Esta es una historia muy conocida por todos los que alguna vez leyeron la Biblia.
Los hijos de Israel eran esclavos del Faraón en Egipto. Guiados por Moisés son liberados. Llegan todos juntos al Monte Sinaí y Moisés sube a la cima de la montaña para recibir la Tora. Luego de recibir la Tora los hijos de Israel deambulan por 40 años en el desierto y al final de la historia Moisés se despide de su querido pueblo al llegar a la tierra de Israel. Moisés no tiene permitido entrar a la tierra prometida puesto que ha sido castigado por haber golpeado una roca para dar de beber agua a su sediento pueblo en lugar de hablarle a dicha roca como Dios le había ordenado.
Curiosamente, llegando a uno de los últimos momentos de esta historia escrita en la Tora, leemos en el libro de Devarim o Deuteronomio que:
Escribió Moisés esta Tora y la dio a los sacerdotes.- Devarim 31:9
Este pasaje nos presenta con un problema.
Si Moisés ya había recibido la Tora en el Monte Sinaí ¿qué significa que terminó de escribirla llegando a la tierra prometida? ¿Qué parte de la Tora había recibido o escrito en el Monte Sinaí? ¿Había Moisés recibido toda la Tora en el Sinaí? ¿Había recibido todos los primeros 5 libros de la Biblia o solo una parte de ellos?
Y este problema nos enfrenta con otro problema aún más complejo. Supongamos que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió la Tora en su totalidad ¿no sabía él mejor que nadie que no debía golpear aquella roca que le prohibiría la entrada a la Tierra de Israel más adelante en su vida? En otras palabras, si Moisés escribió o recibió la información en el Monte Sinaí que un día él golpearía una roca desobedeciendo el mandato de Dios y por eso recibiría el castigo que le impediría entrar a la tierra prometida ¿tendría sentido que hiciera justamente eso años más tarde sabiendo cuales serían las consecuencias?
En esencia la pregunta que se nos impone es: ¿recibió Moisés toda la Tora o una parte de ella? ¿qué recibió o sabía Moisés realmente?¿recibió todo incluyendo lo que sucedería en el futuro? y si no fue así entonces ¿qué recibió, qué escribió y cuándo lo hizo?
Como pueden imaginar no somos los primeros en hacernos estas preguntas. De hecho la mayoría de los rabinos medievales notan este problema y se preguntan lo mismo “¿acaso no era que ya tenía la Tora? ¿Qué estaba escribiendo? ¿Qué había en el arca del pacto?”
Y quiero compartir una respuesta que es elaborada por uno de los más grandes rabinos Medievales conocido con el acrónimo de Ramban también llamado Nahmánides (http://es.wikipedia.org/wiki/Nahmánides). El Ramban le da sentido a todo esto en el contexto de la Tora y nos enseña una lección muy importante para nuestras propias vidas.
Para el Ramban Moisés recibió toda la historia hasta el Monte Sinaí. Eso significa que recibió la historia de la Creación, la historia de los Patriarcas y las Matriarcas, la historia de Iosef y sus hermanos y la historia del éxodo de Egipto. Pero Dios no permitió que Moisés supiera lo que sucedería de allí en adelante.
Según el Ramban la historia de Moises desde que bajo del Monte Sinaí y se encontró con el becerro de oro hasta el final de su vida fue sucediendo en forma gradual y fue escribiéndose gradualmente a medida que vivía su día a día. Su historia personal fue concluida junto con el final de la Tora.
Y esta respuesta es maravillosa por dos motivos:
Primero nos dice algo sobre la importancia de la historia. La Tora no comienza con las Leyes sino con una narración. La narración de la Creación. La Tora no comienza diciendo “no hagas esto ni tampoco hagas lo otro”. No solo eso sino que en Rosh Hashana, en el comienzo del ciclo anual judío, la lectura de la Tora es la historia de una familia, la familia de Abraham. Y esto nos enseña que las historias son centrales en nuestra tradición. Toda la historia judía es una larga historia sobre el modo en que los judíos hemos sobrevivido a todos los cambios que fueron sucediendo a nuestro alrededor. Y por eso en el comienzo de nuestro calendario anual leemos una historia y nos recordamos a nosotros mismos cuan interesante y compleja es esta historia de Abraham con su esposa Sara y especialmente con su hijo Isaac. Y al darnos cuenta de nuestra larga e inexplicable historia nos recordamos a nosotros mismos cuan interesante, compleja y hermosa es nuestra historia.
De hecho cuando Dios se presenta por primera vez frente a Moisés no le dice “yo soy tu Dios así que no mezcles carne con leche, reza tres veces por día, etc”. Si bien todas esas prácticas son parte de nuestro vínculo y relación con Dios, el mismo Dios se presenta ante Moisés contándonos su propia historia: la historia de Dios. Dios se manifiesta frente a Moisés diciéndole “yo soy el Dios de tus antepasados”. En otras palabras está diciéndole “Moisés yo formo parte de tu vida y tu historia”. Y el Ramban está haciéndonos notar que nuestra historia como judíos es central y el propio Moisés la escribió mientras iba sucediendo.
Pero el segundo motivo por el cual la respuesta del Ramban es maravillosa es que aprendemos que nadie, absolutamente nadie en la tierra -ni si quiera Moisés- puede saber qué le va a suceder en su historia hasta el preciso momento en que le sucede.
