El fin de semana pasado los judíos vivimos una maratón espiritual. Aquellos que cantamos todo el servicio religioso sentimos simultáneamente la pasión de estar haciendo lo que más nos gusta junto al cansancio que demanda la concentración espiritual en los servicios de Rosh Hashana que pueden durar más de tres o cuatro horas. Pero la maratón espiritual a la que hago referencia aconteció porque Rosh Hashana comenzó este año un Miércoles por la noche y al concluir -luego de dos días intensos de plegarias- inmediatamente comenzó Shabat.
Esto significa que la preparación para la maratón espiritual me ha impedido escribir una publicación en las últimas dos semanas. Por encima de eso cuando volví a Internet el Sábado por la noche luego de casi cinco días desconectado me sentí feliz y desesperado al descubrir que tenía 37 nuevos emails por responder de nuevos suscriptores al blog que se presentaban y me pedían información o consultas sobre material!
Entre la multiplicidad de cosas que hago trato también de mantener una constancia en el blog por mi compromiso hacia todos los lectores que forman parte de este viaje de descubrimiento compartido y que juntos aprendemos los unos de los otros en el intercambio de palabras. ¡En lo que va del año el blog ya ha superado los 40,000 visitantes únicos y la lista de suscriptores por email se ha duplicado en 7 meses! Todo este crecimiento del blog es una alegría que al mismo tiempo representa un desafío al intentar balancear mi familia, mi trabajo y mis estudios. ¡No me quejo! Solo comparto el desafío de ser y hacer lo que nuestra era reclama: multitasking, es decir múltiples tareas al mismo tiempo.
Y si hay algo que afecta cada vez más los servicios religiosos que nos demandan largas horas de concentración es que Internet y el mundo del multitasking no nos enseña a estar en un lugar haciendo una cosa sino en muchos lugares haciendo miles de cosas al mismo tiempo. Respondemos emails desde nuestro teléfono móvil en la cara de la persona que está sentada con nosotros almorzando dejando bien en claro que su presencia nos importa menos que responder este llamado porque sino ‘va a explotar el mundo’. Durante las conversaciones de Skype aprovechamos para responder los emails mientras los seres queridos nos hablan (mami te prometo que yo cierro todas las aplicaciones y te pongo en pantalla completa para no tentarme en mirar otras cosas mientras conversamos). Por eso muchas personas -y en especial las nuevas generaciones- sienten que los servicios religiosos de Rosh Hashana son cada vez más interminables. Estamos acostumbrados a un tipo de entretenimiento y saber que viene enlatado en videos de no más de 10 minutos al estilo Youtube. Queremos que nos den las ideas centrales en no más de 140 caracteres, que es lo que Twitter nos ofrece, para evitar explayarnos demasiado. De todos modos Internet nos ofrece en realidad ambas posibilidades: plataformas digitales que nos invitan a la tradicional discusión de la discusión que propone la tradición rabínica en formato de blogs y respuestas en Facebook; y al mismo tiempo otras plataformas digitales funcionan como los compendios de Ley judía al estilo del Shuljan Aruj haciendo más corta la obtención de una respuesta que rápidamente nos de la solución del modo que lo hace Google en cuestión de segundos cuando hacemos una búsqueda.
La plegaria no es una forma de entretenimiento. Pero muchas personas acuden a la Sinagoga en Rosh Hashana y se sienten desbordadas por una liturgia y una música que escuchan tan solo una vez al año haciendo que el rezo los haga sentir más como espectadores que partícipes. Cada vez más nos cuesta mantenernos en un solo lugar haciendo una sola cosa y por eso atravesar el servicio completo de Rosh Hashana se siente más como una supervivencia que el disfrute de saborear cada piut (poema) de la liturgia de Rosh Hashana. No me mal interpreten, como Jazán amo la liturgia judía. Sin embargo siento cómo a muchas personas les gustaría llegar rápido al quid de la plegaria y seguir adelante. Están esperando los grandes éxitos, aquellas plegarias que “suenan a Rosh Hashana.”
