Mi primer contacto con la Biblia y el judaísmo
Al igual que le sucede a muchas personas, la Biblia no siempre significó lo mismo para mí. Si bien de niño conocía un poco de sus historias clásicas (entre ellas recuerdo el episodio de Caín y Abel, la historia de Iosef y sus hermanos y por supuesto el relato sobre el éxodo de Egipto con las 10 plagas y el milagro de la partición del mar) nunca me había sentado a leer dichas historias con detenimiento. Lo más cercano que estuve de la Biblia en mi juventud fue cuando me estaba preparando para celebrar mi Bar Mitzva. En ese entonces como le sucede a la mayoría de los niños (y las familias) durante ese periodo me sentía muy cerca del judaísmo. Durante un año entero iba dos veces por semana a practicar mi lectura extremadamente rudimentaria de Tora y aprender sobre qué significaba ser judío. Dado que no fui a escuela de estudios judaicos de niño (es decir no fui al “shule») sino a una excelente escuela bilingüe, mi inglés siempre fue mejor que mi hebreo y de hecho continúa siéndolo. Por dicho motivo durante el año que me preparaba para mi Bar Mitzva mis padres contrataron una morá (maestra) particular de hebreo para que me enseñara a leer enfocado en la porción de la Tora que me tocaba cantar. Si ya estaba potenciado mi judaísmo entre mis lecciones de hebreo semanales, mis prácticas de lectura de Tora y mis clases sobre qué era el judaísmo, más aún sentía mi conexión con esta tradición cada Viernes por la noche cuando -para aprenderme mejor las “canciones” que iba a tener que cantar en mi ceremonia- iba al “templo”. Mi comunidad era Amijai que por aquel entonces no tenía su propio edificio sino que llevaba a cabo sus servicios en el edificio del Seminario Rabínico Latinoamericano. La locación del Seminario me venía perfecto porque yo vivía a unas cinco cuadras de dicho lugar. Pese a que mis padres estaban enamorados del Rabino Reubén Nisemboim (un Rabino Reformista), cuando yo comencé mi viaje de exploración en el judaísmo me rodee de rabinos Conservadores que por ese entonces eran dos: Mario Rojzman, Rabino de Bet-El y Dario Feiguin, Rabino de Amijai (ambos Rabinos ya no forman parte de dichas instituciones).
Mirando hacia atrás tal vez el judaísmo en mí había ya crecido para el momento que inicié mi preparación para el Bar Mitzva ya que el año anterior a dicho evento viaje con mis padres y un grupo del colegio Bet-El a Israel junto al Rabino Mario Rojzman. Solo tengo hermosos recuerdos de dicho viaje y no puedo sino recomendar para quienes pueden hacerlo visitar Israel antes, durante o luego de los 13 años (12 para las niñas). Además el impacto de viajar a Israel con un grupo en lugar de ir uno por su cuenta hace que para un judío ir a Israel no sea un viaje turístico sino un peregrinaje (¡de hecho un judío nunca debería sentir que es un turista en Israel!). Y no es una casualidad que dado todo este escenario fue justamente por ese entonces -cuando tenía 13 años- que me dispuse finalmente un día a leer la Biblia. ¡Qué ingenuo que era! Pensé que podía sentarme solo en casa a leer la Biblia como si estuviera leyendo una novela y entender algo. El desafío era aún más grande cuando en casa la única Biblia en español que encontré era un libro de tapa dura verde con más de 1000 páginas y que tenía grabado en letras doradas “Santa Biblia – Versión Reina Valera” conteniendo el Antiguo y Nuevo Testamento. Realmente estaba perdido con todo este tema. Creo aún que esa copia de la Biblia sigue en casa de mis padres y recuerdo que leí las primeras páginas del Génesis y sin entender absolutamente nada de lo que estaba leyendo terminé cerrando el libro. No había en casa una Biblia con comentarios rabínicos que tal vez pudieran hacerme más fácil el acceso al texto más importante de mi tradición. Mi atención giró entonces (o mejor dicho continuó al igual que hoy también) con la música y los libros de filosofía, historia del arte, historia general y todos los otros temas tan variados que siempre me apasionaron.
La adolescencia y los “regresos”
Cuando terminé mi primaria inicié la secundaria en la Escuela Técnica ORT donde volví de alguna manera a relacionarme con la Biblia. En cierta medida fue una buena transición que luego de mi Bar Mitzva continuara mis estudios por primera vez en una escuela “judía” rodeado de chicos y chicas judías donde aprendía materias generales y técnicas además de hebreo, Biblia e historia judía (las cuales eran obligatorias dentro del curriculum de estudio). Pero si bien estas últimas tres materias (hebreo, Biblia e historia judía) se encuentran hoy entre mis pasiones, cuando estaba en la secundaria no me interesaban tanto como lo hacen hoy. Durante el secundario mis prioridades al igual que las de cualquier adolescente entre 14 a 18 años eran otras. En mi vida todo giraba en torno a la música, el basket en el club Hacoaj, las amistades y las primeras salidas. Fue también por esa época cuando en uno de mis últimos veraneos en Punta del Este con mis padres recuerdo que un amigo muy querido de nuestra familia llamado Dani Groisman (hoy ya reconocido como Rabino) contaba en la playa como había comenzado a estudiar Tora y estaba fascinado por su sabiduría. Incluso recuerdo un cuento que contó acerca de Dios y si bien yo seguía lejos de la Biblia o de conocer las fuentes del judaísmo que él estaba citando me sentí muy conmovido por sus palabras. Ahora pienso que en ese entonces Dani era uno de los primeros que yo personalmente conocía que comenzaba a sumarse a ese movimiento técnicamente mal llamado “baal teshuvá”. Luego lo seguirían muchísimas personas conocidas más, entre ellos varios amigos de nuestra familia a quienes tildábamos de estar atravesando un momentáneo “delirio místico”.
