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Judíos & Judaísmo

antiguo, novedoso, sagrado.

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Ésta es la Verdad Absoluta del Judaísmo

10/12/2013 por Diego Edelberg 24 comentarios

 

La Verdad Absoluta

En las últimas semanas estuve escribiéndome con un seguidor del blog quien me ha enfrentado en forma muy respetuosa a repensar la idea de lo que llamamos Verdad Absoluta. Quienes me conocen personalmente saben que soy muchísimo menos controversial o desafiante de lo que a veces se lee o escucha en este blog. Cuando escribo puedo parecer arrogante, tendencioso o muy poco piadoso. Sin embargo con una mano en el corazón debo decirles que intento siempre ser respetuoso con la tradición, las búsquedas del sentido de cada uno de ustedes y con lo que honestamente creo yo.

Soy consciente del desafío central que presenta este blog para algunas personas puesto que el contenido aquí expuesto posee una multiplicidad de opiniones e ideas que pueden resultar paradójicas, contradictorias e incluso conflictivas dentro de una misma persona. Aquí uno puede leer, por ejemplo, lo que cree un judío reformista y lo que cree un judío ortodoxo sin decretar quién está en lo cierto o cuál debería ser el único camino correcto. Y el hecho de no ser partidario de una corriente o la otra (sino simplemente presentarlas e invitarlos a que se cuestionen ustedes mismos qué creen o no creen), por un lado le ofrece al blog la vitalidad de poseer una mirada diferente a todas aquellas opiniones absolutistas que generalmente escuchamos y por otro lado lo debilita al no tener una fuerza política detrás que requiera resoluciones finales con el objetivo de sumar soldados que acompañen mi manera de ver el mundo. En algún punto “lo paradójico” que para mí es una bendición, para otros es un dolor de cabeza. Algunos abrazamos las paradojas y otros intentan por todos los medios posibles hacerlas desaparecer porque “duelen”, “confunden” y no nos proveen de una Verdad Absoluta que nadie pueda refutar. Me pregunto, ¿por qué será que algunos necesitan Verdades Absolutas para vivir tranquilos mientras que otros requieren justamente lo contrario?

 

Las confusiones del confundido

Muchos de los que me leen me escriben emails preguntándome qué creo realmente. Me preguntan si soy Reformista, Conservador, Ortodoxo, Reconstruccionista o “Secular”. Y la verdad es que me encanta que esto ocurra porque quienes han leído la sección Acerca del Autor saben que disfruto muchísimo no poder ser catalogado ni etiquetado. Sin embargo algunos lectores necesitan encasillarme para entenderme. Necesitan saber si leerme es bueno o malo puesto que puedo llegar a “confundirlos”. Debo ser uno de los pocos bloggers que disfruta confundir a sus lectores. Pero “confundirse” no es una mala palabra. Significa simplemente “fundirse con”. Y esto no es algo esencialmente malo. Yo justamente disfruto de “fundir” y “derretir” diversas opiniones dentro de mi mismo. Para otras personas hacer algo así no solo es perjudicial sino hasta peligroso. Para mi es fascinante y enriquecedor. Llegando al final del libro del Génesis en la lectura anual de la Tora este Shabat, sigo pensando cuánto me identifico con el patriarca Jacob que luego de ser renombrado Israel sigue siendo llamado Jacob a lo largo del resto de la Biblia. Creo que ésta es la manera que la Tora tiene para metafóricamente enseñarnos que somos individuos constituidos por múltiples personalidades que a veces nos sorprenden a nosotros mismos. ¿Acaso nunca se asombraron al descubrir que lo que hicieron o dijeron parecería corresponder a otra persona pero no a ustedes mismos que “tanto se conocen”?

