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Judíos & Judaísmo

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Si nos sentimos felices y plenos ¿necesitamos la salvación o redención del judaísmo?

22/04/2013 por Diego Edelberg Deja un comentario

 

En las últimas publicaciones escribí bastante sobre la Redención Final, aquella esperanza del pueblo judío que de alguna manera da sentido a muchas de nuestras plegarias, historia y existencia. Si no tuviéramos ese deseo de ser redimidos o salvados, ¿gran parte de nuestro rezo junto al Seder de Pesaj y la meta de nuestro destino final resultarían teológicamente vanos? Para hacer un breve resumen podríamos decir que la temática de la redención o salvación final según la tradición judía comienza con una simple pregunta: los judíos rezamos todos los días pidiéndole a Dios que nos salve y nos redima, pero ¿de qué debería exactamente Dios salvarnos o redimirnos?

En la búsqueda por contestar esta difícil pregunta partimos de la base que la teoría judía sobre el fin de los tiempos surge de un problema o impulso central: la idea que las cosas del modo que están hoy presentes se encuentran seriamente falladas o son imperfectas. Curiosamente vivir plenamente el judaísmo implica convivir con la idea que -nos guste o no- la tradición asume que “estamos fallados o incompletos”. En palabras más simples, podríamos declarar que irónicamente el judaísmo necesita de la idea de la imperfección para dar sentido a su constitución.

Si pensamos por un instante (y solo en la teoría) que nuestra vida es plena y no necesitamos de nada más porque nos sentimos satisfechos con todo lo que tenemos y somos ¿de qué debemos pedir ser salvados si en realidad estamos bien? ¿Es la redención judía una realidad que sentimos o una historia que hemos intelectualizado e integrado? ¿Por qué los judíos sentimos que nos falta el Mashiaj, la resurrección de los muertos, retornar a la tierra de Israel y al antiguo sacrificio de animales en el Templo llevado a cabo sólo por los Cohaim o Sacerdotes mientras que billones de otros seres humanos no sienten esta falta? ¿Qué nos constituye realmente: nuestra propia sensación o la que heredamos de nuestros textos? ¿Puede ser que a medida que estudiamos nuestros textos los mismos van configurando nuestras expectativas? Si cada nuevo niño/a judío/a que llega al mundo lo educamos utilizando todas estas ideas que van moldeando su identidad y pertenencia ¿es posible que nosotros mismos seamos los responsables de construirle la idea que su vida estará siempre en falta o incompleta?

Creo que justamente ahí está el “juego teológico” o existencial del judaísmo como religión. La mayoría de nosotros sentimos que la vida no es perfecta sino que está llena de aquellas palabras que nos asustan y llamamos «problemas», «dudas», «quejas», «incertidumbres», «desolación», «aburrimiento», «desesperanza» y «depresiones». Todas estas palabras son parte integral de nuestro vocabulario y las utilizamos para definir esos sentimientos que -de todos modos- nunca podemos reducir en palabras. Quizás apoyándose en estas palabras el judaísmo ofrece la salida que otorga sentido y consolación: la redención o salvación de Dios. Justamente las especulaciones sobre la Redención Final describen cómo al final de los tiempos Dios va a transformar lo fallado en algo perfecto. Las especulaciones hablan de un Dios que salva, rescata y corrige finalmente a todo el Universo de este estado imperfecto que nosotros conocemos y llamamos “historia”.

Mientras reflexiono sobre este tema también pienso en una publicación que escribí hace casi dos años y mira todo esto desde una perspectiva diferente: ¿Vale la pena seguir practicando el judaísmo?

Archivado en: Dios de los judíos Etiquetado como: destino, dios, el fin de los tiempos, esperanza, expectativa, fin de los tiempos, israel, meta, pesaj, plegarias, salvados

Socios con Dios en la Redención ¿qué debemos hacer para reparar el mundo?

