Continuando esta serie en la que vamos explorando Mi Biblia Favorita y luego de la publicación anterior en la que empezamos por analizar el primer libro de la Biblia en ¿Qué es la Tora?, debemos ahora comenzar por el primer libro de la Tora: el libro de Génesis. En esta oportunidad nuestro guía es el genial Jon D. Levenson de quien traduciré y explicaré con mis propias palabras su espectacular introducción a uno de los libros más fascinantes de la historia de la humanidad.
Bereshit: el libro de los comienzos
Génesis, el título que lleva todo el primer libro de la Tora, es una traducción griega de la palabra hebrea toledot la cual aparece 13 veces en libro del Génesis y es traducida como «historia», «linaje», «recuento» o «generaciones» dependiendo del contexto (ver por ejemplo Génesis 2.4). En hebreo, al igual que ocurre con la mayoría de los libros del Tanaj, se lo conoce por la primera palabra, bereshit, que significa «en el comienzo».
Génesis es de hecho un libro acerca de los «comienzos»: el comienzo del mundo natural, el de la cultura humana y el comienzo de la familia de los hebreos que será finalmente la prehistoria de Israel como pueblo, lo cual ocupa el resto de la Tora. En el mundo del antiguo Cercano Oriente del cual Israel emerge, los comienzos eran cruciales debido a que los mismos definían el carácter, destino y propósito de cada pueblo.
En Génesis los orígenes de Israel (el grupo que eventualmente será conocido como «los judíos») yace en una misteriosa promesa por parte de Dios a un hombre mesopotámico cuyo nombre original es Abram el cual cambiará a Abraham en el capítulo 17. La esencia de esa promesa es que Dios hará de Abraham una gran nación, lo bendecirá con abundancia y le dará la tierra de Canaan. Pero apenas estas promesas son expuestas cada una de ellas es desafiada a lo largo de todo el libro, principalmente la fertilidad de la primera esposa de Abraham (y las otras matriarcas en las siguientes dos generaciones) y la feroz rivalidad fraternal y cuasi asesina entre todos sus descendientes. Así y todo, para el final del Génesis todos los obstáculos son superados, las doce tribus que conforman las totalidad de Israel ya están formadas e incluso un israelita (Iosef) efectivamente gobierna en una super potencia (Egipto). Por encima de todo esto la tierra prometida, aún cuando se encuentra lejos de ser alcanzada (algo que sucederá recién luego de la Tora, en el libro de Iehoshua o Josué), sigue estando muy presente en la conciencia de los hijos de Israel.
La narrativa del Génesis
Dentro del abanico de temas que cubre, el libro de Génesis es una fuente principal dentro del judaísmo para explorar la teología judía. El libro nos ofrece entendimientos sobre la relación de Dios con la naturaleza, con la humanidad en general y con el pueblo de Israel en particular en formas que resultan extrañas o ajenas para la mayoría de las mentes modernas. Por este motivo es muy simple perder de vista la seriedad y profundidad de todo el contenido del Génesis. Esto ocurre porque el vehículo a través del cual el libro de Génesis construye su cosmovisión no es el tratado teológico ni la utilización de pruebas filosóficas rigurosas o lógicas. Mucho menos intenta este libro ser una exposición racional ni por el contrario una confesión de fe irracional. El vehículo de Génesis es simplemente la narrativa. En otras palabras, la teología debe ser extraída de los relatos y en dichos relatos la presencia viva de Dios en su diálogo y participación toma precedencia por encima del pensamiento teológico abstracto.
Por eso, los que piensen que los relatos, leyendas, cuentos o narrativas (incluyendo los mitos) son para los niños nada más, no solo que nunca lograrán entender las convenciones literarias ni cómo entendían y vivían el sentido de la existencia nuestros antepasados y otros pueblos; también se condenarán a jamás descubrir el maravilloso, complejo y sofisticado mundo que encierran los relatos del Génesis. Estos relatos han evocado incontables interpretaciones desde el tiempo mismo en que fueron puestos por escrito hasta nuestros días. Es más, el libro del Génesis ha llamado la atención de los más grandes pensadores de la historia de la humanidad (¡y no me refiero a pensadores judíos solamente!)
¿Cuántas versiones de cada episodio son necesarias?
