Este año escribí sobre la lectura académica judía del Libro de Ester. En esta oportunidad y próximos a Shavuot le toca el turno al Libro de Ruth que es leído en esta festividad. Ruth y Ester son dos de los más famosos libros de la Biblia Hebrea. De hecho cuando uno lee un texto seguido del otro parecen muy similares. Ambos son pequeños cuentos que llevan el título de los personajes femeninos centrales. En cada uno de ellos la trama justamente gira en torno principalmente a las relaciones entre una mujer y uno o varios extranjeros.
El pueblo de Israel ¿es el pueblo elegido?
Bendito eres Tú…que nos ha elegido de entre todos los pueblos y nos ha concedido Su Tora
Esta es la bendición que los judíos recitamos todas las mañanas y antes de la lectura de la Tora. Sea como sea que decidamos interpretar la frase que Dios nos ha elegido de “entre todos los pueblos” es innegable que en la contemporaneidad la idea de la “selección” hiere las sensibilidades de algunos judíos y de no-judíos también.
Elegir implica seleccionar y seleccionar sugiere preferir algo por encima de otra cosa. Este lenguaje puede rápidamente caer en la noción que lo elegido o preferido es superior a lo no elegido. Sin embargo, si lo pensamos seriamente, ser elegido no implica ser superior. Si alguien me ofrece entre comer carne o pescado es muy probable que elija la carne. Esa decisión implica que prefiero la carne antes que el pescado, pero no implica que la carne sea de algún modo superior al pescado o que no me gusta el pescado. En alguna otra ocasión podría preferir el pescado y todo esto tampoco significa que a quien no le gusta la carne ni el pescado es inferior a mi. Haber elegido a mi esposa sugiere que yo tengo una preferencia por esa mujer pero no implica que el resto de las mujeres son inherentemente inferiores a la elegida por mi.
La noción que Dios ha “elegido” a Israel ha sido entendida como que Dios prefiere a Israel por encima de otros pueblos. Para algunas personas esto significa que Israel es “mejor” que otros pueblos y que justamente estos otros pueblos son menos importantes para Dios que el pueblo judío. No hay ninguna duda que en su mayoría tanto los judíos como los no-judíos han entendido esta doctrina de este modo a lo largo de la historia.
Primero y principal, es importante dejar en claro que Dios no recita esta bendición sino los seres humanos. Al declarar estas palabras nosotros somos los que estamos definiendo esta relación con Dios. En otras palabras, nosotros mismos hemos elegido entender nuestra historia a través de la narración que posee la Tora. La Tora contiene el relato pero al fin de cuentas somos nosotros los que decidimos voluntariamente hacernos partícipes de dicho relato y sentirlo como propio. Podríamos optar por no hacerlo. Al aceptarlo como constituyente de nuestra existencia construimos una forma de entender a nuestro pueblo junto al relato universal. En simples palabras, Israel ha decidido creer este relato sobre la Redención de la historia pero no Dios. Dios no puede obligarnos a creer su versión de la historia. Solo los humanos podemos hacerlo.
Las religiones que han optado por utilizar los textos bíblicos han heredado también esta narración sobre la Redención de Dios y la tarea que debe ser realizada ahora por otro nuevo “pueblo elegido”. Así los primeros Cristianos entendieron la continuación de la revelación de Dios a través de Jesus de Nazaret y esta nueva revelación presentaba un “Nuevo Testimonio (o Testamento)” que venía sustituir el pacto con el “viejo Israel”. Siglos más tarde el Islam declararía que la revelación de Dios a su profeta Mahoma constituía la revelación final y venía justamente a “corregir” la forma en la que los humanos habían capturado o entendido las revelaciones anteriores. Lamentablemente e irónicamente, en todos estos casos la nueva comunidad elegida despertó una ola de violencia y persecución hacia los “pueblos elegidos” anteriormente. Definitivamente parecería ser que el ser humano no pudo ni puede concebir que haya elecciones múltiples por parte de Dios. El problema como siempre termina siendo de los seres humanos y no de Dios. Si Dios quisiera un solo relato probablemente estaría capacitado para eliminar los otros. Y al igual que dijimos con el pueblo judío, los otros pueblos también son los que han decidido aceptar el relato como tal, hacerlo propio y entender que debían eliminar a los “elegidos” anteriormente. Podrían haber optado por no sentir el relato como propio. Pero lo hicieron y en consecuencia y nuevamente como ya dijimos, Dios no puede obligarnos a creer su versión de la historia. Solo los humanos podemos hacerlo.
Hay una cosa más que debemos entender sobre la idea de “elegir”. La bendición que los judíos recitamos antes de leer la selección de profetas que sigue a la lectura de Tora en Shabat y otras festividades declara lo siguiente:
Bendito eres Tú…que elige la Tora; a Moisés, Su Siervo; a Israel, Su nación; y a los profetas de la verdad y la rectitud
Podríamos llegar a entender por que Dios elige a Moisés (de entre otros posibles profetas) o a Israel (de entre otras posibles naciones) pero ¿en qué sentido Dios “elige” la Tora? ¿Acaso Dios consultó toda una serie de Sagradas Escrituras y “eligió” la Tora? Obviamente que no.
