escrito Adon Olam fue en el siglo XI. De hecho fue pensado en sus orígenes para ser un texto recitado antes de irnos a dormir. Con el tiempo se fue moviendo por distintas partes del rezo y hoy lo decimos al comienzo de todas las mañanas y como conclusión del rezo matutino de Shabat y las festividades.
Las primeras estrofas del Adon Olam presentan a Dios como Creador del Universo. La grandilocuencia de Dios es la temática inicial del poema. Pero en la mitad del mismo hay un giro abrupto que va de lo macro a lo micro y el tono del poema se vuelve muy personal. Allí leemos la siguiente frase:
Él es mi Dios, mi viviente Redentor,
La Roca para mi dolor en momentos de angustia
Es tan fuerte esta Roca que el poema exclama finalmente una de las frases que más me gusta repetirme en los momentos difíciles de mi vida: Ad-nai lí veló irá, literalmente Dios está conmigo y no temeré.
Por lo tanto aquí esta Roca está protegiéndome o mejor dicho protegiéndonos. Pero como dije al comienzo nuestras metáforas muchas veces parecen contradictorias. En un breve pasaje que antecede la recitación de la Amidah esta misma Roca parece no protegernos realmente del todo. Este breve pasaje fue incorporado en la Edad Media dentro de nuestro rezo y hoy nos ponemos de pie cuando comenzamos a decirlo:
Roca de Israel, yérguete para defender a Israel,
Libera como juraste a Yehudá e Israel.
Nuestro redentor, Ad-nai Tzevaot es Su nombre, Santo de Israel,
Bendito eres Tu que redimió a Israel
Este si que es un pasaje intrincado. Mezcla simultáneamente el presente, pasado y futuro del pueblo de Israel y la participación de Dios en la historia. La Roca de Israel debe levantarse ahora respetando su juramento pasado de redimir al pueblo en un futuro cercano. Dios en este segundo pasaje también es la Roca de Israel. Una Roca fuerte y estable. Una verdadera piedra gigante. Y sin embargo está Roca aquí no está ni defendiendo ni liberando a su pueblo ya que según el texto debe hacerlo aún porque ha jurado que lo hará.
¿Cómo entendemos esta contradicción en nuestra plegaria? ¿Le estamos rezando a una metáfora de Dios que como una Roca dura está protegiéndonos en los momentos de angustia o estamos en realidad rezando para que como Roca se levante algún día y nos defienda y nos libere ya que lo ha jurado pero no lo ha cumplido? ¿La Roca es un viviente redentor como dice el Adon Olam o es un deseo que algún día sea un viviente redentor como exclama el pasaje anterior a la Amidah?
El segundo pasaje de la liturgia nos presenta el contexto histórico desde el que fue escrito. En este contexto medieval el autor se encuentra en el exilio sufriendo. Quiere volver a la tierra Prometida. Quiere volver a ser redimido como fueron sus antepasados redimidos de Egipto. Pero como podemos ver nuestras metáforas continúan siendo contradictorias. La promesa no se ha realizado aún y la cualidad de está Roca es más una esperanza de un futuro incierto que de una viva realidad. Para el autor o los autores de esta plegaria Dios es como una Roca que redimirá a Israel…algún día. Pero no es así en el aquí y ahora de ellos puesto que sino no clamarían esta redención.
¿Y cómo nos sentimos nosotros en nuestra cotidianidad? ¿Nos sentimos a salvo protegidos por Dios? ¿Le agradecemos eso cada día cuando rezamos utilizando nuestros textos? ¿O en realidad sentimos otra cosa y pedimos otra cosa cuando usamos los mismos textos? ¿No deberían nuestras plegarias reflejar nuestra sensación más profunda? ¿Rezamos lo que deseamos? ¿Deseamos lo que rezamos?¿Es Dios una Roca que nos protege hoy o es una Roca que debería protegernos algún día ya que no lo está realmente haciendo?
La respuesta no debería sorprendernos: Dios es ambas cosas. Nuestras plegarias nos proveen de ambas posibilidades. Pero lo más importante es entender que las plegarias emergieron de la experiencia humana de los autores que las escribieron. Estos autores eran tan humanos como nosotros y por eso siguen teniendo sentido hoy. Nosotros tenemos muchos momentos en los que Dios parece estar guiándonos y protegiéndonos. Momentos en los que Dios es hoy aquí y ahora una Roca firme, dura y estable que nos protege y defiende de todo mal, angustia y enfermedad. Sin embargo también tenemos muchos momentos en los que Dios nos parece ausente, distante y despreocupado por lo que nos está sucediendo.
Nuestra experiencia al igual que la de nuestros antepasados sigue siendo ambigua. Algunas veces nos sentimos protegidos por esa mano invisible que nos cuida y nos protege. Otras veces nos sentimos totalmente desprotegidos y frágiles. Nuestros antepasados vivieron por miles de años afirmando esta contradicción. Nosotros debemos hacer lo mismo.