15/04/2013 por Diego Edelberg 3 comentarios

 

Al final de la publicación anterior les comenté sobre una idea increíblemente radical del judaísmo. Esa idea es que pese a las contradicciones que esto supone, para la tradición judía Dios no “trabaja” en soledad sino que Dios depende de los seres humanos para manifestar su poder absoluto. Por supuesto que la pregunta que se impone es ¿acaso Dios no es perfecto? y la respuesta es sí, Dios es perfecto y no requiere de nada ni de nadie. Pero como hemos visto ya en repetidas oportunidades, los judíos convivimos con una imagen o metáfora de Dios que es extremadamente ambigua. En la teoría el poder de Dios es absoluto; en la práctica se encuentra aún reprimido. Al final de los tiempos el poder total de Dios va a hacerse manifiesto con la redención Universal, Nacional e Individual; pero hoy, aquí y ahora, en el tiempo histórico permanece dormido. Dios es (o puede ser que sea) el redentor final, pero el despliegue total de esa redención yace en el futuro.

La representación más clara de esta teoría que insiste en que Dios nos necesita fue articulada por el cabalista judío más importante que jamás haya existido: Isaac Luria. Luria enseñó Cabalá a toda una generación de judíos que se encontraban terriblemente decepcionados ya que habían sido expulsados nuevamente de otra parte del mundo, en este caso de España, luego de haber vivido allí por varias generaciones. Estos judíos volvían a experimentar el sabor amargo del exilio y la sensación que el mundo y el tiempo que ellos habitaban se encontraba realmente fallado. Recuerden que también les comenté que todas las teorías sobre el fin de los tiempos (y la judía no difiere tampoco en esto) surgen de un problema o impulso central: la idea que las cosas del modo que están hoy presentes se encuentran seriamente falladas o son imperfectas.

Luria logró inyectar esperanza en toda su generación presentando por primera vez en la historia una nueva y revolucionaria narrativa mitológica sobre el sentido de la historia, Dios y el pueblo judío. Su narrativa tejía las nociones básicas del judaísmo rabínico con las tradiciones del misticismo o la Cabalá que habían visto la luz en forma masiva unos 300 años antes. Es imposible resumir en una publicación todo el sistema cabalístico de Luria, pero la esencia de su pensamiento parte de la noción central que desde el comienzo mismo de la Creación, la Creación misma de Dios salió mal o fallada.

Según Luria Dios creó el mundo emanando de Su propia esencia, utilizando (por decirlo de otro modo) a Dios mismo como materia. El plan era que esta emanación divina iba a estar contenida en “vasijas” que Dios mismo había creado para que contengan Su esencia permitiendo que el mundo y Su Creación emergieran así en forma estructurada y ordenada. Pero algo salió mal en este proceso…las “vasijas” no fueron lo suficientemente sólidas como para contener la emanación de Dios y se quebraron generando un evento catastrófico. De ese modo todas las chispas del impulso creativo de Dios se esparcieron a lo largo de todo el cosmos.

El resultado final de este mito sobre la creación es totalmente opuesto al de la Biblia. En la Biblia Dios crea un mundo completamente ordenado en 7 días y todo es literalmente bueno. Pero en el mito de Luria el mundo nace fallado, emerge desde el inicio de la historia en forma imperfecta o rota y ¡el culpable de todo esto es el mismo Dios!

Si ya nos resulta asombrosa la idea de culpar a Dios por haber creado un mundo fallado (que en consecuencia lo hace también responsable de la existencia del mal) Luria no se detuvo ahí sino que dio un paso más en su teoría. Como la Creación surgió de la emanación que constituye la esencia del mismo Dios, con todas sus fallas, esta emanación es por lo tanto una parte de Dios. Por este motivo si existen fallas en este mundo son las fallas de la mismísima esencia de Dios. En palabras más simples: ¡el mundo esta fallado porque Dios también lo está!