Entonces debemos entender que “elegir” no significa necesariamente “seleccionar” sino “distinguir” como sinónimo de “separar”. Algo que está “separado” o “distinguido” es algo que es “especial” para nosotros. Nuevamente nosotros somos los que decidimos al fin de cuentas “separar” y “separarnos” para así constituirnos como “especiales” o “distinguidos”. Podríamos no hacerlo. Podríamos decidir no “separarnos”. Pero al separar ciertos textos de otros los hacemos especiales. Y al separar ciertos objetos de otros sucede lo mismo. Al fin de cuentas al separarnos en nuestras prácticas o maneras de entender los relatos y la vida elegimos “separarnos” de quienes realizan otras prácticas diferentes y tienen otras creencias y se guían según otros relatos. Lo más importante de todo esto es entender que decidir separarse de otras creencias, prácticas o narrativas no implica que las que hemos elegido son mejores, sino diferentes.
Declarar que Dios eligió Israel significa que Dios ama Israel pero Dios también ama otras naciones y pueblos del mismo modo que un padre ama de formas diferentes a todos sus hijos e hijas.
El Verdadero relato de la Creación del Mundo
La mayoría de las personas imaginan en formas diferentes la Creación del mundo. Lo que debemos asumir sin temor es que cada vez que intentemos hablar sobre cómo empezó el Universo vamos a terminar saliendo del reino espacial y temporal que habitamos y conocemos para entrar en otro reino totalmente distinto y desconocido: el de la poesía, el relato imaginario o el mito. Ni la mente humana ni el lenguaje como herramienta descriptiva pueden reducir en términos literales cómo fue que empezó todo.
En lo personal me sorprenden los presupuestos que algunos judíos y no-judíos también tienen sobre cómo aconteció la Creación. Así estuvimos analizando en las últimas publicaciones algunos conceptos que asombran a quienes conocen un solo relato de este episodio:
- Dios no crea “de la nada” sino que ordena material preexistente.
- Cuando hablamos de la Creación bíblica debemos especificar cuál de los dos relatos que se preservan en la Biblia estamos haciendo referencia.
- El material preexistente se opuso al ordenamiento de Dios.
- La Creación filtrada por los primeros Rabinos al crear la bendición cotidiana que celebra la Creación en la plegaria judía no solo es entendida en forma diferente a la narrada en la Biblia sino que además esta Creación acontece todos los días y en forma constante. Para la tradición rabínica Dios no solo creó sino que sigue creando a cada instante.
La búsqueda obsesiva con el fin de entender cómo empezó todo y cómo va a terminar impulsó a los seres humanos a lo largo de la historia dando como resultado diferentes relatos tanto científicos como religiosos. Si bien algunos científicos pueden sentirse terriblemente ofendidos que su hacer está siendo comparado aquí con el religioso, la realidad es que en lo que respecta al origen del Universo la ciencia solo puede describirnos qué sucedió luego del big bang ya que el big bang en sí o la descripción sobre qué había antes del big bang pertenece como ya dijimos al reino de la poesía y el mito.
Más allá de todos los intentos que hagamos para “volver en el tiempo” usando nuestra imaginación, llegaremos siempre a un callejón sin salida. Detrás de la pared que encierra ese callejón solo hay una cosa: misterio. Pero si bien más allá de esa pared nuestras mentes racionales o lógicas no pueden avanzar nuestro lenguaje e imaginación pueden hacerlo partiendo hacia el reino de lo mítico, lo imaginario y lo poético. Al leer la Creación bíblica o la descripción detallada del big bang estamos funcionando en forma imaginativa o metafórica pero no literal ni científica.
Todos los relatos imaginarios, míticos y poéticos sobre la Creación son verdaderos. Justamente la poesía y el mito son verdaderos porque su relato no es históricamente certero o real sino imaginario. Entendidos tal cual son (simples relatos imaginarios, poéticos o metafóricos) no intentan demostrar un hecho real sino ofrecer «sentido». Y en ese sentido nadie puede negar que son verdad. Así cada relato religioso o científico captura una parte de la Creación. De ambos relatos aprendemos que nuestro mundo mantiene un frágil balance natural e histórico. Aprendemos que nuestro mundo y nuestra vida parece ser un patrón ordenado que por momentos experimentamos también en forma tremendamente desordenada. Por encima de todo esto es innegable que los humanos somos algo especial en este entramado: aparentemente somos las únicas criaturas que escriben sobre el origen del mundo.
Pero hay una diferencia muy importante en el tipo de preguntas y respuestas que buscamos a través del relato científico y el relato religioso. Las respuestas bíblicas no están preocupadas por ofrecernos un listado bien detallado sobre cómo ocurrió todo sino de proveernos sentido a la inexplicable e inconcebible sorpresa de vivir. La religión es un intento muy humilde por parte del ser humano para recuperar el asombro por aquello que resulta misterioso y brindarle a ese misterio una suerte de reconocimiento y en el mejor de los casos agradecimiento.
Para nuestros antepasados judíos Dios nunca fue la conclusión del argumento sino el punto de partida. Para ellos y ellas había un Dios (o una Diosa) en el mundo y ese mundo era Su Obra Maestra. Nuestros antepasados no intentaban comprender a Dios desde su propia experiencia humana (lo cual era el objetivo del racionalismo medieval) sino comprender la propia experiencia humana a través de Dios.
Finalmente podríamos concluir aceptando que el conflicto entre creacionismo y evolucionismo no discute conclusiones sino suposiciones. Y como ya mencionamos, todas las suposiciones son igualmente poéticas, imaginarias y mitológicas. Todas las suposiciones en tanto son Verdad. Tal vez Dios creó el mundo utilizando átomos, partículas elementales o recurriendo a la física cuántica. Sin embargo todas estas cosas también son una construcción de la imaginación humana.