Yo Amo a Google
Parte de tener un blog y de estar haciendo una Maestría en Educación Judía Online requiere hacer lo que nos cuesta cada día más: desconectarnos un rato de Internet. Más allá de las diferencias en la interpretación de la Halajá que cada uno puede tener, yo necesito realmente des-conectarme de Internet un poco. Internet me absorbe porque me fascina. Siempre lo ha hecho. Recuerdo aún la primera vez que mi hermano Federico trajo el modem ‘dial-up’ que hacía un ruido tipo fax y que luego de unos segundos le permitía a uno entrar a ese mundo que aún era un mejunje de información porque Google no había sido inventado. Yo tenía doce años por ese entonces. Crecí con Internet a la vez que Internet fue creciendo conmigo. Hoy mis alumnos no crecen con Internet porque Internet ya es más viejo que todos ellos. Llegan e Internet está ahí, esperándolos. En realidad no los espera sino que los rodea y los inunda. Los persigue en sus teléfonos, sus video juegos, cualquier tipo de dispositivo móvil y por su puesto en sus computadoras.
Mis alumnos (y muchos de nosotros también) crecen convencidos que Internet sabe más que nadie en este mundo. Internet es el primer lugar al que acuden con cualquier tipo de preguntas y «el Maestro Google» nos ofrece millones de páginas saturadas de respuestas en menor cantidad de tiempo que cualquier ser humano. ¿Quién puede ganarle a esa oferta? Es más, muchos escribimos en el buscador de Google lo que nunca nos atreveríamos a decirle a nuestra propia sombra. Pero lo que muchos ignoramos es que Google tiene un perfil de nuestras búsquedas y en realidad nosotros no usamos a Google sino que Google nos usa a nosotros. Google estudia qué buscamos, qué tipo de productos compramos y nos da resultados en sus búsquedas que nosotros no elegimos sino que Google elige por nosotros creyendo que es ahí donde queremos ir. No navegamos usando Google sino que Google nos navega utilizándonos a nosotros como marineros. Google es el primer lugar que vamos para leer noticias, planear nuestras próximas vacaciones y realizar reservas de cualquier tipo (incluido pedir comida a domicilio). En Google depositamos gran parte de nuestra confianza en sus mapas, guías, calendarios y recomendaciones. Esto no es un ataque hacia Google. Muy por el contrario amo a Google y pienso lo maravilloso que ha sido este emprendimiento de nuestra humanidad que no solo ha cambiado nuestra historia en Internet sino en lo que una empresa y un modelo de trabajo significa. Para la mayoría de nosotros Internet no existe en sí mismo. Sólo existe Google. Nuestra página de inicio tal vez sea algún diario, webmail o alguna red social pero casi siempre es Google. Internet en realidad no existe. Existe Google.
Internet nos une y nos reúne
Estoy convencido que la tecnología es neutra pero nosotros no lo somos. El problema nunca es Internet. Internet está siempre ahí esperándonos. Somos nosotros los que estamos atados a Internet porque está saturado de información que se comparte a cada instante, libros nuevos, apps nuevas, publicaciones en cientos de blogs que seguimos apasionadamente, videos, conferencias de rabinos, clases y por sobre todas estas cosas la sensación increíble de nunca poder agotar el torrente de información que está disponible a unos clicks de distancia. Sentimos la sed de Internet cuando nos desconectamos por unos días. Nos preocupa perdernos lo nuevo, quedar “des-actualizados”.
Al mismo tiempo nos fascina descubrir que no somos los únicos que tenemos una pasión por cualquier cosa sino que allí afuera, en todo el planeta, Internet nos permite descubrir que ¡existen millones como nosotros! Ya sea que coleccionemos figuritas antiguas como que nos interese leer sobre judaísmo, solo elijan un tema y hay cientos de miles allí afuera y en todos los idiomas que puedan imaginarse que tienen la misma pasión que nosotros. ¡Ya nadie puede estar solo con sus pasiones en la era de Internet!
Y paradójicamente la soledad y alienación es una de las características del impacto de Internet cuando estamos en una misma habitación con cuatro amigos y cada uno está en otra charla diferente mirando su teléfono. De repente en una reunión de cuatro personas, gracias a Internet y formar parte de un grupo en Whatsapp, pueden haber más de 20 personas conversando al mismo tiempo. Cuatro personas están físicamente en el mismo lugar pero todas las otras están también digitalmente presentes. Y si la reunión de las cuatro personas es más aburrida que alguna otra reunión en la que están las demás personas sólo hay una manera de saberlo: mirar en Facebook la ‘selfie’ que acaba de subir el amigo que está en la otra reunión y que parece mucho más divertida que el lugar en donde estamos nosotros. Sin embargo en esa otra reunión que está aconteciendo digitalmente para nosotros, la persona que sacó la ‘selfie’ está pensando que la verdadera fiesta está en otra parte y busca en el Instagram de otro amigo dónde está la alegría que se está perdiendo. Vivimos gracias a Internet en la era en la que como lleva el título de una de mis novelas favoritas de Kundera “La Vida Está En Otra Parte”. Estamos en todos lados al mismo tiempo y en consecuencia en ningún lado del todo. Vivimos creyendo que la vida realmente está sucedido en otra parte y es Internet quien sabe dónde es ese lugar. Por eso nos cuesta tanto concentrarnos al rezar. Nos hemos desacostumbrado a tener la atención en un solo lugar por un par de horas. Nos aburre.
