• Saltar a la navegación principal
  • Saltar al contenido
  • Saltar a la barra lateral principal
  • Saltar al pie de página

Judíos & Judaísmo

antiguo, novedoso, sagrado.

  • ¿Nuevo en el Blog?
  • Acerca del Autor

La Ley Judía y El Judaísmo Rabínico: breve historia de la Halaja

22/12/2013 por Diego Edelberg 26 comentarios

 

Queridos Rabinos: ¡Gracias!

El judaísmo, es decir el conjunto de prácticas que los judíos hacemos y son tan familiares para nosotros hoy, es una creación rabínica. El judaísmo actual tiene poco que ver con las prácticas y pensamientos de los antiguos israelitas que leemos en la Biblia. En palabras más simples, el judaísmo es rabínico y no bíblico. Cada práctica y pensamiento judío en cualquier forma que hoy encontremos es el producto de un círculo de grandes pensadores a quienes llamamos “nuestros Maestros” y se hacían llamar a sí mismos “Rabinos”.

Estos hombres florecieron y desarrollaron su pensamiento durante los primeros 5 siglos de la Era Común (del 0 al 500). Por dicho motivo una de las formas en las que los historiadores definen este período de 500 años es utilizando el título de “Era Rabínica”. Es verdad que los orígenes del judaísmo se remontan a un tiempo muy anterior a la Era Rabínica. La Biblia es el documento fundacional del judaísmo y algunas de sus partes preceden a los escritos de los rabinos por más de mil años. Pero las prácticas de los antiguos israelitas que leemos en la Biblia no representan al judaísmo del modo que cualquiera de nosotros lo reconocería hoy. Fueron justamente los Rabinos quienes interpretaron el texto bíblico por nosotros y lo convirtieron, de alguna manera, en un “libro judío” que se refiere a prácticas judías.

 

Agadah y Halaja

Estas interpretaciones rabínicas ocurren por ejemplo con lo que llamamos agadah, es decir la narrativa “histórica” del judaísmo. Los Rabinos expandieron los relatos de la Biblia, contaron historias acerca de las historias mismas de la Biblia y crearon un impresionante tesoro de literatura rabínica que ha servido a la humanidad como fuente de inspiración para discusiones, pensamientos y debates sobre la teología judía y los valores que propone la tradición. Este es el caso también de lo que llamamos halaja, lo cual lidia con las formas de comportamiento apropiado dentro de un encuadre judío. Los Rabinos leyeron sobre las prácticas de los antiguos israelitas que son descriptas en la Biblia (prácticas relacionadas con los sacrificios, rituales de pureza e impureza y las festividades agrícolas) y las tradujeron hacia un nuevo estadio que nosotros hoy identificamos como judaísmo: plegarias organizadas siguiendo un texto particular; observancia del Shabat muchísimo más detallada de lo mínimo prescripto en la Biblia; conmemoración simbólica de las festividades agrícolas a lo largo del ciclo anual del calendario judío; junto a los aspectos que se relacionan con las configuraciones de un hogar y una familia judía y todo lo demás que podríamos enumerar. Sin la halaja, lo que nosotros hoy llamamos judaísmo nunca hubiese existido.

 

Un Judaísmo, Dos Verdades

Los Rabinos no fueron (ni siguen siendo) los únicos judíos que se relacionaron con la historia de los antiguos israelitas de la Biblia. Pero diferían de sus contemporáneos principalmente en la definición de una palabra: Tora. Los judíos contemporáneos a los primeros Rabinos creían que Dios había revelado la Tora en forma completa a Moisés en el Monte Sinaí y que esta Tora comprendía la ley básica de la comunidad sagrada de Israel. Sin embargo los Rabinos argumentaron que además de la Tora Escrita (Tora shebijtav; un término que designa la Biblia en general y los primeros Cinco Libros de Moisés en particular) ellos poseían todo otro material que llamaron Tora Oral (Tora shebaal peh) cuyo contenido estaba constituido por leyes y enseñanzas que extendían, explicaban, desarrollaban y en esencia expandían los mandamientos bíblicos (mitzvot). Cómo fue que los Rabinos entendieron la relación entre estas dos “Toras” es un tema de debate que continúa hasta nuestros días. Claramente para los Rabinos ambas “Toras”, la Oral y la Escrita, se habían originado en el exacto mismo momento de la revelación de Dios en el Sinaí y en conjunto definían, ambas “Toras”, el pacto entre Israel y Dios.