Debemos recordar que desde la segunda mitad del siglo XX, especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial, los judíos contamos con un fuerte movimiento titulado baal teshuvá en el que dicho titulo es dado a aquellos (especialmente las personas jóvenes) que anteriormente estaban separados o eran ignorantes de la observancia judía plena y regresan a la forma de vida que propone el judaísmo Ortodoxo. El problema técnico con la utilización de este término es que la definición de baal teshuvá utilizado de este modo altera su significado original, que originariamente rayaba lo peyorativo, para referirse ahora a una especie de símbolo de estatus dentro del judaísmo. De hecho existen hoy en día yeshivot (academias rabínicas) especialmente diseñadas para la formación de este tipo de personas que se “reincorporan” al judaísmo. En dichas academias se los introduce poco a poco en todas las sutilezas de los rituales y observancias judías. No es raro ver que muchas de las personas que pertenecen a este movimiento (¡no todas!), una vez que han “visto la luz”, pasan a convertirse en judíos muy intolerantes hacia otras formas del judaísmo (en especial si crecieron en entornos Conservadores o Reformistas) y se convencen que su nueva visión o elección no es una más que está disponible sino que ahora debería ser la única que todos los demás judíos deberían también seguir.
Sin bien algunos judíos que se suman al proceso de “baal teshuva” creen (al igual que un profeta) que su nueva misión es ahora salvar o rescatar a otros judíos que están “perdidos” como lo estaban ellos antes utilizando ahora como referencia su propia nueva experiencia redentora, muchas veces estos jóvenes fallan en no contemplar la experiencia del otro porque están seguros que de ante mano y por el simple hecho de no estar de acuerdo con ellos ya está errado. Así se quiebra el diálogo y se comienza un monólogo donde no hay un interés sincero en escuchar al otro sino esperar que termine de hablar para inyectarle una respuesta. Pero el resultado de todo este proceso es que a veces estás personas terminan siendo vistas con sospecha y hostilidad por parte de sus padres, amigos, familiares e incluso sus antiguos profesores que están horrorizados por su fundamentalismo. Y esto último es importante mencionar porque paradójicamente muchos de los profesores de estas instituciones se esfuerzan por promover actitudes tolerantes por parte de sus alumnos instándoles a no menospreciar a aquellos que no tienen sus “ventajas”. Y la paradoja es que sorpresivamente la mayoría de las veces cuando uno estudia o conoce el maestro de un intolerante descubre que su maestro es tal vez una de las personas mas receptivas y tolerantes que hay. Lo curioso es que a veces ciertos alumnos que fueron recibidos con amor por parte del maestro no logran replicar o aprender del todo esta faceta. Y para complicar todo esto no existe peor ceguera que decirse que lo que a uno le está pasando (que todos notan que se está haciendo increíblemente intolerante hacia otras opiniones o interpretaciones) debe ser celebrado y entendido como un proceso normal ¡en el desarrollo del camino espiritual! Esto es tan errado como el argumento que el otro estará siempre equivocado porque no nació con Tora. Si yo parto con el presupuesto que mi entendimiento de Tora es el único correcto es muy probable que todo aquello que no encaje con mi visión esté mal o errado según esa visión. Por eso es importante ser un apasionado sin convertirse en un obsesivo porque al obsesionarnos quizás ganemos más adeptos y fanáticos que están de acuerdo con nosotros celebrando cada idea como la única verdad posible pero también descubriremos rápidamente que en ese camino la mayoría de los que nos acompañan parecerían ser increíblemente cálidos, amables, honestos y hasta pluralistas siempre y cuando nos mantengamos en la misma línea que ellos. Al mismo tiempo notaremos que lo irónico es que, aparentando todo esto, probablemente algunas de estas mismas personas sean terriblemente tiranas hacia el adentro del mismo grupo. Yo no dejo de sorprenderme por la cantidad de judíos que se apasionan con la sabiduría de gente intolerante. En el judaísmo una de las paradojas más grandes se presenta en aquellos que son tolerantes con todo lo que se practica fuera del judaísmo mientras que hacia el adentro del judaísmo su manera es la única legítima y correcta. Y quiero dejar en claro que esto no es exclusivo del judaísmo Ortodoxo o Jabad Luvabitch. Existen iguales niveles de intolerancia en otras corrientes que se constituyen bajo el paradigma del pluralismo religioso. Lo que es claro es que estas ideas son absolutamente destructivas en todos los niveles.
Pero aunque no lo crean no me he apartado del tema de la Biblia ya que el motivo por el cual he descripto todo esto es porque uno de los pilares centrales del movimiento baal teshuva es instalar o re-instalar (depende de qué lado uno lo mire) la idea que la lectura de la Biblia debe ser realizada de cierta manera y no otra. La mayoría (¡no todos!) de los jóvenes que atraviesan el proceso de lo que llaman de manera errada “teshuvá” reciben la instrucción que todo lo que necesitan saber sobre la Biblia está en la literatura rabínica (es decir el Talmud y el Midrash) y en el comentario de los grandes rabinos medievales (RaShI, Ramban, Ibn Ezra y otros). Recién en los últimos dos años ha comenzado a abrirse una nueva visión en la búsqueda de explorar también comentarios modernos para esta corriente pero sigue siendo controversial porque implica aceptar ciertos ideales que han estado desde siempre en los otros movimientos (Reformismo y Conservadurismo) que justamente la Ortodoxia ha atacado abiertamente como errados. Como pueden ver en mi camino por encontrar el sentido de la Biblia en mi vida fui atravesando distintas aproximaciones.
El reencuentro con la Crítica Bíblica
Entre mis viajes gracias al basket y la música la Biblia siguió escondida por un par de años hasta que durante el último año del colegio secundario comencé a estudiar en el Seminario Rabínico Latinoamericano con el objetivo de convertirme en Jazan (Cantor Litúrgico). Ahí me re-encontre con la Biblia en diferentes materias particularmente en el estudio de la cantilación bíblica (taamei hamikra ver la publicación J&J 005: La Música de la Biblia – ¿Cómo y por qué se cantan las Sagradas Escrituras?). Fue allí también cuando uno de los profesores me introdujo por primera vez en el concepto de lo que se conoce como Crítica Bíblica. Recuerdo un texto que explicaba un poco de qué se trataba esta idea pero también recuerdo que mi nivel no estaba a la altura suficiente como para entender lo que se estaba explicando. Sin embargo ya ahí noté que la Crítica Bíblica era uno de los pilares fundamentales del movimiento Conservador como corriente de pensamiento judío en la modernidad. Y pese a las diferencias hoy casi sutiles, estos mismos ideales pude encontrarlos en el Reformismo cuando luego de dos años y medio en el Seminario no pude continuar mis estudios debido a que también estaba haciendo el Conservatorio en Música y tenía que optar por una carrera y elegí música creyendo que mi experiencia como Cantor Litúrgico iba a quedar en el olvido pero me incorporé al equipo litúrgico del Rabino Sergio Bergman que se iniciaba con un nuevo proyecto ambicioso en la Congregación Israelita de la República Argentina (comúnmente conocida como “la sinagoga de la Calle Libertad”). Allí comencé a escuchar a Bergman también utilizando herramientas de la Crítica Bíblica cuando enseñaba o daba sus prédicas lo cual no debía sorprenderme del todo puesto que Bergman es un Rabino originariamente Reformista y luego Conservador.
