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Judíos & Judaísmo

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Éxodo: el libro más importante de la Biblia.

11/03/2015 por Diego Edelberg 8 comentarios

Continuando la serie en la que vamos explorando Mi Biblia Favorita llegamos ahora al segundo libro de la Tora: el libro de Éxodo. Para quienes recién comienzan esta serie les recomiendo leer las siguientes publicaciones:

  1. Mi Biblia Favorita
  2. ¿Qué es la Tora?
  3. Todo lo que siempre quisiste saber sobre el libro de Génesis

En ellas descubrirán que lo que estamos haciendo es sumergirnos en la fusión del estudio académico y la tradición rabínica. La palabra fusión implica aquí que ninguna aproximación es preferida por encima de la otra sino que ambas son utilizadas en forma honesta, potenciándose para descubrir la verdad más sincera en forma racional y emocional. La Biblia es tan grande, verdadera y profunda que puede tolerar y superar cualquier aproximación. Creer que no podría hacerlo es disminuir su valor como verdad.

Dicho todo esto una vez más, aquí vamos con una nueva traducción e interpretación. Nuestro guía hoy es Jeffrey H. Tigay de quien también compartí hace una semanas «La Verdad sobre Los Códigos Secretos de la Biblia«.

Éxodo- el libro más importante de la

 

El libro del destino

El título Éxodo es una abreviatura del título original que lleva este libro en la Septuaginta, la traducción griega de la Biblia realizada para la comunidad judía que vivía en Alejandría (sí, nuestra generación no es la primera que necesita traducciones al estilo Artscroll ). En la Septuaginta el título completo es Exodos Aigyptou, «Salida de Egipto». El título hebreo, sefer ve’eleh shemot, «el libro de ‘Estos son los nombres’ » (abreviado generalmente a Shemot, «Nombres»), está basado en las primeras palabras que abren todo este espectacular libro.

Éxodo pertenece al primer gran libro de la Biblia (la Tora) formando parte de la narrativa que va desde la Creación hasta la llegada a la Tierra prometida. La Tora en su forma final esta divida en cinco libros dentro de uno solo y se encuentra en la actualidad presentado en un largo y continuo rollo. Pero originalmente cada uno de los libros venía en rollos separados por el simple hecho que los primeros escribas no habían logrado desarrollar aún la tecnología necesaria para escribir en un solo rollo una obra de tal magnitud como la Tora. Desde el punto de vista académico esta respuesta sobre la existencia de rollos individuales parece más certera porque (a) muchos otros textos tienen su propios rollos como por ejemplo las secciones proféticas o el rollo mismo de Ester que acabamos de leer hace unos días y (b) resulta más lógico pensar esto que imaginar a Dios diciéndole a Moisés «cuando lleguemos a esta parte de lo que te estoy dictando deja un espacio porque ahí termina el primer libro que vamos a llamar Bereshit y comenzar el segundo llamado Shemot«.

De todos modos los libros de la Tora no fueron divididos en forma arbitraria sino como una transición natural. Éxodo comienza justamente cuando los hebreos pasan de ser una familia a convertirse en una nación (1.1-7) y termina en el primer día del año siguiente a la salida de Egipto mientras el santuario es erigido y la Presencia Divina asume Su presencia entre los israelitas. Los primeros versículos que recapitulan Génesis 48.8-27 y los últimos (40.36-38) que anticipan lo que es narrado en el siguiente libro (ver Números 9.15-23) parecerían haber sido escritos o agregados al momento que todos estos libros fueron puestos juntos para servir como un prólogo y epílogo demarcando a Éxodo como un sub-libro dentro de la Tora. Temáticamente el libro marca la transición desde las promesas originales de Dios a Abraham y su descendencia hacia el cumplimiento de las mismas comenzando con el fenomenal crecimiento de los israelitas, la salida milagrosa de Egipto y el pacto en el Sinai (Shemot 1.1-7; 12.1-36; capítulos 19-24).

 

 

Estructura y enfoque de la narrativa

Éxodo es sin dudas el libro más importante de la Biblia. Declarar algo así en una colección de libros tan increíbles como los que posee la Biblia no es poca cosa. Pero es justamente en este libro donde se presentan los eventos que darán nacimiento a Israel como pueblo definiendo su historia y destino. El libro contiene las instituciones religiosas centrales que hacen al judaísmo junto a un mensaje que ha reverberado por el resto de la historia judía y la civilización mundial. Este mensaje incluye: la liberación de la esclavitud, el modelo de liderazgo por excelencia representado en Moisés, los comienzos de la profecía, la revelación del nombre de Dios (יהוה) a Moisés, las famosas diez plagas, el origen de Pesaj («Pascua»), la famosísima imagen de la partición del mar, la aparición del maná (מן), la revelación del Decálogo en el Sinai (es decir los Diez Mandamientos que son más de diez), el pacto formal que constituiría a Israel como el pueblo elegido por Dios, la primera colección de leyes y reglamentos de la Tora sobre el Shabbat y el servicio de sacrificios de animales para el Templo y no solo eso sino que incluye además la historia del becerro de oro y la construcción del santuario (también traducido como tabernáculo aún cuando el mejor nombre sigue siendo el original hebreo mishkan).