 

Midrash y Mishna

Los Rabinos que vivieron durante los primeros 200 años de la Era Común expresaron esta Tora Oral en dos formas literarias diferentes. La primera de estas formas es lo que llamamos midrash, una palabra que significa “interpretación” o “investigación”. Esta forma literaria presentaba a la halaja como el resultado directo de aquello que puede ser derivado del análisis del texto que se encuentra en la Tora Escrita. La segunda forma es la que llamamos mishna, una palabra que significa “repetición”. A diferencia del midrash una mishna es una sentencia de la Tora Oral que no necesariamente requiere una cita de la Tora Escrita como prueba: es válida en sí misma y es aprendida a través de la repetición en lugar de ser expresada en la forma de un comentario sobre un texto escrito. La relación entre estos dos métodos de estudio está sujeto a mucha controversia desde una perspectiva académica. Eventualmente el producto final de estas dos formas de aprendizaje fue puesto por escrito en la forma de libros que llevan estos mismos nombres: midrash terminó haciendo referencia a la colección de interpretaciones rabínicas de la Tora Escrita y mishna a colecciones particulares de sentencias de Tora Oral (plural mishnaiot) editadas por los Rabinos que las enseñaron a sus alumnos.

 

La Mishna

En la actualidad la palabra mishna es reconocida como el título de una de las tantas colecciones literarias y se le atribuye su autoría al Rabino Iehudá ha-Nasí (alrededor del 200 E.C). Esta colección rápidamente suplantó todas las demás colecciones convirtiéndose en el texto básico de estudio en las academias rabínicas en Palestina y Babilonia. Tal fue el reconocimiento de esta colección que terminó siendo considerada “la” Mishna y su editor, Iehuda ha-Nasi, es referido en la literatura posterior simplemente como Rabbi, sin la necesidad de agregarle otra calificación debido a su grandeza. El contenido de la Mishna que Rabbi compiló está ordenado por temas divididos en seis órdenes (sedarim) los cuales a su vez están subdivididos en tratados (masejot). Rabbi fue muy selectivo al momento de decidir qué iba a formar parte de su Mishna. De todos los textos que habían sido creados por los Rabinos hasta ese momento, Rabbi eligió una pequeña fracción dejando mucho material afuera. Por este motivo su Mishna parecería ser un compendio legal sobre la Tora Oral conteniendo las enseñanzas favoritas de Rabbi mientras se omiten aquellas enseñanzas que consideraba incorrectas.

 

Majloket

Pero a diferencia de otros compendios legales, la Mishna de Rabbi no contiene una única opinión sino que cita muchísimas opiniones individuales que generalmente están en desacuerdo con lo que opina la mayoría dentro de lo que se preserva en el texto mismo. Honestamente nadie sabe por qué Rabbi decidió preservar disidencias en su Mishna. Lo que sí sabemos es que a través de un estudio profundísimo la Tora Oral se convirtió en un diálogo continuo estructurado en la forma del desacuerdo entre los primeros Rabinos. A tal punto llega este desacuerdo que la metodología característica del judaísmo rabínico terminó siendo conocida como majloket, palabra que significa “disputa”. Si tuviéramos que explicar esto en palabras más simples podríamos decir que: no existe el judaísmo rabínico sin la Tora Oral y no existe la Tora Oral sin majloket, es decir sin argumento y debate.