Un aspecto fascinante de la narrativa del Génesis es su capacidad para tolerar en un mismo texto diferentes versiones sobre un mismo evento, algo que en realidad es muy común en toda la literatura del Cercano Oriente desde la Biblia misma hasta la literatura rabínica. El libro presenta, por ejemplo, dos relatos de Abram/Abraham intentando hacer pasar a su esposa como su hermana (12.10-20; 20.1-18; ver también 26.1-11 para una tercera secuencia de este estilo literario), dos relatos de Dios haciendo un pacto con Abraham (Capítulos 15 y 17) y dos relatos acerca de cómo el nombre de Jacob termina siendo Israel (32.23-33; 35.9-15). En todas estas instancias la mayoría de los académicos en la modernidad encuentran lo que definen como diferentes documentos que fueron puestos todos juntos por un grupo de redactores a quienes llaman «los señores R» (para más información sobre esto ver mi publicación «¿Qué es la Tora?«).
Lo más interesante es que esta acumulación de versiones diferentes nunca hubiese ocurrido sino fuera por el hecho que la coexistencia de textos que se contradicen o presentan diferentes relatos sobre un mismo fenómeno no era visto como un defecto por los editores finales de la Biblia. Más adelante, en un tiempo post-bíblico, surgirá la necesidad que el texto posea una sola manera de entender el relato. Pero, nuevamente lo que tenemos que tener presente al leer el Génesis es la funcionalidad que cumplen las historias que allí se encuentran: su objetivo es ofrecer un sentimiento existencial/espiritual y generar pertenencia. «Los señores R» decidieron por este motivo asumir una aproximación muy diferente. Evitaron descartar variaciones en las historias porque creían que un sólo relato no era posible a la hora de intentar contener ni más ni menos que el recuento del origen del mundo y la humanidad. Lo que hicieron en esencia estos redactores fue asumir diferentes versiones como un largo y complejo relato que no podía ser contenido desde una sola mirada o perspectiva.
Por supuesto que el resultado final acarrea cierto grado de repetición. Pero la repetición está al servicio de una sofisticada presentación de temas con variaciones en un solo libro saturado de analogías y contrastes. Para los Rabinos de la Era Talmúdica y las generaciones siguientes, la exploración justamente de estas sutilezas literarias ofrece un entendimiento indispensable no solo hacia el primer libro de la Tora (siendo la Tora misma el libro más sagrado de todo el Tanaj) sino hacia la comprensión de Dios mismo.
La composición del Génesis
El libro de Génesis está compuesto de cuatro grandes secciones:
- Capítulos 1.1-11.26 contienen la historia primitiva o prehistoria.
- 11.27-25.18 la historia de Abraham.
- 25.19-36.43 el ciclo de Jacob (Iacov)
- 37.1-50.26 la historia de Iosef (vale la pena aclarar que realmente es muy breve la narrativa independiente sobre Isaac, el segundo patriarca).
1. La historia primitiva
La primera parte, la historia primitiva, nos lleva desde la creación del mundo hasta el nacimiento del padre de Abram diecinueve generaciones más tarde. Sus relatos son cortos y conectados solamente a través de genealogías que identifican las generaciones en las que acontece cada evento. De todos modos hay un tema central que atraviesa toda esta primera parte: la propagación de la maldad humana y el rechazo de la humanidad por aceptar su condición de simples criaturas en el entramado cósmico. Esta postura logra finalmente borrar los límites más importantes que diferencian el mundo de los seres humanos con respecto al mundo de la divinidad. El resultado de todo esto será catastrófico para los seres humanos mismos. El centro de atención en toda esta primera parte es Dios quien es presentado en forma absolutamente antropomórfica (es decir atribuyéndole cualidades humanas). Dios en esta primera parte habla en forma directa con los humanos iniciando las conversaciones, condenándolos o preservándolos de Sus actos mientras anuncia Su juicio severo o Su paciencia misericordiosa.