Pero el mito no podía terminar así porque el objetivo era volver a inyectar esperanza y sentido. Luria lo logró en forma extraordinaria. Primero argumentó que había dos facetas que hacían a la Unidad de Dios. Por un lado estaba la esencia de Dios en su estado más íntegro, trascendente e inalcanzable para los seres humanos. Esta esencia era eternamente incomprensible y oculta. Cuando decimos que Dios es Dios y nosotros somos humanos estamos utilizando esta faceta de Dios. Esta faceta está escondida y nunca podremos alcanzarla porque si así lo hiciéramos seríamos como Dios y eso es un absurdo. Esta faceta Luria la denominó Ein Sof (literalmente Sin Fin o lo Infinito). Por otro lado Dios tenía una segunda faceta relacionada con lo que se manifiesta en forma visible de la Creación. Esta segunda faceta Luria la denominó Shejiná (literalmente Presencia). Estas dos facetas eran el producto de la catástrofe primordial de la «Creación fallada» según el mito de Luria. En el momento que las cosas salieron mal la Unidad de Dios se dislocó haciendo que esa Unidad se rompa en dos partes: Ein Sof por un lado y la Shejiná por otro lado. Así la Shejiná misma se había exiliado porque si Israel estaba en el exilio también lo estaba Dios.      

Finalmente Luria agregaría el mito de la Redención. El mundo necesita ser reparado de su Creación fallada original y en forma increíble Dios necesita lo mismo. La responsabilidad de corregir a Dios y al mundo recae ni más ni menos que sobre el pueblo de Israel. Y el medio necesario para realizar dicha tarea es realizar mitzvot o mandamientos. Cada mitzva que un judío realiza en este mundo (siempre que ésta sea acompañada con la intención apropiada) acerca la redención y repara el Universo, la Nación y al Individuo. Como el mundo y Dios forman un sistema cósmico completo, a medida que reparamos el mundo también reparamos la Unidad de Dios que se ha roto en la dislocación original de la Creación. Nuestra tarea de acuerdo a la Cabalá es liberar y restaurar a la divinidad viviendo ética y espiritualmente. Solo así elevamos las chispas rotas produciendo un tikkun, una “reparación” del cosmos.

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La Redención o Salvación Final de los Seres Humanos

11/04/2013 por Diego Edelberg 3 comentarios

Llegamos finalmente a la última Salvación o Redención Final de Dios, la salvación Individual. Si lo recuerdan toda nuestra exploración sobre la temática de la Redención según la tradición judía comenzó con una simple pregunta: los judíos rezamos todos los días pidiéndole a Dios que nos salve y nos redima, pero ¿de qué debería exactamente Dios salvarnos o redimirnos?

Todas las teorías sobre el fin de los tiempos (y la judía no difiere tampoco en esto) surgen de un problema o impulso central: la idea que las cosas del modo que están hoy presentes se encuentran seriamente falladas o son imperfectas. Justamente las especulaciones sobre la Redención Final describen cómo al final de los tiempos Dios va a transformar lo fallado en algo perfecto. Estas especulaciones hablan de un Dios que salva, rescata y corrige finalmente a todo el Universo de este estado imperfecto que nosotros conocemos y llamamos historia. Al intentar responder de qué debería Dios rescatarnos al final de la historia fuimos viendo cómo la tradición judía entendió esta Redención en tres planos:

 

  1. En plano mundial o universal Dios va a erradicar finalmente y en forma absoluta el “enemigo” clásico del judaísmo que se llama idolatría. Con el fin de la idolatría los seres humanos dejaran de tener ídolos que están sujetos a las leyes físicas del tiempo y el espacio (es decir otros seres humanos que idolatramos y seguimos ciegamente o incluso nuestro propio ego que nos hace creer a veces que nosotros mismos somos unos “ídolos”) para así tomar conciencia de esa verdad indivisible que los judíos hemos adorado desde tiempos inmemorables y llamamos Dios.
  2. En el plano Nacional Dios volverá una vez más a rescatar a Israel, liberarlo de la opresión de otras naciones y finalmente llevarlo nuevamente a su tierra prometida salvándolo así del yugo del exilio eterno. Jerusalem y Templo volverán a ser reconstruidos y volveremos al viejo sistema de sacrificios animales en un altar llevado a cabo únicamente por los Cohanim o Sacerdotes. Por supuesto que como mencionamos en la publicación anterior esta teología no es compartida en forma unánime por todos los judíos.

