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Judíos & Judaísmo

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Las manos de Dios

15/11/2013 por Diego Edelberg 4 comentarios

 

Hace muchos años en el norte de Israel, en la ciudad de Tzfat, el hombre más rico de la ciudad dormía (como de costumbre) durante las plegarias del Shabat por la mañana. Cada tanto se despertaba tratando de acomodarse en los duros bancos de madera y luego volvía a hundirse en un profundo sopor. Entre sueños escuchó parte de la lectura de la Tora que tocaba esa semana y en dicha lectura, entre los versos de Levítico 24:5-6, Dios le instruía a los hijos de Israel que traigan 12 panes a la mesa del antiguo tabernáculo móvil que los israelitas utilizaban mientras atravesaban el desierto.

Cuando las plegarias terminaron, el hombre rico se despertó sin darse cuenta que lo único que había escuchado fue la lectura de la Tora en la cual Dios le pedía 12 panes. Confundiendo su somnolencia con la realidad pensó que Dios mismo se le había revelado en las plegarias pidiéndole que traiga 12 panes a la Sinagoga. Sintiéndose honrado por el hecho que Dios lo había convocado también se sintió medio tonto: de todas las cosas que Dios podría necesitar de Sú elegido, traer 12 panes no parecía algo tan especial o sofisticado. Pero ¿quién era el para argumentar con Dios? Así que apenas terminó Shabat se puso a hornear pan.

Al regresar a la Sinagoga al día siguiente decidió que el único lugar donde debía dejar su ofrenda de pan era al lado de la Tora. Con mucho cuidado arregló los panes y le dijo a Dios: “Gracias Dios por decirme lo que Tú necesitas de mí. Complacerte me hace feliz”. Y luego se marchó

Apenas había dejado la Sinagoga, el judío más pobre de la ciudad, el portero de la Sinagoga, entró al santuario. Se acercó a la Tora y en una solitaria confesión habló con Dios: “Oh Dios, soy tan pobre. Mi familia sufre de hambre; no tenemos nada para comer. A menos que Tú hagas un milagro seguramente pereceremos”. Luego, como era su costumbre, caminó alrededor de la Sinagoga para arreglar un poco y ordenar las cosas. Cuando ascendió a la Tora abrió el arca donde se guardan los rollos y ahí dentro ante sus ojos había ¡12 panes! “¡Dios! ¡No tenía idea que trabajabas tan rápido! Bendito eres Tú que escuchas las plegarias”. Luego corrió a su casa para compartir el pan con su familia.

Al finalizar el día el hombre rico pasó por la Sinagoga curioso de saber si Dios había comido sus panes. Ascendió a la Tora, abrió el arca y vio que sus panes habían desaparecido. Fascinado por este milagro exclamó: “¡Esto es maravilloso! Puedes estar seguro que traeré 12 panes más la semana que viene”.

Así comenzó el intercambio semanal entre el hombre rico y el pobre creyendo ambos que todo esto era la obra de Dios. Luego de varios meses y como cualquier ritual, la entrega y retiro de la ofrenda de pan se convirtió en una rutina. Ninguno de los hombres pensaba demasiado cómo era que esto sucedía. Pero un día el rabino se quedó mirando el escenario y pudo entender qué era lo que estaba sucediendo.

El rabino entonces los convocó a ambos y les dijo lo que habían estado haciendo. “Ahora entiendo” dijo triste el hombre rico “Dios no quiere realmente mi ofrenda de pan”. “Lo comprendo” comentó el hombre pobre “No es Dios quien está horneando este pan para mi familia”. Ambos temieron que la Presencia Divina ya no formaría parte de sus vidas en este ritual que había resultado ser una falacia.

Entonces el rabino les pidió a ambos que miren sus manos. Mirando al hombre rico le dijo “Tus manos son las manos de Dios que ofrendan pan al que tiene hambre”. Luego mirando al hombre pobre le dijo “Tus manos también son las manos de Dios que reciben regalos de aquellos que son bendecidos con mucho más de lo que necesitan”.  “Por lo tanto” concluyó el rabino “pueden ver que Dios está presente en sus vidas. Continúen horneando, repartiendo y recibiendo. Sus manos son las manos de Dios.”