 

Dime con quién andas y te diré a quién odias

Justamente para mi lo malo comienza cuando nos etiqueten presuponiendo qué creemos y qué deberíamos ser. Peor aún es luego asumir nosotros mismos dichas etiquetas cerrando el proceso de dudas por el de certezas. Al hacerlo, al vivir solo de “certezas absolutas”, quizás ganemos más adeptos y fanáticos que están de acuerdo con nosotros celebrando cada idea como la única verdad posible. Descubriremos rápidamente que en ese camino absolutista la mayoría de los que nos acompañan parecerían ser increíblemente cálidos, amables, honestos y hasta pluralistas siempre y cuando nos mantengamos en la misma línea que ellos. Al mismo tiempo notaremos que lo irónico es que, aparentando todo esto, probablemente estas mismas personas sean terriblemente tiranas hacia el adentro del mismo grupo. Yo no dejo de sorprenderme por la cantidad de judíos que se apasionan con la sabiduría de gente intolerante. En el judaísmo una de las paradojas más grandes se presenta en aquellos que son tolerantes con todo lo que se practica fuera del judaísmo mientras que hacia el adentro del judaísmo su manera es la única legítima y correcta. Y quiero dejar en claro que esto no es exclusivo del judaísmo Ortodoxo o Jabad Luvabitch. Existen iguales niveles de intolerancia en otras corrientes que se constituyen bajo el paradigma del pluralismo religioso. Lo que es claro es que estas ideas son absolutamente destructivas en todos los niveles. He leído y escuchado Rabinos (y en especial una Rebbetzin muy reconocida y traducida al español que ha visitado Buenos Aires) que escriben en forma hermosa sobre el amor y la importancia de trabajar por una hermandad universal al mismo tiempo que son asquerosamente despectivos con aquellos que, siendo de su misma religión, no coinciden con sus ideas o formas de vivir el judaísmo puesto que están convencidos que su verdad es la única posible.

 

Diálogos y monólogos

Lo más doloroso de todo esto es que nos perdamos aquella “otra voz”, la que no está de acuerdo con nosotros en todo y nos ayuda a cuestionarnos nuevamente, reflexionar otra vez quiénes somos, qué queremos y por qué actuamos como actuamos. En lo personal estoy convencido que cuando estas preguntas se cierran porque “ya las sabemos todas” y no queremos “confundirnos más” escuchando otras opiniones diferentes a las nuestras, la vida se torna terriblemente aburrida y rutinaria. Es ahí cuando dejamos de preguntarnos por el sentido, dejamos de aprender cosas nuevas, dejamos de cambiar y en consecuencia dejamos de hacernos mejores personas. Todo esto me recuerda la famosa historia de los dos sabios narrada en el Talmud, tratado de Babá Metziá 84a. Allí leemos como Rish Lakish y Rabbi Iojanan consolidaban su amistad y crecimiento espiritual en el desacuerdo. La Verdad Absoluta para ellos consistía en el proyecto siempre sagrado pero terriblemente desafiante de contradecirse para pulir, expandir y profundizar las creencias y prácticas mutuas. Amaban la verdad y eran honestos en su búsqueda. Esa búsqueda no se basaba en el consentimiento final irrefutable sino en el debate que es dinámico y eternamente cambiante.

 

Una historia contra-intuitiva

La búsqueda de la Verdad Absoluta acarrea detrás otro problema más grande que quien haya leído la historia sobre la Torre de Babel en la Biblia entiende perfectamente. La historia de la Torre de Babel es contra-intuitiva. Eso significa que su objetivo es enseñarnos una verdad opuesta a la que uno espera o intuye al leerla. Si lo recuerdan, según la Biblia hubo un momento que todas las personas del mundo se unieron para hacer una cosa en conjunto y eso fue construir una Torre. Se unificaron así en una sola verdad. Metafóricamente hablando esto es lo que muchas personas dicen que deberíamos hacer para que el mundo y todo lo que nos rodea alcance esa era mesiánica: que todos estemos unidos tirando para el mismo lado. Pero cuando Dios mira este emprendimiento de la humanidad los esparce y confunde otorgándoles diferentes lenguajes para que no puedan entenderse mutuamente. Y si reflexionamos en la moraleja de esta historia parecería no tener sentido ya que por el resto de la historia lo que hemos intentado hacer como humanidad es deshacer lo que Dios hizo con el episodio de la Torre de Babel. Muchos judíos -e incluso el mundo cada vez más globalizado de la modernidad- están intentado ver cómo podemos hacer para superar la diversidad con el objetivo de alcanzar una Verdad Absoluta que todos crean por igual.