El libro está divido en cuatro grandes secciones:

  1. Esclavitud y liberación (1.1-15.21) en la cual tanto Israel como Egipto «descubren» a Dios y Su nombre.
  2. El viaje hacía el Sinai (15.22-17.16) el cual está constituido por una serie de peligros, las quejas de los ex-esclavos hebreos y la salvación y protección continua de Dios.
  3. El pacto y la entrega de la ley en Sinai (18.1-28.18) conteniendo una descripción de la revelación pública de Dios.
  4. El santuario y el becerro de oro (capítulos 25-40) en donde leemos sobre los modos permitidos y prohibidos de adorar a Dios.

La narrativa de Éxodo se enfoca en el significado de los eventos que acontecen y cómo deben ser celebrados y recordados. Por este motivo el libro no presenta detalles históricos. Los nombres de los faraones (tan fundamentales para los historiadores) no son mencionados en ningún lado a pesar que se preservan los nombres de las parteras que demostraron «temor a Dios» (1.15). El libro no está escrito con la intencionalidad que indaguemos en su historia sino en utilizar la narrativa para impartir sentido. Todo gira en torno a la batalla entre el Faraón que no conoce a Dios (5.2) y Dios mismo que está decidido a demostrar quién es, cuál es Su poder y Su nombre frente a Egipto, Israel y todo el mundo. Dios así despliega su propia definición: es incomparable (8.6), está presente en el mundo (8.18) y la tierra es Suya (9.29). Como mencionamos, el libro insiste en comprender las lecciones que debemos recordar de cada evento e incluso nos explica cómo deberíamos recordarlo y celebrarlo en las generaciones siguientes (10.2; capítulos 12-13).

 

 

La Historicidad de Éxodo (¿Sucedió realmente esta historia?)

La falta de atención sobre los detalles históricos ha dejado a los historiadores con el trabajo de encontrar cualquier información incidental por un lado, junto a la búsqueda de evidencias indirectas de lo que ha sobrevivido del antiguo Egipto por otro lado, con el objetivo final de fechar el éxodo o verificar si realmente sucedió. Ninguna de las narrativas que posee la Biblia son contemporáneas con los eventos que describen aunque tienen sus raíces en tradiciones orales anteriores. Tampoco tenemos ninguna mención sobre lo que narra la Biblia en las fuentes egipcias. Tal ausencia sobre lo que narra la Biblia en las fuentes egipcias no debería sorprendernos: las inscripciones egipcias no preservan ninguna derrota a menos que haya sido continuada por una victoria. Toda la documentación que los académicos concluyen coincidiría con el momento particular de la historia egipcia en correspondencia con el éxodo se ha perdido. Aún así poseemos información que nos sugiere algo de realidad histórica en el núcleo de la narrativa de Éxodo. Sabemos que varios grupos semitas (los cuales poseen una similitud etnolingüística con los hebreos, la gente de Canaan, Transjordania y Siria) ya habían migrado por siglos en la antigüedad a Egipto en búsqueda de comida y agua durante los períodos de hambruna del modo que la Biblia misma reporta sobre Abraham y su descendencia. Por las fuentes egipcias sabemos también que otros semitas no migraban sino que eran capturados como esclavos por el ejército egipcio. Los documentos egipcios llaman a estos esclavos «Asiáticos» en lugar de utilizar los grupos étnicos particulares a los cuales pertenecían (por ejemplo, hebreos/israelitas, moabitas, fenicios, etc.). Un episodio que ha llamado la atención de varios académicos es que los documentos mencionan un grupo llamado Hapiru pero la mayoría de los académicos mismos concluyen que a pesar de la similitud lingüística, este grupo no son los hebreos.

Los documentos egipcios narran como algunos de estos «Asiáticos» servían como esclavos domésticos y otros como parte del Estado. Según el relato de la Biblia los esclavos hebreos participaron en la construcción de la ciudad de Ramses (1.11). Si hay algo de realidad histórica en esta descripción entonces el Faraón que esclavizó a los hebreos fue Ramses II (1279-1213 AEC) el más grande constructor en el antiguo Egipto cuyo nombre lleva no solo la ciudad que el mismo construyó sino la misma que estableció como su capital. Si bien no poseemos ninguna otra fuente además de la Biblia que mencione algo sobre las diez plagas o una la salida masiva de esclavos desde Egipto, los desastres naturales ocurrían en forma periódica (aunque una sucesión como la de las diez plagas resulta poco probable) y el escape de un gran número de esclavos también es narrado en otras fuentes del mundo antiguo como la revuelta de 100,000 esclavos en Italia liderada por Espartaco.

El hecho que Moises es un nombre egipcio (posee elementos típicos egipcios como Ramses o Tutmosis) es consistente con la idea que los israelitas habían pasado varios años en Egipto. Pero si el faraón que los esclavizó fue Ramses II, entonces el faraón que estaba al mando cuando los israelitas salieron de Egipto fue su hijo Merenptah (1213-1203 AEC). De este faraón se preserva una estela que menciona una victoria sobre un grupo llamado «Israel»  (¡siendo esta la primera mención extra-bíblica sobre este pueblo!) los cuales son descriptos como un pueblo no sedentario viviendo en la proximidad de Canaan. Si la victoria que narra la estela de Merenptah es históricamente certera entonces hablamos de un episodio que claramente sucedió mucho tiempo después del éxodo. Todo esto tiene sentido cronológicamente ya que la evidencia arqueológica encontrada hasta hoy sugiere que los Israelitas aparecieron por Canaan alrededor de la Edad del Hierro (ca. 1200 AEC). Sin embargo, nada de todo esto prueba que el éxodo sucedió tal cual es descripto en la Tora pero sí indica que la narrativa en términos generales sobre hebreos migrando a Egipto durante tiempos de hambruna, siendo esclavizados por Ramses II y luego siendo liberados por Moises bajo el control de Merenptah no es inherentemente imposible. Es más, si teorizamos que los israelitas se inventaron toda su historia, es interesante notar que no decidieron presentarse como los habitantes originales de su territorio sino como un humillante grupo de esclavos.