Debido a que está enfocado en la creación, la historia primitiva del Génesis exhibe contactos literarios con otros textos de la mitología mesopotámica. El relato de la creación con el cual Génesis abre (1.1-2.3) por ejemplo, tiene muchos parecidos con Enuma Elish, una épica babilónica que cuenta como un dios llamado Marduk adquiere supremacía sobre los demás dioses y crea el mundo separando a su enemigo acuático en dos partes. La historia de Adam y Eva en el jardín del Edén (2.25-3.24) posee similitudes con el Poema de Gilgamesh, otro poema épico en el cual el héroe de la historia pierde la oportunidad de ser inmortal y debe llegar a término con su condición de humano mortal. Y finalmente la historia de Noé (6.5-9.17) es llamativamente parecida a Atrahasis, una historia mesopotámica en la cual los dioses mandan una inundación para destruir la raza humana con la excepción de un solo hombre del cual emerge una nueva y fresca humanidad (de hecho esta misma historia terminará también en el Poema de Gilgamesh debido a que en el mundo de la tradición oral estos mitos circulaban de un lado para el otro con las variaciones propias de cada pueblo y su historia o creencias). Mirando todas estas similitudes podríamos hacer algunas observaciones muy interesantes:
- Los Redactores de la Biblia adaptaron algunos mitos mesopotámicos y babilónicos y los encuadraron dentro de la teología del pueblo judío. No es una casualidad que justamente los judíos tienen una larga historia con estas dos locaciones geográficas. Además la Biblia posee muchísimo material sobre el estilo y pensamiento egipcio incluyendo el nombre egipcio del personaje más importante de la Tora: Moisés (que resuena claramente con otros nombres como por ejemplo Ramses).
- Probablemente un fundamentalista bíblico declarará que todos los pueblos se copiaron de la Biblia (una aproximación absolutamente descartada por el academicismo pero propuesta por algunas facciones más ortodoxas dentro del judaísmo).
- Por otro lado podemos apreciar cómo la historia primitiva del Génesis nos ilustra tanto en la profunda continuidad y la asombrosa discontinuidad que hace del pueblo de Israel parte de la historia mesopotámica y al mismo tiempo lo separa en su originalidad y particularidad teológica.
Para leer más acerca de la creación según la tradición judía recomiendo: El Verdadero Relato de la Creación del Mundo y Dios & el Big Bang
2. La historia de Abraham
Para cuando llegamos a la historia de Abraham (11.27-25.11) el estilo narrativo cambia y las historias dejan de ser tan comprimidas como en la historia primitiva y comienzan a ser más largas y continuas. Abraham es el centro de cada episodio. Como lectores vemos este personaje atravesar diferentes situaciones y podemos armar un perfil de su personalidad y del modo que Dios opera en el desencadenamiento de los eventos que misteriosamente ha decidido poner en marcha. Si la relación de Dios con los humanos en la historia primitiva está definida (no de forma exclusiva) por Su juicio, condena y expulsión, en la narrativa de Abraham el contraste es asombroso: Abraham recibe bendiciones y promesas, especialmente la promesa de una tierra prometida. Pero lo espectacular de la narrativa es como la tensión es creada a partir de una vida muy humana e imperfecta dentro de una familia totalmente disfuncional. Con las bendiciones y promesas la familia de Abraham atraviesa momentos de muchísima angustia y sufrimiento. Esto es tal vez lo que hace que estas narrativas resuenen tanto con nosotros puesto que son «muy humanas»: nadie tiene una vida perfecta como la de los dioses mitológicos de las épicas mesopotámicas o babilónicas.
A partir de Abraham en adelante, Dios dentro del libro de Génesis se vuelve menos antropomórfico en relación a la primera parte. Dios «logra» que Abraham supere los propios obstáculos que Dios le pone para alcanzar las promesas que Dios le ha prometido. Abraham finalmente adquiere tanto el hijo que le dará su descendencia y logra poner un pie en la tierra prometida. Dios consigue todo esto por medio de milagros palpables y una guía silenciosa. A medida que la historia de Abraham se desarrolla su protagonista principal gradualmente va asumiendo el rol de la persona religiosa por excelencia: obediente de Dios (¡incluso cuando le es solicitado ofrendar a su propio hijo!), fiel aún cuando las promesas de Dios parecen imposibles, agradecido, generoso, hospitalario y comprometido con la justicia y la compasión al punto tal de cuestionar al mismo Dios en Su decisión de destruir Sodoma y Gomorra. Esto hará que posteriormente algunos rabinos describan a Abraham como el judío ideal a imitar.
3. El ciclo de Jacob (Iacov)
Como mencionamos ya con Abraham, a medida que progresamos en el Génesis el estilo de escritura se va haciendo más consistente y largo. El ciclo de las historias de Jacob, en hebreo Iacov, (25.19-36.43) representan justamente este salto literario. Pero con Jacob ya no hablamos de un tema general como el de bendiciones y promesas en el relato de Abraham (que de hecho continúa en esta historia también), sino de diferentes tramas.