Pero hay un mensaje fundamental detrás de todo esto y eso es que las diferencias no son malas sino buenas. La diversidad de tradiciones culturales tanto adentro como afuera de la tradición judía no debería ser algo que nos preocupa o nos hace sentir menos seguros de nuestras creencias y prácticas. ¡Es maravilloso que existan las diferencias porque probablemente es lo que Dios quiere! Que los judíos tengamos distintas maneras de hacer las cosas, diversas comidas, melodías y aproximaciones hacia nuestros textos y nuestra tradición es algo bueno. Que existan numerosas religiones muy distintas en el mundo es algo positivo y de hecho siempre ha sido así. ¿Quién instaló la idea que eso es algo malo o un producto de la modernidad solamente?

 

¿No se escucha o no se entiende?

Es verdad que incorporar todas las tradiciones religiosas dentro de una sola persona es contradictorio e imposible. Pero la idea que existen diferentes tradiciones -y diferentes maneras de entender una misma tradición- con el objetivo final de mejorar y aprender uno de los otros es una idea noble y bella. El judaísmo nunca existió aislado del mundo. Nuestras melodías, comidas e incluso algunas de nuestras creencias más profundas fueron absorbidas de culturas circundantes. Nos hemos enriquecido de lo absorbido por cada tierra en la que hemos vivido y contribuido aún cuando en muchos de esos mismos lugares fuimos perseguidos y asesinados.

Por lo tanto cuando repensamos la historia de la Torre de Babel descubrimos que lo que Dios hizo es proveernos de la posibilidad de aprender los unos de los otros. Si todos pensamos y creemos por igual en una sola Verdad Absoluta entonces nadie tiene nada más por aprender y nadie tiene nada nuevo para enseñarnos. Hoy escuchamos que la gente se queja que muchos países, grupos sociales y religiones están cada vez más separadas hacia la “izquierda” y la “derecha” y ya no podemos unirnos ni ponernos de acuerdo. Quiero decirles que este no es el problema. El único problema es que dejemos de escucharnos los unos a los otros. No es raro o malo estar en desacuerdo. ¡Ni siquiera es malo discutir ya que somos judíos y es lo que mejor sabemos hacer! La discusión y el desacuerdo es algo positivo. Cada hoja del Talmud está saturada de discusiones y desacuerdos. Cada vez que leo la historia de Babel veo todo esto como una bendición ya que interpreto que Dios mismo no quiere que seamos todos iguales. Cuando tenemos una Verdad Absoluta tenemos un totalitarismo.

 

El amor por lo desconocido

La Creación según los Rabinos ocurre a cada instante y en consecuencia el mundo y nosotros como parte de ese entramado estamos constantemente creciendo, cambiando, dudando, contradiciéndonos y en ese proceso renovándonos. No solo eso sino que según los Rabinos mismos la Tora tiene 70 caras (facetas) diferentes. Así que del modo que ustedes pueden alcanzar hoy una Verdad Absoluta para sus propias vidas tengo que informales que mañana vendrá otra persona y hará lo mismo y luego otra y más luego otra más…¿y adivinen qué? ¡Estarán todos en lo cierto! Porque el desafío real no es escuchar y leer a los Rabinos y los textos que dicen exactamente lo que nosotros ya creemos sino atrevernos a “ponernos en los zapatos del otro” y aprender de ellos también.  Cuando uno realmente crece no es cuando le repiten lo que ya sabe sino cuando logra apreciar lo que tienen para decir los “otros” aún cuando sabemos que no representa para nada nuestra propia opinión.

Celebramos la multiplicidad de verdades dentro del judaísmo porque todas ellas son bellas. Vivimos en un mundo lleno de religiones diferentes no porque sola una de ellas posee la Única Verdad Absoluta y todo lo demás es falso sino porque Dios es más grande que lo que puede capturar una sola tradición religiosa. De hecho cuando Dios esparció a toda la gente que había participado en el proyecto de la Torre de Babel no definió quienes serían los buenos o los malos de la película. Por el contrario lo que Dios nos regaló es la oportunidad de crecer y cambiar entendiendo que no solo hay una diversidad impresionante de tradiciones en el mundo sino y principalmente hay una multiplicidad de tradiciones dentro de una misma familia. Lo que mis tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres hicieron es al mismo tiempo lo mismo que yo hago y algo completamente diferente. En la Amidah, el rezo central del servicio religioso judío, nos dirigimos a Dios no solamente como el Dios de nuestros padres sino como el Dios de Abraham, el de Isaac y el de Jacob (y en el Reformismo también se incluyen las matriarcas que no necesariamente fueron menos importantes o nunca tuvieron una relación personal con Dios). Y necesitamos hacer esta diferenciación en los nombres porque justamente nuestra relación con Dios no es exactamente igual a la que tuvo Abraham o Rebeca sino que es diferente a la que tienen nuestros padres, abuelos, maestros y amigos. Dios no puede ser solamente el Dios de un libro o una enseñanza sino que debe ser personal y ajustarse a cada ser humano para ser el Dios de una tradición. No puede ser el Dios que habló una vez en una montaña hace muchos años sino que debe ser el Dios que nos habla todos los días. Heredamos legados diferentes que constituimos muchas veces como Verdad Absoluta. Pero lo importante no solo es reconocer lo que otros nos han legado sino lo que nosotros legaremos a los que sigan.