 

Los «Talmudes«

Los Rabinos que estudiaron la Mishna de Rabbi durante los siglos siguientes en las academias rabínicas de Palestina y Babilonia produjeron también un material extraordinario que pasó a llamarse talmud, literalmente “estudio”. Y la palabra talmud, al igual que mishna y midrash, también terminó convirtiéndose en un nombre propio siendo el título de una colección particular de estos estudios. Como la Mishna de Rabbi era estudiada simultáneamente en dos locaciones diferentes, lo que tenemos son dos “Talmudes”: uno llamado Talmud Babilonio y otro Talmud Palestino (conocido como Ierushalmi entre los judíos). Ambos “Talmudes” superan ampliamente en contenido a la Mishna y están organizados como comentarios siguiendo los órdenes y tratados de la Mishna misma. A simple vista estos comentarios parecerían ser solamente un expansión de la Mishna. Pero son mucho más que eso. La literatura talmúdica discute en extensión no solo la Mishna sino los otros textos que Rabbi había decidido dejar afuera. Además el Talmud lidia con otros temas sobre halaja que no son -estrictamente hablando- parte de la Tora Oral. Estos temas incluyen instituciones creadas a partir de promulgaciones (takanot) o decretos (guezeirot) de los antiguos Rabinos como así también prácticas que se originaron por costumbre (minhag) de la comunidad.  Los “Talmudes” (en especial el de Babilonia) contienen además mucho texto que encasillaríamos en la categoría de agadah: comentarios sobre narrativas bíblicas, relatos sobre las figuras bíblicas y los primeros Rabinos e incluso especulaciones concernientes a la naturaleza humana. En pocas palabras, todo lo que le interesaba a los Rabinos termina en el Talmud, el cual a su vez terminó convirtiéndose en una suerte de enciclopedia sobre la mente rabínica.

 

Si, no, puede ser

Si los consideramos libros de halaja, notamos que los “Talmudes” difieren ampliamente de la Mishna en estilo y aproximación hacia la búsqueda del sentido. La Mishna establece sus reglas en forma directa, generalmente sin utilizar una cita bíblica para justificar sus enunciados. Pero los “Talmudes” (especialmente el Talmud de Babilonia) posee una estructura dialéctica: la forma predominante es el debate, un estilo en el cual una proposición es anunciada, atacada, refutada y modificada a través de una discusión basada en argumentos y contra-argumentos. El método talmúdico del estudio de la Tora enfatiza así un hecho que todos honestamente sabemos: existe más de una posible respuesta frente a una interesante pregunta (una pregunta interesante es aquella que no se responde con un monosílabo). De ese modo -aunque no siempre- el Talmud no concluye sus argumentaciones con una declaración final que una respuesta o la otra es la única “correcta”. La mayoría de las veces nos deja con la impresión que más de una respuesta es “correcta”, que ambas posiciones tienen “razón” en lo que dicen y que de acuerdo a cómo está siendo planteado el problema pueden existir resoluciones diferentes e incluso conflictivas entre ellas mismas pero que individualmente otorgan “sentido” a la pregunta planteada dependiendo del contexto y la situación particular. En consecuencia los “Talmudes” -a diferencia de la Mishna- no pueden ser llamados “compendios” de ley judía. Son textos de estudio cuyo objetivo es ayudarnos como lectores a pensar un problema o una cuestión determinada del modo que los editores talmúdicos lo hubiesen hecho en lugar de servirnos como una sentencia autorizada de ley judía.

 

El tiempo pasa…nos vamos sacralizando

Sin embargo hay un fenómeno muy común en la historia de cualquier disciplina que eventualmente va constituyendo “clásicos” sobre ciertas obras. Con el paso del tiempo y por decisión colectiva de un grupo de seguidores, esos “clásicos” generalmente se convierten no solo en algo muy preciado puesto que otorgan pertenencia sino también en una suerte de “voz autorizada”. Así se establece una máxima que dicta algo así como “si han perdurado y han continuado hablándole a diferentes generaciones por miles de años tienen que ser verdad”. Más allá de cómo entendamos esta idea, no debería sorprendernos que con el paso del tiempo el Talmud de Babilonia (también conocido como Talmud Babli) se convirtió para muchos de los Rabinos posteriores en lo que originalmente no era: un libro sagrado de ley judía. Para la generación de Rabinos que continuó a los editores finales del Talmud de Babilonia, todas las declaraciones de la halaja debían ahora ser justificadas por evidencias y argumentos derivados del Talmud mismo. La razón por la cual terminó sucediendo algo así fue gracias un grupo de excelentes maestros judíos conocidos como los gaonim. Estos sabios eran los líderes de dos academias rabínicas llamadas Sura y Pumbedita las cuales estaban situadas (¡oh casualidad!) en Babilonia misma. La impresionante sabiduría de los gaonim sobre el Talmud de Babilonia (y no particularmente el de Palestina) no solo terminó poniendo a dicho Talmud como el más autorizado de los dos sino también terminó otorgándole a los gaonim la centralización internacional del devenir histórico judío durante los siglos VII al XI.

