Como mencioné al final de la publicación anterior, todas las teorías sobre el fin de los tiempos (y la judía no difiere tampoco en esto) surgen de un problema o impulso central: la idea que las cosas del modo que están hoy presentes se encuentran seriamente falladas o son imperfectas. Justamente las especulaciones sobre la Redención Final describen cómo al final de los tiempos Dios va a transformar lo fallado en algo perfecto. Estas especulaciones hablan de un Dios que salva, rescata y corrige finalmente a todo el Universo de este estado imperfecto que nosotros conocemos y llamamos historia.
En la forma que nosotros los conocemos hoy, los eventos del fin de la historia según la tradición judía sucederán en tres planos:
- En el plano Universal los eventos afectarán literalmente a todo el Universo.
- En el plano Nacional los eventos afectarán literalmente y particularmente al pueblo judío.
- Y en el plano Individual los eventos afectarán a cada uno de nosotros en forma individual.
En esta publicación quería comenzar explorando la primer Redención Final, aquella que afectará a todo el Universo.
El plano más Universal que los humanos realmente podemos apreciar (particularmente en esta era más que en ninguna otra) se refiere al “mundo” en su totalidad o mejor dicho aquello que nosotros llamamos “Planeta Tierra”. Gracias a la revolución tecnológica en el plano de las comunicaciones hoy podemos saber casi al instante lo que está sucediendo en cualquier parte del mundo. Por supuesto que estoy exagerando un poco pero creo que la idea de la globalización y el impacto de Internet junto con las señales emitidas por los satélites han cambiando nuestro mundo en formas inimaginables para nuestros antepasados.
Y como podemos saber lo que está ocurriendo simultáneamente en todos lados podemos ser más conscientes hoy que el mundo se encuentra seriamente fallado o es imperfecto: todos los días leemos sobre posibles guerras nucleares, injusticias, opresión y el odio que gobierna gran parte de las relaciones humanas por todo el planeta. Para la tradición judía en la Redención Final Dios va a literalmente erradicar todas estas cosas y crear un Nuevo Mundo en el cual lo único que conoceremos es paz, justicia y compasión en todas las relaciones humanas. Para lograr eso la idolatría (aquel “enemigo” principal del judaísmo) será abolida para siempre y los seres humanos dejaran de tener ídolos que están sujetos a las leyes físicas del tiempo y el espacio (es decir otros seres humanos que idolatramos y seguimos ciegamente) para tomar conciencia de esa verdad indivisible que los judíos hemos adorado desde tiempos inmemorables y llamamos Dios. En otras palabras, el mundo entero finalmente reconocerá al Dios de Israel como el único Dios y finalmente tendrá sentido el Aleinu Leshabeaj que recitamos al finalizar cada plegaria, “en ese día Dios será Uno y su Nombre Uno”.
Esta primera idea de Redención Final a nivel planetario es tal vez la más antigua y simultáneamente la más común. Si lo pensamos un instante, al remover a Dios y al judaísmo de este relato, nos encontramos con el impulso más humano y universal que conocemos. La idea de trabajar para erradicar todas estas cosas es lo que motiva a cualquier buen gobierno, ONGS, instituciones de acción social y al ser humano en particular. Todos nosotros percibimos en nuestras áreas individuales y nuestros trabajos que todavía hay mucho por mejorar en el mundo, en nuestros países y en nuestros hogares. Y si no tuviéramos esa sensación de imperfección o inconformidad realmente la vida en algún punto carecería de sentido. Curiosamente nos esforzamos para “perfeccionar el mundo” y sin embargo nuestra vida no tendría sentido si el mundo fuera literalmente perfecto. En esencia “lo perfecto” no nos requiere.
Todas estas fallas que inundan nuestras estructuras sociales demandan de nuestra redención y nuestro esfuerzo. Y esta tarea sigue siendo tan cotidiana hoy como lo fue hace miles de años. Solo lean el fragmento del profeta Isaías que comparto a continuación escrito 500 años antes del nacimiento de Jesús:
En los días venideros el Monte que alberga la Casa de Dios estará firme por encima de las montañas…Y todos los pueblos irán allí y dirán: “Ven, vayamos arriba, al Monte de Dios, a la Casa del Dios de Jacob; para que Él pueda instruirnos en sus formas y para que nosotros podamos caminar Sus senderos”. Porque la Instrucción vendrá desde Sión, la palabra del Dios de Jerusalem. Así Él juzgará de entre todas las naciones y será el árbitro para muchos pueblos. Y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. (Isaías 2:2-4)
Lo más extraordinario de este tema es que ¡ningún otro pensador de la antigüedad soñó con una era en la que la guerra no existiría más! Esta es la visión que continúa ejerciendo el poder de la Redención Final Universal hasta nuestros días.