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Judíos & Judaísmo

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Todas las cosas están conectadas

25/04/2013 por Diego Edelberg Deja un comentario

 

Hay un cuento corto del Talmud que me gusta utilizar para iniciar el ciclo de formación a través del cual los chicos y chicas se preparan para convertirse respectivamente en Bar y Bat Mitzva. El estado de Bar o Bat Mitzva representa un antes y un después en el ciclo de vida judío. A partir de ese momento los judíos consideramos a los “chicos” como “adultos” en el sentido que según nuestra tradición ya son conscientes de sus propias decisiones asumiendo la responsabilidad de su propia existencia. Por supuesto que no nos referimos a que tienen que sustentarse económicamente ni casarse pero deben darse cuenta que sus vidas tienen ramificaciones y afectan a todo el mundo.

El cuento que utilizo para transmitirles esta idea es breve pero hermoso. Dice así:

 

Había una vez un sabio que estaba caminando por una carretera y vio a un anciano plantando un algarrobo. Le preguntó: «¿Cuántos años le tomará a este árbol dar su fruto?» El hombre respondió que necesitaría 70 años. Entonces el sabio le preguntó: «¿consideras que eres lo suficientemente sano como para vivir todo ese tiempo y comer de su fruto?». El hombre respondió: «Encontré un mundo fructífero porque mis antepasados lo plantaron para mí. Así, también plantaré para mis hijos». 

 

Cada generación está literalmente anclada a la siguiente a través de sus acciones. Nosotros dependemos de los que vinieron antes y eventualmente algún día las generaciones que siguen dependerán de lo que nosotros hagamos hoy.

Pero lo más importante es reconocer que del mismo modo que estamos conectados a través de diferentes generaciones también estamos conectados los unos con los otros ahora mismo. Cada persona que conocemos es parte de nosotros. Cada uno de nosotros forma parte del equipo más importante del mundo: el equipo de la humanidad. Por lo tanto cada uno debe contribuir con lo mejor que puede y contagiar al resto en ese proyecto. Solo cuando todos agregamos lo mejor que tenemos logramos ver la totalidad de la obra como si fuera realizada por una sola persona. Así el todo se hace más grande y transcendente que las partes.

Estamos unidos no solo con quienes ya no se encuentran físicamente sino también con quienes nunca podrán conocernos físicamente a nosotros. Simultáneamente estamos unidos con todas las personas que conocemos personalmente y más increíble aún con aquellas que no conocemos. Nada existe en aislamiento. Todo, absolutamente todo, está conectado con todo lo demás. Somos parte de un gran organismo que nos une.

Está lección les enseña a los Benei Mitzva (plural de Bar y Bat Mitzva), que al ser ellos los futuros “hombres y mujeres” de nuestra tradición -y del resto del mundo también- no hay nada más importante que la relación entre dos personas. No importa si estas personas son miembros de la misma familia o extraños totales. Cuando dos individuos toman conciencia que dependen uno del otro, que están conectados uno con el otro y que tienen una relación con el otro, se funden en una Unidad y se acercan más y más a lo que los judíos llamamos Dios.

Cuando decimos el Shema Israel estamos declarando que absolutamente todo está conectado. Y al mirar el mundo con esta visión tomamos conciencia que la perfección de las relaciones es tan extraordinaria que no hay dudas que representa la culminación de un plan maestro.

Archivado en: Aforismos, Citas, Espiritualidad y Religión, Judaismo Hoy Etiquetado como: adonai, adultos, antepasados, bat mitzva, chicos, conciencia, dios, judaismo, los otros, shema israel, talmud

La Redención o Salvación Final del Mundo

09/04/2013 por Diego Edelberg Deja un comentario

Como mencioné al final de la publicación anterior, todas las teorías sobre el fin de los tiempos (y la judía no difiere tampoco en esto) surgen de un problema o impulso central: la idea que las cosas del modo que están hoy presentes se encuentran seriamente falladas o son imperfectas. Justamente las especulaciones sobre la Redención Final describen cómo al final de los tiempos Dios va a transformar lo fallado en algo perfecto. Estas especulaciones hablan de un Dios que salva, rescata y corrige finalmente a todo el Universo de este estado imperfecto que nosotros conocemos y llamamos historia.

En la forma que nosotros los conocemos hoy, los eventos del fin de la historia según la tradición judía sucederán en tres planos:

 

  1. En el plano Universal los eventos afectarán literalmente a todo el Universo.
  2. En el plano Nacional los eventos afectarán literalmente y particularmente al pueblo judío.
  3. Y en el plano Individual los eventos afectarán a cada uno de nosotros en forma individual.