 

La grandeza gaónica

Localizados en lo que en poco tiempo pasaría a ser renombrado Bagdad -el centro político y comercial del Imperio Arábigo en su tiempo- estas academias rabínicas y sus líderes (los gaonim) mantenían un contacto directo con todas las comunidades judías dispersas a lo largo de tierras musulmanas y en menor extensión con aquellas otras comunidades bajo dominación cristiana ubicadas en Europa. Los gaonim eran realmente brillantes y, también gracias a la buena condición económica de la zona geográfica en la que vivieron donde podían estudiar sin mayores tormentos, se ganaron el respeto de todos los judíos del mundo. Individuos y comunidades enteras enviaban cartas a Bagdad con preguntas difíciles o discusiones sobre la halaja y los gaonim respondían con argumentos que estaban apoyados y justificados en interpretaciones derivadas de su propio Talmud (así que corrían con todas las ventajas: la obra más sagrada era de Babilonia y ellos jugaban de locales). Pero finalmente y por razones tanto externas como internas las academias y los gaonim comenzaron a declinar en prestigio y poder. Para ese entonces los judíos ya se habían acostumbrado por siglos a buscar las respuestas a sus preguntas en el Talmud de Babilonia que utilizaban los gaonim que allí se encontraban. Pero no había que temer puesto que los judíos disperos por el mundo ya habían comenzado a desarrollar escuelas rabínicas regionales y tradiciones intelectuales particulares que les permitiría  estudiar el Talmud ahora por su cuenta sin necesidad de remitirse a otra locación o centro. (Si quieren conocer más de los gaoním les recomiendo la siguiente publicación: Bagdad y los Gueonim)

 

Comentarios, Compendios y Responsas

El estudio del Talmud concentró la atención de la mente rabínica por casi 1500 años produciendo una inmensa literatura que consiste en tres formas que se originaron con los gaonim: (a) comentarios sobre el texto del Talmud y otras obras rabínicas con la misión de explicar estos textos, resolver sus contradicciones internas y derivar nuevas ideas desde los mismos; (b) compendios , libros de ley judía que presentan los reglamentos halájicos de los Rabinos en consonancia con algún patrón organizativo; y (c) responsas, respuestas rabínicas a preguntas puntales concernientes a la ley judía y la práctica del judaísmo en un sistema del tipo preguntas y respuestas.

La última de estas tres formas requiere una atención especial. La literatura de tipo responsa es el género más grande de escritura rabínica por encima de todos los demás. Sabemos que existen más de tres mil volúmenes de responsa conteniendo más de trescientas mil respuestas (teshuvot) particulares. Cada responsa es una respuesta ofrecida por una autoridad hacia una pregunta (sheelah) particular que le ha sido enviada para ser juzgada. Junto con la respuesta, la responsa casi siempre contiene el razonamiento del autor, los argumentos que utiliza para justificar ésta decisión en lugar de otras posibilidades que habría que tener en consideración y todo esto es presentado basándose en la interpretación de la mayor cantidad de textos que esta autoridad posee al alcance de su mano. Las responsas son de inmensa importancia al estudiar la historia del desarrollo de la ley judía. Nos muestran claramente cómo es que la halaja se ha desplegado a través del tiempo, caso por caso y paso a paso, en respuesta a nuevas interrogantes, desafíos e incertidumbres que las generaciones pasadas no resolvieron o de hecho nunca tuvieron que enfrentar debido a diferentes inventos o cambios en el paradigma social de la humanidad.

