Nuestra tefilá, es decir nuestra plegaria o rezo es realmente intrigante. Primero proclamamos Shema Israel (Escucha Israel: Ad-nai es nuestro Dios, Ad-nai es Uno) y luego en el Alenu LeShabeaj concluimos al grito de “Ad-nai será Rey sobre toda la tierra, en ese día Ad-nai será Uno y Su Nombre, Uno”.
¿En qué quedamos Dios es Uno o será Uno? La respuesta a está pregunta es muy simple: ambas cosas. Esto no es una contradicción. Por un lado los judíos afirmamos que para nosotros hoy, aquí y ahora Dios es Uno y Único. Pero sabemos que esto no ocurre para el resto de las naciones del mundo y es nuestro anhelo que en un futuro el mundo entero también reconozca la Unidad. En ese día entonces Dios será realmente Uno para toda la humanidad.
Esta tensión impresionante entre declarar que algo es y luego decir que será es fascinante. ¡Especialmente porque no se refiere a cualquier cosa sino a Dios! Pero creo que lo más hermoso de esta dualidad es que representa la incertidumbre más humana que los judíos tenemos con Dios. Por un lado somos conscientes de las rupturas que hacen que nuestra experiencia humana parezca aleatoria y desconectada. Somos conscientes de esos días en los que nada tiene sentido y vemos sufrir a quienes no lo merecen. Sin embargo nuestra tradición cree que a pesar de las adversidades y los “sin sentido de la vida” hay una Unidad que se develará…pronto.
La tradición enseña que en realidad esta tensión no se resolverá en esta historia sino con la llegada del Mesías, en un tiempo completamente distinto. Ese día Dios será Uno y su nombre Uno. ¿Y hasta ese entonces qué hacemos?
Debemos convivir con la tensión. Dios es y no es Uno. Al menos no lo creemos así ya que seguimos recitando el Alenu LeShabeaj. Nuestra experiencia al igual que la de nuestros antepasados es ambigua. Algunas veces todo parecía tener sentido para ellos y otras veces no. Vivían afirmando una contradicción. Vivieron miles de años como judíos con está tensión. ¿Podremos también hacerlo nosotros?