¿Y en el plano individual qué ocurrirá? en la Salvación Individual Final Dios va a rescatar a los seres humanos de aquella falla que inunda y traumatiza la experiencia humana: la muerte. Según la tradición judía los cuerpos van a resurgir de sus tumbas y reunirse con sus almas. La Muerte misma morirá en manos de Dios quien alcanzará así su poder último y total.

Este aspecto de la resurrección de los muertos fue el último en entrar históricamente dentro de nuestra teología. Si uno lee la Tora la muerte allí es entendida como el fin. Solo a partir de la incorporación en el TaNaJ (la Biblia Hebrea) del Libro de Daniel -uno de los últimos libros en ser incorporados- leemos en el capitulo 12 versículo 2 sobre la resurrección de los muertos. Sin embargo este último agregado tuvo una influencia notable en la creación de las plegarias por parte de los rabinos siglos más tarde. En la segunda bendición de la Amidá (la plegaria central del servicio religioso judío) Dios es alabado como mejaie meitim, es decir quien da “vida a los muertos”.

En la modernidad muchos judíos sienten que esta doctrina es repugnante (en realidad esto mismo había sentido Saadia Gaón miles de años antes mencionado en su libro sobre “Las Creencias y las Opiniones”). Por este motivo los Sidurim (libros de rezo) del judaísmo Reformista han reemplazado estas palabras por una frase más neutral que dice mejaie hakol, es decir quien da “vida a todas las cosas”. Cuando pregunté una vez con qué autoridad el movimiento Reformista modificaba las milenarias plegarias la respuesta que obtuve fue la siguiente: nuestras plegarias deben reflejar nuestros deseos y anhelos más profundos, ¿cómo podríamos rezar y pedir a Dios que haga algo por nosotros que en el fondo y honestamente no queremos? ¿O acaso queremos literalmente volver a matar animales en el Templo y deshacernos de los Rabinos y toda la magistral interpretación y literatura rabínica en pos de un regreso al sacrificio animal y a una casta judía que de alguna manera está por encima de todos los demás judíos?

Pero aún más audaz a esta respuesta es la idea que Dios va a matar a la Muerte. Puesto así parecería que la Muerte opera fuera del control de Dios. Y sin embargo la muerte de la Muerte emerge desde la Hagada de Pesaj cuando en la última frase del Jad Gadia el Santo Bendito Sea asesina al Ángel de la Muerte. Finalmente en la Redención Final ni siquiera la Muerte podrá desafiar el poder de Dios. Tampoco puedo olvidarme de mencionar que todo este drama final será guiado por una singular entidad (que para algunos es un rey y para otros una especie de semidiós) que ha sido nombrado según la historia como el Mesías. En realidad el término original hebreo es Mashiaj que significa «ungido» ya que en la antigüedad los soberanos eran coronados ungiéndolos con aceite. Dios es quien va a enviar cuando quiera al Mashiaj. Hasta ese entonces simplemente esperamos su llegada atrapados en este tiempo fallado o imperfecto que llamamos historia y que se encuentra entre la Creación y la Redención Final.

Todas las especulaciones sobre el fin de los tiempos son míticas, complejas, imaginativas y metafóricas. Pero no por eso son falsas. Todas ellas nos llevan a un reino que se encuentra mucho más allá de nuestra experiencia humana y mucho más allá de lo que alguna vez podremos ver con nuestros propios ojos. Como ocurre con cualquier narración mitológica, el objetivo no es ser históricamente precisos o literalmente certeros. El objetivo de estas narraciones o especulaciones es el de ayudarnos a influenciar nuestras vidas con un “sentido” que nunca podríamos alcanzar utilizando la razón. Solo al tomar conciencia de esto podemos entender que la Redención Final judía es profundamente religiosa y no científica. Su narrativa ofrece respuestas a la compleja naturaleza de la existencia humana que incluye el temor de nuestra finitud y la inevitable necesidad de sobrevivir en el mundo fallado que habitamos y conocemos. Todas las teorías sobre el Final de la historia son visiones o especulaciones que nadie realmente conoce. Todas las teorías generalmente intentan instaurar un orden total que responda a todos los temores e incertidumbres que constituyen nuestra imperfecta existencia. Estas especulaciones buscan en esencia ofrecer “sentido” ante aquello que todos nosotros no podemos tolerar: que en el fondo tal vez…nada tenga “sentido”.