Este tal vez sea el motivo por el cual el espectacular libro What We Now Know About Jewish Education dedica los primeros 5 ensayos a analizar el impacto de Internet sobre el desarrollo de la educación judía en los últimos 30 años. Y aunque hay muchas cosas que han cambiado, creo que sin dudas Internet ha funcionado como un igualador de la sociedad afectando profundamente la constitución no solo de la humanidad sino particularmente del pueblo judío. Las plataformas digitales nos nivelan a todos por igual. En Internet todos los judíos de diferentes formas, tamaños y colores que en una misma habitación descubriríamos que nuestros entendimientos sobre la tradición y lo que significa ser judíos es increíblemente diferente al punto tal de reconocer estar viviendo judaísmos totalmente opuestos, estamos juntos navegando en las mismas aguas: Facebook, WordPress, Twitter, Whatsapp, Skype, etc. Internet como una totalidad nos nivela e iguala como comunes criaturas frente a nuestro creador digital. Siempre agrego que lo que más me sorprende del impacto de la tecnología es cómo los movimientos más ortodoxos judíos que uno pensaría intentan mantenerse al margen de las nuevas corrientes mundiales en una suerte de teología o visión del mundo que es fundamentalmente “anti”, han copado Internet mucho más que cualquier otro de los movimientos liberales (escribí sobre este tema hace un tiempo en la publicación Los Judíos Ortodoxos son los que más tiempo y dinero invierten en Internet). Incluso hay sitios en Internet que ayudan a familiares ortodoxos que están ‘enfermos de Internet’ (https://guardyoureyes.com/spanish/). Internet nos une en nuestras diferencias e interpretaciones judías. Nos permite ver qué pensamos los unos de los otros. Yo sigo muchos blogs y páginas de judíos con los que estoy casi en absoluto desacuerdo con todo lo que escriben pero justamente por eso los sigo, ¡para aprender de ellos también!
El efecto de Internet en la educación judía
La comunidad hoy se encuentra atrapada en dos polos: la percepción que hay una crisis en la continuidad que está derritiendo las formas tradicionales de entender y practicar el judaísmo (lo que podríamos llamar el complejo de “la asimilación”); y simultáneamente un crecimiento importante en las nuevas generaciones que están intentando descubrir qué significa ser un judío en el siglo XXI con Internet como denominador común de la humanidad y pensando en qué grado esta era representa continuidad o discontinuidad de los patrones heredados. Estos dos polos se complementan potenciando a los educadores judíos quienes contemplan constantemente ambas facetas de la constitución judía en la actualidad. Tenemos un crecimiento en nuevas generaciones que retoman nuevamente las prácticas tradicionales judías con un mayor interés por estudiar Talmud, observar Shabat y aprender sobre las prácticas milenarias judías. Al mismo tiempo surgen nuevos programas para recrear la identidad judía en plataformas como YOK, Birthright y la apertura que ofrecen los establecimientos Hillel en los cuales las diferencias entre Ortodoxo, Conservador, Reformista, etc. son pasadas por alto como algo que no debe desarmar sino unir.