Pero no solo eso, las responsas  nos ofrecen también un vívido ejemplo de la mente rabínica en acción. En cada responsa nos metemos, por así decirlo, en el estudio del Rabino, su biblioteca personal y su contexto histórico particular para “verlo” finalmente realizar un acto de creatividad literaria. Así “vemos” al Rabino tomar textos antiguos y trasladarlos hacia nuevas sentencias de significado aplicando dichos textos a nuevas cuestiones para las cuales esos mismos textos no había sido escritos originalmente. El Rabino logra así derivar un nuevo entendimiento de un conjunto de palabras muy antiguas que nunca antes habían sido entendidas de ese modo alcanzando lo que el Zohar (el compendio medieval más importante del misticismo judío) llama en sus enseñanzas -en un hermoso arameo- milin jadatin veatikin, literalmente palabras nuevo-antiguas. En cada responsa se renueva la voz, se revive la Revelación y como lectores “escuchamos” un discurso rabínico en el cual la autoridad a cargo de la responsa formula un argumento que espera logre persuadir a sus lectores para ver el mundo de la Tora y la halaja de ésta manera en oposición a otra.

 

La Conversación de la Conservación

Finalmente podemos decir que todo este proceso nos revela algo muy importante sobre la ley judía. En la búsqueda de una sola idea que pueda expresar la naturaleza de la halaja -sin importar cuán imperfecta sea esta definición- podemos aventurarnos en dos palabras que se hacen una: conservación y conversación. La ley judía es un diálogo continuo que tiene como objetivo preservar la tradición entre los Rabinos, el pueblo judío y lo que va sucediendo en el mundo constantemente cambiante en el que vivimos. En la búsqueda de mantener vivo este viejo-nuevo discurso, los Rabinos constantemente arreglan los textos hacia nuevas estructuras de significado con el objetivo final de responder en forma judía a los desafíos presentes y futuros.

Al igual que la página del Talmud saturada de comentarios y comentarios de los comentarios que atraviesan quince siglos de pensamiento rabínico, la halaja es el territorio de discusión en el cual las generaciones pasadas conversan con las actuales a través del tiempo en un argumento que en esencia nunca llegará a una conclusión final irrefutable. El argumento nunca termina porque hay tan solo un par de respuestas que son claramente “correctas” y no requieren de una revisión crítica frente a las incontables complejas preguntas sobre la ley judía. De hecho nunca termina porque en la halaja no hay atajos, no hay manera de arribar a la respuesta que uno busca sino es a través de una conversación, la cual siempre será el producto de un convenio que involucra como mínimo dos opiniones. Determinar la respuesta “correcta” hacia una pregunta de Tora no es tan solo aplicar una plantilla de reglas y fórmulas. La halaja no conoce de índices automáticos de los cuales uno puede distinguir entre interpretaciones que son verdaderas o falsas. La respuesta “verdadera” emerge de un proceso de argumentación que se apoya en el Talmud (generalmente el Babilonio) e incontables textos rabínicos que soporten dicha respuesta. Pero esta respuesta es en esencia una conclusión tentativa cuya “verdad” se apoya en la habilidad que una escuela de pensadores tiene para persuadir a la comunidad rabínica que su punto de vista representa el mejor entendimiento de la Tora y de lo que probablemente Dios está demandando de nosotros.

Así uno comprende que envolverse en la halaja no significa solamente limitarse sino sumarse a un apasionante discurso generacional en el cual uno agrega su propio estilo vocal dentro del coro milenario del pueblo judío. El coro judío es la suma de todas las voces individuales que por casi dos milenios ha dado forma y substancia a la obra de Dios en la forma de consonancia, disonancia, armonía y contrapunto. Esta obra divina necesita de una forma cuya expresión es una ley que no solamente ordena la multiplicidad caótica de ruidos y sonidos sino que además otorga pertenencia y continuidad, los dos desafíos más grandes de nuestra generación como judíos.

 

*Esta publicación es una traducción, interpretación y recreación de la Introducción al libro «Jewish Living» escrito por el Rabbi Mark Washofsky 

Archivado en: Actualidad Judía, Biblia Hebrea: Tora, Profetas y Escrituras, Educación Judía Etiquetado como: comunidad, Gaonim, Halaja, israelitas, la biblia, midrash, mishna, mitzvot, rabbi, rabino

¿Dios es ético?