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La Redención o Salvación Final del Mundo

09/04/2013 por Diego Edelberg Deja un comentario

Como mencioné al final de la publicación anterior, todas las teorías sobre el fin de los tiempos (y la judía no difiere tampoco en esto) surgen de un problema o impulso central: la idea que las cosas del modo que están hoy presentes se encuentran seriamente falladas o son imperfectas. Justamente las especulaciones sobre la Redención Final describen cómo al final de los tiempos Dios va a transformar lo fallado en algo perfecto. Estas especulaciones hablan de un Dios que salva, rescata y corrige finalmente a todo el Universo de este estado imperfecto que nosotros conocemos y llamamos historia.

En la forma que nosotros los conocemos hoy, los eventos del fin de la historia según la tradición judía sucederán en tres planos:

 

  1. En el plano Universal los eventos afectarán literalmente a todo el Universo.
  2. En el plano Nacional los eventos afectarán literalmente y particularmente al pueblo judío.
  3. Y en el plano Individual los eventos afectarán a cada uno de nosotros en forma individual.

 

En esta publicación quería comenzar explorando la primer Redención Final, aquella que afectará a todo el Universo.

El plano más Universal que los humanos realmente podemos apreciar (particularmente en esta era más que en ninguna otra) se refiere al “mundo” en su totalidad o mejor dicho aquello que nosotros llamamos “Planeta Tierra”. Gracias a la revolución tecnológica en el plano de las comunicaciones hoy podemos saber casi al instante lo que está sucediendo en cualquier parte del mundo. Por supuesto que estoy exagerando un poco pero creo que la idea de la globalización y el impacto de Internet junto con las señales emitidas por los satélites han cambiando nuestro mundo en formas inimaginables para nuestros antepasados.

Y como podemos saber lo que está ocurriendo simultáneamente en todos lados podemos ser más conscientes hoy que el mundo se encuentra seriamente fallado o es imperfecto: todos los días leemos sobre posibles guerras nucleares, injusticias, opresión y el odio que gobierna gran parte de las relaciones humanas por todo el planeta. Para la tradición judía en la Redención Final Dios va a literalmente erradicar todas estas cosas y crear un Nuevo Mundo en el cual lo único que conoceremos es paz, justicia y compasión en todas las relaciones humanas. Para lograr eso la idolatría (aquel “enemigo” principal del judaísmo) será abolida para siempre y los seres humanos dejaran de tener ídolos que están sujetos a las leyes físicas del tiempo y el espacio (es decir otros seres humanos que idolatramos y seguimos ciegamente) para tomar conciencia de esa verdad indivisible que los judíos hemos adorado desde tiempos inmemorables y llamamos Dios. En otras palabras, el mundo entero finalmente reconocerá al Dios de Israel como el único Dios y finalmente tendrá sentido el Aleinu Leshabeaj que recitamos al finalizar cada plegaria, “en ese día Dios será Uno y su Nombre Uno”.

Esta primera idea de Redención Final a nivel planetario es tal vez la más antigua y simultáneamente la más común. Si lo pensamos un instante, al remover a Dios y al judaísmo de este relato, nos encontramos con el impulso más humano y universal que conocemos. La idea de trabajar para erradicar todas estas cosas es lo que motiva a cualquier buen gobierno, ONGS, instituciones de acción social y al ser humano en particular. Todos nosotros percibimos en nuestras áreas individuales y nuestros trabajos que todavía hay mucho por mejorar en el mundo, en nuestros países y en nuestros hogares. Y si no tuviéramos esa sensación de imperfección o inconformidad realmente la vida en algún punto carecería de sentido. Curiosamente nos esforzamos para “perfeccionar el mundo” y sin embargo nuestra vida no tendría sentido si el mundo fuera literalmente perfecto. En esencia “lo perfecto” no nos requiere.