Al poco tiempo de estar cantando en la Sinagoga Bergman me dijo que necesitaba que yo comience a estudiar en serio porque a partir del año entrante no solo iba a cantar sino que iba a enseñar. En la necesidad no solo de servir como instrumento para las plegarias sino tener que enseñar a jóvenes que se preparaban para sus ceremonias volví a abrir la Biblia y me puse a estudiar esta vez más en serio. Cuando me preguntan muchas veces dónde estudié siempre digo que mi viaje fue un poco inverso. La mayoría se encierra en una Universidad o yeshiva para luego aplicar todo lo estudiando en una comunidad. En mi caso yo me veía forzado semanalmente a oficiar en un casamiento, un Bar Mitzva, las festividades del calendario o teniendo que preparar una clase aprendiendo directamente todas estas cosas “en la cancha”. Por ese motivo mis estudios fueron siempre por mi cuenta, aprendiendo de otros Rabinos y colegas y junto a maestros privados (entre ellos el Jazan Oscar Flesicher). En mi paso por la sinagoga de la calle libertad aprendí el oficio de ser Jazan del modo más tradicional y anterior al momento en que ser Jazan se convirtiera en una profesión, es decir haciendo el famoso “learning by doing” (aprender haciendo). Las Instituciones son muy importantes y espero no se entienda que estoy menospreciando la importancia de hacer una carrera de estudio en un Institución reconocida (dicho sea de paso yo mismo siempre me moví por Instituciones oficiales como el Conservatorio de Música y en la actualidad el Hebrew College). Simplemente estoy compartiendo que en mi trayectoria religiosa ese no fue mi camino y esta es la razón por la cual decidí empezar mi Maestría en Educación Judía este año en el Hebrew College que es postdenominacional (está más allá de las diferencias entre Ortodoxo, Reformista y Conservador y yo mismo siento estas diferencias como algo ya de otra era). En el largo plazo quiero ir organizando mejor todo lo que fui aprendiendo como autodidacta. Honestamente me apasiona la devoción del judaísmo Ortodoxo, el academicismo del Conservador, la acción social del Reformismo, el judaísmo como Civilización de Mordejai Kaplan y la conexión con Dios del jasidismo. Por encima de todo esto amo la cultura moderna Israelí y ¡por eso no elijo un judaísmo sino todos! Para algunos todo esto es un signo de debilidad. No me importa demasiado. Soy extremadamente sincero en mi búsqueda e intento no separar entre un “Diego público” y un “Diego privado”. Soy igual en todos lados y en todos lados encuentro algo que me apasiona. Por eso tampoco creo realmente que existen cosas separadas en el judaísmo o el universo sino una Unidad total de un tejido cósmico que vincula absolutamente todo con todo.
Pero volviendo a mi historia con la Biblia, uno siempre debe estudiar y estudiar porque nunca sabe en qué momento precisará de las herramientas que posee. Así fue que el inglés que todos sienten como un lenguaje importante para hacer negocios y moverse en el mundo en general cobró un renovado significado cuando me puse a estudiar judaísmo un poco más en serio puesto que el mejor material que encontraba estaba todo en inglés y yo podía leerlo mejor que cualquier otro lenguaje. No es una sorpresa que el mejor nivel académico sobre judaísmo esté escrito en inglés puesto que en Estados Unidos un académico (incluso un rabino) puede dedicarse toda la vida a investigar o escribir libros ayudado por una economía que le permite dedicar su tiempo al pensamiento y la investigación. Esto es un desafío para otros países que tienen problemas de base que no permiten la sustentabilidad del pensamiento y como enseñan los rabinos sin harina no hay Tora y sin Tora no hay harina (la persona que no tiene las necesidades básicas satisfechas no puede dedicarse seriamente a la espiritualidad). Así comencé a leer en Argentina los primeros textos de la espectacular biblioteca que tiene Sergio Bergman. Me llevaba semanalmente libros de Lawrence Hoffman, David Ruderman, David Hartmann y otros autores que nombré en mi publicación 22 Libros y Podcasts sobre Judaísmo que utilizo diariamente. Con toda la confianza que nos tenemos muchas veces me llevaba un libro sin pedirle permiso creyendo que no se daría cuenta (por supuesto con la intención de devolverlo a la semana) y sin embargo Sergio me preguntaba “¿vos te llevaste el libro de…?”. ¡Increíble, tenía miles de libros y en un instante se daba cuenta cuando le faltaba uno!