 

*Esta historia está tomada del libro «The Book of Miracles» por Lawrence Kushner quien se la atribuye a su maestro Rabbi Zalman Schachter Shalomi.

Archivado en: Aforismos, Citas, Espiritualidad y Religión, Judaismo Hoy Etiquetado como: esencia, plegarias, sinagoga, tora

Ernest Bloch y la música clásica con temática judía

02/06/2013 por Jonathan Kohan Deja un comentario

 

Sin lugar a dudas, Ernest Bloch es el máximo exponente de la música clásica de temática judía, tanto en relación al título de sus obras como en los elementos musicales de las mismas.  A su vez, formó parte de la elite judía académica, artística y cultural que emigró en los años ’30 hacia los Estados Unidos a causa del ascenso del nazismo en Europa.

Bloch nació el 24 de julio de 1880 en Ginebra y desde pequeño mostró condiciones para la música. Estudió violín con Louis Rey y composición con Emile Jaques-Dalcroze. Posteriormente fue alumno de Eugene Ysaye y Francois Rasse en Bruselas. No obstante, la principal formación e influencia Bloch la recibiría en Frankfurt de la mano de Ivan Knorr.

El estreno en París de su ópera Macbeth en 1910 le valió reconocimiento musical, pero Bloch volvió a Ginebra para ingresar al negocio familiar mientras componía, dirigía conciertos y daba conferencias en el conservatorio local. En 1917, el exitoso estreno a cargo de la Sinfónica de Boston de sus Trois Poèmes Juifs  alentó al compositor a radicarse en los Estados Unidos, donde adquirió la nacionalidad en 1924.

Durante su cargo como director del Conservatorio de San Francisco (1925 – 30), Bloch entabló amistad con el Cantor Reuben Rinder, de la congregación Emanuel. Fue esta sinagoga la que le encargó a Bloch su Avodat Hakodesh, para lo cual Bloch estudió durante un año la música y los textos sinagogales utilizados para los servicios matutinos de Shabat, a los cuales la obra está consagrada. Gran parte de la obra fue compuesta durante el regreso del compositor a su Suiza natal en los comienzos de los años ’30.

Escapando del creciente antisemitismo europeo y para conservar su ciudadanía, Bloch regresó finalmente a los Estados Unidos en 1940 y aceptó un puesto en la Universidad de California en Berkeley, donde dio clases hasta su retiro doce años más tarde. Pasó sus últimos años en Agate Beach, Oregon, durante los cuales recibió varios premios, incluido el New York Music Critics’ Circle Award y la primera medalla de oro en música de la Academia Americana de Artes y Letras por su Cuarteto de Cuerdas Nro. 2 (1945). Murió el 15 de julio de 1959.

Algunas de sus composiciones de temática judía son:

  • Trois Poèmes Juifs para orquesta (1913, Satigny)
  • Israel, sinfonía para orquesta (1916, Ginebra)
  • Schelomo,  rapsodia hebrea para cello y orquesta (1916 Ginebra – Nueva York)
  • Baal Shem para violin y orquesta (1939)
  • Suite Hébraïque, para viola (o violin) y orquesta o piano (1951, Agate Beach)
  • Avodath Hakodesh para barítono, coro y orquesta(1933, Roveredo-Ticino)
  • Méditation Hébraïque (1924, Cleveland)
  • From Jewish Life (1925, Cleveland)

De algún modo podríamos decir que la obra de Bloch es la coronación del encuentro entre la tradición musical judía europea y la música clásica iniciada en el centro del Viejo Continente a comienzos del siglo XVIII. Particularmente, Havodat Hakodesh es un inmejorable ejemplo de cómo la estética de la música clásica puede ponerse al servicio de la liturgia judía, innovando estilísticamente pero manteniendo la solemnidad propia del servicio religioso hebreo.