Algunos cambios de la modernidad están presentes en los programas educativos judíos de los últimos 30 años (particularmente el rol de las mujeres judías en la historia y la concepción del Estado Moderno de Israel). Sin embargo gran parte de lo que se enseña hoy es similar a lo que se enseñaba 30 años atrás. Pedagógicamente la educación judía ha pasado por alto la revolución tecnológica hasta hace apenas unos 5 años donde ha habido un auge inaudito de apps que permiten tener un Talmud en el iPad o la Tora completa cantada con la cantilación apropiada en el iPhone. Mi iPad tiene aplicaciones que cuentan el Omer, me permiten calcular cuanto tiempo debo esperar antes de volver a tomar leche luego de haber comido carne, un listado de bendiciones correspondientes con cada alimento en caso que de golpe no recuerde si lo que voy a comer es un fruto de la tierra o un árbol, una lista de pescados que son kasher en varios idiomas diferentes (cuando uno vive en Asia no alcanza con saber los nombres en español o inglés solamente), un calendario hebreo que me notifica constantemente de los días, festividades, yahrzeits (aniversario de seres queridos que ya no están) y por supuesto un Sidur completo junto a clases de hebreo. Y esta es tan solo una pequeña lista puesto que hay cientos de aplicaciones más que están siendo desarrolladas al mismo tiempo que escribo estas palabras. Miren por ejemplo el nuevo emprendimiento de www.sefaria.org compilando todos los textos tradicionales online en versiones en hebreo e inglés en paralelo con los comentarios rabínicos antiguos, medievales y modernos al margen. ¡Realmente una joya!
Pero no todos están tan a favor de este desarrollo. Y es comprensible. Pretender que una tradición educativa de 3500 años vuelva a definirse a la luz de los cambios ocurridos en los últimos 30 años en el mundo no es fácil. Los judíos sabemos que nuestra verdad profunda transciende las plataformas y los cambios tecnológicos. Hoy es Facebook, mañana Twitter, pasado es Pinterest. Pero la Tora atraviesa todas estas modas tecnológicas. Al mismo tiempo no podemos dejar de aceptar que Internet nos ha ofrecido nuevas modalidades de estudio en las cuales la tradición judía que ha estado por miles de años orientada a la escritura y la lectura ahora también se renueva en podcasts, videos y webminarios: plataformas de aprendizaje que son sensibles a las inteligencias múltiples cautivando a estudiantes que no disfrutan de leer pero si de mirar un video o escuchar una clase.
Las consecuencias de Internet, Google y la Web 2.0 en el judaísmo
Si tuviéramos finalmente que enumerar algunas consecuencias del impacto de Internet en nuestra manera de entender el judaísmo notamos que:
La información abunda pero no es fácil evaluarla
El sueño de la tradición rabínica se ha finalmente logrado. Internet ha logrado democratizar la información judía y hoy realmente no hay excusas para no educarse. Hay cientos de páginas de rabinos de todos los espectros que comparten su sabiduría en forma abierta con toda la humanidad sin importar las creencias de cada persona que llega a su páginas (aquí hay tan solo una pequeña lista de un número que crece día a día: Los mejores 19 sitios para aprender sobre Judaísmo y Tora en español). Esto ha logrado finalmente transformar el rol del rabino y el educador en sí mismo quien ya no es un “sabio en el escenario” sino un “guía que acompaña”. Antes la gente debía pelar las capas de entendimiento que poseía el maestro para poder acceder a la información. Hoy la información está por todos lados y lo que buscamos desesperadamente no es data sino metodología. Necesitamos que los educadores nos ayuden a configurar un método de aprendizaje puesto que la información está desbordada. Los educadores ya no tienen un monopolio de información en determinar qué hay que leer y que no cuando Amazon invita a cualquier lector a dar su opinión sobre cualquier libro logrando que gente que no es “experta” aumente o disminuya el valor de una obra logrando incluso que otra gente confíe mucho más en la opinión pública que la de los «expertos».
Los usuarios esperamos obtener lo que queremos determinando cómo lo queremos y esperando que sea lo más barato posible (por no decir gratis)
Internet ya no es la era industrial de producción masiva. Hoy todo es personalizado. Cualquier de nosotros sabe que lo primero que hace con cualquier nuevo aparato digital es personalizarlo: le ponemos las aplicaciones que a nosotros nos gustan, las ordenamos según nuestro criterio, cambiamos el fondo de la pantalla y así sentimos que somos dueños de nuestro propio mundo (¡que es tan solo un teléfono!). Nos gusta determinar qué queremos y cómo lo queremos. Sin embargo la mayoría de los paquetes educativos judíos no funcionan porque lo que proponen es un modelo de “llévate lo que te damos en donde nosotros te lo ofrecemos”. Hoy la gente no quiere eso sino que quiere un curso como lo imagina y armado a su medida. Por supuesto que el modelo de personalización educativo es mucho más complejo e incluso es un desafío brutal para cualquier institución judía. Ninguna institución puede sobrevivir basada en patrones intermitentes ¿Es realmente una buena educación judía darle a los estudiantes exactamente lo que quieren? La mayoría de los educadores judíos dirían que no. Para muchos en la tradición judía el saber está dando de antemano y cada nueva generación debe ser formateada con el programa adecuado y no otro (¡no sea cosa que entre un virus como el academicismo y los saque del sistema apropiado!).