Así fue que durante más de diez años me pasé leyendo libros de académicos, rabinos Ortodoxos, Conservadores, Reformistas, Reconstruccionistas y como soy de la generación de Internet aproveche el auge de la Ortodoxia Judía que copó toda la red con videos, audio y muchísimo material para estudiar (hay mucho más en inglés que en español pero aquí tienen varios enlaces para investigar y divertirse: Los Mejores 19 sitios para aprender sobre judaísmo y Tora en español). Durante esa etapa comencé a escuchar los primeros Podcasts de David Ruderman sobre Historia Judía que fui traduciendo y compartiendo en este blog en los últimos 4 años (todavía me quedan 4 publicaciones para concluir la serie sobre el Judaísmo Medieval basado en sus Podcasts). Fue también en ese período que finalmente conocí a mi primer académico judío en Argentina que hoy también ya es Rabino: el Rabino Dr. Fernando Szlajen. Para el año que lo conocí a Szlajen estaba por presentar su libro Filo-Sofía del Judaísmo y comenzando un proyecto con Sergio Bergman para desarrollar una Yeshiva Liberal. Así junto a un grupo de estudiantes Szlajen nos dio unas clases sobre temas fascinantes como el amor desde las distintas visiones tanto griegas como judías y nos invitó a que seamos co-creadores de aquello que queríamos estudiar. Por aquel entonces le dije que me interesaba el tema de la asimilación y compartió conmigo un texto sobre la lógica de las almas versus la lógica de los números en la construcción comunitaria. La verdad es que me encantaban sus clases y algo parecido a lo que personalmente escuché durante ese año pueden ustedes escucharlo hoy en los Podcast que están en la página de Szlajen donde grabó muchísimas clases realmente espectaculares para un programa de Radio Jai (click aquí para acceder al Website del Rabino Dr Fernando Szlajen). El programa de la Yeshiva Liberal no prosperó pero yo seguí estudiando por un año más en forma privada en la casa de Szlajen con un pequeño grupo que eventualmente tampoco continuó.
Cuando uno cree que se ha perdido…
Fue por ese entonces (alrededor del 2008) cuando comencé a revisar mi relación con mi judaísmo nuevamente. Seguía leyendo todo lo que encontraba en el camino (en especial si era material académico) pero Bergman ya estaba más metido en política y no enseñaba tanto como antes y sin Szlajen me encontraba bastante perdido en mi relación con la Biblia. Estudiaba los Shabatot a la mañana Mishna con el Rabino Guido Cohen antes de los servicios religiosos y si bien más de una vez Guido me decía que para entender en profundidad el Talmud uno debe conocer el TaNaJ (la Biblia Hebrea) porque los rabinos utilizan citas de la misma para presentar sus argumentos, la Biblia seguía siendo en gran medida un misterio para mí: un libro enorme del cual no podía organizar en mi mente su estructura. De alguna manera seguía estudiando pero estaba sin maestros que puedan orientarme mejor. Ya había conocido a Laila (mi esposa) y parte de su familia estaba “haciendo teshuva” lo cual me invitaba a más confusión puesto que los Viernes salía del servicio de Kabalat Shabat de la Sinagoga Conservadora en la que cantaba e iba hasta la casa de Laila para compartir la mesa con su hermano que es Ortodoxo Moderno y mi cuñado que es Luvabitcher. Pese a las diferencias en teología y entendimiento el amor familiar es más fuerte y aunque decidimos no implícitamente acordar estar en desacuerdo con respecto a nuestros entendimientos, muchas charlas hacían que al terminar Shabat yo me replanteara sobre qué creía y cuál era la mejor forma de ser un judío que vive el judaísmo de su propio tiempo. Y ahí empecé a vincularme un poco más con el judaísmo Ortodoxo y Jabad Luvabitch. Asistí a charlas de rabinos de Jabad Luvabitch e incluso fui a la tumba del Rebbe Menajem Mendel Scheerson y le escribí una carta (¡algo que mi cuñado Ortodoxo Moderno tampoco entendía del todo e incluso creía peligroso!). Por eso también fui a hacer tefilá una mañana con mi cuñado Ortodoxo Moderno al minián de la yeshiva de la sinagoga ubicada en la calle Moldes donde en el rezo no solo el silencio era increíble sino que sorpresivamente me senté al lado de un irreconocible Dani Groisman que yo conocía de antes sin barba, en cuero y en la playa tomando sol (¡hacía más de 15 años que no lo veía!). En la comunidad de mi cuñado conocí al Rabino Daniel Oppenheimier y fue por aquel entonces cuando llegó a mis manos su libro Emet VeEmuná en el cual sin ningún tipo de sutileza el autor atacaba el Reformismo y el movimiento Conservador por generar muchísima confusión en sus seguidores y en especial en relación a la Crítica Bíblica la cual producía según su opinión que los judíos se convencieran que el texto estaba lleno de contradicciones y era poco serio.
Ya en ese momento no sabía realmente qué pensar sobre la Crítica Bíblica ni cuál era la manera más honesta de ser yo mismo en relación a lo que creía que era la Biblia en general. Por un lado me parecía fascinante el pensamiento de los movimientos liberales pero por otro lado veía que era algo que solo las corrientes liberales creían mientras que la Ortodoxia como una unidad declaraba que quien no creía lo siguiente era un apikoros (básicamente un hereje):
La Revelación que se describe en la Tora es una prueba de la autoridad de la Tora. Esta descripción debe ser entendida literalmente. El contenido de la Tora son las palabras explícitas y literales que Dios transmitió primero a Moisés y más tarde a Israel en ese día específico en ese punto de la tierra. Lo que la Tora relata es historia real, una crónica del evento fundacional en la historia de Israel. Debido a esto, todo lo que está en la Tora es vinculante eternamente para todos los judíos en la historia hasta el fin de la historia.
He tratado de articular de la mejor manera posible en esa cita lo que estoy seguro que Oppenheimer y la mayoría de los Rabinos Ortodoxos que leí y conocí asentarían como la única verdad. La Tora o la Biblia Hebrea (es decir el TaNaJ) fue entregado por Dios a Moisés y esto es literal. Dios le dijo a Moisés que anote y lo que está escrito fue tirado de una vez desde los cielos. Cuestionar esto en un encuadre Ortodoxo es una herejía que no tiene lugar. Pero justamente lo que critica la Crítica Bíblica es eso mismo. Que el texto no es literal y la descripción de la Revelación del modo que es narrada en la Tora tampoco sucedió literalmente así. Así que eventualmente me convencí que ambas posturas eran irreconciliables. O bien uno debía elegir entre ser un judío liberal (es decir no-ortodoxo) y creer que la Crítica Bíblica también es una posibilidad o sino debía creer en el judaísmo Ortodoxo y rechazar de pleno cualquier aproximación que la Ortodoxia no acepte.
Pero entonces apareció Hong Kong en mi vida y mi relación con la Biblia desde hace 4 años cambió nuevamente.