Enlaces:

Havodat Hakodesh, completo en dos partes:

 

Avodá, con Yehudi Menuchin en violín:

 

Plegaria, de “From Jewish Life”, con el cellista israelí Amit Peled:

 

Schelomo, dirigido por Leonard Bersntein y con el consagrado cellista Mstislav Rostropóvich:

Archivado en: Música Judía Etiquetado como: berkeley, cantor, ernest bloch, israel, macbeth, nueva york, shabat, sinagoga

Ya pasó Shavuot, ¿y ahora qué? La importancia de la Tora como el plano del mundo y nuestras vidas

16/05/2013 por Diego Edelberg 1 comentario

 

Las notas musicales escritas en una partitura constituyen “el plano” que necesitamos estudiar e interpretar para hacer físicamente presente la obra del compositor. Sin importar si el compositor escribió esta música hoy o hace 300 años, la realidad es que si bien las notas son la obra, la misma requiere de nuestra participación para poder “sonar”. De lo contrario lo que tenemos es tan solo información sin vida que ha sido documentada en una hoja. Curiosamente, si no tuviéramos ese “plano” que nos deja el compositor, no sabríamos qué hacer como intérpretes.

Nosotros mismos también estamos constituidos de acuerdo a un “plano”.  Somos de la manera que somos debido a que estamos hechos “siguiendo un plano de referencia”. Hace ya varios años que los científicos han descubierto la estructura molecular del ADN la cual contiene un código genético que sirve como “plano” para definir nuestro cuerpo. De este mismo modo, de acuerdo a la tradición judía nuestro universo también posee un “plano”.

Según Pirke de-Rabbi Eliezer Dios necesitó un plano para armar Su mundo y ese plano es la Tora . Así todas las partes del mundo encajan en una Unidad. Por supuesto que soy consciente que muchos de ustedes al leer esto deben pensar que es un delirio o simplemente un lindo cuentito. Pero para los Rabinos tomar conciencia de este concepto es crucial. Porque luego de haber atravesado otro Shavuot más en el que volvimos a recibir la Tora, estamos obligados a preguntarnos ¿qué significa esta rememoración símbolica de volver a recibir la Tora como si fuera por primera vez?

Para el pensamiento rabínico la Tora anticipó la Creación. Por supuesto que no estamos refiriéndonos a la Tora que tenemos en la Sinagoga sino a la “idea de la Tora” como un plano metafísico organizado que Dios utilizó y utiliza. Los Rabinos llegaron a estas conclusiones cuando descubrieron que hay dos maneras distintas de interpretar la primer palabra de la Biblia: bereshit.

Generalmente traducimos bereshit como “en el principio”. Pero los Rabinos notaron que la letra hebrea bet (primera letra de la Tora) no siempre significa “en”; también puede significar “con”. Y como esto es así entonces bereshit (entendido como “En el principio creó Dios los cielos y la tierra) también podría estar diciendo «Con reshit creó Dios los cielos y la tierra”. Para los Rabinos reshit es otro nombre para referirse a la Tora. Esto quiere decir que la Tora es el “plano” del mundo (Bereshit Rabba 1:1).

Ya pasó Shavuot. La obra del compositor sigue ahí. Intacta. No ha cambiado en miles de años. Pero nosotros si. Y no podremos hacerla “sonar” si no apagamos el ruido y las distracciones que nos rodean diciéndonos “cuando tenga tiempo libre estudiare…tal vez nunca tengas tiempo libre» (Pirke Avot 1:14 y 2:5). Seguramente los primeros Rabinos ya eran conscientes de este problema de siempre ponernos una excusa para evitar detenernos a pensar, estudiar y reflexionar sobre qué significa la Tora en nuestras vidas. Pero probablemente por eso también escribieron el midrash que cuando Dios entregó la Tora el mundo se detuvo y sólo cuando reinó el silencio absoluto Dios habló (Shemot Rabba 29:9).

No esperemos otro año más para recibir la Tora. Recibámosla a cada instante.

