Bendito eres Tú…que nos ha elegido de entre todos los pueblos y nos ha concedido Su Tora
Esta es la bendición que los judíos recitamos todas las mañanas y antes de la lectura de la Tora. Sea como sea que decidamos interpretar la frase que Dios nos ha elegido de “entre todos los pueblos” es innegable que en la contemporaneidad la idea de la “selección” hiere las sensibilidades de algunos judíos y de no-judíos también.
Elegir implica seleccionar y seleccionar sugiere preferir algo por encima de otra cosa. Este lenguaje puede rápidamente caer en la noción que lo elegido o preferido es superior a lo no elegido. Sin embargo, si lo pensamos seriamente, ser elegido no implica ser superior. Si alguien me ofrece entre comer carne o pescado es muy probable que elija la carne. Esa decisión implica que prefiero la carne antes que el pescado, pero no implica que la carne sea de algún modo superior al pescado o que no me gusta el pescado. En alguna otra ocasión podría preferir el pescado y todo esto tampoco significa que a quien no le gusta la carne ni el pescado es inferior a mi. Haber elegido a mi esposa sugiere que yo tengo una preferencia por esa mujer pero no implica que el resto de las mujeres son inherentemente inferiores a la elegida por mi.
La noción que Dios ha “elegido” a Israel ha sido entendida como que Dios prefiere a Israel por encima de otros pueblos. Para algunas personas esto significa que Israel es “mejor” que otros pueblos y que justamente estos otros pueblos son menos importantes para Dios que el pueblo judío. No hay ninguna duda que en su mayoría tanto los judíos como los no-judíos han entendido esta doctrina de este modo a lo largo de la historia.
Primero y principal, es importante dejar en claro que Dios no recita esta bendición sino los seres humanos. Al declarar estas palabras nosotros somos los que estamos definiendo esta relación con Dios. En otras palabras, nosotros mismos hemos elegido entender nuestra historia a través de la narración que posee la Tora. La Tora contiene el relato pero al fin de cuentas somos nosotros los que decidimos voluntariamente hacernos partícipes de dicho relato y sentirlo como propio. Podríamos optar por no hacerlo. Al aceptarlo como constituyente de nuestra existencia construimos una forma de entender a nuestro pueblo junto al relato universal. En simples palabras, Israel ha decidido creer este relato sobre la Redención de la historia pero no Dios. Dios no puede obligarnos a creer su versión de la historia. Solo los humanos podemos hacerlo.
Las religiones que han optado por utilizar los textos bíblicos han heredado también esta narración sobre la Redención de Dios y la tarea que debe ser realizada ahora por otro nuevo “pueblo elegido”. Así los primeros Cristianos entendieron la continuación de la revelación de Dios a través de Jesus de Nazaret y esta nueva revelación presentaba un “Nuevo Testimonio (o Testamento)” que venía sustituir el pacto con el “viejo Israel”. Siglos más tarde el Islam declararía que la revelación de Dios a su profeta Mahoma constituía la revelación final y venía justamente a “corregir” la forma en la que los humanos habían capturado o entendido las revelaciones anteriores. Lamentablemente e irónicamente, en todos estos casos la nueva comunidad elegida despertó una ola de violencia y persecución hacia los “pueblos elegidos” anteriormente. Definitivamente parecería ser que el ser humano no pudo ni puede concebir que haya elecciones múltiples por parte de Dios. El problema como siempre termina siendo de los seres humanos y no de Dios. Si Dios quisiera un solo relato probablemente estaría capacitado para eliminar los otros. Y al igual que dijimos con el pueblo judío, los otros pueblos también son los que han decidido aceptar el relato como tal, hacerlo propio y entender que debían eliminar a los “elegidos” anteriormente. Podrían haber optado por no sentir el relato como propio. Pero lo hicieron y en consecuencia y nuevamente como ya dijimos, Dios no puede obligarnos a creer su versión de la historia. Solo los humanos podemos hacerlo.
Hay una cosa más que debemos entender sobre la idea de “elegir”. La bendición que los judíos recitamos antes de leer la selección de profetas que sigue a la lectura de Tora en Shabat y otras festividades declara lo siguiente:
Bendito eres Tú…que elige la Tora; a Moisés, Su Siervo; a Israel, Su nación; y a los profetas de la verdad y la rectitud
Podríamos llegar a entender por que Dios elige a Moisés (de entre otros posibles profetas) o a Israel (de entre otras posibles naciones) pero ¿en qué sentido Dios “elige” la Tora? ¿Acaso Dios consultó toda una serie de Sagradas Escrituras y “eligió” la Tora? Obviamente que no.
Entonces debemos entender que “elegir” no significa necesariamente “seleccionar” sino “distinguir” como sinónimo de “separar”. Algo que está “separado” o “distinguido” es algo que es “especial” para nosotros. Nuevamente nosotros somos los que decidimos al fin de cuentas “separar” y “separarnos” para así constituirnos como “especiales” o “distinguidos”. Podríamos no hacerlo. Podríamos decidir no “separarnos”. Pero al separar ciertos textos de otros los hacemos especiales. Y al separar ciertos objetos de otros sucede lo mismo. Al fin de cuentas al separarnos en nuestras prácticas o maneras de entender los relatos y la vida elegimos “separarnos” de quienes realizan otras prácticas diferentes y tienen otras creencias y se guían según otros relatos. Lo más importante de todo esto es entender que decidir separarse de otras creencias, prácticas o narrativas no implica que las que hemos elegido son mejores, sino diferentes.
Declarar que Dios eligió Israel significa que Dios ama Israel pero Dios también ama otras naciones y pueblos del mismo modo que un padre ama de formas diferentes a todos sus hijos e hijas.