La revolución bíblica de Hong Kong
Cuando después de 10 años al lado de Sergio Bergman acepté el puesto de Jazan en Hong Kong lo que más me preocupaba era encontrarme con una comunidad mucho más Reformista de lo que yo estaba acostumbrado. Pero nuestra comunidad en Hong Kong es la única no-ortodoxa de todo el país y por eso somos un cruce entre Conservadurismo y Reformismo. Mucha gente que viene a nuestra comunidad no es Reformista e incluso el Rabino que es Reformista se parece muchísimo a los Rabinos Conservadores que yo conocía de Argentina. El Rabino Reformista de Hong Kong anda todo el día con kippa, come kasher y nuestros servicios religiosos no utilizan ni micrófonos ni instrumentos musicales (¡esto es aún más Conservador de lo que yo conocía en Argentina y por supuesto que leer esto para un Ortodoxo debe parecer un chiste!). Pero lo que más me emocionó de Hong Kong fue que en los últimos cuatro años desde que llegué pude volver (o mejor dicho finalmente) establecer una relación con la Biblia que me hace bien y me hace sentir honesto en mi interpretación al menos hoy. Esta relación se la debo al Rabino con el cual trabajo aquí: el Rabino Zamek.
Todos los Shabatot estudiamos Tora con el Rabino Zamek aquí en Hong Kong. Recuerdo claramente el día que mi aproximación a la Biblia halló su lugar cuando en una de las primeras clases estábamos estudiando Bereshit (el libro del Génesis, es decir la Creación) y el Rabino Zamek comenzó leyendo las primeras partes en hebreo original y analizó la traducción de Onkelos haciendo una especie de análisis etimológico de las palabras utilizadas en el relato de la Creación entre el hebreo original y el arameo de Onkelos. Acto seguido presentó las interpretaciones de Rashi y de otros rabinos medievales del Mikraot Guedolot. Ofreció luego midrashim e interpretaciones del Talmud sobre el relato de la Creación y finalmente presentó diferentes versiones sobre como entienden otras religiones este mismo relato utilizando textos del Corán y del Cristianismo. Ya si todo esto me parecía increíble, finalmente dijo que era hora que veamos qué dice la Crítica Bíblica sobre la Creación. Y entonces explicó como Bereshit Capítulos 1 al 3 no consiste de una sola historia sino dos que son fundamentalmente diferentes. El orden de la creación en Bereshit Capitulo 1 donde Dios creó a los animales de la tierra seguido por el hombre y la mujer está en contradicción con el Capítulo 2 en el que se creó al hombre primero y luego los animales de la tierra y al final de todo la mujer (si no me creen que los dos primeros capítulos cuentan historias diferentes vuelvan a leer el texto cuidadosamente). Y las diferencias no terminaban ahí: cada historia de la Creación tiene un estilo diferente de utilización gramatical e incluso ciertas palabras favoritas del mismo modo que cada autor en la modernidad tiene palabras que más le gusta utilizar que otras: si bien forma parte esencial del Capítulo 1, la palabra hebrea ברא (generalmente traducida como “crear“), está ausente en el Capitulo 2 (es decir en el segundo relato) y si bien las coincidencias ocurren, esto parecía una coincidencia bastante inusual.
Con el paso del tiempo el estudio con este rabino y la utilización de la Crítica Bíblica multiplicaba observaciones similares. Por ejemplo agarren una Biblia o busquen una Biblia online y respondan:
- ¿Es Israel santo (Devarim 7:06) o se supone que Israel debería ser santo (Vaikrá 19:2)?
- ¿Es la festividad de Sucot siete (Devarim 16:15) u ocho días (Vaikrá 23:26)?
- ¿Quién vendió a Iosef? ¿Los hermanos (Bereshit 37:27) o los madianitas (Bereshit 37:28)? Y de paso ¿quién trajo a Iosef a Egipto? ¿Los madianitas (Bereshit 37:36 ) o los ishmaelitas (Bereshit 39:1)?
- ¿Quién era el suegro de Moshé? ¿Reuel (Shemot 2:18) Itro (Shemot 3:01) o Jovav (Bemidbar 10:29)? Además, era su suegro un madianita (Shemot y Bemidbar recién mencionados) o fue un keini (Shoftim 1:16 y 4:11)?
- ¿Cuál es el nombre de la montaña de Dios? ¿Es el Sinaí (Shemot 19:20, 24:16, Vaikra 7:38, 25:1, Bemidbar 3:0) o Joreb (Shemot 33:6, 5:06,18:16, Melajim I 19:08, etc.)?
- ¿Es la inundación causada por la lluvia (Bereshit 7:12) o se trata de la desconexión de los cielos y las profundidades (Bereshit 7:11)? Dicho se de paso, ¿se supone que Noé debía tomar siete parejas de animales limpios y una pareja de animales impuros (Bereshit 7:2-3) o un par de cada animal (Bereshit 6:19-20)? ¡Ah! y otra pregunta sobre Noé, ¿tiene la lluvia/inundación una duración de 40 días (Bereshit 7:17) o 150 días (Bereshit 7:24)?
La estructura y los detalles de muchos textos literarios aparecen como si estuviéramos leyendo relatos de ficción. Por ejemplo, hay motivos literarios que sustentan muchas historias. Tenemos el motivo literario del hijo más joven que se convierte en líder: Isaac es el hijo menor de Abraham, Jacob es el hijo menor de Isaac, José y Benjamín son los hijos más jóvenes de Jacob, David es el hijo más joven de Ishai. Tenemos también el motivo de la mujer estéril que se embaraza: Sara era estéril, Rebeca era estéril, Leah era estéril, Raquel era estéril y Jana era estéril. En varios salmos se alaba a Dios como el que otorga niños a las mujeres estériles (Samuel I 2:05 y Salmos 113:9) y este motivo parece ser una expresión narrativa de elogio. ¿Es todo pura coincidencia o hay un tropo literario detrás de todo esto?
Incluso hay juegos de palabras por personajes que, aparentemente, ¡ni siquiera hablaban hebreo! La hija del faraón nombra al bebé “Moshe” porque ella lo sacó del agua (meshitihu) (Shemot 2:10). El Faraón dice en broma que Moisés y Aaron molestan (tafriu) al pueblo (Shemot 5:04) utilizando un juego de palabras con la palabra hebrea faraón misma. En ambos casos ¡realmente hay que poseer un excelente hebreo como para poder hacer juegos de palabras de este categoría!. Y tomando otro ejemplo, ¿de qué otra manera si no es una ficción podría Rajab, la ramera, citar de la Canción del Mar en su discurso a los espías (Iehoshua 2:09 = Shemot 15:15)?