21/01/2013 por Diego Edelberg 3 comentarios

Voy hacerles una pregunta tremendamente atrevida: ¿Dios es ético? Probablemente la respuesta a esta pregunta sea depende a qué nos referimos con la palabra ética. Me imagino que la mera articulación de esta pregunta o tipo de pensamiento es una herejía para algunos de ustedes. La ética es una de las definiciones sobre qué es Dios y la verdadera ética es lo que Dios “hace” y no lo que los humanos consideramos ético y luego depositamos en Dios. En otras palabras la tradición estipula que por definición Dios es obviamente ético. Si no fuera así la pregunta sería ¿cómo le doy autoridad a mi propia ética humana? Como pueden ver esta pregunta resulta impensada o incluso prohibida para ciertos sectores del judaísmo porque es considerada una pregunta sin sentido. Para una visión particular Dios es quien determina lo que es justo y correcto en cada situación particular y no los seres humanos.

De todos modos Dios nos dio un enorme regalo que nadie se atrevería a negar o minimizar: nuestra conciencia. Pero justamente tener conciencia es lo que nos permite juzgar a Dios y lidiar con nuestras sensibilidades humanas del modo que Abraham lo hizo con los posibles inocentes de Sodoma y Gomorra.  Y por eso me gustaría presentarles en esta publicación un escenario de la Tora para que ustedes mismos me digan si se sienten a gusto con la decisión ética de Dios y por extensión de Moisés como sirviente directo de Dios.

En el libro de Bamidbar (o en español Números 31:1-18) Dios le ordena a Moisés: “Venga a los hijos de Israel de los Madianitas”. El motivo de esta venganza está basado en un evento anterior en el cual se nos cuenta que mujeres Moabitas actuando bajo las órdenes de los Madianitas habían seducido sexualmente a los Israelitas logrando así llevarlos hacia el mal camino de la inmoralidad sexual y la adoración de sus dioses. El pueblo de Israel está entonces listo ahora para tomar venganza contra los Madianitas. Moisés arma un ejercito y este ejercito asesina todos los hombres Madianitas pero toma cautivas a todas las mujeres y a sus pequeños y los traen de vuelta al campamento. Cuando Moises los ve exclama enojado:

 

¡Dejaron con vida a todas las mujeres! He aquí que ellas, por consejo de Balaam, fueron el motivo para que los hijos de Israel prevaricaran contra el Eterno… Ahora pues, maten a todo varón entre los pequeños y a toda mujer que haya conocido carnalmente hombre; pero a todas las niñas de entre las mujeres que no han conocido carnalmente varón, guárdenlas vivas para vosotros.

Números 31:15-18

 

Esto está escrito literalmente en la Tora y no nos queda otra cosa que interpretarlo o tratar de entenderlo. Pero resulta imposible para mí justificarlo. Esta resolución por parte de Moisés hiere mis sensibilidades humanas. ¿Acaso el asesinato en masa de mujeres es de algún modo moralmente justificable? En el contexto de la Tora el texto mismo nos da la justificación explicándonos que fueron precisamente las mujeres las que guiaron al pueblo hebreo hacia el pecado. Esta respuesta me dispara una pregunta obvia: ¿y eso qué tiene que ver? Y si fue así, ¿por qué asesinar a todos los hombres Madianitas? ¿Por qué matar a todos los pequeños? ¿Es este crimen un castigo que podemos orgullosamente justificar? Es más, ¿se justifica de alguna manera el asesinato en masa de personas?

Para ser justos con la Tora como género literario, podríamos argumentar que el aniquilamiento en masa de mujeres, hombres y niños era totalmente aceptable en el encuadre bíblico. Incluso la tradición judía misma podía justificar este acto argumentando que el mal debe ser erradicado a cualquier precio y en tanto la Tora y por extensión la literatura rabínica tiene un solo objetivo: la supervivencia del pueblo judío a cualquier precio. Como judío que se toma el trabajo de pensar hoy esta narrativa me pongo del lado de los judíos mismos que defendieron la tradición con todos los medios posibles. Pero además de judío soy humano y mirando este texto como un sujeto de la modernidad no puedo dejar de pensar que en nuestra era post-Holocausto los Nazis también justificaban sus actos convencidos que el aniquilamiento en masa tenía una razón de ser. Justamente una de las cosas más difíciles luego de la Segunda Guerra Mundial fue juzgar a los Nazis quienes decían que ellos habían actuado según su propia ética y según sus propios valores. ¡Bajo su propia creencia muchos Nazis no habían hecho nada malo!

