Educar en preguntas
Extrañaba escribir publicaciones breves después de haber escrito un ebook tan largo. Así que aquí regreso a lo breve que como dicen, “lo bueno si breve, dos veces bueno”.
El domingo pasado en mi clase con alumnos y alumnas de 12 y 13 años discutimos sobre Dios. Estas clases son mis favoritas. Los chicos a esa edad aún no están condicionados totalmente por aquella doctrina que llamamos “educación” y que muchas veces cierra el proceso de descubrimiento en pos de ofrecer respuestas finales que lo hagan a uno útil en el sistema escolar y luego al buscar un trabajo. Generalmente educamos para que nuestros alumnos tengan respuestas. A mi me gusta educar para que mis alumnos tengan cada vez más preguntas y dudas porque estoy convencido que así se crece más y la vida se hace más divertida.
Una parte de Dios
Mientras discutíamos por qué Dios es tan difícil de capturar, una de mis alumnas me ofreció una de las mejores respuestas que he escuchado en los últimos años: “es difícil capturar a Dios porque somos parte de Dios”. ¡Espectacular! Sin embargo una frase así debe ser cuidadosamente explicada porque rápidamente podríamos caer en la conclusión que nosotros mismos somos Dios. Pero lo que la tradición judía enseña es que cada uno de nosotros tiene una parte de Dios.
No podemos separarnos completamente de Dios y verlo como un objeto. Por ese motivo nunca podemos ni podremos capturar su totalidad. Querer ver a Dios es como querer ver nuestros ojos sin un espejo adelante. En ese sentido mi alumna tenía razón: Dios es todo incluido nosotros mismos.
Tan grande como el mar, tan pequeño como sus olas
Una metáfora que leí hace poco y me parece muy a tono con toda esta idea es la que dice que Dios es como un océano y nosotros somos sus olas. Las olas parecen estar separadas del océano, subiendo y bajando a su voluntad. Pero aunque parecen estar separadas, las olas están hechas del mismo océano y no pueden existir sin el mismo. El océano a su vez es mucho más que la totalidad de las olas y sin embargo podemos aprender mucho del océano mirando el comportamiento de sus olas. Del mismo modo podemos aprender mucho de Dios mirando el comportamiento de sus criaturas, es decir mirando a otras personas.
Shema Israel
Así se hace evidente una de las expresiones más famosas y centrales del pueblo judío: Adonai Ejad (Dios es Uno). Repetimos el Shema Israel todos los días dos veces por día no porque no lo entendamos sino porque debemos recordarnos que Dios es parte de todo incluidos los seres humanos con los que estamos violentamente en desacuerdo. Cuando cerramos los ojos para recitar el Shema debemos por un instante hacer el esfuerzo más grande que podamos y recordarnos que toda la Creación (montañas, océanos, bosques, ciudades, hormigas, amigos, desconocidos, abrazos, canciones, besos, miradas, dientes, ¡todo!) comparte Una cosa en común. Dios, bendito sea Su nombre.