 

En esta publicación quería comenzar explorando la primer Redención Final, aquella que afectará a todo el Universo.

El plano más Universal que los humanos realmente podemos apreciar (particularmente en esta era más que en ninguna otra) se refiere al “mundo” en su totalidad o mejor dicho aquello que nosotros llamamos “Planeta Tierra”. Gracias a la revolución tecnológica en el plano de las comunicaciones hoy podemos saber casi al instante lo que está sucediendo en cualquier parte del mundo. Por supuesto que estoy exagerando un poco pero creo que la idea de la globalización y el impacto de Internet junto con las señales emitidas por los satélites han cambiando nuestro mundo en formas inimaginables para nuestros antepasados.

Y como podemos saber lo que está ocurriendo simultáneamente en todos lados podemos ser más conscientes hoy que el mundo se encuentra seriamente fallado o es imperfecto: todos los días leemos sobre posibles guerras nucleares, injusticias, opresión y el odio que gobierna gran parte de las relaciones humanas por todo el planeta. Para la tradición judía en la Redención Final Dios va a literalmente erradicar todas estas cosas y crear un Nuevo Mundo en el cual lo único que conoceremos es paz, justicia y compasión en todas las relaciones humanas. Para lograr eso la idolatría (aquel “enemigo” principal del judaísmo) será abolida para siempre y los seres humanos dejaran de tener ídolos que están sujetos a las leyes físicas del tiempo y el espacio (es decir otros seres humanos que idolatramos y seguimos ciegamente) para tomar conciencia de esa verdad indivisible que los judíos hemos adorado desde tiempos inmemorables y llamamos Dios. En otras palabras, el mundo entero finalmente reconocerá al Dios de Israel como el único Dios y finalmente tendrá sentido el Aleinu Leshabeaj que recitamos al finalizar cada plegaria, “en ese día Dios será Uno y su Nombre Uno”.

Esta primera idea de Redención Final a nivel planetario es tal vez la más antigua y simultáneamente la más común. Si lo pensamos un instante, al remover a Dios y al judaísmo de este relato, nos encontramos con el impulso más humano y universal que conocemos. La idea de trabajar para erradicar todas estas cosas es lo que motiva a cualquier buen gobierno, ONGS, instituciones de acción social y al ser humano en particular. Todos nosotros percibimos en nuestras áreas individuales y nuestros trabajos que todavía hay mucho por mejorar en el mundo, en nuestros países y en nuestros hogares. Y si no tuviéramos esa sensación de imperfección o inconformidad realmente la vida en algún punto carecería de sentido. Curiosamente nos esforzamos para “perfeccionar el mundo” y sin embargo nuestra vida no tendría sentido si el mundo fuera literalmente perfecto. En esencia “lo perfecto” no nos requiere.

Todas estas fallas que inundan nuestras estructuras sociales demandan de nuestra redención y nuestro esfuerzo. Y esta tarea sigue siendo tan cotidiana hoy como lo fue hace miles de años. Solo lean el fragmento del profeta Isaías que comparto a continuación escrito 500 años antes del nacimiento de Jesús:

 

En los días venideros el Monte que alberga la Casa de Dios estará firme por encima de las montañas…Y todos los pueblos irán allí y dirán: “Ven, vayamos arriba, al Monte de Dios, a la Casa del Dios de Jacob; para que Él pueda instruirnos en sus formas y para que nosotros podamos caminar Sus senderos”. Porque la Instrucción vendrá desde Sión, la palabra del Dios de Jerusalem. Así Él juzgará de entre todas las naciones y será el árbitro para muchos pueblos. Y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. (Isaías 2:2-4)

 

Lo más extraordinario de este tema es que ¡ningún otro pensador de la antigüedad soñó con una era en la que la guerra no existiría más! Esta es la visión que continúa ejerciendo el poder de la Redención Final Universal hasta nuestros días.

 

Archivado en: Dios de los judíos Etiquetado como: antepasados, dios, el impacto de internet, el universo, fin de los tiempos, guerras, Jerusalem, plegaria

El Verdadero relato de la Creación del Mundo

07/03/2013 por Diego Edelberg 3 comentarios

La mayoría de las personas imaginan en formas diferentes la Creación del mundo. Lo que debemos asumir sin temor es que cada vez que intentemos hablar sobre cómo empezó el Universo vamos a terminar saliendo del reino espacial y temporal que habitamos y conocemos para entrar en otro reino totalmente distinto y desconocido: el de la poesía, el relato imaginario o el mito. Ni la mente humana ni el lenguaje como herramienta descriptiva pueden reducir en términos literales cómo fue que empezó todo.