 

 

¿Qué dicen los académicos? 

El estudio académico de la Biblia ha demostrado que el libro del Éxodo, al igual que toda la Tora y la literatura bíblica también, fue compuesta y editada por más de un redactor tejiendo diferentes versiones sobre los mismos eventos (ver la publicación ¿Qué es la Tora? para entender esto en detalle). Estas versiones generalmente se contradicen en lo que respecta a teología, ideología e incluso cómo sucedieron los eventos que son descriptos. La preservación en el mismo texto sobre todas estas diferenciaciones han convencido a los académicos que los redactores de la Biblia eran esencialmente conservadores en su aproximación. Esto quiere decir que partían de presupuestos muy diferentes a los que nosotros hoy buscamos en un texto: coherencia y lógica estructural. Por el contrario los redactores consideraban varias tradiciones como válidas incluso cuando podían presentar contradicciones, redundancias o inconsistencias literales. Eran conservadores en el hecho que conservaban todas las narrativas existentes. Como hemos explicado cuando analizamos el libro de Génesis, esta acumulación de versiones diferentes nunca hubiese ocurrido sino fuera por el hecho que la coexistencia de textos que se contradicen o presentan diferentes relatos sobre un mismo fenómeno no era visto como un defecto por los editores finales de la Biblia. Más adelante, en un tiempo post-bíblico, surgiría la necesidad que el texto posea una sola manera de entender el relato. Pero, nuevamente lo que tenemos que tener presente al leer el Éxodo es la funcionalidad que cumplen los episodios que allí se encuentran: su objetivo es ofrecer un sentimiento existencial/espiritual, generar pertenencia y establecer un modo de comportamiento religioso. Los redactores decidieron por este motivo asumir una aproximación muy diferente a la que muchos buscan hoy. Evitaron descartar variaciones en las historias porque creían que un sólo relato no era posible a la hora de intentar contener la revelación de Dios (entre tantos episodios que posee este libro). Lo que hicieron en esencia estos redactores fue asumir diferentes versiones como un largo y complejo relato que no podía ser contenido desde una sola mirada o perspectiva.

Veamos algunos ejemplos de esto en el libro de Éxodo. En 6.3 Dios le dice a Moisés que no se hizo conocer como יהוה a ninguno de sus antepasados lo cual no es verdad puesto que en Génesis 15.7 ya lo había hecho (debo contarles que la interpretación rabínica de esta inconsistencia es preciosa: los rabinos declararán que Dios es siempre el mismo pero no es igual ante la experiencia que diferentes personas tienen de su Presencia; es decir que יהוה no era igual para Abraham que para Moisés ni para ninguno de nosotros). Dentro del Éxodo mismo el suegro de Moisés tiene diferente nombres en 2.18; 3.1 y 4.18. La descripción de la tienda de renunión (el ohel moed) en 33.7 es inconsistente con la descripción de los capítulos 25-31 y 35-40. Pero es a partir de aquí que todas las fuentes J, E , P (e incluso D según algunos) se mezclan haciendo muy complejo desmantelar el hilo narrativo. Por favor hagan un esfuerzo y concéntrense en lo que sigue porque no es tan simple de comprender (nuevamente para quienes no saben a que me refiero con J, E, P y D les recomiendo lean ¿Qué es la Tora? o simplemente vean el siguiente artículo en Wikipedia para una explicación breve: Hipótesis Documentaria).

En el libro de Éxodo J declara que los israelitas vivían en Goshen, separados de los egipcios (9.22) mientras que E declara que vivían uno al lado del otro (3.22). P (6.22) y E (3.13-15) argumentan que el nombre de Dios como יהוה fue revelado por primera vez a Moisés mientras que J cree que era conocido desde antes (Génesis 15.7). Todas las fuentes presentan en forma muy diferente lo que ocurrió en el Sinai. P no dice nada de una revelación pública, la conclusión de un pacto ni el episodio del becerro de oro. Para esta fuente todo lo que ocurrió en Sinai fue que la Presencia de Dios descendió en una nube y Moisés entró solo dentro de esta nube y recibió en forma privada las instrucciones para la construcción del santuario (19.1-2a; 24.15-31.18a). Todo el resto de la ley sucedió luego dentro del tabernáculo comenzando en Levítico capítulo 1. Para los académicos fueron las fuentes J y E las que reportan el pacto, la manifestación visual (J) y auditiva (E) de Dios, la proclamación del Decálogo y las otras leyes y también el episodio del becerro de oro que se encuentra mezclado en el medio. Justamente la maestría de los redactores se hace evidente en la locación del episodio sobre el becerro de oro entre la construcción del santuario y su utilización (31.18-32.35). Si los redactores pensaron que todas estas inconsistencias iban a poder ser armonizadas no queda claro. Las contradicciones y las redundancias tendrían de todos modos un efecto muy importante en el judaísmo posterior incentivando (de hecho, forzando) a los lectores a crear distinciones muy finas e interpretaciones que no sean literales para permitir la coexistencia de todas estas narrativas abriendo el camino hacia las innovaciones en materia de teología y ley en el judaísmo (ver la regla número 13 de Rabbi Ishmael sobre los 13 Reglamentos de la Interpretación; la número 15 de Rabbi Eliezer sobre las 32 Reglas de la Interpretación; y el Capítulo 7 del Libro de las Creencias y las Opiniones de Saadia Gaón).