Pero las contradicciones, inconsistencias o casualidades no solo aparecían a nivel histórico sino incluso en la leyes:
- ¿Los esclavos quedan libres en el séptimo año (Shemot 21:1-6, Devarim 15:12-18) o queden libres en el jubileo (50) años (Vaikra 25:39-55)?
- ¿Deberían los israelitas cubrir la sangre de los animales sacrificados (Vaikra 17:13) o simplemente derramarla en el suelo (Devarim 12:16, 24,15:23)?
- ¿Está permitido comer animales no sacrificados (Devarim 12:15) o es necesario sacrificar todos los animales con derecho a ser sacrificados (Vaikra 17:3-4)?
Otras revelaciones siguieron a estas. El texto bíblico que recito todos los Viernes copiado desde el segundo capítulo de Bereshit al Sidur dice: «Dios cesó en el día séptimo la obra que había hecho” (en hebreo וַיְכַל אֱלֹהִים בַּיּוֹם הַשְּׁבִיעִי מְלַאכְתּוֹ אֲשֶׁר עָשָׂה). Siempre creí que esto indicaba que Dios descansó en el séptimo día sin hacer ningún tipo de trabajo en dicho día. Por supuesto que estaba al tanto de las respuestas tradicionales que se pueden dividir en dos campos: וַיְכַל debe leerse como un pluscuamperfecto “había dejado por (el séptimo día)» o sino la creación de Shabat había sido algún tipo de trabajo tal vez espiritual (la tradición rabínica sugiere la creación del alma especial del día de Shabat). Pero estas respuestas no eran satisfactorias para mí puesto que la explicación gramatical no era fiel a la gramática hebrea y la creación del Shabat no debía considerarse trabajo en el mismo sentido que el trabajo realizado por Dios en los anteriores seis días de la creación era nombrada utilizando las mismas palabras. Allí fue cuando la Septuaginta vino a mi rescate.
La Septuaginta es la traducción estándar griega de la Biblia que se inició en el siglo III antes del cristianismo en Alejandría, Egipto, para una comunidad judía que no sabía hebreo (sí, nuestra generación no es la primera que necesita traducciones al estilo “Artscroll» para entender la Biblia y el Sidur). La versón de la Septuaginta es una traducción muy literal que presenta el versículo como «Dios cesó en el sexto día» muy probablemente desde la lectura de un texto hebreo que decía הַשִּׁשִּׁי (“el sexto”) y no הַשְּׁבִיעִי (“el séptimo”). Los errores suceden y la palabra הַשִּׁשִּׁי (“el sexto”) conservado en nuestro texto hebreo estándar probablemente representa la perpetuación de un antiguo error. Sabemos por la Rollos del Mar Muerto que el texto bíblico de la época del Segundo Templo no había sido fijado por ese entonces y a menudo circulaban diferentes versiones con diferentes palabras y frases. Una de estas versiones fue finalmente elegida como el texto bíblico judío estándar. No era un texto perfecto y otras versiones (ya sea la de los Rollos del Mar Muerto o de traducciones antiguas que se representan a partir de un texto que no es el que usamos en nuestros rollos de la Tora y en nuestros TaNaJim) tienen valor histórico también.
Se han ofrecido justificaciones para algunos de estos ejemplos que mencioné y en un momento dado intenté yo mismo creerme este tipo de justificaciones también. Sin embargo, al intentar responder estas preguntas también me di cuenta que no estaba siendo intelectualmente honesto forzando defender mi punto de vista a toda costa. Oppenheimer y los Ortodoxos que había leído no podían todos estar mintiéndose a sí mismos si eran personas que estaban tras la búsqueda de una verdad sincera negando todo esto que está ahí a la vista de cualquiera que lee con detenimiento estos textos. La otra opción posible era que las personas que negaban todo esto estuvieran engañándose y por razones psicológicas necesitaran creer que todo había sido dictado de una sola vez por Dios a Moisés porque eso les daba cierta tranquilidad de espíritu. Por esta razón, finalmente me decidí por un enfoque completamente diferente. Y esto era o es lo que me revelaba la Crítica Bíblica. Para mi la conclusión ya era ineludible: la Biblia no es un documento único y uniforme. Tiene una historia que se compone de las fuentes escritas antes que fueran finalmente combinadas por un editor, redactor o incluso un grupo de editores. Finalmente se abría la puerta que me permitía unir la tradición rabínica con la Crítica Bíblica e intentar ponerlas en sincronía no para unificarlas sino para apreciar mucho más el texto favorito de mi tradición.
Los libros que leo hoy sobre la Biblia
En mi intento de los últimos cuatro años por ordenar o comprender mejor todo esto me compré los siguientes libros recomendados por el Rabbi Zamek: Etz Hayim: Torah and Commentary, The Jewish Study Bible: Featuring The Jewish Publication Society TANAKH Translation
, Reading the Book: Making the Bible a Timeless Text
y How to Read the Jewish Bible
. En la actualidad utilizó todos estos libros constantemente. Utilizo mi copia hebrea con la traducción de la Jewish Publication Society y voy comparando interpretaciones medievales y modernas en forma simultánea. Me gusta ver qué interpretaban mis antepasados y qué podríamos interpretar hoy. Pero lo último que quiero compartir llegando al final de todo esto es que una nueva revolución aconteció cuando descubrí que el autor de How To read the Jewish Bible es ¡un judío Ortodoxo! Esto literalmente me “partió la cabeza” puesto que de golpe veía que no todos los Ortodoxos temen a la Crítica Bíblica. Sin embargo cuando lo comenté con el Rabino Zamek me dijo que son tan solo unos pocos los que recién se están atreviendo a utilizar lo que para el Conservadurismo y el Reformismo ha sido una parte integral de su aproximación a la tradición y de hecho este tema está generando muchísima tensión dentro de la Ortodoxia. Como todo en la Ortodoxia, los cambios son más lentos y declarar que la Biblia no fue dictada por Dios a Moisés representaría en esta corriente realmente generar un quiebre histórico y reconocer que los otros movimientos tenían razón…esto no es fácil para el ego de cualquier movimiento. Me imagino a veces qué escribirían los rabinos Ortodoxos que he leído hasta ahora (como Oppenheimer) y que han atacado la Crítica Bíblica en sus obras: ¿una especie de disculpa? ¿Cambio de opinión? Somos todos igualmente humanos y podemos cambiar así que tampoco sería un problema. Tal vez muchos rabinos nieguen siempre la Crítica Bíblica y de hecho no serían los primeros en hacerlo. Al fin de cuentas es una decisión personal terminar creyendo lo que uno quiere creerse.
