En la publicación anterior compartí cómo el mito y la experiencia mitológica transformaron mi manera de ver y amar la tradición judía. Luego de escribir dicha publicación estuve toda la semana respondiendo emails y preguntas sobre el mito. Me resultó muy placentero recibir mensajes en los cuales me escribían que había logrado poner en palabras lo que muchos piensan y sienten pero no saben como expresar. Es por eso que entre los diferentes libros que voy leyendo y compartiendo, sigo enganchado a Tree of Souls: The Mythology of Judaism
, escrito por Howard Schwartz y publicado por Oxford University Press. Como mencioné en la publicación anterior, esta obra representa la primera y más completa antología de la mitología judía en inglés. El libro de más de 700 páginas revela una tradición mítica tan rica y tan fascinante como cualquier otra en el mundo. Hoy quiero seguir compartiendo una traducción e interpretación de la introducción de este libro porque es fascinante y tal vez responda algunas de las preguntas que recibí.
¿Cuántos seres habitan realmente en el cielo?
En la publicación anterior les conté que Schwartz abre su libro con la siguiente pregunta: ¿Hay una mitología judía?
A primera vista parecería que no puesto que una de las características que definen al mito como tal es la interacción entre dioses. Después de todo, el principio central del judaísmo es el monoteísmo, la creencia en un solo Dios con exclusión de la posibilidad misma de otros dioses. Entonces ¿cómo puede haber una mitología donde sólo hay un Dios? La mitología parece implicar una multiplicidad de fuerzas sobrenaturales que da a la historia de la divinidad una tensión y una emoción que no tiene cuando sólo hay un Dios único y todopoderoso. Y puesto que, desde la creencia monoteísta, Dios creó el mundo de la nada, ex-nihilo, ¿no implica esto que Dios es el único habitante de los cielos? De lo contrario, ¿se podría decir que otras deidades o seres divinos participaron en la Creación o que incluso tienen una participación gobernando el mundo con Dios? Cualquier judío respondería esta pregunta con un rotundo “¡no!”. Es una herejía pensar que hay alguien más que Dios en el cielo.
Pero el cielo sería un lugar estéril, solitario y aburrido -al menos en términos míticos- si tan solo Dios estuviera allí. Por eso el punto de vista judío real de los cielos es bastante diferente. Hay siete cielos, llenos de ángeles y otros seres divinos, como el Mesías, que se dice que tiene un palacio de su cuenta en el cielo más alto. Hay también en el cielo un Templo celestial que es el reflejo del Templo terrenal en Jerusalén. No solo eso sino que en el cielo mítico hay también una gran cantidad de palacios celestiales que son uno para cada uno de los patriarcas, matriarcas y sabios donde él o ella enseña Tora a las almas atentas de los seres humanos y los ángeles (sí, en la mitología judía la mujer puede enseñar Tora en el mundo venidero aunque no se les permitía tradicionalmente hacerlo en este mundo). Por encima de todo, el cielo es el hogar de las almas de los justos mortales que ascienden al Paraíso después despedirse de este mundo.
La Novia de Dios
Esta visión del cielo gobernado por un solo Dios y poblado por seres divinos inferiores -junto a las almas de los seres justos que habitaron la tierra- no parece infringir el concepto central del monoteísmo. Pero entre los habitantes del cielo se encuentra una figura inesperada: la novia de Dios. Esta figura divina se conoce como la Shejiná. Al principio este término hacía referencia a la presencia de Dios en este mundo, lo que se conoce como la Presencia Divina. Pero en el siglo XIII el término «Shejiná«, que es de género femenino en el lenguaje hebreo, ya había llegado a significar «Novia de Dios» y de hecho la Shejiná fue abiertamente identificada como la esposa de Dios en el Zohar, el texto central de la mística judía.
Esto último marca un importante avance en términos de la mitología particularmente judía ya que la noción misma de una Novia Divina es esencial en la mitología de la mayoría de los pueblos. Ejemplos de esto encontramos en pares tales como Zeus y Hera en la mitología griega y El y Astarot en la mitología cananea. Pero la existencia de una figura que se asemeja fuertemente a una diosa hebrea, haciéndose eco del papel atribuido por algunos a Astarot en el antiguo Israel, plantea las preguntas más elementales acerca de su papel en un sistema monoteísta.