 

 

La importancia de Éxodo para la tradición judía

Muchas de las creencias y prácticas fundamentales del judaísmo hasta la actualidad están enraizadas en el libro de Éxodo. Dos de las tres ideas centrales en la tríada «Creación, Revelación, Redención» que forman parte de la experiencia mitológica del rezo diario judío se encuentran presenten en Éxodo (la Redención de Egipto y la Revelación). No solo todos los días estas ideas son recordadas sino que dos festividades giran en torno a estas mismas ideas:

  • Pesaj, cuyos rituales incluyendo el Seder están basados en las reglas que aparecen en los capítulos 12 y 13.
  • Shavuot en dónde simbólicamente volvemos a experimentar en forma mitológica la Revelación leyendo el Decálogo (capitulo 20) como si estuviéramos recibiéndolo por primera vez.

Estas dos festividades conocidas respectivamente como zeman jerutenu «el tiempo de la liberación» y zeman matan toratenu «el tiempo en el que nuestra Tora fue dada» nos ofrecen el enlace que existe entre ambas. Pesaj inicia una cuenta regresiva de 50 días hacia Shavuot (ver Levítico 23.15-21) enseñándonos que nos fuimos liberados para hacer lo que queremos sino para cerrar el ciclo aceptando la Tora como forma de vida (quizás por este motivo Pesaj sea más popular que Shavuot puesto que es más divertido festejar que somos libres a recordar que somos responsables de la Presencia de Dios y la justicia en este mundo). Estas dos festividades junto con Sukkot forman las tres fiestas de peregrinaje (shalosh regalim) dentro del calendario judío. Otros dos rituales que conmemoran la salida de Egipto se basan también en el Éxodo: la utilización diaria de tefilín (13.9-10) y la redención del primer hijo (pidion haben 13.13).

El Éxodo logró aumentar la presencia de un solo Dios en la conciencia histórica en contraste a las festividades politeístas que se enfocaban en las acciones de dioses independientes en la naturaleza. Es decir que el rol de Pesaj y la Fiesta del Pan Acimo como conmemoración del éxodo logró eclipsar el significado anterior de fiestas primaverales (12.6-14). Si bien Sukkot también es una fiesta esencialmente agrícola, la misma conmemora el deambular de los israelitas luego del éxodo (Levítico 23.43). Teológicamente, la manifestación de Dios como el Redentor o Salvador de los antiguos esclavos en la Biblia logró proyectar el ideal mesiánico de una Redención o Salvación final (ver la publicación Socios con Dios en la Redención ¿qué debemos hacer para reparar el mundo?).

Los principios más fundamentales del judaísmo están basados en el libro de Éxodo como por ejemplo el pacto (brit) entre Dios e Israel en los capítulos 19 al 24 y la creencia que Dios entregó allí la Tora ordenando cómo vivir la vida judía. El encuentro con Dios en el Sinai es realmente el episodio fundamental y constituyente de todo lo que se desplegará en el resto de la historia judía representando el momento en el que Dios «bajo» y «habló» con todos los judíos presentes y futuros entregándoles la ley, el sentido y la dirección que aceptaron en forma entusiasta (20.16; 24.3). Estas leyes (según los rabinos tanto la Ley Escrita como la interpretación oral fueron entregadas al mismo tiempo) se convirtieron en la base en la que se apoya todo el judaísmo: «Moisés recibió la Tora -escrita y oral- en el Sinai y la paso a» todas las generaciones siguientes (Pirkei Avot 1.1). Como estas leyes fueron presentadas a todos por igual (21.1) se convirtieron en un deber para cada judío de asumir hasta el día de hoy y no solo para una determinada elite intelectual. Finalmente, Los Trece Atributos de Misericordia Divina (la publicación más leída de este blog) que son recitados varias veces por año dentro de la liturgia judía fueron revelados por Dios a Moises en 34.6-7.

Las primeras leyes proclamadas por Dios para los Israelitas como pueblo aparecen en el Decálogo (20.2-14) ordenando tanto una conducta entre la humanidad y Dios y la humanidad consigo misma. Tres de estas leyes en el primer grupo caracterizan lo que los judíos hemos defendido por miles de años incluso a veces con nuestras propias vidas: el requisito de adorar solo a יהוה y no tener otros dioses, el requisito de no tener ídolos y el requisito de observar el Shabbat. Sobre el Shabbat mismo Ajad Ha-am (Asher Ginzberg 1856-1927) dijo que «más que haber preservado los judíos Shabbat, Shabbat preservó a los judíos».

Las historias del éxodo (¡tan solo uno de los tantos espectaculares libros que posee la Biblia!) han resonado a lo largo de toda la historia mundial. Muchos esclavos oprimidos por diferentes contextos han encontrado en este libro la inspiración para volver a pelear una y otra vez por los valores de una humanidad más libre, más justa y más humana. En más de una oportunidad pueblos y personas separadas por el tiempo y el espacio se han identificado con los esclavos que son rescatados gracias a un líder que los guía bajo la inspiración divina. Sin ninguna duda la Biblia no es tan solo uno de los mejores libros de la historia sino que Éxodo es además el libro más importante de la Biblia

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¿Estás a salvo de esta plaga?