Archivado en: Aforismos, Citas, Espiritualidad y Religión, Calendario Hebreo (Luaj), Judaismo Hoy Etiquetado como: adn, conciencia, dios, ego, la biblia, la tora, las notas musicales, midrash, partitura, rabbi, rabbi eliezer, shavuot, silencio, sinagoga, tora

10 Consejos Para Rezar Mejor

09/05/2013 por Diego Edelberg 16 comentarios

1. Menos inspiración y más concentración

Si escuchamos por primera vez una sinfonía de Beethoven es muy poco probable que logremos captar todas las sutilezas y genialidades del compositor. Beethoven es considerado uno de los más sofisticados “arquitectos musicales” de la historia pero solamente podremos reconocer esto si hacemos el esfuerzo de estudiar el “patrón” que ha decido utilizar en cada una de sus obras.

Con la plegaria judía ocurre lo mismo. El Sidur (libro de rezos judíos) es una obra arte. Y como ocurre con cualquier obra de arte, el primer paso para saborearla es decidir indagar en su estructura y entender su poesía.  Para eso debemos separar entre “expresión” y “técnica” y entender que una cosa no va en detrimento de la otra sino que se complementan. Debemos estudiar los textos de nuestras plegarias fuera de los momentos en los que estamos utilizándolos para rezar. Así, cuando volvamos a utilizarlos, los mismos van a tener aún más sentido e inspirarnos mucho más.

Mi consejo es: del mismo modo que se sientan a leer un libro sobre historia u otros temas, siéntense con el Sidur a leerlo (¡incluso estudiar en el judaísmo es considerado como rezar!). Si consiguen el Sidur de la editorial Artscroll puede ser de gran ayuda por los comentarios.

 

 2. Debemos literalmente pedir y agradecer

Quizás pueda resultar obvio pero rezar es hablar con Dios. Y cuando uno habla con Dios no hay correcto o incorrecto. Solo hay que tener ganas de hacerlo. Uno tiene que pedir lo que quiere, anhela o desea. Pero también es fundamental reconocer y agradecer todo lo que uno ya tiene. No pienses la plegaria como algo que solo algunos saben y pueden hacer bien. Todos somos exactamente lo mismo ante el Creador: simples mortales que atraviesan momentos buenos y momentos no tan buenos.

 

 3. Relájate y no juzgues si lo estás haciendo bien o mal

Es muy difícil hablar con alguien en forma sincera si lo estamos juzgando. Lo mismo ocurre con nosotros mismos al rezar. Cuando hables con Dios no te juzgues. Simplemente deja que fluya. Lo que salga de tu boca o tus pensamientos es lo que tiene que salir (de todos modos Dios ya sabe lo que estás pensando en realidad así que no te preocupes por ser específico o políticamente correcto). Tampoco te desesperes si no conoces absolutamente todas las palabras del Sidur. Entrégate a lo que estás haciendo.

 

 4. Reza en comunidad

Tal vez en soledad podemos creer que nos conectamos más con Dios y en forma más personal o íntima. Pero para la tradición judía la conexión con Dios es aún más grande cuando rezamos con otras personas. Rezar mejor implica reconocer que es una responsabilidad hacerlo no solo por nosotros mismos y nuestras necesidades sino también por lo que los otros necesitan.

 

 5. Se humilde ante Dios

La vida del arrogante es terriblemente aburrida. No hay nada peor que creer que “las sabemos todas”. Pero la humildad no implica sentirse una insignificante criatura. Significa darse cuenta que todo el mundo fue creado para nuestro deleite y simultáneamente no somos más que polvo de la tierra. Sostener esta tensión es muy efectiva para entrar en un estado de humildad y reconocimiento ante lo efímero de nuestra existencia y la relativa pequeñez que a veces tienen “nuestros grandes problemas”.

 

6. Se apasionado

Estoy convencido que la pasión se transmite. Si han visto alguna vez las presentaciones de TED saben de lo que estoy hablando. Uno tiene que tener ese entusiasmo al rezar. Uno tiene que imaginar que literalmente se encuentra ante una Presencia que quiere lo mejor de nosotros. Aunque tengamos dudas sobre qué es realmente lo que estamos haciendo al rezar (o si realmente funcionan nuestros pedidos) no debemos perder el entusiasmo ni la pasión por lo que estamos haciendo. Por lo tanto debemos creer todo lo que estamos diciendo y haciendo en nuestras plegarias y no rezar solo por rutina o hábito.