Mito versus Monoteísmo
Hay otros ecos inesperados de mitología politeísta en el judaísmo. Génesis Rabba, un texto rabínico importante que data del siglo cuarto o quinto, habla de un Consejo de las Almas (en hebreo nefashot shel Tzadikim). Este Consejo representa un grupo de deidades celestiales a quien Dios consulta acerca de la creación del mundo y la creación del hombre. Aquí no hay una figura divina sino múltiples, como las que se encuentran en las religiones paganas. De hecho, el Consejo de las Almas es exactamente igual a el consejo divino liderado por el dios El que gobierna el mundo de la mitología cananea. Tales Consejos Celestiales gobiernan en mitologías mesopotámicas y babilónicas, dos locaciones en las cuales el judaísmo absorbió gran parte de sus narrativas incluyendo todos los nombres de su calendario hebreo que opera hasta la actualidad.
¿Cómo pudo un mito sobre múltiples divinidades encontrar su lugar en uno de los texto principales de la literatura rabínica como es Génesis Rabba? ¿Por qué nadie lo rechazó tildándolo de blasfemia? La respuesta es que el judaísmo no es -y nunca ha sido- una sola corriente de pensamiento sino un río formado por muchos, a menudo contradictorios, arroyos y textos rabínicos compuestos de diferentes tipos de pensamiento. Ha existido desde siempre una lucha constante en el judaísmo entre las fuerzas anti-míticas y monoteístas en contra del tipo de fuerzas míticas que son frecuentes en muchos textos cabalísticos. Por lo tanto es posible encontrar en muchos de los principales textos rabínicos, incluyendo el Talmud y el Midrash, configuraciones duales o incluso politeístas como el de un Consejo de las Almas, junto a textos monoteístas.
El Judaísmo como mito sagrado
Así como hay una gran variedad de mitologías -cada pueblo del mundo tiene una- hay muchas definiciones para la palabra mito. En este punto, podría ser conveniente establecer una definición para el acercamiento a la mitología utilizado en el libro de Schwartz:
«Mito se refiere a las historias sagradas de un pueblo: los orígenes, deidades, ancestros y héroes. Dentro de una cultura los mitos sirven como constitución de la divinidad. Por encima de esto el mito y el ritual son indisolublemente uno.»
Vamos a considerar esta definición en términos de la tradición judía: el mito se refiere a las historias sagradas de un pueblo sobre los orígenes, deidades, ancestros y héroes. Esto es precisamente lo que la Tora relata a los judíos en las personas y las historias sobre los orígenes, tal como se encuentra en el Génesis; acerca de Dios, la deidad gobernante; acerca de los antepasados como Abraham y Moisés, y los héroes, como el rey David.
En cuanto a la idea de tener una constitución divina, esta es justamente la naturaleza exacta de la Tora, dictada por Dios a Moisés en el Monte Sinaí según el mito judío. La Tora sirve como una crónica de lo que pasó y al mismo tiempo como un pacto operativo de lo que sucede y debería suceder.
Finalmente el mito y el ritual se refuerzan mutuamente en el judaísmo. Shabbat alude al día de descanso que Dios declaró después de los seis días de la Creación y al mismo tiempo a los rituales que los judíos realizamos en Shabbat como un recordatorio y recreación constante de este evento filtrado a través de la interpretación rabínica de los orígenes míticos de este día sagrado.
Todos estos aspectos primordiales de la mitología encuentran expresión en la tradición judía. Los mitos individuales han ejercido un gran poder sobre la vida judía. Incluso hoy en día los judíos «revivimos» el Éxodo en Pesaj y «recibimos» la Tora de nuevo en Shavuot.
Los que temen a la palabra «mito»
Para los que prefieren no utilizar el término «mitología» en relación con el judaísmo, hay dos objeciones principales.