21/01/2015 por Diego Edelberg 37 comentarios

 

En la parasha (lectura semanal de la Tora) de esta semana hay un episodio que encapsula la historia del Éxodo en su totalidad, el sentido de la existencia judía y la misión de todos nosotros en este mundo. Parashat Bo (Shmot 10:1 – 13:16) introduce el ataque de la plaga #9: oscuridad. Los egipcios en la Biblia no experimentaron nunca una plaga llamada esclavitud pero la oscuridad fue lo más cercano que lograron sentir en relación a cómo se sentían sus esclavos, los israelitas.

Cuando escuchamos la palabra esclavitud generalmente la asociamos con la idea de servir a otra persona involuntariamente. Sin embargo bien sabemos que podemos ser esclavos de muchas cosas más: nuestras adicciones, mentiras, egos, comportamientos y especialmente la idolatría de nuestras propias ideas.

Y Dios dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, una oscuridad que se puede sentir. Y extendió Moisés su mano hacia el cielo; y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar por tres días; pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones.- Shemot 10:21-23 (la traducción y énfasis sobre ciertas palabras es mía)

 

 

Luz y Oscuridad

La esclavitud es oscuridad. La libertad es luz. El viaje de la esclavitud hacia la libertad y de la oscuridad hacia la luz no pertenece solamente al Éxodo sino a toda la Tora y a nuestra tradición. De acuerdo al comentario del Zohar (el compendio más importante del misticismo judío) en el principio Dios creó «una chispa de impenetrable oscuridad.» Esto significa que la luz y la oscuridad están entrelazadas.

Luz y oscuridad, ambas creaciones de Dios, están en todo el mundo todo el tiempo. Nos sorprenden constantemente en las noticias cuando nos enteramos de episodios muy oscuros y otros que irradian luz y esperanza. Al comienzo de la Creación la tierra está oscura y lo primero que hace Dios es luz (Bereshit 1:1-4). En una sola oración la Tora captura la esencia de los opuestos, la lucha por el balance cósmico. La luz en el lenguaje bíblico representa vida, alegría y justicia.

En el judaísmo la luz representa el compromiso por la claridad por encima de las tinieblas; la luminosidad por sobre lo lúgubre; el estudio sincero en lugar de la fe ciega. La luz, primera creación de Dios, se convierte en un símbolo de Su presencia histórica: una zarza ardiente con un fuego que no se consume; relámpagos en el monte Sinaí al recibir la Tora; la luz eterna (ner tamid) que habita en todas las sinagogas del mundo; la menoráh en el tabernáculo y el Beit Hamikdash; encendido de velas para Shabbat, festividades y especialmente Januka. La luz es como Dios puesto que no podemos verla pero ella permite que todo lo demás sea visible.

Por Tu luz, vemos luz. – Salmo 36:10

 

 

No lo veo, no lo creo, no me interesa

Rabbi Harold Kushner nos invita a reflexionar que durante todas las demás plagas los egipcios no podían hacer nada para frenar el ataque. Pero durante la plaga de oscuridad, ¿por qué no encendieron velas? Tal vez la plaga no era realmente oscuridad física sino espiritual o psicológica. Cuando estamos sumidos en la oscuridad perdemos la energía para ocuparnos de cualquier otra persona más que nosotros mismos y nuestra salvación. Por eso la Tora agrega que solo durante esta plaga,

Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar por tres días.-Shemot 10:21-23

Probablemente los egipcios no podían discernir cuánto de su propio confort dependía de la esclavitud de otras personas u hechos. La persona que no puede ver a su propio vecino está incapacitado de crecer espiritualmente. Sin mirar qué le está aconteciendo al otro somos incapaces de hacernos mejores.

 

 

La chispa divina

La primera bendición que recitamos antes de exclamar la Unicidad de Dios en el Shema concluye con la siguiente expresión

Bendito eres Tú que haces las luminarias

Por supuesto que en el contexto de dicha plegaria lo primero que se nos viene a la mente son los cielos, el reconocimiento absoluto de Dios como el Creador del Universo. ¿Tal vez las luminarias somos también nosotros mismos? Cada uno de nosotros es una luz en el mundo.

Pero cuando sentimos nuestra propia luz parpadear; cuando vemos la oscuridad que nubla nuestro mundo y nos desesperamos por la injusticia y lo inexplicable; todo lo que tenemos que hacer es mirar la página siguiente de nuestro Siddur (libro de plegarias) en donde leemos

Con abundante amor nos amas

Dios nos ama. No dejemos que se apague nuestra luz más allá de la oscuridad que nos rodea.

Me gustaría conocer tu opinión, ¿cuál consideras tú es la peor de las 10 plagas?