Pero las nuevas generaciones ya no pensamos así. Para nosotros lo que define nuestro ser es la capacidad de ser auto-gobernados. Para las nuevas generaciones lo correcto es elegir y lo incorrecto es no tener la capacidad de elegir. Lo vemos desde la tensión entre los gobiernos totalitarios y los democráticos hasta la metáfora de iTunes o Spotify donde ya nadie compra un album de música entero sino que arma su propio playlist y le carga la música que le gusta. Podemos criticar todo lo que queramos lo mal que está este modelo para los judíos y cómo en esencia el problema de la modernidad es “el Ser que se Auto-Gobierna” y decide qué es lo bueno y qué es lo malo para el o ella. Pero no vamos a ganar mucho criticándolo porque la metáfora del judaísmo al estilo playlist ya está instalada y hoy cada judío elige libremente armar su propia lista: me llevo esta costumbre ashkenazi con esta melodía sefardí, le agrego una teología jasídica pero no mesiánica, condimento con una pizca de sionismo religioso y finalmente un chorrito de aproximación tanto tradicional como académica hacia los textos heredados. Y hacemos esto porque creemos que es lo más normal del mundo elegir y armar nuestro propio judaísmo. No hacerlo nos suena a dictadura impuesta por un otro.
El aprendizaje es multi-sensorial
En un mundo donde el diseño gráfico ha pasado a un primer plano y nos asombramos cada día más con lo que las computadoras pueden hacer en las películas (los dinosaurios de Spielberg ya parecen una reliquia digital), el tradicional modelo judío de sentarse a leer un texto esta tambaleando. Mis alumnos hoy aprenden sobre historia medieval jugando al Assassain’s Creed o al Civilization. Están acostumbrados a que el aprendizaje incluya no solo sonidos, imágenes, texto y efectos especiales sino que incluso ellos y ellas puedan jugar con el contenido manipulando los acontecimientos de información que les son presentados. Como judíos estamos orgullosos de ser El Pueblo del Libro pero el aprendizaje ya no viene solamente en el formato de letras. Y si bien no estamos listos para abandonar el estudio tradicional de textos por el mundo interactivo de juegos, avatares y complejos escenarios tridimensionales, la educación judía va a tener que ajustarse a un mundo multi-sensorial en donde la experimentación educativa se está convirtiendo en la norma mucho más allá del pensamiento reflexivo a través de la lectura de un texto.
En unos días comenzaremos otra maratón espiritual que Dios mediante renovará nuestras vidas para un nuevo año que en este mundo avanza exponencialmente. ¿Podrá la educación judía desarrollar plataformas dinámicas de aprendizaje? Parafraseando a Unetane Tokef ¿Qué aplicación morirá y cual vivirá otro año más? ¿Qué blog desaparecerá por dejar de ser relevante y cual otro surgirá? Me he enfocado mucho en cómo la tecnología ya nos ha cambiado y estoy convencido continuará haciéndolo con las generaciones que siguen. Tenemos que tomarnos muy en serio la idea que el mundo realmente ha cambiado y la educación judía aún no ha logrado ponerse al día. El desafío es que el judaísmo siempre debe luchar por ese balance entre actualización y preservación.
Con el comienzo de un nuevo año debemos pensar que teshuva (retorno) no se trata de ‘volver a un saber pasado rechazando lo novedoso’ sino encontrar ese delicado equilibrio que continua haciendo de lo antiguo algo novedoso y de lo novedoso algo sagrado. Gracias a Internet nos encontramos en una era que nos ofrece la posibilidad de realizar las antiguas visiones de nuestros antepasados: que el judaísmo no esté en otra parte sino en todos lados. Y estar en todos lados tiene el potencial de acercarnos y al mismo tiempo convertirnos en algo irrelevante que sobra y que no consigue movilizar a nuevas generaciones.
Al fin de cuentas la misión es la que definió el Rav Kook hace ya un siglo atrás: renovar lo antiguo y santificar lo nuevo.