 

7. Pedí ayuda

Todos sabemos lo mismo cuando llegamos al mundo: cero, nada. Ninguno de nosotros dijo Shema Israel como primera palabra. Rezar es otro arte más que debemos aprender en la vida. Pero no debemos caminar solos en la búsqueda. Todos hemos tenido maestros. Cualquier comunidad que tiene un Rabino ya tiene alguien capacitado para ayudarte a rezar mejor ¡pero tienes que pedir ayuda!

 

 8. Hay que desenchufarse un poco

En nuestra era esta idea ha recobrado un lugar muy importante. Cada día nos cuesta mas y más ponernos “offline” (fuera de línea) de nuestros teléfonos que ya son computadoras con Facebook, Email, Twitter, Linkedin y RSS que reciben actualizaciones cada medio segundo. Yo mismo padezco esa horrible rutina de mirar mi teléfono móvil cada un minuto aún ¡cuando no ha sonado ni he recibido nada! Por eso es importante aprender lentamente a soltar un poco la invasión de información. Hacerlo en el fondo es un acto de fe. Implica reconocer que el mundo sigue su curso aún cuando nosotros no estamos por unos instantes. Esto no significa que no nos importan los problemas del mundo y nos refugiamos en nuestras plegarias sino que por el contrario, el mundo nos necesita con nuestra mayor atención y dedicación posible. Justamente desenchufarnos es el acto que permite afilar y afinar nuestras conexiones para servir mejor en este mundo.

 

 9. Encuentra tú lugar físico

Dios es el mismo en todas partes. Pero nosotros no. Los lugares y la gente que nos rodea nos afectan en nuestras plegarias y concentración. Por eso en la tradición judía hay un concepto llamado makom kavua que no puede ser traducido literalmente al español pero lo más cercano sería algo así como “lugar permanente”. Este lugar no es simplemente una locación geográfica en el planeta sino que implica un estado presencial nuestro que se activa cuando estamos en determinados lugares y no otros. Hay mucha discusión en la tradición judía sobre qué constituye un makom kavua y si acaso la sinagoga en sí no es toda un makom kavua. Lo importante aquí es el mensaje que quiero transmitirles: si sienten realmente que hay lugares en los que se concentran y rezan mejor que otros entonces ¡úsenlos!

 

10. Simplemente sé quien eres

Si todas estas cosas te sobrepasan intentá estar (literalmente) donde estás. Sentí el peso de tu cuerpo sentado en la silla. Sentí tus pies conectando con la tierra. Sentí el aire que entra y sale de tu cuerpo. Sentí todas las emociones que pasan por tu mente. Cierra los ojos unos instantes. Entona alguna melodía tipo nigún (canción sin letra) que te haga sentir bien. Pregúntate quién hizo el mundo, quién eres tú, de dónde vienes, hacia dónde vas, qué quieres dejar como huella en este mundo, qué quieres que la gente recuerde cuando no estés más físicamente. Luego toma un respiro profundo y di gracias.

Pero no te quedes solamente con este último punto. Vuelve siempre al primero: menos inspiración y más concentración. Nuestro Sidur es una colección milenaria de deseos y agradecimientos que fueron creados por gente como vos y yo. Gente que tenía las mismas inquietudes y temores. El Sidur te está esperando. Siempre estuvo ahí. Solo necesita que lo leas.

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El Jazán Yossele Rosenblatt – Última Parte

06/05/2013 por Jonathan Kohan Deja un comentario

Para poder pagar a sus acreedores, Rosenblatt comenzó una agotadora serie de apariciones en el vaudeville (la forma de entretenimiento más popular de la época), con todas las complicaciones organizativas que implica un espectáculo que incluye un cantor litúrgico judío religioso. En 1926 renunció a su puesto en Ohab Zedek, aceptando una oferta de U$S 15.000 para oficiar en un auditorio de Chicago sólo para los servicios de Año Nuevo y el Día del Perdón.