Archivado en: Parashat Hashavua Etiquetado como: egipto, esclavitud, la luz, luz divina, oscuridad, plegaria por la creacion

El Verdadero Sentido del Seder de Pesaj

12/04/2014 por Diego Edelberg 38 comentarios

 

Nosotros somos el Seder

Mientras leo la introducción a la Hagadá “Gates of Freedom” escrita por el genial Eugene B. Borowitz me inspiro, traduzco  sus ideas y comparto el entendimiento que el Seder de Pesaj confunde nuestras nociones tradicionales sobre las prácticas “religiosas” judías. Solo piensen que el Seder de Pesaj sucede en casa y no en la Sinagoga; es conducido por cualquiera y no necesariamente por un rabino o un jazan; involucra comer, cantar canciones infantiles y hacernos preguntas más que pedidos a Dios; requiere que bebamos más de lo que generalmente bebemos en una cena contemplando que no es porque deberíamos emborracharnos; nos emociona con relatos sobre esclavitud que nosotros mismos no hemos experimentado y nos sorprende con rituales interesantísimos; evoca tantos recuerdos familiares que son pocos los que piensan literalmente en Egipto durante la celebración; nos da la oportunidad de revivir una experiencia familiar o comunitaria que nos vuelve a transformar cada año tomando como referencia un ritual que comenzó ¡hace más de dos mil años!   

 

“te alegrarás en tu fiesta”

Muchas personas piensan que los temas más importantes demandan seriedad y observancia meticulosa. El Seder tiene un elemento profundo de dignidad humana y divina. Sentados alrededor de la mesa con familiares y amigos no solo reímos y compartimos un momento especial sino que también recordamos a aquellos que ya no comparten la cena con nosotros en este mundo. Pero también siempre delante nuestro debemos tener presente la regla principal que encuadra todas las celebraciones de peregrinaje judío cuando se iba hacia el Gran Templo: “vesamajtá bejaguéja”, literalmente “te alegrarás en tu fiesta” (Deuteronomio 16:14). Esto es un mandamiento. No deberíamos sentir que cumplimos con el Seder si no logramos tener un momento alegre en la mesa.  

 

¿Por qué es esta noche diferente de todas las demás?

¿Cómo hacemos para alegrarnos? ¿Cómo podríamos estar festejando mientras todavía hay gente oprimida que come el “pan de la pobreza” todo el año? Estas no son preguntas simples. Una y otra vez tenemos que extraer del mensaje de nuestra tradición el sentido de nuestras vidas tanto hacia el adentro como hacia el afuera. Los judíos sabemos que los ritos no suceden solos y también sabemos que el poder redentor no se libera del todo cuando incluso hacemos dichos rituales. La realidad es que uno no puede proponer reglas para alegrarse (lo cual explica por qué los Rabinos limitaron sus instrucciones con respecto a este mandamiento). Dejándonos la Hagadá como un texto incomparable de la historia para ser utilizado al potenciar nuestra misión en esta vida, nuestros Rabinos también dejaron a criterio personal responder las propias preguntas que nos conmueven. La alegría en algún punto pasa por el compartir las miradas, sonreírnos, comentar el texto en compañía de gente querida, con amor por lo que estamos haciendo esta noche y en la bendición más sagrada que es la posibilidad de vivir para compartir estos momentos.

 

No te liberes. Convive.

La prueba real de la noche de Pesaj yace menos en el agregado de placeres que en la superación de las adversidades. ¿Qué te molesta más? ¿Lo largo que es el relato? ¿Las discusiones políticas que nunca llegan a nada cuando dialogamos sobre el sentido de ser “libres”? ¿Esos familiares que no tienes ganas de ver porque repiten las mismas historia de siempre? ¿Cantar canciones infantiles todos desafinados? Todo esto también es parte de celebrar la herencia judía. Mi consejo: considera todos estos desafíos (y los propios) como una prueba hacia tu espiritualidad judía e intenta que esta festividad sea el modo que santificas lo que te molesta de tu propia tradición.

El modelo de celebración al fin de cuentas posee muchísimos ritos que quedan inscriptos en nuestras memorias pero no en nuestras Hagadot: otra vez el mantel se mancha con vino, se rompe una copa, uno de los más pequeños se larga a llorar en medio de la comida, el tío comenta que la mejor matza es la que se come con manteca y sal, la abuela cuenta cómo su mamá hacia el guefilte fish (perdón los sefaradim que están leyendo) y tenemos suerte si nuestras propias Hagadot no terminan llenas de pedazos de matza o manchadas con vino. ¿Podríamos evitar todo esto? Sí podríamos. Pero no sería Pesaj. Unas gotas de vino en el mantel no tienen la densidad como para ahogar la alegría de no ser esclavos. Y en realidad no lo admitimos pero estamos tan acostumbrados a todo esto que si nos falta lo extrañamos más que nada en este mundo.

 

Lo Ordinario con lo Extra-ordinario

Todo esto nos ayuda a construir ese maravilloso entramado que es el judaísmo, una tradición que nos permite integrar lo ordinario con lo extraordinario, lo antiguo con lo sagrado y lo sagrado con lo novedoso. Para los que estamos lejos de casa y la familia cada gota de vino representa alegría y extrañamiento. Pero es una bendición para Laila y para mí compartir el Seder con nuestra comunidad y amigos en Hong Kong y en lo personal queridos lectores con todos ustedes que hacen mi vida más alegre y más significativa.

¡Los quiero a todos y les deseo un Jag Pesaj Sameaj!

¡Alégrense!

Archivado en: Actualidad Judía, Judaismo Hoy Etiquetado como: comunidad, egipto, hong kong, pesaj, seder de pesaj

Dios nos Salvó una vez, ¿volverá a hacerlo?

