Fue exactamente el día 23 de Tevet de acuerdo al calendario hebreo (Miércoles 14 de Enero de 2015) a las 00:09. La Presencia de Dios, conocida en hebreo como Shejina, me miró directamente a los ojos. Aquí está la prueba.
Luego de presenciar la llegada de Hannah al mundo volví a preguntarme una vez más, ¿cómo puede alguien no creer en Dios? En el momento que Laila empujaba y yo veía la cabeza de mi hija asomarse, lloré sin poder expresar en palabras qué inconcebible y milagrosa sorpresa es vivir. Al mismo tiempo, esta semana el mundo enteró se conmovió experimentando sufrimiento y terror. El horror en París no fue solo el asesinato de seres humanos creados a imagen y semejanza de lo divino más allá de lo que piensen o dibujen. Fue una violación hacia nuestros ideales como humanidad.
El objetivo del Mal es horrorizarnos. Es hacernos dudar que el mundo puede ser mejor. El objetivo del Mal es enfrentarnos los unos con los otros, aumentar el odio, des-hacer la Creación perfecta y ordenada en la obra de Dios para llevarla otra vez hacía ese estado anterior que la Biblia describe como vacío, oscuridad y caos. El Mal intenta desmoralizarnos, abatirnos, eliminar la esperanza. Por eso es fundamental no permitir jamás que destruyan nuestros ideales como humanidad y nuestra fe que el mundo puede y debe ser cada día mejor. Si matamos nuestra búsqueda por aprender a apreciarnos en nuestras diferencias entendiendo que asesinar a otro ser humano sin importar su religión, raza, preferencia sexual o incluso sus ideas es asesinar una parte de Dios mismo, se acaba el sentido de nuestra existencia como familia humana. Verla a Hannah en su ternura, su fragilidad y en todo el potencial que Dios mediante tiene por delante, me hizo entender que la historia aún necesita de nuestra ayuda para alcanzar la era mesiánica. Nuestro esfuerzo por educar a Hannah en estos valores recién comienza. Pero son en el fondo, los más valiosos que podemos dejar en cada generación.
La inmortalidad de nuestra influencia
Antes de la llegada de Hannah pasamos el Shabbat anterior con Laila estudiando Tora con el Profesor Ron Wolfson. Juntos profundizamos sobre un pasaje del Talmud en el cual Rava, uno de los más importantes rabinos que vivió en Babilonia y murió en el año 352 EC, imagina cuáles serán las seis preguntas que nos harán cuando lleguemos al cielo. Ron Wolfson escribió todo un libro a partir de estas preguntas agregando incluso algunas más. El libro se llama The Seven Questions You’re Asked in Heaven: Reviewing and Renewing Your Life on Earth
La idea de imaginar qué preguntas nos harán cuando lleguemos al cielo es fascinante en sí misma. Así Ron comenzó la clase invitándonos a reflexionar, antes de explorar el Talmud, qué preguntas creíamos nosotros nos harían.
Pero fue la segunda pregunta de Rava la que nos tocó profundamente esta semana:
¿te ocupaste de la procreación? (TB Shabbat 31a)
Es mucho más que un ser vivo
Ron nos invitó a responder las preguntas de Rava del modo más auténticamente judío posible: mirando más allá del simple sentido literal. La mayoría de los judíos no son fundamentalistas bíblicos. Los primeros Rabinos que constituyeron el modelo de estudio tradicional tampoco lo fueron. Leer literalmente un texto es ir en contra de la tradición misma. De hecho, la habilidad de no interpretar literalmente un texto fue lo que le permitió a Najmánides ganar uno de los más famosos debates medievales entre judíos y cristianos en 1263.
El desafío de tomar literalmente la segunda pregunta de Rava es imaginar que no hemos cumplido con uno de los motivos de nuestra existencia si no hemos podido tener hijos. Si bien Rava estaba probablemente haciendo alusión directa a esta idea, Ron nos sugirió considerar que además de traer hijos al mundo Rava nos esta realmente preguntando
- ¿Cuál es tu huella en la tierra?
- ¿Qué impacto ha tenido tu presencia en este mundo?
- ¿Cómo quieres ser recordado cuando ya no estés físicamente?
En otras palabras, ¿cuál es tu legado?
Invertí en tu Memoria
En su libro, Ron nos ofrece una guía para ordenar las prioridades al intentar evaluar cuál debería ser nuestro legado. Expandiendo más allá del sentido literal notamos que Rava,
- No nos pregunta: ¿Amaste a tu familia?
- No nos pregunta: ¿Le diste todo a tus hijos?
- No nos pregunta: ¿Les dejaste dinero y bienes materiales?
Sino que nos pregunta: ¿Invertiste tiempo suficiente en tú familia? En el lecho de muerte, nadie desea haber pasado más tiempo haciendo negocios o ganando dinero.
Convertite en un antepasado
La llegada de Hannah me hizo recordar una vez más que hay un punto en la vida en que uno deja de ser un descendiente para asumir la responsabilidad que se ha convertido en un antepasado. ¿Y qué significa ser un antepasado? Significa transmitir valores, creencias y cultura de una generación a la otra. Básicamente convertirse en un maestro o educador. ¿Y qué es un educador? Un modelo a seguir.
- No podemos enseñar lo que no sabemos.
- No podemos transmitir nuestras creencias sino sabemos honestamente qué creemos.
- No podemos decir una cosa y hacer otra (mis alumnos me han enseñado esto hace mucho tiempo)
- Educar no sucede en un solo lugar y por un tiempo determinado. Sucede todo el tiempo. Por eso los antepasados tenemos que llenar nuestro hogar de rituales, agradecimiento constante a Dios y proyectos que inviten a nuestros hijos a pensar cómo reparar el mundo.
Ron finalmente nos deja la siguiente lista de recomendaciones para nuestro legado
- Trae niños y niñas al mundo
- Adopta niños y niñas
- Educa niños y niñas
- Deja un legado
Es importante. Recuerda que te van a preguntar en el cielo. El Mal solo puede erradicarse de raíz a través de las herramientas más poderosa de construcción masiva: la educación, los buenos valores, el respeto por la vida, celebrar la diferencia y hacer todo con amor.
Ahora es tu turno de escribir un comentario aquí abajo respondiendo, ¿cómo estás creado tu legado?