La primera es que el término sugiere una constelación de dioses en lugar de un solo Dios omnipotente. ¿Cómo podría haber una mitología judía sin contradecir este principio básico de la teología judía? El simple hecho es que a pesar de ser una religión monoteísta, el judaísmo tiene un mito real. Así como las prácticas sobrenaturales, por ejemplo el uso de la adivinación o el consultar a un adivino se realizaron normalmente a pesar del mandato bíblico en contra de ellos, una extensa mitología judía evolucionó, sobre todo en los círculos del misticismo (cabalá), donde se creía posible preservar una perspectiva monoteísta mientras se empleaba simultáneamente una mitológica. Aquí se entendió que la mayoría de las figuras mitológicas, especialmente la Shejiná, eran en última instancia aspectos de la Divinidad a pesar de su independencia mitológica aparente. Incluso lo que a veces parece tener independencia mítica también puede ser entendido como una emanación de la Divinidad.
En la cabalá las emanaciones divinas toman la forma de las diez sefirot, simbolizadas en el Árbol cabalístico de vida. Es posible identificar un proceso sefirótico subyacente prácticamente en cada mito. Pero en la traducción de imaginaciones míticas en las etapas de la emanación, las sefirot también sirven como antídoto a la mitología, ya que son totalmente transmitidas través de la alegoría y el simbolismo. Claramente las sefirot no está destinadas a ser tomadas literalmente y pueden haber sido creadas para frenar el impulso mítico lanzado por el misticismo judío, así como para definir su estructura arquetípica subyacente. Ciertamente, este sistema de emanaciones divinas es tan complejo y amplio como el de la teoría junguiana de los arquetipos. Y si bien la esencia del mito es el arquetipo, es mucho más difícil, si no imposible, mitificar un sistema tan abstracto como las sefirot. Sin embargo, subyace bajo estas abstracciones, las fuerzas vivas de mito.
La segunda objeción al uso de la «mitología» en términos de la tradición judía es que sugiere que las creencias consideras desde esta orientación no son ciertas. Incluso la mera identificación de las creencias de una cultura como mitológicas indica que no se las está contemplando desde la perspectiva de un creyente. Es por ello que, con algunas excepciones, ha habido tanta resistencia a identificar cualquiera de las narraciones bíblicas como mitos o utilizar las herramientas de investigación mitológica para influir en el judaísmo o el cristianismo. Si bien es cierto que el estudio de estas religiones desde una perspectiva mitológica implica cierta distancia de indagación crítica, eso no quiere decir que las tradiciones, examinadas desde esta orientación, son consideradas falsas, primitivas o erradas. Los estudios mitológicos son comúnmente vinculados hoy con los psicológicos demostrando cómo es posible reconocer una dimensión de verdades psicológicas subyacentes en tradiciones míticas, donde el mito se puede ver como la proyección colectiva de un pueblo. Y no sólo nos referimos a verdades psicológicas sino también las más profundas verdades existenciales. De hecho, la razón por la cual los mitos persisten es porque ofrecen sentido a las preguntas eternas (¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿cuál es mi destino? ¿qué se supone que debería hacer con mi vida? ¿cómo se que no estoy realmente solo? ¿qué pasa luego de mi muerte?, etc.). En el caso del judaísmo, muchas generaciones de rabinos (así como judíos que no fueron rabinos) recibieron y transmitieron los mitos sagrados, rituales y tradiciones e incluso a veces transformaron radicalmente (tal vez sin querer) estos mitos en el proceso de transmisión.
Una tradición paradójica, fascinante y sagrada
Con el paso del tiempo el número de figuras sobrenaturales en este panteón mitológico judío aumentó. Eventualmente surgió una gran cantidad de narraciones mitológicas. Estas narraciones describen eventos tales como la transformación de Janoj en el ángel Metatrón, la entrega de la Tora, la cadena de acontecimientos que ha impedido hasta el momento la venida del Mesías y los intentos de Satanás para ganar incursiones en el mundo de los seres humanos. Estos mitos también trazan los reinos del cielo y el infierno en gran detalle. Por un proceso de expansión, estos reinos míticos fueron adornados y mejor definidos dando a luz a narrativas adicionales. De esta manera la mitología judía se ha convertido en una tradición extensa que se se encuentra interrelacionada y con frecuencia resulta paradójica, fascinante y siempre sagrada.