03/04/2013 por Diego Edelberg 2 comentarios

En la publicación anterior les comenté que todos los días le rezamos a Dios pidiendo que nos Salve y nos Redima. Pero ¿de qué debería exactamente Dios salvarnos?

La primer respuesta que encontramos en la tradición judía a esta pregunta no es en realidad una respuesta sino una historia: Dios nos salvó de la esclavitud en Egipto. La idea que Dios nos liberó de la esclavitud representa el evento fundacional que nos constituye como pueblo. Si lo pensamos un momento, cuando éramos esclavos en Egipto no éramos aún judíos sino el pueblo hebreo o mejor dicho los benei Israel (literalmente “los hijos de Israel”). Nuestra salvación en ese primer momento de la historia no fue realmente religiosa sino nacional puesto que Dios estaba salvando una nación. Pero justamente como era Dios quien estaba salvando una nación a través de una serie de milagros la tradición entendió que había una dimensión religiosa detrás de esta Salvación y por eso una distinción entre nación judía o religión judía del modo que la estoy presentando nunca existió como tal. Dios es el Dios de la humanidad y no solo del pueblo judío. Dios por lo tanto es Redentor o Salvador del mundo y la humanidad.

Tan importante fue este evento de la Salvación de la esclavitud que el mismo funcionó como prólogo para el siguiente estadio en el camino hacia la constitución nacional y religiosa judía: la entrega de la Tora. Este último evento es el motivo por el cual no fuimos liberados para hacer lo que queremos sino para ser “esclavos” ahora de Dios y la Tora. Por supuesto que la idea de ser “esclavos de Dios” suena medio extraña y sin embargo los judíos hemos entendido nuestra relación con Dios y la Tora simultáneamente como una responsabilidad que nos da placer y al mismo tiempo como una carga enorme. La tensión entre la Tora como un regalo y la Tora como una carga es un tema recurrente en la literatura de la tradición judía.

La Redención o Salvación de Egipto se convirtió entonces en el modelo que leemos y “revivimos” cada año en Pesaj. Incluso la justificación del pacto eterno entre Dios y el pueblo judío se basa en esta Salvación puesto que en la parasha Itró (Éxodo 20) donde recibimos los “Diez Mandamientos”, Dios comienza su pacto declarando “Yo soy el que los sacó de la tierra de Egipto, la casa de la esclavitud”. Si bien la Tora no posee un “por eso”, todo lo que sigue emana de esa identificación o declaración. Es decir que “por eso” que Dios hizo nosotros debemos hacer todo lo que se nos indica. Así aprendemos que la Salvación de la esclavitud en Egipto y la entrega de la Tora en el Sinaí no deben ser entendidos como dos momentos diferentes sino como uno solo en el cual el pueblo judío como tal junto al conjunto de prácticas que este pueblo hace (aquello que llamamos judaísmo) fueron creados del modo que nosotros los conocemos hoy.

Paradójicamente la primera idea o respuesta sobre la Salvación judía comienza entonces con un recuerdo. Según la Tora debemos recordar nuestra salida y salvación de Egipto todos los días y por eso dicha temática aparece por todos lados dentro de nuestra liturgia. Si no sabemos de dónde venimos se hace difícil proyectar hacia dónde vamos y se hace menester recordar que es nuestra obligación ser “buenas personas” y tratar al extranjero como un conocido puesto que nosotros mismos fuimos extranjeros en tierras extrañas según nuestra historia. Esto último también tiene un tinte de “mito eterno” del modo que describí en la publicación anterior puesto que los judíos en más de una ocasión nos hemos vuelto a sentir extraños en “tierras extrañas” mucho más allá que en Egipto o el período bíblico.

La bendición que sigue a la recitación diaria del Shema Israel (el cual posee en el tercer párrafo el recuerdo justamente de la liberación de Egipto) bendice a Dios como el Redentor o Salvador. Las bendiciones de la Creación y la Revelación anteceden a la recitación del Shema Israel  y a la plegaria final de la Redención. Pero curiosamente esta Redención que rezamos no sucede aquí y ahora sino en el pasado, con un evento que sucedió hace miles de años y que recordamos todos los días cuando declaramos “Bendito eres Tú, que redimió a Israel”.

Pero esta declaración que recuerda que una vez Dios salvo tiene la funcionalidad de recordarnos todos los días que justamente si Dios Redimió en el pasado tal vez eso demuestre el potencial de una nueva redención en el futuro. De todos modos no les he dicho de qué debe Dios Salvarnos…los dejo con la intriga hasta la próxima publicación.

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La Revelación Tradicional de Dios y la Tora según el judaísmo

14/03/2013 por Diego Edelberg 1 comentario

La revelación tradicional judía de Dios en la tierra es la que podemos leer en el Segundo Libro de la Biblia -el Libro del Exodo- entre los capítulos 19 al 24. En la lectura semanal del Calendario Hebreo la misma lectura la encontramos entre las parashot Itró y Mishpatim. El capitulo 20 del Libro del Exodo comienza con los famosos “diez mandamientos” seguidos por muchas leyes más que se despliegan hasta el capitulo 23 presentándonos así el primer código de leyes bíblicas que Dios entrega al pueblo hebreo para constituirse como una unidad bajo una misma Ley. La coronación de todo este episodio acontece en el capitulo 24 a través del ritual que da conclusión al evento de la revelación en el monte Sinaí.