A nivel general la trama central gira en torno a cómo el segundo hijo adquiere un estatus superior que su hermano mayor y los derechos de la promesa que había sido dada a Abraham (su abuelo). Los hermanos eventualmente se reconcilian y este segundo hijo emerge en forma mucho más legítima como el patriarca principal del cual el pueblo de Israel lleva su nombre. Varios tipos de engaños, fraudes y artimañas juegan un rol principal a medida que la trama se desarrolla en el ciclo de Jacob.
La dimensión imperfecta humana que ya mencionamos en la historia de Abraham y su familia, se vuelve cada vez más central reforzando justamente esa «característica humana» que poseen las historias de la Biblia. Nada de lo humano le es ajeno a la Tora y por eso la Tora es como un espejo de nosotros mismos. Todo lo que es humano está contenido en este espectacular texto. Al mismo tiempo Dios se va volviendo cada vez más silencioso interviniendo cada vez en forma menos dramática al punto tal que su presencia pasa desapercibida para el propio Iacov quien exclama «Dios está presente en este lugar, ¡y yo no lo sabía! (28.16) – de paso les cuento que ese es el título que elegí para mi ebook sobre teología.
4. La historia de Iosef
Llegando al final del Génesis nos encontramos con que el texto se ha vuelto «lo más humano posible». Con esto nos referimos a que hasta el final del libro la historia gira en torno a Iosef (37.1-50.26) y sus hermanos en la forma literaria de una novela con una narrativa increíblemente coherente y continua. Esta novela nos ofrece los retratos psicológicos más profundos, sutiles y complejos de la trama del Génesis constituyendo una de las perlas más preciadas de la prosa narrativa bíblica.
Pero «lo más humano» de esta novela se manifiesta en el hecho que, a diferencia de la historia primitiva y las historias de la familia de Abraham en las que Dios interviene constantemente, en la narrativa de Iosef ¡Dios no dice ni una sola palabra! (con la excepción de una aparición nuevamente a Jacob cuando está aún en Canaan; 46.1-4). De todos modos no debemos pensar que Dios está «ausente». Dios se comunica a través de los sueños (en los cuales paradójicamente no aparece) y más importante aún a través de las personas y sus acciones siendo Iosef quien reconoce sobre el final que todo lo que le ha sucedido en la vida es gracias a Dios. Y es aquí nuevamente donde tenemos que tomar conciencia de una forma diferente en la que opera Dios.
Nosotros nos sentimos mucho más próximos a Iosef que a cualquier otro personaje simbólico de la Biblia por el simple hecho que siempre supo que Dios estaba ahí aún cuando Dios nunca le habló en forma directa como hizo con sus antepasados. En la novela de Iosef, mucho más que en el ciclo de Jacob, Dios opera utilizando la ambivalente y tortuosa imperfecta raza humana desde la cual arranca el bien de la maldad intrínseca del ser humano haciendo sobrevivir a toda una familia que parecía caerse a pedazos: los resentidos hermanos de Iosef son perdonados a pesar que originariamente habían planeado su esclavitud y muerte. Estos hermanos, los hijos de Israel, aceptan con gracia la salvación de su hermano menor que ha salvado sus vidas. Final feliz.
¿Son estas historias verdaderas?
La pregunta que más conmueve a la mente moderna es: ¿cuánto de lo que es narrado en Génesis realmente sucedió? Voy a comenzar por responder con una de mis citas favoritas:
Como la acción de la historia primitiva no acontece en un plano ordinario de tiempo histórico y tiene tanta afinidad con la mitología antigua, es muy exagerado (e incluso inverosímil) tratar todas las narrativas del Génesis como históricamente reales. A pesar que en los últimos 200 años han habido descubrimientos sorprendentes y poseemos mayor información hoy sobre la vida de los antiguos mesopotámicos, cananeos y egipcios de lo que poseían nuestros antepasados medievales, no hay evidencias que demuestren que Abraham, (su hijo) Isaac y (su nieto) Jacob e incluso Iosef realmente existieron en carne y hueso. Lo que sí podemos afirmar es que todos estos personajes reflejan el color y sabor del tiempo en el que fueron escritos por primera vez, lo cual implicaría que los israelitas conocían muy bien las tierras y leyendas de donde asignaron a sus legendarios antepasados. Pero la falta de evidencia no necesariamente implica que no haya evidencias que aún no fueron descubiertas. Los historiadores, arqueólogos y académicos continúan examinando reportes y descubrimientos sobre los orígenes mesopotámicos de Israel y su relación con Egipto.