 

En 1927, cuando Warner Brothers comenzó a pensar en el elenco para la primera película sonora, “El Cantante de Jazz”, Rosenblatt fue convocado para el personaje del viejo jazán, padre del personaje principal. Pero a pesar del ofrecimiento de U$S 100.000, rechazó el rol porque debía cantar el Kol Nidrei en una ambientación ficticia. Era tanta la fama de Rosenblatt que los productores le insistieron hasta que aceptó aparecer como sí mismo, cantando la canción “Yartzeit Licht”, en una ambientación de concierto. A pesar de su pequeño rol, Rosenblatt recibió la paga de una estrella.

Con el vaudeville en decadencia y cansado de no tener una sinagoga estable, Rosenblatt se incorporó a la Congregación Anshe Sfard de Brooklyn, en 1927. Pero luego de la crisis de 1929, la sinagoga no pudo pagarle y volvió a Ohab Zedek. De todas formas esto no duró demasiado, y su situación financiera se complicó.

En 1933 le ofrecieron un papel en la película “Sueño de mi pueblo”, cantando en sitios bíblicos relacionados con el texto de sus composiciones. Para Rosenblatt, visitar Eretz Israel era la realización del sueño de su vida, y además de trabajar en la película, dio conciertos y ofició en las principales sinagogas y ieshivot (academias rabínicas) de Jerusalén, Tel Aviv y otros lugares. Pasaba las tardes de Shabat en el hogar del Rab Kook, el Gran Rabino de lo que era entonces Palestina, quien estaba muy conmovido por su cantar.

Rosenblatt decidió emprender una gira de conciertos en Europa para juntar fondos que le permitieran asentarse en Eretz Israel. El Shabat del 17 de junio de 1933 ofició un servicio de despedida en la Sinagoga Jurva, en Jerusalén. Al día siguiente, luego de filmar una escena en el Mar Muerto, Rosenblatt sufrió un repentino ataque al corazón. Unos instantes después, falleció a los 51 años. Más de 5.000 personas asistieron a su funeral en el Monte de los Olivos, y mientras que el Rab Kook hizo el hesped (elegía), dos de sus más famosos colegas, Mordejai Hershman y Zavel Kwartin, cantaron las plegarias. Unos pocos días después en Nueva York, unos 2.500 devotos asistieron a un servicio conmemorativo en el Carnegie Hall.

El impacto musical de Rosenblatt sigue sintiéndose aún en la actualidad. Muchas de sus obras se convirtieron en clásicos del repertorio litúrgico ashkenazí y son cantadas regularmente en oficios sinagogales y conciertos, y sus discos se han reeditado constantemente. Su mayor éxito fue la grabación de “Shir Hamaalot”, el salmo 126, en una versión compuesta por Minkowsky. Esta melodía se volvió tan popular que cuando el Estado de Israel estaba buscando un posible himno nacional, fue propuesta como un serio candidato.

Musicalmente hablando, ¿qué hace a Rosenblatt tan especial? En primer lugar, sus recitativos están llenos de hermosas emotivas y melodías. Además, fue uno de los grandes maestros de la jazanut, y sus obras están llenas de matices que sólo son alcanzados por unos pocos cantores. Finalmente, cada una de sus piezas son un oratorio en miniatura, con dos o más secciones musicales completas que pueden contener momentos de recitativo operático, retazos de melodías folclóricas y grandes secciones de jazanut improvisada.

 

«Shir Haamlot», el gran éxito de Rosenblatt

 

 

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Acerca del Autor

 Hola, soy Diego Edelberg, el fundador del blog Judios&Judaismo.com. Me apasiona todo lo relacionado con la música, el judaísmo, la interpretación, la educación, la mitología, la filosofía, la religión, la ciencia, la historia, el arte, la física, la cosmología, la evolución, la sociología, la epistemología, la metafísica, la cabalá y en especial aquello que resulta contradictorio, paradójico y absurdo. Para conocer más sobre mi y de qué se trata mi blog visitá la sección Acerca del Autor

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