Gente que hace las cosas
La semana pasada me llegó un artículo muy interesante sobre la vida de los expatriados. Como sabrás yo entro en esa categoría ya que si bien nací en Argentina hace casi 3 años que vivo en Hong Kong. Pero esta publicación no es sólo sobre mí sino sobre la idea central de ese artículo que me llegó: los expatriados son ¡gente que hace! (they do things declaraba el artículo).
El artículo luego explicaba que un expatriado pocas veces te va a decir “me gustaría hacer tal cosa” sino que por el contrario “va y la hace”. Y lo cierto es que cuando uno cambia de país aprende esta lección a la fuerza. Más aún si uno se muda a una ciudad donde hablan cantonés y de pronto las cosas más simples a veces se vuelven terriblemente complicadas (trata de explicarle a un ferretero con señas que necesitas un tipo de clavo particular en cantonés y después me decís cómo te fue).
Pero yo mismo puedo decirte que la mayoría de los expatriados que conozco tienen (o mejor dicho tenemos) esa idea que “las cosas deben ser vividas, experimentadas y luego analizadas”. Sin dudas decidir mudarse a otra parte del mundo lejos de la familia, amigos y la rutina requiere un salto que implica dejar de pensar tanto para ponerse a hacer. Luego, con el paso del tiempo uno mira hacia atrás y piensa: “fue la mejor decisión que tomé en ese momento” o quizás diga “¡cómo me arrepiento de esa decisión!”. Pero lo importante finalmente es hacer las cosas, experimentarlas en carne propia y dejar de buscar excusas para no hacerlas. Luego uno puede y debe analizar lo decidido para corregir y avanzar. La frase sería entonces: ¡Hace primero y después dedícate a pensar!
Yo también hago
Estoy cada día más seguro que hay que «hacer primero y luego pensar» en todas las áreas de mi vida. Sin ir muy lejos, la existencia de este blog que estás leyendo ahora es una prueba de ello. Como sabes no soy un Rabino y mi título académico es en Arte y no en filosofía, historia o religión. Sin embargo soy un apasionado de la historia judía, el legado filosófico judío y por sobre todas las cosas de la fusión entre el estudio académico y la tradición rabínica. Y sé que si hubiera pensado mucho nunca habría comenzado este blog por temor a que otros piensen diferente o cuestionen mi manera de ver el mundo, Dios y la tradición judía.
Pero cuando estaba solo en Hong Kong decidí que era tiempo de “hacer” este blog y después ver que pasaría. Hoy yo mismo no puedo creer todo lo que ha pasado en estos últimos tres años con Judíos & Judaísmo. Lo que empezó como un hobby se ha convertido en una rutina que no solo la vivo yo y mi esposa (que pobre tiene que soportarme mientras me la paso pensando, leyendo y escribiendo todo el tiempo) sino y más importante aún que Judíos & Judaísmo se ha convertido en la rutina de más de 4000 visitantes por mes que llegan hasta aquí para leer cada nueva publicación que escribo.
Nunca consideré ser un escritor y sin embargo en un mes de haber publicado mi primer ebook lo descargaron más de 200 personas y ya he recibido muchos agradecimientos y críticas también (si todavía no lo bajaste no sé que estas esperando porque es GRATIS). Pero si luego de leer todo esto crees que lo escribí para sentirme bien y para que digas “¡wow Diego! ¡Cuando sea grande quiero ser como vos!” estarías muy equivocado. Ahora se viene en realidad la idea “judía” (si es que existe algo así) de esta publicación.
¿Dónde está la parte judía de esta publicación?
Una de las enseñanzas centrales del judaísmo es que estamos constituidos por dos polos opuestos: una inclinación hacia el mal (en hebreo yetzer Hará) y otra inclinación hacia el bien (yetzer hatov). Por supuesto que estas fuerzas no son demonios que nos poseen ni operan fuera de nuestro control. Muy por el contrario, la idea central del judaísmo es que aquel camino pleno de sentido en la vida consiste en ir balanceando estos dos polos que existen en forma “natural” dentro todos nosotros. Justamente el estudio de Tora y la práctica de mitzvot (mandamientos o preceptos) son según nuestra tradición el mejor antídoto para ir curándonos de esa tendencia tipo Mr. Hyde y permanecer lo más posible en el estado de Dr. Jeckyll (si no entendiste esta metáfora por favor entrá acá ya mismo y comprate este libro que sale más barato que tu conexión a Internet: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Clasicos de la Literatura (Edimat Libros))).