 

En lo personal me sorprenden los presupuestos que algunos judíos y no-judíos también tienen sobre cómo aconteció la Creación. Así estuvimos analizando en las últimas publicaciones algunos conceptos que asombran a quienes conocen un solo relato de este episodio:

  1. Dios no crea “de la nada” sino que ordena material preexistente.
  2. Cuando hablamos de la Creación bíblica debemos especificar cuál de los dos relatos que se preservan en la Biblia estamos haciendo referencia.
  3. El material preexistente se opuso al ordenamiento de Dios.
  4. La Creación filtrada por los primeros Rabinos al crear la bendición cotidiana que celebra la Creación en la plegaria judía no solo es entendida en forma diferente a la narrada en la Biblia sino que además esta Creación acontece todos los días y en forma constante. Para la tradición rabínica Dios no solo creó sino que sigue creando a cada instante.

La búsqueda obsesiva con el fin de entender cómo empezó todo y cómo va a terminar impulsó a los seres humanos a lo largo de la historia dando como resultado diferentes relatos tanto científicos como religiosos. Si bien algunos científicos pueden sentirse terriblemente ofendidos que su hacer está siendo comparado aquí con el religioso, la realidad es que en lo que respecta al origen del Universo la ciencia solo puede describirnos qué sucedió luego del big bang ya que el big bang en sí o la descripción sobre qué había antes del big bang pertenece como ya dijimos al reino de la poesía y el mito.

Más allá de todos los intentos que hagamos para “volver en el tiempo” usando nuestra imaginación, llegaremos siempre a un callejón sin salida. Detrás de la pared que encierra ese callejón solo hay una cosa: misterio. Pero si bien más allá de esa pared nuestras mentes racionales o lógicas no pueden avanzar nuestro lenguaje e imaginación pueden hacerlo partiendo hacia el reino de lo mítico, lo imaginario y lo poético. Al leer la Creación bíblica o la descripción detallada del big bang estamos funcionando en forma imaginativa o metafórica pero no literal ni científica.

Todos los relatos imaginarios, míticos y poéticos sobre la Creación son verdaderos. Justamente la poesía y el mito son verdaderos porque su relato no es históricamente certero o real sino imaginario. Entendidos tal cual son (simples relatos imaginarios, poéticos o metafóricos) no intentan demostrar un hecho real sino ofrecer «sentido». Y en ese sentido nadie puede negar que son verdad. Así cada relato religioso o científico captura una parte de la Creación. De ambos relatos aprendemos que nuestro mundo mantiene un frágil balance natural e histórico. Aprendemos que nuestro mundo y nuestra vida parece ser un patrón ordenado que por momentos experimentamos también en forma tremendamente desordenada. Por encima de todo esto es innegable que los humanos somos algo especial en este entramado: aparentemente somos las únicas criaturas que escriben sobre el origen del mundo.

Pero hay una diferencia muy importante en el tipo de preguntas y respuestas que buscamos a través del relato científico y el relato religioso. Las respuestas bíblicas no están preocupadas por ofrecernos un listado bien detallado sobre cómo ocurrió todo sino de proveernos sentido a la inexplicable e inconcebible sorpresa de vivir. La religión es un intento muy humilde por parte del ser humano para recuperar el asombro por aquello que resulta misterioso y brindarle a ese misterio una suerte de reconocimiento y en el mejor de los casos agradecimiento.

Para nuestros antepasados judíos Dios nunca fue la conclusión del argumento sino el punto de partida. Para ellos y ellas había un Dios (o una Diosa) en el mundo y ese mundo era Su Obra Maestra. Nuestros antepasados no intentaban comprender a Dios desde su propia experiencia humana (lo cual era el objetivo del racionalismo medieval) sino comprender la propia experiencia humana a través de Dios.

Finalmente podríamos concluir aceptando que el conflicto entre creacionismo y evolucionismo no discute conclusiones sino suposiciones. Y como ya mencionamos, todas las suposiciones son igualmente poéticas, imaginarias y mitológicas. Todas las suposiciones en tanto son Verdad. Tal vez Dios creó el mundo utilizando átomos, partículas elementales o recurriendo a la física cuántica. Sin embargo todas estas cosas también son una construcción de la imaginación humana.