 

Mi Verdad Absoluta

De todos modos deberían saber que creo que hay una Verdad Absoluta. Esa Verdad Absoluta es la que indica que hay Múltiples Verdades. Si bien parece una paradoja planteado así, lo que intento decir es que Una Verdad no necesariamente implica que otras pueden no serlo. Antes que piensen que para mí todo vale y es lo mismo judío, cristiano o budista; comer kasher o no comer kasher les digo que no me refiero a esto en absoluto. Lo que me refiero es que esa Única Verdad estará siempre sujeta a las leyes del tiempo y el espacio en el que operan los seres humanos imperfectos, lo cual inevitablemente conllevará siempre a una multiplicidad de verdades sobre esa Única Verdad puesto que cada uno de nosotros está condicionado por una historia diferente y una constelación personal que no ha existido antes ni volverá a existir. La Verdad es Una. Pero siempre que este manoseada o descripta por seres humanos será múltiple e infinita.

Archivado en: Actualidad Judía, Judaismo Hoy Etiquetado como: diferencias, globalizado, la modernidad, las creencias

¿Qué son los judíos Ortodoxos?

11/06/2013 por Diego Edelberg 21 comentarios

 

¡Otra vez los Ortodoxos!

Quizás se sorprendan al leer otra publicación dedicada al judaísmo ortodoxo en este blog. Ya he escrito extensamente sobre esta corriente en publicaciones como El Judaísmo Ortodoxo y Tradición: ¿cambio o continuidad? Respuesta al judaísmo Ortodoxo. Pero al descubrir que los Judíos Ortodoxos son los que más tiempo y dinero invierten en Internet y justamente los mejores 19 sitios para aprender sobre Judaísmo y Tora en español están en su mayoría en manos de rabinos o seguidores de la corriente ortodoxa no puedo dejar de maravillarme nuevamente ante una de las palabras claves más utilizadas para llegar a este blog en la última semana: ‘judíos ortodoxos’.

En homenaje a esta palabra clave acá va una publicación breve para explicarles qué son los judíos ortodoxos.

 

Hasta el 1800 éramos premodernos

Tomando como referencia la historia mundial, hasta el 1800 aproximadamente todos los judíos podrían ser encapsulados en una sola categoría: premodernos. Por supuesto que había distintos tipos de judíos antes de la modernidad del modo que hay distintos tipos de judíos hoy en la modernidad. Cuando uno lee la Tora, el Talmud y la historia judía rápidamente descubre que los judíos siempre hemos estado en desacuerdo. La ridícula idea que solíamos hacer todos los mismo y pensar del mismo modo en la antigüedad es un mito. Sabemos esto porque el Gran Templo de Jerusalem fue destruido según los Rabinos por peleas internas y odio entre judíos. Peleas que existían miles de años antes que aparecieran los Reformistas, los Sionistas, los Ortodoxos, etc. De todos modos los judíos premodernos estaban básicamente diferenciados por factores geográficos y de estilo más que cualquier otra cosa. Los premodernos podían ser subdivididos en ashkenazim y sefaradim o jasidim y mitnagdim. Pero hasta el 1800 el judaísmo ortodoxo no existía.

