Antes que sigas leyendo necesito que sonrías. Por favor pon una sonrisa en tus labios aún cuando sea forzada. Verás que rápidamente el corazón se contagia de alegría y por un instante todo tiene sentido y te sientes mejor. ¡Vamos! ¡Dibuja una sonrisa como la mía!
Sonriendo acabas de cumplir uno de los mandamientos más importantes durante lo que queda de esta semana en la que estamos celebrando Sucot:
ve’samajta be’jageja (te alegrarás en tu fiesta) [Devarim 17:14]
¿Por qué alegrarse en Sucot?
Sucot es una festividad de origen bíblico que rememora las vicisitudes del pueblo judío durante su deambular por el desierto junto a la precariedad de sus condiciones materiales simbolizadas por el precepto de morar en una cabaña provisoria que llamamos en hebreo sucá (plural sucot, cabañas). Sucot a su vez pertenece a una categoría de festividades judías que se llaman Shalosh Regalim (las fiestas de peregrinaje) ya que antiguamente cuando existía el Beit Hamikdash (el Gran Templo de Jerusalem) se peregrinaba hacía allí para la celebración anual.
Pero hay algo que llama curiosamente la atención si consideramos que las otras dos festividades que forman parte de Shalosh Regalim -en las cuales también tenemos que alegrarnos- son Pesaj y Shavuot. En Pesaj celebramos la liberación de la esclavitud y en Shavuot la entrega de la Tora. Obviamente que no resulta difícil alegrarse durante dichas celebraciones. Pero ¿cuál es el motivo de alegría al rememorar la precariedad de Sucot deambulando por el desierto? Nuestra sucá puede fácilmente desintegrarse con un soplo fuerte del viento o una lluvia intensa. Incluso los otros símbolos que forman parte de la celebración de Sucot también son tremendamente perecederos.
La respuesta a esta pregunta nos demuestra lo espectacular que es la sabiduría judía.
En sus marcas, preparados…¡YA!
Sucot nos enseña la importancia de celebrar lo efímero, aquello que dura poco. Si hay algo que todos sabemos dura poco es una sonrisa o un momento de pura alegría. Pero no solo eso, si hay algo que sabemos realmente dura muy poco es el ahora: ese momento exacto que estamos viviendo en este instante. Y si no somos capaces de sonreír durante el viaje temporal de la vida el destino será terriblemente triste. Este es el motivo por el cual la sabiduría judía no tiene una festividad que celebre la llegada a la tierra prometida. Curiosamente celebramos la salida, el camino pero no la llegada. No celebramos la meta final porque en el fondo sabemos que, simbólicamente hablando, nunca llegamos a la tierra prometida. Cada llegada es un nuevo comienzo. Anhelamos por años alcanzar nuestro objetivo y una vez que arribamos ya estamos pensando en el objetivo que sigue.
Cuando somos niños queremos crecer para poder estar en control de nuestras decisiones. Cuando crecemos nos dicen que la vida comienza en la Universidad. Cuando nos graduamos de la Universidad nos dicen que ahora empieza la verdadera vida con nuestro primer trabajo. Luego de trabajar nos dicen que la vida empieza cuando nos casamos y finalmente cuando nos casamos nos avisan que la vida en serio comienza cuando somos padres. Así nos pasamos la vida pensando que cuando lleguemos a cierto estadio realmente creceremos y entenderemos mejor de qué nos están hablando. Pero todos sabemos que nunca llega ‘ese momento’ en el que sentimos que realmente ahora sí hemos crecido. Físicamente vamos envejeciendo y podemos sentirnos más cansados que antes. Pero en el fondo seguimos siendo nosotros mismos internamente y seguimos preguntándonos la misma pregunta de siempre, ¿qué es lo que se supone debería hacer con mi vida? ¿qué más me queda por aprender? ¿qué puedo aún descubrir?
Quiero escuchar tu experiencia
Así como no celebramos la llegada sino la salida y el recorrido temporal en Sucot, también recordamos a Moisés por el esfuerzo de atravesar el desierto de la vida tomando decisiones a cada instante. Moisés, el más grande de todos los profetas no pisó nunca la tierra prometida. Ésta es la forma que la Tora tiene para enseñarnos que aunque suene muy trillado, lo importante es el viaje y no la llegada. Y Sucot viene una vez más para recordarnos que debemos sonreír por el simple hecho de estar vivos. Todo lo demás es una consecuencia de nuestra existencia.
Lo fácil y no tan fácil de la vida nos es recordado en Kohelet (El Eclesiastés) que no por casualidad es leído tradicionalmente durante Sucot reforzando estas mismas ideas. Kohelet exclama que todo es vanidad de vanidades y por eso la respuesta es ¡disfruta esta vida! Haz el esfuerzo ahora, aprende todos los días algo nuevo, di gracias a Dios por la inconcebible sorpresa de vivir e intenta siempre dibujar una sonrisa en tus labios (aún cuando debas forzarla para que surga).
Ahora es tú turno de compartir una sonrisa con todos nosotros. Quiero leerte y te pido me dejes un comentario a continuación compartiendo una experiencia de vida en la cual descubriste que la importancia no fue la llegada sino el proceso.
¡Jag Sameaj!