Archivado en: Biblia Hebrea: Tora, Profetas y Escrituras, Dios de los judíos Etiquetado como: antepasados, big bang, dios, el relato, la mente humana, origen del universo, plegaria, rezo

Dios y los seres humanos ¿qué ha cambiado realmente?

25/02/2013 por Diego Edelberg 70 comentarios

 

Hemos insistido mucho en las últimas publicaciones en un tema central del pensamiento teológico judío: Dios es Dios y los humanos somos humanos. Esto implica que absolutamente ningún ser humano puede saber cómo es Dios y menos puede llegar a decir qué es lo que quiere o porqué sucede lo que sucede. Si fuera así esta persona tendría acceso directo a la esencia de Dios y eso resultaría un absurdo porque Dios está más allá de cualquier descripción o interacción humana.

Para recapitular este tema una vez más, hay dos cosas que siempre debemos recordar cuando hablamos de Dios. Primero, atribuir características tanto positivas como negativas a Dios es simplemente expresar nuestra percepción humana de Dios, lo cual no significa presentar la esencia de Dios. Cuando hablamos de Dios lo que hacemos es utilizar palabras, imágenes o metáforas que intentan expresar lo inexpresable y minimizar esa brecha inalcanzable con lo trascendente. Así nos imaginamos a veces a Dios como un “Súper Poder”, un “Padre que nos protege”, un “Rey que nos juzga” o como un “Judío Gigante” que hace todo bien. Solo podemos intentar imaginar cómo Dios se nos presenta o manifiesta a nosotros mismos en cada momento específico y cambiante de nuestras vidas.

Segundo, decir que Dios es bueno o malo es en realidad un tema de perspectiva y de contexto momentáneo. Si Dios permite que un lobo se coma un conejito Dios está siendo amoroso según la perspectiva del lobo pero cruel según la perspectiva del conejito. Por eso debemos ser muy cuidadosos cada vez que decimos “Dios odia a…” porque generalmente lo que estamos expresando ahí no es lo que Dios realmente odia sino lo que nosotros odiamos. Nuevamente no sabemos realmente qué odia Dios porque sino seríamos cómo Dios. Más complejo aún es aceptar lo que Maimonides nos enseñó: en el fondo Dios no odia ni tampoco ama; no se enoja ni se pone contento. Todas estas cosas son sensaciones humanas pero no divinas. Cuando hacemos algo que consideramos bueno nosotros nos ponemos felices pero Dios no porque ¡Dios no puede cambiar de estado! Si cambia deja de ser Dios.

Nuestra discusión sobre Dios estará siempre impregnada de subjetivismo. Nunca podremos escapar de nuestra condición humana y por lo tanto Dios será siempre una imagen o metáfora de nuestra propia experiencia de vida. Nunca lograremos reducir a Dios en palabras. Lo único que podemos hacer como seres humanos es aceptar que la manera en que nos imaginamos a Dios va cambiando a medida que nosotros mismos vamos cambiando, madurando, teniendo diferentes experiencias de vida y al mismo tiempo vamos afilando nuestros niveles de abstracción. A veces percibimos a Dios como la más elevada Justicia y otras veces nos agarramos la cabeza tratando de comprender porqué muere gente inocente o porqué existen las enfermedades congénitas.

Finalmente y con mucho esfuerzo intelectual y sensitivo debemos con una mano en el corazón sincerarnos y declarar que cuando hablamos de Dios no hay realmente correcto o incorrecto. Cuando hablamos con Dios tampoco lo hay. Todo lo que podamos decir terminará siendo siempre insuficiente.

Dios no ha cambiado pero nuestras imágenes de Dios si lo han hecho. Estas imágenes no sólo han cambiado en la modernidad para incorporar a Dios como una Madre y no solamente un Padre, como una Ella y no siempre un Él, sino que a lo largo de toda la experiencia judía e incluso durante el ciclo anual judío nuestra imagen de Dios debe ir cambiando para que nuestra existencia judía tenga sentido durante el año. Cuando vamos a rezar en el Día del Perdón debemos imaginar que Dios es simultáneamente un juez severo y un padre compasivo. Si no aceptáramos esta paradoja sería imposible sentir la restauración y el sentido espiritual que ofrece la existencia judía. O para decirlo en palabras más simples, no podríamos vivir solamente con el Dios que según la Tora en el libro Shmot (Éxodo 34:7) no perdona en forma total sino castiga hasta la tercera y cuarta generación. Las imágenes cambian porque nosotros necesitamos que cambien. Nosotros necesitamos saber que podemos ser perdonados.