 

Luego llegaron los Reformistas

Comenzando el 1800 algunos grupos judíos (principalmente en Alemania) comenzaron a reformar el judaísmo medieval con la idea que estaban actualizando y llevando su tradición hacia una visión más optimista y honesta enmarcada en el racionalismo y el pensamiento científico de su tiempo. Estos eran los primeros Reformistas quienes en su búsqueda de autenticidad le dijeron violentamente “adiós” al pasado y comenzaron a realizar cambios impensados. Con el paso del tiempo las siguientes generaciones fueron  repensado su estrategia y los Reformistas hoy son conscientes que el judaísmo sin mitzvot o mandamientos no es judaísmo (de todos modos la práctica de los mandamientos sigue siendo opcional dentro de una comunidad reformista y el rabino pude estar observando el kashrut pero no lo impone en los miembros de la comunidad…en consecuencia el tema no se ha modificado del todo).

 

Y no tardó en aparecer la respuesta Ortodoxa

Aquellos judíos que no estaban de acuerdo con todos estos cambios dentro de la tradición fueron los primeros “Ortodoxos”. A pesar que muchos judíos Ortodoxos de aquel entonces y de hoy decían y dicen que el nombre en si no los representa o incluso no significa realmente nada, el mismo Samson Raphael Hirsch (uno de los más grandes Rabinos ortodoxos) al establecer en 1886 una alianza de congregaciones judías en Europa que compartían los mismos ideales la nombró “Freie Vereinigung für die Interessen des Orthodoxen Judentums” es decir “Unión Libre para los Intereses del Judaísmo Ortodoxo”. Por lo tanto terminó él mismo asumiendo esta denominación.

 

La Ortodoxia es en cuanto a su reacción a la Modernidad

Hasta el día de hoy la Ortodoxia judía es la corriente que más resiste al cambio y al efecto de la modernidad. Apoyándose en la creencia ferviente que Dios literalmente dictó toda la Tora letra por letra a Moisés ninguna ley puede ser descartada incluso si hiere nuestras sensibilidades modernas. Un ejemplo concreto de esto es el feminismo y la reciente ordenación de mujeres como “rabinas ortodoxas” que en realidad no son tales pero consideradas como si lo fueran (se que suena medio extraño pero es así. Pueden leer más en inglés siguiendo este enlace http://www.tabletmag.com/jewish-life-and-religion/134369/orthodox-women-ordained?all=1). El fenómeno más curioso que se ha dado con este tema es que muchos cambios iniciales que son criticados en otras corrientes y que comienzan con el Reformismo o el Reconstruccionismo (ambos movimientos fueron los primeros en ordenar mujeres como rabinas e inventar el Bat Mitzva) terminan salpicando e influenciando décadas más tarde a la corriente Ortodoxa.

 

Un judío dos opiniones

Hay muchas clases de judíos ortodoxos. Algunos no reconocen el Estado de Israel (¡a pesar que viven ahí!) bajo el argumento que el mismo fue una consecuencia humana y no divina. Por el contrario a esta postura hay otros que se llaman “Ortodoxia Moderna” y hacen un gran esfuerzo para intentar armonizar las tradiciones ancestrales con las perspectivas modernas. Pero si las ideas modernas entran en conflicto con las enseñanzas tradicionales entonces la tradición cobra prioridad. Nuevamente y tomando el ejemplo del feminismo, para muchas mujeres ortodoxas sigue siendo terriblemente ofensivo la idea que su presencia no cuenta frente a Dios para conformar un minian, es decir un mínimo de diez adultos necesarios para realizar ciertas prácticas judías. Toda la base de la argumentación Ortodoxa para contestar preguntas, vivir su teología y pensar su práctica cotidiana se apoya en los textos de la literatura rabínica.

 

Un corazón con muchas habitaciones

Como siempre digo en este blog, la idea no es decir si la Ortodoxia judía es buena o mala, correcta o incorrecta. Tampoco quiero sugerir que los diferentes movimientos judíos son unos mejores o peores que los otros ni que uno de ellos es “verdadero” y los demás son falsos o distorsionados. No creo que exista algo así en el esfuerzo sincero de todos los judíos por encontrar sentido a sus vidas. Si no fuera así tampoco entendería porque Dios permite la multiplicidad de opiniones en el judaísmo y estando Dios a cargo del devenir histórico parecería que está permitido que existan distintas maneras de entender lo judío. Dios no quiere un solo modo de ser, un solo modo de entender la vida, una sola manera de leer la Tora, una sola manera de entender la tradición judía e incluso una sola manera de entender lo que quiere porque si fuera así no nos hubiese creando tan diferentes los unos a los otros. Lo que estamos haciendo es intentar comprender las aproximaciones judías a la modernidad.