Para los hebreos en la Biblia asesinar en masa a aquellos que podían llevarlos hacia la idolatría estaba totalmente justificado. Para los Nazis en la contemporaneidad aniquilar millones de judíos también estaba justificado. ¿La diferencia depende del hecho que podemos justificar un acto utilizando solamente la Biblia como escudo y razón? El problema realmente es que yo puedo ponerme del lado del judío y estar convencido que la Tora es Verdad y puede ser utilizada para justificar mi forma de vida. ¿Pero qué pasa con los billones de seres humanos que no comparten esa visión conmigo? ¿Dios es ético para ellos también? O mejor dicho, ¿Dios es ético con ellos también? La Tora y por extensión la Biblia no está en los cielos. Está aquí en la tierra y depende de nosotros ahora.

Tal vez debo ser de los pocos que en forma ingenua todavía tiene un respeto enorme por los grandes líderes religiosos de todas las religiones y estoy convencido que la fe es importante y que el mundo sería mucho peor si no existiera la religión que históricamente nos ha dado valores sobre ética y moral. Por supuesto que hay que aprender a separar la religión de ciertos religiosos y de ciertas instituciones religiosas que muchas veces en nombre no de Dios sino de sus propias inseguridades e intereses denigran el mensaje de Dios y asesinan al que no ve la religión, la verdad o la vida como ellos la ven.

El Rabino Heschel, tal vez el más grande teólogo del siglo XX, viene a mi mente mientras mastico todas estas difíciles preguntas. Heschel dijo “¿Qué es un ídolo? Cualquier Dios que es mío pero no tuyo, cualquier Dios que esta preocupado por mí pero no por vos”.

 

Archivado en: Dios de los judíos Etiquetado como: conciencia, el siglo xx, holocausto, israelitas, la modernidad, la segunda guerra mundial, moises, pueblo de israel

La imagen pública de Dios – ¿Qué aprendemos del Poder Divino?

13/12/2012 por Diego Edelberg 2 comentarios

En nuestra publicación anterior hablamos de la omnipotencia y el poder absoluto de Dios. Dijimos ahí que para los judíos Dios no depende de nada ni de nadie y ni siquiera está limitado por algo o por alguien. ¿Pero es esto realmente así?

En la Biblia, en el libro de Exodo 32:9 leemos que Dios enojado clama: “Yo he observado a este pueblo, y he aquí que es pueblo de cabeza dura. Ahora déjame para que se encienda mi ira contra ellos, y los consumiré; y Yo haré de ti (Moisés) una nación grande”.

Como pueden ver he resaltado la palabra déjame. ¿Acaso Dios necesita el permiso de Moisés para castigar o destruir? No solo esta pregunta es tremendamente compleja sino es aún más sorprendente la respuesta de Moisés quien logra frenar la ira de Dios. Moisés le dice “¿Qué van a decir los egipcios: Con mala intención los sacó para matarlos en las montañas, y para destruirlos de sobre la faz de la tierra? ¡Vuelve del furor de tu ira, y arrepiéntete de este mal pensamiento contra tu pueblo!” (Exodo 32:12).

La audacia de Moisés es impresionante. Le exige a Dios que se arrepienta de este mal pensamiento preguntándole ¡¿Qué van a decir las egipcios?! ¿Acaso el poder de Dios debería estar limitado por la opinión de los opresores más paradigmáticos del Pueblo de Israel?

El segundo argumento de Moisés seguido de la imagen pública de Dios frente a los egipcios es luego mucho más profundo: Dios ha hecho un pacto con Abraham y los patriarcas. Dios no debería romper un pacto que el mismo se comprometió a cumplir. Y así finalmente Dios no destruye a los israelitas y cambia de opinión gracias a la intervención de Moisés.