Pero justamente al investigar más sobre los primeros Ortodoxos que comienzan a utilizar la Crítica Bíblica llegué a un sitio Web que fue lanzado hace menos de un año y que ha causado un revuelo importante dentro de esta corriente. El sitio se llama TheTorah.com y está compuesto por ensayos desde una perspectiva que une la visión tradicional de la Ortodoxia judía con la Crítica Bíblica. Entre los nombres más destacados del proyecto están Zvi Brettler (alumno de Nahum Sarna y autor de How To Read the Jewish Bible) y el Dr y Rabino Zev Farber. Si leen inglés le recomiendo exploren el sitio y si quieren conocer un poco más sobre el tema lean mi publicación El mayor desafío para la supervivencia del Judaísmo Ortodoxo donde explico un poco más sobre las publicaciones de Zev Farber.
En TheTora.com el Rabino David Steinberg declaro que después de pasar los últimos quince años haciendo kiruv (expresión utilizada para captar judíos hacia facciones del judaísmo Ortodoxo) ha llegado el momento de reconocer que los enfoques actuales utilizados en algunas organizaciones judías para fortalecer la identidad judía son a-históricos (en el mejor de los casos) y en ocasiones incluso deshonestos. Son muchos los judíos que temen estudiar el TaNaJ de una manera honesta al punto tal que en algunas academias y comunidades el estudio del TaNaJ es inexistente. Presionados para responder en forma sincera muchos judíos descubren que no han leído realmente en forma personal a los Profetas ni las Escrituras (Neviim y Ketuvim) sino es a través de alguna clase (shiur) o la utilización de una cita de los mismos con el fin de transmitir un mensaje inspirador. Aunque se trata de algo digno de ser realizado, los shiurim (clases) no deberían sustituir el estudio de la Tora o el TaNaJ a libro abierto con la utilización de comentarios y la mayor cantidad de herramientas posibles para encarar la verdad de la Biblia. Como la Biblia es verdad no deberíamos tener miedo de exponerla a ningún tipo de lectura. Y no atreverse justamente a confrontar la Biblia con diferentes lecturas es una muestra clara de debilidad intelectual.
¿Cuál es la razón de este abandono total y honesto de la Tora, Neviim y Ketuvim? ¿Debemos creer que hay un secreto profundo que estamos tratando de ocultar acerca de la Tora y por eso evitamos ser sinceros en nuestras aproximaciones? Lamentablemente muchos han llegado exactamente a esa conclusión. Y con este tipo de miedo ¿es del todo sorprendente que el rabino David Steinberg haya escrito que Jaim Dovid Zwiebel (vicepresidente ejecutivo de Agudat Israel en Estados Unidos) recientemente identificó que el mayor desafío que enfrenta la comunidad Ortodoxa es el creciente número de «adultos en situación de riesgo» que se encuentran luchando en la mitad de la vida con el significado de la observancia religiosa?
Personalmente creo que la Tora es divina. Creo que Dios quiere que nosotros estudiemos en forma honesta y por eso nos dio todo el potencial para hacerlo. Nos dio la capacidad de pensar e incluso pensar cómo es que pensamos con el objetivo final de poder hacernos preguntas terriblemente difíciles que ponen al descubierto entendimientos que creemos pero no entendemos. Y finalmente creo que el estudio académico de la Biblia es una de las muchas herramientas más que están disponibles y que nos pueden ayudar en nuestra búsqueda del sentido tratando justamente de entender aún mejor de qué se trata la vida.
Hablar abiertamente de estas cuestiones y la exploración de las explicaciones históricas y críticas no sólo nos libera de la vorágine de miedo que aliena a los “judíos religiosos” sino también añade una capa nueva a la tradición que hay 70 «caras (facetas) de la Tora” (Bemidbar Rabá 13:15). Mantener una actitud de mente abierta (en lugar de ciega aceptación o rechazo) frente a los estudios bíblicos en forma académica y sus conclusiones ofrece un enfoque matizado muy necesario para comprometerse con Dios y la Tora en el mundo moderno que vivimos hoy.
Palabras Finales…
Primero y antes que nada quiero decirles que si han leído todo esto ¡los felicito por la paciencia y gracias por acompañarme en este viaje de descubrimiento personal que en realidad comparto con todos los que leen el blog!
Releyendo todo lo que escribí creo que esta publicación despertará diferentes reacciones. Algunos concluirán que definitivamente soy un hereje y estoy totalmente perdido. Incluso pienso que para algunos debo ser una desgracia para la comunidad judía. Quizás para otros esto sea una revolución y una aceptación final de la importancia de ser honesto en su aproximación a la religión sin importar las incertidumbres aprendiendo a vivir en paz con ese famoso “realmente no lo sé”. Aunque no me crean no fue mi intención ser un egocéntrico que escribe sobre sí mismo (al fin de cuentas no puedo dejar de ser yo el que escribe) sino que quería honestamente compartir mi experiencia con el libro más importante de la historia judía y tal vez de la humanidad. Por sobre todo quiero dejar en claro una vez más lo que escribí en la sección “Acerca del Autor”:
No estoy diciendo que mi manera de entender al judaísmo o leer la Biblia es la única posible. De hecho mucha gente tiene miedo de abrazar mi manera de ver la tradición judía porque es una que se atreve a cuestionar lo incuestionable. Pero no considero esto un ataque hacia la viabilidad del judaísmo en la actualidad. ¡Todo lo contrario! Mi intención no es desarmar la tradición sino hacerla cada día más significativa, apasionante y multifacética. Soy de hecho una persona muy religiosa. Estudio textos judíos todos los días. Rezo. Creo absolutamente en Dios y la Tora y estoy completamente comprometido con la tradición judía y su continuidad. La Biblia como texto es algo muy serio para mi y lo considero mi manual de vida. Puedo confesar que soy lo más auténtico posible en mi aproximación a la tradición y lo mejor es que creo que ya no soy más el único.