Si bien el capitulo 20 abre con la declaración que Dios “habló todas estas palabras”, lo más interesante es que en el capitulo 19 que precede a lo que Dios “habló” se nos narra sobre cuales fueron las condiciones para esta revelación divina: tenemos ahí una fecha puntual en la historia del mundo (el tercer mes después del Exodo de Egipto), una localización geográfica determinada en el planeta tierra (el monte Sinaí) y por encima de todo esto nos enteramos sobre cuales fueron las condiciones atmosféricas que acompañaron dicho suceso.

Pero a pesar de los detalles la narrativa está envuelta de misterio. Según el texto Dios desciende en una montaña particular al mismo tiempo que Moisés asciende a la misma (y después baja para hablar con la gente). La descripción es acompañada de relámpagos, truenos, una nube densa, humo, fuego y sonidos de shofar (el instrumento musical de viento por excelencia del pueblo judío). Por supuesto que frente a la imagen que describimos los hebreos al pie de la montaña no solo están aterrorizados sino que básicamente ¡no pueden ver nada por culpa de la nube, los truenos, el humo y el fuego! Sea lo que sea que está sucediendo arriba de la montaña todo parece estar esta tapado o mejor dicho, se encuentra más allá de cualquier descripción literal. Así todo el capitulo puede ser leído como si fuera un poema, un cuento fantástico o una evocación de un evento misterioso. Pero claramente no es un relato histórico descripto del mismo modo que leemos sobre la elección de un Nuevo Papa Argentino en todos los medios de comunicación.

Algunos judíos utilizan este pasaje como una prueba de la autoridad de la Tora como un todo. Estos judíos declaran que la revelación de Dios debe ser comprendida leyendo este texto y entendiéndolo en forma literal, es decir, tal cual es descripto. Así el “contenido” de información en palabras que contiene el texto bíblico es entendido explícita y literalmente como la exacta articulación de sonidos y fonemas que Dios le dijo a Moisés y luego al pueblo de Israel en un determinado día y en un solo lugar particular del mundo. Lo que el texto nos está narrando entonces es historia, es el evento fundacional y constituyente del pueblo de Israel como tal. Como resultado de todo esto  lo que está escrito en la Tora tiene un valor eterno para todos los judíos incluidos los que hoy viven en cualquier otro tiempo cronológico y espacial. En definitiva para algunos judíos esto es literalmente lo que Dios dijo. Si repentinamente surge algún tipo de “conflicto” entre lo que está escrito en el texto y los inevitables cambios culturales a través de los siglos, los cambios culturales deben rendirse ante la autoridad última que es lo que está escrito en la Biblia.

Si aceptamos esta manera de ver lo sucedido entonces llegamos a otras conclusiones. La Tora es la única revelación de Dios en la historia del Universo. Otros posibles pretendientes de haber recibido otro mensaje son falsos. Así la Tora o por extensión el judaísmo es la única Verdad religiosa. La Tora además es entendida como un solo documento que es absolutamente consistente y coherente. Todas las palabras y letras que allí figuran fueron literalmente determinadas por Dios. Dios creó así al judaísmo. Y por último ningún ser humano o comunidad puede dar de baja o anular el texto de la Tora. Frente a toda esta descripción solo nos quedan dos opciones: aceptamos el texto como autoridad absoluta y constituyente de nuestras vidas o rechazamos todo el paquete (lo cual es de hecho rechazar a Dios).

Debo confesarles que mi descripción hasta aquí es una caracterización bastante simplificada de cómo los judíos han tradicionalmente entendido, estudiado y cuestionado estas suposiciones. El Talmud mismo está repleto de instancias en las que Moisés comanda algo que no aparece en forma literal o explícita en la Tora misma. Pero de todos modos y en términos generales esta descripción representa honestamente la posición de ciertas ramas del judaísmo, particularmente el judaísmo Ortodoxo. Para los judíos Ortodoxos todo esto se ha convertido en una suerte de dogma o sello distintivo de la autenticidad religiosa judía o de hecho de su verdad en contra de otras interpretaciones modernas.

Todo el debate sobre la autenticidad de la Tora no se trata simplemente de mostrar una verdad histórica innegable y ocurrida hace miles de años atrás sino del impacto que este texto tiene en nuestras vidas hasta el día de hoy. Moisés dice antes de morir que el pacto que figura en este texto y los mandamientos que allí están escritos han sido realizados no solo con aquellos que están de pie hoy ahí sino con los que aún no nacieron. Por lo tanto lo que el texto dice también nos habla a nosotros y lo seguirá haciendo para las generaciones que siguen. Este tema no es un tema que preocupó solo a Moisés y su generación sino que también nos ocupa a nosotros hoy.

Archivado en: Biblia Hebrea: Tora, Profetas y Escrituras, Dios de los judíos Etiquetado como: comunidad, egipto, el monte, exodo, la biblia, mishpatim, ortodoxo, ortodoxos, parashot, pueblo de israel, verdad histórica

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 Hola, soy Diego Edelberg, el fundador del blog Judios&Judaismo.com. Me apasiona todo lo relacionado con la música, el judaísmo, la interpretación, la educación, la mitología, la filosofía, la religión, la ciencia, la historia, el arte, la física, la cosmología, la evolución, la sociología, la epistemología, la metafísica, la cabalá y en especial aquello que resulta contradictorio, paradójico y absurdo. Para conocer más sobre mi y de qué se trata mi blog visitá la sección Acerca del Autor

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