Si cualquier ser humano de cualquier país, religión o profesión les dice que sabe qué es lo que va a suceder en el futuro si uno hace tal o cual cosa no solo se está engañando a si mismo sino también a ustedes. Porque como nos enseña el Ramban: siendo Moisés el profeta más grande que piso esta tierra él mismo nunca supo lo que iba a sucederle en la vida. Y Moisés nunca lo supo porque es su propia historia y nadie puede saber de antemano cuál va a ser su destino y su historia.
Año tras años en Rosh Hashana y Yom Kippur pedimos que nos sucedan ciertas cosas y no otras. Pero no sabremos nada hasta que sucedan.
Cada vez que uno mira lo que le ha acontecido en los últimos dos, tres o cinco años uno siempre se sorprende de todo lo que pasó y nunca había imaginado que iba a sucederle o que así sería porque nuevamente nadie conoce su propia historia (y mucho menos otras personas) ni que rumbo tomará. Nadie sabe de quién uno se enamorará, dónde vivirá, qué seres queridos partiran de este mundo, qué trabajo realizará, etc. Como decía Steve Jobs “solo mirando hacia atrás podemos reconstruir lo que nos va sucediendo. Solo uniendo los eventos pasados cobra sentido los eventos presentes”. Pero hacia adelante nadie puede unir nada con nada. Ni siquiera Moisés pudo hacerlo. Y todo esto no debe asustarnos porque no es algo malo no saber qué va a pasarnos en nuestra historia. Sino que por el contrario es algo maravilloso que nos muestra el potencial que tenemos aún por delante.
Pero finalmente quiero ofrecerles la pregunta más importante de esta enseñanza. Y esa pregunta es ¿por qué no podemos conocer nuestra historia? ¿por qué no nos está permitido saber qué va a pasarnos en la vida y de hecho absolutamente nadie lo sabe?
Y el motivo por el cual no podemos saber cuál va ser nuestra historia antes que suceda es porque nosotros mismos ayudamos a darle forma a nuestra propia historia. Nuestras propias decisiones afectan nuestra propia historia y en forma extraordinaria esas decisiones afectan a su vez la vida de quienes nos rodean e incluso de personas que vendrán más adelante y que tal vez nunca conozcamos porque ya nos habremos ido de este mundo. Nuestra historia no es solo lo que nos sucede en forma individual. De hecho nuestra historia no es lo que soñamos, imaginamos, creemos o pensamos que nos merecemos o va a sucedernos. Nuestra historia es finalmente lo que vamos haciendo con aquello que nos va sucediendo y aconteciendo en la vida.
Nuestra historia depende de quién decidimos que forme parte de nuestra vida y cómo esa persona transformará nuestra fe, nuestros valores, nuestra existencia, nuestra relación con Dios, etc. Todas estas cosas no son tan solo cosas que ocurren sino que son cosas que nosotros mismos hacemos que sucedan.
Si Moisés sabía su propia historia en forma total y sabía desde el comienzo que no entraría en la Tierra de Israel tal vez no se hubiera entusiasmado en hacer el esfuerzo que hizo. Quizás se hubiese “deprimido”. Quizás nunca hubiese sido el único ser humano que como dice la Tora “se vio cara a cara con Dios”. Pero día tras día, mes tras mes y año tras año Moisés tuvo que tomar muchas decisiones para darle forma a su propia historia que en definitiva terminó siendo la de muchas otras personas incluyendo la nuestra y lo hizo del mismo modo que nosotros lo hacemos a cada instante de nuestras propias historias. Y todas las historias son en definitiva una única historia. Estamos atados históricamente y no podemos soltarnos. No podemos no ser parte de la historia y no tener historia. Podemos saber de donde venimos. Nunca sabremos donde terminaremos.
Está en nuestro poder tomar las decisiones que pueden cambiar nuestra historia. ¿Qué resultara de esas decisiones? Solo Dios y nadie más que Dios lo sabe.
Miramos hacia atrás y analizamos todo lo que nos ha sucedido hasta el día de hoy. Todo lo que hemos aprendido. Todo lo que nos hemos equivocado. Todo lo que hemos sufrido. Todo lo que hemos amado. Todo lo que hemos envidiado. Todo lo que nos ha llevado desde un lugar al otro. Si lo deseamos podemos casi recordar absolutamente todo. Y al recordar podemos darnos cuenta cuanto hemos crecido en nuestras experiencias de vida. Cuántas veces hemos creído que nuestra vida iría por un lado y terminó en el lugar y con las personas menos pensadas…
A cada instante se nos da la posibilidad de tomar las decisiones sobre cómo queremos seguir de ahora en más con nuestra historia.
Seguimos adelante con esa incertidumbre sobre si realmente alcanzaremos algún día el “lugar” o la tierra prometida que buscamos y lo más importante es que no recordamos a Moisés como aquél que llegó a su tierra prometida porque de hecho nunca pudo disfrutar de ella. Recordamos a Moisés por todo el desierto que atravesó en forma exitosa tomando decisiones a cada segundo de su vida.
La vida y el desierto se atraviesan de la misma manera: con fe, paciencia, esperanza, conciencia, certezas, dudas, alegrías, tristezas, momentos de plenitud, momentos de desesperanza, pero por sobre todo con responsabilidad y con mucho amor.