Si bien he escrito mucho sobre la Crítica Bíblica no he explicado bien que es. Hacerlo me llevaría otra publicación entera. Pero en breves palabras la Crítica Bíblica es aproximarse a la Biblia desde una posición “neutral”. La idea es no asumir ciertas posturas sino por el contrario ablandar un poco los pre-conceptos sobre qué es lo que la Biblia debería decirnos (evitando así forzar el texto para que encaje con lo que a nosotros nos gusta y nos parece verdadero) y aceptar literalmente lo que está diciéndonos y los desafíos que nos propone. Esta es la manera más simple de explicar la idea central que gira en torno al Estudio Académico de la Biblia.
El desafío central para concluir es compartir cómo navego hoy ambos mundos (el del judío tradicional y el moderno) en mi vida. Esta expresión es un verbo inacabado, no es un ser estático sino un devenir dinámico. Mis interpretaciones y entendimientos van constantemente mutando y espero poder sostenerlos en paz en los años que siguen. Mi aproximación a la Biblia hoy se basa en la misma aproximación que siempre ha tenido la tradición rabínica: los judíos no somos literalistas ni fundamentalistas bíblicos. En otras palabras, cuando leo un texto de la Biblia trato de entenderlo de múltiples maneras distintas entre ellas enfatizando qué significado tienen las palabras bíblicas en el propio tiempo y lugar en el que fueron escritas. Esta idea incluye el hecho que hay guiños lingüísticos (metáforas o imágenes) que un antiguo israelita comprendía claramente al escuchar la lectura de la Biblia hace 2000 años y nosotros hoy debemos hacer un esfuerzo para develar y “contextualizar” con el objetivo de entender lo que originalmente significaban estas mismas palabras cuando las leemos. Al hacer esta aproximación intento enmascarar mis creencias personales. De hecho si uno intenta no ser tendencioso, las creencias personales no deberían intervenir en cómo uno entiende la Biblia dentro de su ambiente o contexto original.
En pocas palabras y para no expandirme demasiado en esta idea, lo que intento decir es que como judío la Biblia es para mí un “libro de consulta” que yo (y la comunidad de la que formo parte) hacemos un “libro de texto”. Un “libro de consulta” no es igual a un “libro de texto”. El “libro de consulta” presenta muchas perspectivas diferentes mientras que un “libro de texto” adopta un punto de vista particular para ser congruente. Un ejemplo muy simple de todo esto podemos verlo si comparamos dos libros diferentes de economía. Un “libro de texto” sobre economía que presenta simultáneamente teorías keynesianas y marxistas sería terriblemente confuso, como resulta la Biblia misma si es vista solamente desde esta perspectiva. Por otro lado un profesor de economía con una visión más amplia es muy probable que escriba un “libro de consulta” mostrando una variedad de aproximaciones a la economía incluyendo teorías keynesianas y marxistas dentro de su clase sobre “Introducción a la Economía”. Un “libro de consulta” puede contener diferentes y hasta conflictivas tradiciones que tienen como objetivo ofrecer la mayor cantidad de datos posibles.
La Biblia es, siguiendo este simple ejemplo, un “libro de consulta” para mi. Es una compilación de muchos textos diferentes, autores distintos, tiempos y lugares particulares. Presenta los intereses de diferentes grupos en diversos escenarios históricos a través de miles de años. Dentro de la Biblia misma podemos encontrar más de una sola opinión sobre casi cualquier tema que elijamos analizar y en especial esto sucede con Dios, Su naturaleza, Su corporalidad y los castigos inter-generacionales que son operativos según los 13 atributos de Dios y luego dados de baja por los profetas mismos. Dentro de estas diferencias centrales a lo largo de toda la Biblia vemos también diferencias en las relaciones entre hombres y mujeres, la actitud hacia los extraños, etc. Es en este sentido que nadie podría negar que la Biblia no es un “libro de texto” sino un “libro de consulta”. Contiene múltiples autores y muchas ideas conflictivas dentro del mismo texto producto de paradigmas sociales diferentes al momento que todos los textos fueron puestos todos juntos en uno solo que llamamos Biblia o TaNaJ.
Por supuesto que para que el mismo texto tenga sentido en mi experiencia religiosa (digamos como una “guía judía”) tengo que convertirlo en algo más autorizado. Para lograr esto cambio mi aproximación y convierto a la Biblia -con todas las dificultades que esto sugiere- en un “libro de texto” en lugar de “libro de consulta”. La forma más simple que utilizo para lograr esto es a través de un proceso de selección. Cómo y por qué hago una selección sobre el significado “judío” del texto por sobre otras opciones que ofrece la Biblia es un tema enteramente personal definido principalmente por mi respeto a mi tradición y la comunidad a la que pertenezco. De hecho elegir entre diferentes fuentes bíblicas no es nada nuevo. En el período mismo en el cual la Biblia era puesta por escrita y compilada, los autores y editores hicieron estas selecciones. El editor del libro de Crónicas sabía que había más de una manera para cocinar el sacrificio de Pesaj. Al declarar que debía ser hervido (Crónicas II 35:13), ese autor seleccionó Deuteronomio 16:7 por encima de Exodo 12:9. Si lo pensamos un instante y honestamente, el midrash y el comentario rabínico medieval funcionó siempre de forma similar (siempre hemos sido selectivos en nuestras lecturas y de alguna manera eso es lo que muchas veces ofrece el midrash y el comentario para que algo que no nos cierra del todo tenga sentido). Así yo también al enfrentarme con la Biblia considero diferentes textos, interpretaciones y tradiciones seleccionando aquellos que son más significativos para mí.
Ésta es mi relación con la Biblia hoy…¿qué sentiré o pensaré mañana? Solo Dios sabe. ¿Ustedes qué sienten?