¿Quién escribió el Génesis?
Si la pregunta más controversial es la que lidia con la historicidad de Génesis, es decir si realmente sucedió en la historia algo de lo que es narrado en el primer libro de la Tora, la pregunta sobre quién escribió el libro resulta aún más controversial. Por supuesto que la tradición judía desde el período post-bíblico asumió en su gran mayoría que todo lo escribió Moisés y que Dios le dictó letra por letra todo lo que está en la Tora incluidos los diálogos que tuvieron cada uno de los personajes. Pero esta no es la posición que toman los académicos tanto judíos como los que no son judíos.
Primero y principal el libro no comienza por presentarnos al autor del modo que lo hacen otros libros de la Biblia. En ningún momento leemos «este es el libro de Moisés» ni la Tora misma declara que Moisés es el autor (como mencionamos en la publicación anterior, cuando la Tora dice «esta es la tora de Moises» se está refiriendo a una enseñanza o instrucción particular del mismo modo que en otro pasaje dice «esta es la tora del nazareno»). Cuando otros libros dentro la Biblia se refieren a la Tora de Moisés citan los textos legales y rara vez al Génesis. Por eso algunos académicos creen que no hay razón para creer que las narrativas del Génesis tal cual las conocemos nosotros hoy formaban parte del corpus original designado. De hecho, hay algunos pasajes en Génesis que claramente demuestran sin vergüenza alguna un autor o editor post-Moisés. Por ejemplo,
- Abraham Ibn (hijo de) Ezra, un exégeta judío del siglo 12 EC, notó que Génesis 12.6 declara
“Los Cananitas estaban entonces (אז) en la tierra“.-
La palabra entonces sugiere que cuando el autor de este pasaje escribió estas palabras los Cananitas ya no estaban en la tierra. En palabras más simples, este texto tiene que haber sido escrito o insertado luego del tiempo de Moisés porque durante la vida de Moisés los Cananitas estaban aún en la tierra (sino, ¿qué necesidad tiene el texto de darnos este detalle obvio? ¿quizás fue agregado para una generación posterior que no conocía lo que había pasado?).
- Génesis 14.14 menciona la ciudad de Dan la cual no adquiere su nombre hasta el tiempo de Josué (19.47) y en consecuencia que Moisés escribiera sobre la tierra de Dan representa un anacronismo histórico.
- En Génesis 36.31 se hace referencia a reyes reinando Israel lo cual sucederá mucho tiempo después de la muerte de Moisés. Pero aquí Ibn Ezra (quien está abierto en otros pasajes a contemplar la idea de un editor post-Moisés) defiende la postura tradicional que asume la lectura rabínica la cual declara que no hay un antes y un después en la Tora y en consecuencia Ibn Ezra interpreta que Moisés fue el primer rey de Israel. Un título que realmente Moisés nunca recibe en todo el Tanaj.
La palabra de Dios
A partir del período del Segundo Templo -y luego con el emergente del judaísmo rabínico- el Génesis será considerado bajo el estatus que lleva hoy: una parte fundamental de «La Tora de Moisés». A pesar de algunas objeciones sobre ciertos pasajes particulares por los más grandes rabinos medievales (como vimos por ejemplo con Ibn Ezra) este fue el consenso que asumió la tradición. Con la modernidad y el avance del método histórico-crítico utilizado por los académicos se ha llegado a una conclusión hasta el momento que el libro posee en realidad tres fuentes entrelazadas que nombran como J, E y P (para entender mejor esto ver nuevamente la publicación ¿Qué es la Tora?). A modo de conclusión podemos decir que, si Moisés es el autor humano del Génesis nada nos asegura que Dios haya sido el Autor original. Y si J, E y P (juntos a otros autores, editores y redactores anónimos) son los autores originales, nada nos asegura que Dios no sea de todas formas el Autor principal. La Tora es la palabra de Dios. Pero, ¿qué significa literalmente que algo es «palabra de Dios»?