No hay dudas que para poder balancear nuestras tendencias deberíamos primero pensar y luego decidir cómo actuar o qué hacer. Si no tuviéramos esa capacidad de tomarnos un instante para reflexionar cómo proceder en la vida, la humanidad duraría un segundo. Y digo esto con total certeza porque estoy convencido que la mayoría de la gente siempre quiere que nos vaya muy bien pero nunca mejor que a ellos. Y en ese instinto de supervivencia uno puede terminar haciendo cualquier cosa. Incluso si debe dejar de pensar qué sería lo correcto y simplemente hacer sin pensar cuáles serían las consecuencias.
¡Haremos y Escucharemos!
Y aquí entra la Tora en escena. Una de las frases más curiosas de la Biblia la encontramos en el Libro del Éxodo 24:7. Allí leemos que cuando Dios le ofrece la Tora a los hijos de Israel ellos no dicen “queremos escuchar de qué se trata para ver si nos interesa”. Muy por el contrario la Tora nos presenta con uno de los pasajes más fascinantes y famosos que -de alguna manera- encapsula gran parte del pensamiento judío: ¡naasé venishmá! Es decir haremos y escucharemos. Esto es muy extraño. ¿Quién firma un contrato antes de escuchar cuáles son las cláusulas? Convengamos que el pueblo judío no se caracteriza por ser un grupo que pregunta poco y acepta cualquier cosa porque sí. Sin embargo nuestros antepasado dijeron literalmente “haremos lo que sea que tengamos que hacer incluso antes de saber” (Pesikta Rabbati 21)
La enseñanza fundamental de este pasaje es que definitivamente hay algunas acciones que no pueden ser entendidas (escuchadas) hasta el momento que son realizadas (haremos). Cuando las hacemos las entendemos.Y con el judaísmo y sus prácticas esta idea es central porque si nunca hacemos nada judío nunca sabremos si es significativo hacerlo. Por eso cuando la gente me pregunta sobre judaísmo les digo que yo escribo, pienso y reflexiono mucho sobre el tema…¡pero también hay que hacer cosas judías!
Hacer Shabbat, tzedakah, ayudar a quien nos necesita y todas las demás cosas que nos demanda el judaísmo y que se desprende de la Tora no son simplemente un conjunto de leyes antiguas e impersonales. Como enseñó el genio de Franz Rosenzweig, debemos sentir que cada parte, enseñanza, mitzva (es decir práctica del judaísmo) fue creada especialmente y en forma personal para nosotros mismos. Está ahí para que la tomemos y para que podamos aprender algo sobre nosotros mismos al intentar relacionarnos con el legado ancestral del pueblo judío. Los judíos hacemos todas estas cosas no porque pensamos que pueden ser buenas sino porque sentimos el llamado que debemos hacerlas. Después veremos si hacen algo en nuestras vidas. Y no creo que millones de judíos por miles de año hayan insistido en preservar estos textos, prácticas y costumbres porque no hacen nada significativo. ¡Todo lo contrario! Las cosas que no necesitamos pasan de moda o simplemente se transforman en otra cosa y se pierden…como ha pasado con tantas otras cosas en la historia de la humanidad.
Cuando hacemos del judaísmo una parte intrínseca de nuestra rutina lo convertimos en algo nuestro. Lo entendemos, lo escuchamos. Se diluye en nosotros mismos. Practicar el judaísmo nos cambia, nos acerca a nuestro pasado, a nuestra historia y ni más ni menos que a Dios. Nos ayuda a entender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Y lo mejor de todo es que nos da la fuerza para reparar lo que está roto.
Pero me gustaría mucho conocer tu opinión: ¿Qué es mejor, pensar o hacer; pensar o actuar?