Archivado en: Educación Judía Etiquetado como: el feminismo, Feminismo, hirsch, la modernidad, ortodoxo, reformista

La Redención o Salvación Nacional Final de Israel

10/04/2013 por Diego Edelberg 1 comentario

En la publicación anterior exploramos el concepto de Redención Final Universal según la tradición judía. Con eso nos referimos a cómo será la Salvación Final del mundo según el pensamiento teológico judío. En esta oportunidad le toca el turno a la Redención Final Nacional, es decir qué ocurrirá en el plano de la Salvación Final para el pueblo de Israel según la tradición judía. Noten que no es una casualidad que estas redenciones se muevan desde lo macro a lo micro, en otras palabras, la redención ocurrirá tanto a nivel mundial, como nacional (del pueblo judío) y finalmente -en la próxima publicación- será a nivel individual.

La dimensión nacional de la Redención Final judía es una clara extensión de la temática que se desprende de la redención “original”, aquella que ocurrió hace miles de años cuando Dios liberó a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto. Esta narrativa bíblica sirve como modelo para la recreación de la experiencia redentora. Apoyándose en este relato la tradición judía construyó la idea que Dios volverá una vez más a rescatar a Israel, liberarlo de la opresión de otras naciones y finalmente llevarlo nuevamente a su tierra prometida salvándolo así del yugo del exilio eterno. Jerusalem y Templo volverán a ser reconstruidos y volveremos al viejo sistema de sacrificios animales en un altar llevado a cabo únicamente por los Cohanim o Sacerdotes. Dicho sea de paso, si alguno de ustedes escucha que estamos próximos a esta situación y decide que quiere hacerse Rabino le recomiendo que no lo haga: ¡no habrá mucha demanda de ese puesto de trabajo si es que el Templo vuelve finalmente a funcionar! Ni quiero pensar qué vamos a hacer con toda la literatura rabínica…

La realidad es que la Redención Final Universal que analizamos en la publicación anterior es mucho más “simple” que la Redención Final Nacional que estamos analizando ahora. La evolución histórica que tuvo esta Redención Nacional es increíblemente compleja. Cuando el primer Templo de Israel fue destruido en el año 586 AEC (Antes de la Era Común o Antes de Cristo) comenzó el primer exilio. Pero Israel retornó luego a la tierra prometida donde reconstruyó el segundo Templo que eventualmente sería también destruido junto a Jerusalem por el ejercito romano siglos más tarde. Finalmente el Emperador Adriano sería quien tomaría el control total de la tierra cambiándole el nombre por Palestina (título que eligió basándose en uno de los enemigos clásicos de los antiguos hebreos en la Biblia: los filisteos). Curiosamente cuando Adriano hizo esto ya hacía cientos de años que los filisteos originales habían desaparecido. Adriano fue exitoso en eliminar toda autoridad soberana judía en la tierra de Israel desde el año 135 EC (Era Común o Después de Cristo) hasta 1948. ¡Solo piensen cuán maravilloso es que nosotros vivimos en una generación en la que hay nuevamente autonomía judía en la tierra de Israel luego de 1800 años!

Tan significativo fue el regreso de la autonomía independiente en la tierra de Israel que algunos judíos han visto este episodio como el comienzo del proceso de la Redención Final. La nueva plegaria que recitamos en las Sinagogas por el Estado Moderno de Israel pide que Dios bendiga “el primer florecimiento de nuestra redención”. Pero lo hermoso del judaísmo es que su estructura de pensamiento no es fundamentalista ni totalitaria. Por eso hoy hay muchos judíos tanto “seculares” como “religiosos” que no creen que este regreso sea el inicio de un proceso hacia la Redención Final. Los judíos “seculares” no lo creen simplemente porque no creen en ninguna Redención Nacional para el pueblo judío en términos generales. Para ellos Israel es simplemente un país más de la modernidad. Por el contrario para algunos judíos “religiosos” – agrupados generalmente bajo la categoría de Ortodoxos, Ultra-Ortodoxos y también movimientos jasídicos como Jabad – la Redención Nacional va venir por parte de Dios y no de los seres humanos. Por este motivo sus Sidurim (libros de rezo) generalmente no incluyen esta plegaria. Un ejemplo concreto de esto lo experimenté hace dos días cuando parado al lado del Rabino local de Jabad en Hong Kong noté que al finalizar el acto de Iom Hashoa no cantó Hatikva, el himno nacional del Estado Moderno de Israel.