Todas estas fallas que inundan nuestras estructuras sociales demandan de nuestra redención y nuestro esfuerzo. Y esta tarea sigue siendo tan cotidiana hoy como lo fue hace miles de años. Solo lean el fragmento del profeta Isaías que comparto a continuación escrito 500 años antes del nacimiento de Jesús:

 

En los días venideros el Monte que alberga la Casa de Dios estará firme por encima de las montañas…Y todos los pueblos irán allí y dirán: “Ven, vayamos arriba, al Monte de Dios, a la Casa del Dios de Jacob; para que Él pueda instruirnos en sus formas y para que nosotros podamos caminar Sus senderos”. Porque la Instrucción vendrá desde Sión, la palabra del Dios de Jerusalem. Así Él juzgará de entre todas las naciones y será el árbitro para muchos pueblos. Y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. (Isaías 2:2-4)

 

Lo más extraordinario de este tema es que ¡ningún otro pensador de la antigüedad soñó con una era en la que la guerra no existiría más! Esta es la visión que continúa ejerciendo el poder de la Redención Final Universal hasta nuestros días.

 

Archivado en: Dios de los judíos Etiquetado como: antepasados, dios, el impacto de internet, el universo, fin de los tiempos, guerras, Jerusalem, plegaria

La Redención Final, desde la Creación hasta el Fin de los Tiempos

05/04/2013 por Diego Edelberg 31 comentarios

 

El propósito de la celebración de Pesaj no es solamente hacer una interpretación sobre los “faraones” que uno tiene en la vida y de los que debe “liberarse” sino literalmente narrar la historia del Éxodo de Egipto usando la hagada. En la noche del Seder de Pesaj y ante las preguntas de los niños o las caras de “¿qué están haciendo estos locos?” de nuestros invitados la respuesta debe ser una sola: hago esto por lo que Dios hizo por mí cuando yo fui liberado de Egipto. Como dijimos en las publicaciones previas, esta es la idea o postura central que uno debe asumir para que el Seder genere su efecto. Esta es mi historia y no la de “ese pueblo”. Si por un momento en el Seder miramos la historia “desde afuera” los alimentos pierden su simbología y en esencia todo se convierte en un ritual absurdo y largo.

La temática central del Seder además constituye el paradigma de la Redención o Salvación judía. Empezamos con malas noticias (esclavitud, idolatría de los ancestros de Abraham, etc.) y terminamos con la buena notica que en forma unánime clama ¡fuimos redimidos de Egipto! O como dice el famoso chiste: intentaron matarnos, no pudieron…¡a comer!

Pero la realidad es que todo el mensaje del Seder encierra el anhelo por excelencia de la tradición judía. Y ese anhelo es la Redención o Salvación Final. La Redención de Israel en la Biblia no fue simplemente un evento del pasado sino del presente. No es una historia sino una noticia. Debemos sentir que estamos siendo liberados ahora mismo. No solo nuestros antepasados fueron salvados sino que ¡en cada generación somos salvados nuevamente! Este es un argumento extremadamente poderoso al declarar que el Éxodo no solamente sucedió sino que esta sucediendo en este instante. Esto es lo que definí en las publicaciones previas como “mito eterno”. El sentido del mito -a diferencia de la historia- es que el mismo realmente se repite y se revive en forma continúa hasta la eternidad. Los grandes eventos en la vida de una comunidad religiosa (sea esta judía, cristiana o cualquier otra) resuenan en forma perpetua y constante. Permanecen eternamente en el presente. Si esto no ocurre entran en el plano de la “historia” en lugar del “mito” y ya no cumplen la misma funcionalidad. Simplemente los leemos y decimos “qué interesante”. Pero el mito no es interesante sino “emocionante”.

