El Libro de Salmos es uno de los más utilizados por el Judaísmo y el Cristianismo. Según la tradición judía el autor de algunos Salmos es ni más ni menos que el Rey David. ¿Creen ustedes que el Rey David estaba capacitado para hablar sobre el sufrimiento?
Su suegro intentó matarlo, su propio hijo intentó asesinarlo, sus mejores amigos e incluso su esposa se volvieron en su contra. Así y todo el Rey David venció al gigante Goliat y se convirtió en el Rey más importante de Israel. David es el músico y poeta por excelencia. Cuando uno lee los Salmos de David ¿qué encuentra ahí?
La mayoría de los Salmos atribuídos al Rey David comienzan “cuando me estaba escapando de mi hijo Abshalom…” o “cuando estaba siendo perseguido y querían matarme…» Ahora, ¿qué esperarían ustedes que continúe a un principio como este? Esperaríamos que nos cuente hacía qué dirección fue o donde se escondió o qué hizo para salvarse y sin embargo si continuamos leyendo vamos a ver cómo agradecía y esperaba la salvación. Cómo se concentraba en lo único que todavía poseía: la vida, gracias al misterio inexplicable de lo divino.
¿Por qué piensan que el Libro de Salmos tuvo tanta influencia incluso para dos religiones totalmente distintas? Y la respuesta es porque la emoción humana para responder a la adversidad es demasiado real en David. El pobre David que sufre constantemente y tiene sufrimientos reales con respecto a su existencia repite una palabra una y otra vez a lo largo de todos sus Salmos: ¡HALLELUIA! que literalmente significa ¡Alabado Sea Dios! Alabado sea Dios porque su bondad es infinita. Esa es la formula literal que más encontrarán si revisan el Libro de Salmos. La bondad de Dios no tiene límite. David agradece lo único que nadie puede tocar: su propia relación con Dios, el misterio, la energía, lo divino o como más les guste llamarlo.
Nuestra convicción de la existencia de lo divino en nuestras vidas esta proporcionado por nuestra decisión de que lo divino participe y forme parte de nuestra rutina. Como decía el Rebbe de Kotzker ¿dónde está Dios? Donde quiera que lo dejemos entrar. Cuanto más significados le encontremos a nuestra vida, buscando no la queja sino la bendición, incluso y a pesar de las adversidades y los sufrimientos, podremos crecer y madurar. ¿Cuántas veces nos decimos que debido a esa relación o esa situación hemos crecido y nos sentimos ahora más maduros y fuertes que antes? Nietzsche tenía una forma muy fácil de decir esto: “lo que no me mata me fortalece”. Y es real que después de esas experiencias duras nos decimos que nunca más permitiremos que alguien nos haga algo así .
Ser Feliz comienza simplemente con el acto de decir Gracias. Como cantaba Mercedes Sosa gracias a la vida que me ha dado tanto. Estoy seguro que si se sientan en silencio por unos instantes y respiran hondo descubrirán que tienen mucho más que agradecer a la vida que quejarse. Ser agradecidos es reconocer el bien que somos. Y esta es una elección que se basa en concentrarse en lo bueno que sí nos esta pasado y tenemos. De ese modo nos vamos entrenando cotidianamente para ser felices pese a las adversidad y frente a los problemas que inevitablmente forman parte de lo que llamamos vida. Los problemas no son invasores externos a la perfecta paz que deberíamos tener. Los problemas constituyen la esencia de la vida. Aceptarlos como tal es el desafío. El conflicto es parte de la existencia humana y lo normal es tener esas cosas en nuestra vida que llamamos “problemas”. Es más si no tienen problemas chequeen el pulso para corroborar que siguen con vida.
Todo lo bueno que agradecemos es solo lo que vemos, pero la bondad infinita que no se ve esta mas allá de toda explicación. Cualquier médico puede entender a qué me estoy refiriendo. Millones de reacciones químicas que permiten que existamos están sucediendo dentro de nuestro cuerpo constantemente a lo largo de nuestra vida. Un día de la vida dentro del cuerpo humano eliminaría por completo la ficción como género. Lo que sucede todo el tiempo dentro de nosotros es impresionante. El aire que respiramos y nos permite estar vivos, el corazón que late sin que hagamos ningún esfuerzo y la comida que entra y es digerida sin nuestra intervención conciente. Tal vez por eso la tradición judía tiene una bendición que se recita cada vez que uno sale del baño y concluye diciendo “gracias Dios que curas y haces milagros”. Poder ir al baño es un milagro. ¿Quién no ha experimentado la horrible sensación de no poder ir al baño? Y sin embargo algo tan básico y cotidiano como poder hacer nuestras necesidades ya nos resulta algo obvio y sin misterio. Bien sabemos que si no pudiéramos hacer nuestras necesidades podríamos estar en peligro.
Esto es un entrenamiento para reconocer lo que ya es bueno en nuestras vidas. Lo que nos está sucediendo hoy ¿es realmente más malo que bueno? Debemos desarrollar la capacidad para desdramatizar nuestra vida. Lo que sea que este yendo mal en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestras relaciones, en nuestros cuerpos, en nuestra salud siempre puede estar peor. Todo se remite a una cuestión sobre dónde elegimos que esté la felicidad. ¿Está dentro de lo bueno que ya tengo y estoy construyendo o voy a concentrarme en lo que me falta y esta allá afuera? Yo elijo.