El propósito de la celebración de Pesaj no es solamente hacer una interpretación sobre los “faraones” que uno tiene en la vida y de los que debe “liberarse” sino literalmente narrar la historia del Éxodo de Egipto usando la hagada. En la noche del Seder de Pesaj y ante las preguntas de los niños o las caras de “¿qué están haciendo estos locos?” de nuestros invitados la respuesta debe ser una sola: hago esto por lo que Dios hizo por mí cuando yo fui liberado de Egipto. Como dijimos en las publicaciones previas, esta es la idea o postura central que uno debe asumir para que el Seder genere su efecto. Esta es mi historia y no la de “ese pueblo”. Si por un momento en el Seder miramos la historia “desde afuera” los alimentos pierden su simbología y en esencia todo se convierte en un ritual absurdo y largo.
La temática central del Seder además constituye el paradigma de la Redención o Salvación judía. Empezamos con malas noticias (esclavitud, idolatría de los ancestros de Abraham, etc.) y terminamos con la buena notica que en forma unánime clama ¡fuimos redimidos de Egipto! O como dice el famoso chiste: intentaron matarnos, no pudieron…¡a comer!
Pero la realidad es que todo el mensaje del Seder encierra el anhelo por excelencia de la tradición judía. Y ese anhelo es la Redención o Salvación Final. La Redención de Israel en la Biblia no fue simplemente un evento del pasado sino del presente. No es una historia sino una noticia. Debemos sentir que estamos siendo liberados ahora mismo. No solo nuestros antepasados fueron salvados sino que ¡en cada generación somos salvados nuevamente! Este es un argumento extremadamente poderoso al declarar que el Éxodo no solamente sucedió sino que esta sucediendo en este instante. Esto es lo que definí en las publicaciones previas como “mito eterno”. El sentido del mito -a diferencia de la historia- es que el mismo realmente se repite y se revive en forma continúa hasta la eternidad. Los grandes eventos en la vida de una comunidad religiosa (sea esta judía, cristiana o cualquier otra) resuenan en forma perpetua y constante. Permanecen eternamente en el presente. Si esto no ocurre entran en el plano de la “historia” en lugar del “mito” y ya no cumplen la misma funcionalidad. Simplemente los leemos y decimos “qué interesante”. Pero el mito no es interesante sino “emocionante”.
Así en la tradición judía la idea o sentimiento de redención es simultáneamente pasada y presente. Curiosamente la bendición de la Redención que rezamos todos los días no sucede aquí y ahora sino en el pasado, con un evento que sucedió hace miles de años y recordamos cuando declaramos “Bendito eres Tú, que redimió a Israel”. Pero si Dios Redimió en el pasado nuestra tradición afirma que eso demuestra el potencial de una nueva redención en el futuro. Por lo tanto la Redención no solo es pasada, es decir no solo es histórica sino presente, mitológica y por ende futura y eterna.
Como somos conscientes que el tiempo que nosotros llamamos “historia” y que se encuentra entre la Creación y la Redención Final es imperfecto -puesto que seguimos viviendo la injusticia y la opresión en el mundo- el mito de la Redención se proyecta hacia el futuro con la esperanza que el paso final en la evolución de la doctrina judía sobre la Redención sea justamente un acto final y determinante que destruya toda forma de opresión e injusticia en forma eterna.
Este poder de la Redención final de Dios en un futuro cercano es una pieza central del pensamiento teológico judío. Sin esa fe en la Redención final gran parte del pensamiento judío carece de esperanza. Y ese poder de Redención final compromete toda una categoría de especulaciones sobre qué es lo que ocurrirá al final del tiempo histórico que los humanos habitamos. Me refiero a la culminación de la historia tal cual nosotros la conocemos. Pero justamente como toda esta categoría es especulativa su pensamiento es increíblemente complejo e imaginativo. El porque de esto último es obvio: estamos discutiendo o especulando sobre eventos que ningún ojo humano ha visto alguna vez. No estamos debatiendo conclusiones sino suposiciones. Y el problema es que honestamente todas las suposiciones son verdad porque no son hechos. Nadie sabe realmente qué ocurrirá, cuándo ocurirrá ni cómo ocurrirá con absoluta certeza. Además debemos entender que esta doctrina de la Redención final fue literalmente desplegándose en forma progresiva dentro de la tradición judía llegando a su conclusión final en el período talmúdico (alrededor del 500 después de Cristo o la Era Común).
Con respecto a las especulaciones, en la forma que nosotros las conocemos hoy, los eventos del fin de la historia según la tradición judía sucederán en tres planos:
- En el plano Universal los eventos afectarán literalmente a todo el Universo.
- En el plano Nacional los eventos afectarán literalmente y particularmente al pueblo judío.
- Y en el plano Individual los eventos afectarán a cada uno de nosotros en forma individual.
Por supuesto que en cada uno de estos planos Dios es el iniciador de los eventos. Pero el rol que jugamos nosotros los humanos no es menor. Todas las teorías sobre el fin de los tiempos (y la judía no difiere tampoco en esto) surgen de un problema o impulso central: la idea que las cosas del modo que están hoy presentes se encuentran seriamente falladas o son imperfectas. Justamente las especulaciones sobre la Redención describen cómo al final de los tiempos Dios va a transformar lo fallado en algo perfecto. Estas especulaciones hablan de un Dios que salva, rescata y corrige finalmente a todo el Universo de este estado imperfecto que nosotros conocemos y llamamos historia.
En las próximas publicaciones intentaremos analizar cada una de ellas por separado y dedicarnos finalmente a ver qué rol jugamos nosotros los humanos en todo este drama.