 

 

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Reflexión sobre el sentido de Iom HaShoa, el Holocausto Judío

08/04/2013 por Diego Edelberg Deja un comentario

Cómo mantenemos la Memoria de la trágica experiencia de la Shoa sigue siendo un tema central del judaísmo en la Modernidad. Si bien es y será siempre una absoluta necesidad seguir preservando la memoria de los asesinados, en los últimos años ciertas voces han declarado que el judaísmo es mucho más que la Shoa y no deberíamos reducir en forma totalitaria nuestra identidad y pertenencia judía vinculándola solamente con esta trágica experiencia de la milenaria historia judía. De hecho y en términos generales no deberíamos anclarnos en la constitución de nuestra existencia judía utilizando solo las tragedias de nuestro pueblo.

Por supuesto que al ser este un episodio que aún nos toca de cerca (debido a la cercanía histórica que tenemos con todos estos sucesos) se hace difícil hablar de estos temas sin herir algunos sentimientos. Por eso en un día como Iom HaShoa en el cual recordamos y reflexionamos sobre la Shoa también debemos mantener el foco en el mensaje más importante de nuestra tradición judía: la vida y la continuidad. Homenajeamos los nombres y las memorias de quienes fueron arrancados brutalmente y sin sentido. Simultáneamente y en honor a ellos no solo nos comprometemos a recordarlos sino también a cumplir con lo que ellos y ellas esperarían de nosotros como judíos: ¡seguir adelante con la vida!

Aquí comparto algunas publicaciones en las que he explorado el tema de la Shoa dentro de JudiosyJudaismo:

1) Respuestas judías al Holocausto Nazi

2) El Holocausto Nazi y sus desafíos teológicos ¿Qué debemos responder?

3) La Muerte de Dios — Cómo responderle a un Ateo

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Dios y los seres humanos ¿qué ha cambiado realmente?

25/02/2013 por Diego Edelberg 70 comentarios

 

Hemos insistido mucho en las últimas publicaciones en un tema central del pensamiento teológico judío: Dios es Dios y los humanos somos humanos. Esto implica que absolutamente ningún ser humano puede saber cómo es Dios y menos puede llegar a decir qué es lo que quiere o porqué sucede lo que sucede. Si fuera así esta persona tendría acceso directo a la esencia de Dios y eso resultaría un absurdo porque Dios está más allá de cualquier descripción o interacción humana.

Para recapitular este tema una vez más, hay dos cosas que siempre debemos recordar cuando hablamos de Dios. Primero, atribuir características tanto positivas como negativas a Dios es simplemente expresar nuestra percepción humana de Dios, lo cual no significa presentar la esencia de Dios. Cuando hablamos de Dios lo que hacemos es utilizar palabras, imágenes o metáforas que intentan expresar lo inexpresable y minimizar esa brecha inalcanzable con lo trascendente. Así nos imaginamos a veces a Dios como un “Súper Poder”, un “Padre que nos protege”, un “Rey que nos juzga” o como un “Judío Gigante” que hace todo bien. Solo podemos intentar imaginar cómo Dios se nos presenta o manifiesta a nosotros mismos en cada momento específico y cambiante de nuestras vidas.

Segundo, decir que Dios es bueno o malo es en realidad un tema de perspectiva y de contexto momentáneo. Si Dios permite que un lobo se coma un conejito Dios está siendo amoroso según la perspectiva del lobo pero cruel según la perspectiva del conejito. Por eso debemos ser muy cuidadosos cada vez que decimos “Dios odia a…” porque generalmente lo que estamos expresando ahí no es lo que Dios realmente odia sino lo que nosotros odiamos. Nuevamente no sabemos realmente qué odia Dios porque sino seríamos cómo Dios. Más complejo aún es aceptar lo que Maimonides nos enseñó: en el fondo Dios no odia ni tampoco ama; no se enoja ni se pone contento. Todas estas cosas son sensaciones humanas pero no divinas. Cuando hacemos algo que consideramos bueno nosotros nos ponemos felices pero Dios no porque ¡Dios no puede cambiar de estado! Si cambia deja de ser Dios.