Así en la tradición judía la idea o sentimiento de redención es simultáneamente pasada y presente. Curiosamente la bendición de la Redención que rezamos todos los días no sucede aquí y ahora sino en el pasado, con un evento que sucedió hace miles de años y recordamos cuando declaramos “Bendito eres Tú, que redimió a Israel”. Pero si Dios Redimió en el pasado nuestra tradición afirma que eso demuestra el potencial de una nueva redención en el futuro. Por lo tanto la Redención no solo es pasada, es decir no solo es histórica sino presente, mitológica y por ende futura y eterna.

Como somos conscientes que el tiempo que nosotros llamamos “historia” y que se encuentra entre la Creación y la Redención Final es imperfecto -puesto que seguimos viviendo la injusticia y la opresión en el mundo- el mito de la Redención se proyecta hacia el futuro con la esperanza que el paso final en la evolución de la doctrina judía sobre la Redención sea justamente un acto final y determinante que destruya toda forma de opresión e injusticia en forma eterna.

Este poder de la Redención final de Dios en un futuro cercano es una pieza central del pensamiento teológico judío. Sin esa fe en la Redención final gran parte del pensamiento judío carece de esperanza. Y ese poder de Redención final compromete toda una categoría de especulaciones sobre qué es lo que ocurrirá al final del tiempo histórico que los humanos habitamos. Me refiero a la culminación de la historia tal cual nosotros la conocemos. Pero justamente como toda esta categoría es especulativa su pensamiento es increíblemente complejo e imaginativo. El porque de esto último es obvio: estamos discutiendo o especulando sobre eventos que ningún ojo humano ha visto alguna vez. No estamos debatiendo conclusiones sino suposiciones. Y el problema es que honestamente todas las suposiciones son verdad porque no son hechos. Nadie sabe realmente qué ocurrirá, cuándo ocurirrá ni cómo ocurrirá con absoluta certeza. Además debemos entender que esta doctrina de la Redención final fue literalmente desplegándose en forma progresiva dentro de la tradición judía llegando a su conclusión final en el período talmúdico (alrededor del 500 después de Cristo o la Era Común).

Con respecto a las especulaciones, en la forma que nosotros las conocemos hoy, los eventos del fin de la historia según la tradición judía sucederán en tres planos:

 

  1. En el plano Universal los eventos afectarán literalmente a todo el Universo.
  2. En el plano Nacional los eventos afectarán literalmente y particularmente al pueblo judío.
  3. Y en el plano Individual los eventos afectarán a cada uno de nosotros en forma individual.

 

Por supuesto que en cada uno de estos planos Dios es el iniciador de los eventos. Pero el rol que jugamos nosotros los humanos no es menor. Todas las teorías sobre el fin de los tiempos (y la judía no difiere tampoco en esto) surgen de un problema o impulso central: la idea que las cosas del modo que están hoy presentes se encuentran seriamente falladas o son imperfectas. Justamente las especulaciones sobre la Redención describen cómo al final de los tiempos Dios va a transformar lo fallado en algo perfecto. Estas especulaciones hablan de un Dios que salva, rescata y corrige finalmente a todo el Universo de este estado imperfecto que nosotros conocemos y llamamos historia.

En las próximas publicaciones intentaremos analizar cada una de ellas por separado y dedicarnos finalmente a ver qué rol jugamos nosotros los humanos en todo este drama.

Archivado en: Dios de los judíos Etiquetado como: apocalipsis judio, fin de los tiempos, la biblia, pesaj

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Acerca del Autor

 Hola, soy Diego Edelberg, el fundador del blog Judios&Judaismo.com. Me apasiona todo lo relacionado con la música, el judaísmo, la interpretación, la educación, la mitología, la filosofía, la religión, la ciencia, la historia, el arte, la física, la cosmología, la evolución, la sociología, la epistemología, la metafísica, la cabalá y en especial aquello que resulta contradictorio, paradójico y absurdo. Para conocer más sobre mi y de qué se trata mi blog visitá la sección Acerca del Autor

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