Este episodio bíblico es difícil de entender. De repente la omnipotencia y poder absoluto de Dios se ha limitado por la imagen pública que tiene entre los humanos y las promesas que libremente ha realizado.

¿Pero qué podemos aprender nosotros que no somos ni Dios ni Moisés de todo este episodio sobre el Poder Absoluto de Dios? La realidad es que la “decisión” de Dios de retener su ira y perdonar no es un símbolo de debilidad sino lo contrario: es el ejemplo más elevado del control total del poder.

Muchas veces pensamos la idea de Poder como algo agresivo o algo que está motivado por el “hago lo que quiero”. Pero por el contrario la enseñanza final de este episodio es maravillosa: la expresión más elevada de Poder que podemos alcanzar es cuando lo utilizamos para dominar nuestros propios impulsos. Si los humanos solo podemos entender o relacionarnos con Dios a través de metáforas que surgen desde nuestra propia experiencia humana e imperfecta, esta caracterización de Dios es muy apropiada para nuestros tiempos.

Esto también nos recuerda al Rabino Ben Zoma en Pirkei Avot 4:1. Ahí nos peguntamos ¿quién es el fuerte? Y podríamos pensar que una persona con mucha masa muscular es fuerte ya que a simple vista se nota físicamente su gran fuerza física y resistencia. Los gimnasios y entrenadores personales abundan hoy más que nunca. En el ámbito político, a menudo la Fuerza y el Poder son los que mandan. Un país puede incluso imponer sus valores a través del uso de la fuerza abrumadora. Pero aquí aprendemos lo contrario: se necesita mayor fuerza para conquistar nuestros propios impulsos. Trabajar con otras personas, escuchar y comprometerse con el prójimo requiere muchas más fuerza y ​​resistencia que forzar nuestra voluntad sobre ellos con la fuerza bruta de nuestro Poder.

Archivado en: Dios de los judíos Etiquetado como: comprometerse, dios, ira, israel, israelitas, las promesas, los egipcios, los patriarcas, omnipotencia, pueblo de israel

Lo más leído

  • Ayin: el concepto de Dios como Nada en el Misticismo Judío
  • El órgano más poderoso del cuerpo
  • ¿Cuál es el significado más profundo de Sucot?
  • El Mejor Comentario de RaShi a Toda la Tora - Humildad, Ignorancia, Curiosidad y Asombro
  • Esto es lo que necesitas recordar para nunca quedarte solo
  • Qué pregunta debes cambiar para no tener miedo a la muerte
  • ¿Estás seguro que quieres ser libre para pensar y hacer lo que quieres?
  • La razón irracional de la Halaja: un sistema absurdo para lidiar con el absurdo
  • "El Violinista en el tejado estaba equivocado": porqué el judaísmo está espiritualmente ascendiendo más que nunca
  • ¡No mandes a tus hijos a ese colegio! La educación infinita y el juego del miedo educativo en Chile

¡EXPANDÍ TU SABIDURIA!

 

diostapa




Acerca del Autor

 Hola, soy Diego Edelberg, el fundador del blog Judios&Judaismo.com. Me apasiona todo lo relacionado con la música, el judaísmo, la interpretación, la educación, la mitología, la filosofía, la religión, la ciencia, la historia, el arte, la física, la cosmología, la evolución, la sociología, la epistemología, la metafísica, la cabalá y en especial aquello que resulta contradictorio, paradójico y absurdo. Para conocer más sobre mi y de qué se trata mi blog visitá la sección Acerca del Autor

Todas las Publicaciones

Nube de Etiquetas

antisemitismo biblia comunidad conciencia conservador conversos diferencias dios duda edad media educación judía el cristianismo el siglo xx en la Modernidad esencia existencia de dios expectativa hong kong israel Jerusalem judaismo judios kabbalah la biblia las religiones maimonides mandamiento midrash misticismo misticismo judío modernidad ortodoxo pesaj plegaria pueblo de israel rabino reformista religion sentido shema israel siglo xvi Sionismo spinoza talmud tora

No me sigas, conversemos

  • E-mail
  • Facebook
  • Google+
  • Twitter

Copyright © 2019 · Aspire Theme en Genesis Framework · WordPress · Iniciar sesión