Nuestra discusión sobre Dios estará siempre impregnada de subjetivismo. Nunca podremos escapar de nuestra condición humana y por lo tanto Dios será siempre una imagen o metáfora de nuestra propia experiencia de vida. Nunca lograremos reducir a Dios en palabras. Lo único que podemos hacer como seres humanos es aceptar que la manera en que nos imaginamos a Dios va cambiando a medida que nosotros mismos vamos cambiando, madurando, teniendo diferentes experiencias de vida y al mismo tiempo vamos afilando nuestros niveles de abstracción. A veces percibimos a Dios como la más elevada Justicia y otras veces nos agarramos la cabeza tratando de comprender porqué muere gente inocente o porqué existen las enfermedades congénitas.

Finalmente y con mucho esfuerzo intelectual y sensitivo debemos con una mano en el corazón sincerarnos y declarar que cuando hablamos de Dios no hay realmente correcto o incorrecto. Cuando hablamos con Dios tampoco lo hay. Todo lo que podamos decir terminará siendo siempre insuficiente.

Dios no ha cambiado pero nuestras imágenes de Dios si lo han hecho. Estas imágenes no sólo han cambiado en la modernidad para incorporar a Dios como una Madre y no solamente un Padre, como una Ella y no siempre un Él, sino que a lo largo de toda la experiencia judía e incluso durante el ciclo anual judío nuestra imagen de Dios debe ir cambiando para que nuestra existencia judía tenga sentido durante el año. Cuando vamos a rezar en el Día del Perdón debemos imaginar que Dios es simultáneamente un juez severo y un padre compasivo. Si no aceptáramos esta paradoja sería imposible sentir la restauración y el sentido espiritual que ofrece la existencia judía. O para decirlo en palabras más simples, no podríamos vivir solamente con el Dios que según la Tora en el libro Shmot (Éxodo 34:7) no perdona en forma total sino castiga hasta la tercera y cuarta generación. Las imágenes cambian porque nosotros necesitamos que cambien. Nosotros necesitamos saber que podemos ser perdonados.

De todos modos y aunque ya nos parezca muy ingenua, la imagen tradicional de un Dios que a modo de juez premia o castiga nuestros actos ha tenido y seguirá teniendo históricamente un resultado extraordinario porque cancela la sensación de abandono proveyéndonos de un medio para restaurar la relación con Dios a su estado positivo original. En otras palabras, refuerza la idea de teshuva literalmente retorno a Dios que inunda la temática de Rosh Hashana y Iom Kippur.

El hecho que nuestros antepasados se sintieron libres para transformar e interpretar las imágenes clásicas de Dios según las necesidades de cada generación es lo que nos permite legitimar que nosotros mismos podemos también hacerlo. Porque nuevamente, no estamos cambiando la esencia de Dios (nadie puede hacer eso) sino que estamos evolucionando nuestras propias imágenes humanas de Dios para nutrir nuestra relación hoy en nuestro propio contexto histórico y cultural. Si nuestros antepasados declaraban que Dios no debía ser entendido solamente como un juez que castiga sino que también tiene compasión, nosotros podemos argumentar que Dios ya no debe ser más descripto solo utilizando el género masculino. Algunos podrán estar de acuerdo con estas ideas y otros no. Algunos sentirán la necesidad de modificar la liturgia para que refleje estas sensibilidades y otros no. La tensión y la discusión es siempre un indicador de vitalidad.

Archivado en: Dios de los judíos Etiquetado como: antepasados, de dios, divinas, la modernidad, maimonides, odia

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Acerca del Autor

 Hola, soy Diego Edelberg, el fundador del blog Judios&Judaismo.com. Me apasiona todo lo relacionado con la música, el judaísmo, la interpretación, la educación, la mitología, la filosofía, la religión, la ciencia, la historia, el arte, la física, la cosmología, la evolución, la sociología, la epistemología, la metafísica, la cabalá y en especial aquello que resulta contradictorio, paradójico y absurdo. Para conocer más sobre mi y de qué se trata mi blog visitá la sección Acerca del Autor

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