De todos modos y aunque ya nos parezca muy ingenua, la imagen tradicional de un Dios que a modo de juez premia o castiga nuestros actos ha tenido y seguirá teniendo históricamente un resultado extraordinario porque cancela la sensación de abandono proveyéndonos de un medio para restaurar la relación con Dios a su estado positivo original. En otras palabras, refuerza la idea de teshuva literalmente retorno a Dios que inunda la temática de Rosh Hashana y Iom Kippur.

El hecho que nuestros antepasados se sintieron libres para transformar e interpretar las imágenes clásicas de Dios según las necesidades de cada generación es lo que nos permite legitimar que nosotros mismos podemos también hacerlo. Porque nuevamente, no estamos cambiando la esencia de Dios (nadie puede hacer eso) sino que estamos evolucionando nuestras propias imágenes humanas de Dios para nutrir nuestra relación hoy en nuestro propio contexto histórico y cultural. Si nuestros antepasados declaraban que Dios no debía ser entendido solamente como un juez que castiga sino que también tiene compasión, nosotros podemos argumentar que Dios ya no debe ser más descripto solo utilizando el género masculino. Algunos podrán estar de acuerdo con estas ideas y otros no. Algunos sentirán la necesidad de modificar la liturgia para que refleje estas sensibilidades y otros no. La tensión y la discusión es siempre un indicador de vitalidad.

Archivado en: Dios de los judíos Etiquetado como: antepasados, de dios, divinas, la modernidad, maimonides, odia

Mi Dios y Mi Plegaria Personal son Reales pero ¿a qué o a quién le estoy rezando?

15/02/2013 por Diego Edelberg 7 comentarios

 

En nuestra publicación anterior introdujimos un tema central del pensamiento teológico judío: los seres humanos cambian; pero Dios no. Este es el principio que da cierre a la discusión medieval filosófica sobre Dios y es Maimonides quien representa la culminación de este proceso cuando declara en su Mishné Tora que Dios es perfecto, eterno, no cambia ni muta. Además para Maimonides Dios no escucha porque no tiene oídos y ni siquiera ama porque no tiene sentimientos. Aunque nos resulta difícil reconocer esto al momento que uno reza, pide y agradece (puesto que según Maimonides parecería no haber nadie escuchando o preocupándose por nosotros) Maimonides mismo definió la plegaria como algo obligatorio.

Para nosotros los modernos este principio simplemente nos alerta de una limitación que ya somos conscientes: nuestra especulación racional, o mejor dicho nuestras palabras, tienen un límite al querer hablar acerca de Dios. Los humanos somos humanos y Dios es Dios. No tenemos acceso a Dios. No podemos conocer su esencia. No podemos saber cómo opera. No podemos saber qué planes tiene ni por qué elige que suceda lo que sucede. En el fondo no podemos saber nada con absoluta certeza. Y como no podemos objetivamente saber nada acerca de Dios ¿cómo podríamos declarar que Dios cambia de parecer frente a nuestros rezos?

Lo que si cambia son nuestras imágenes y metáforas. Estas pueden cambiar justamente gracias a que Maimonides declaró que son cosas cambiantes mientras que la esencia de Dios no lo es. Para nuestros antepasados Dios era un Papá, un Rey, un Señor o simplemente un Êl. Para Maimonides todos estas designaciones son simples metáforas, palabras que depositamos en lo innombrable e incognoscible. Por lo tanto si nuestras metáforas de Dios son simples expresiones subjetivas de nuestra limitada experiencia humana y si la naturaleza de los seres humanos es de hecho el cambio constante entonces nuestras imágenes y metáforas sobre Dios pueden ciertamente cambiar también. En pocas palabras lo que cambia son las metáforas e incluso a veces podemos llegar a ver estos cambios.

Comienza Shabat y al reflexionar sobre estos temas me pregunto ¿a qué o a quién le estoy rezando? Los dos más grandes teólogos modernos vienen en mi ayuda para lidiar con estas difíciles preguntas:

 

 

Rezar es tomar conciencia de lo asombroso, recuperar el sentido de aquello misterioso que anima a todos los seres, el margen divino en todos los logros. La plegaria es nuestra humilde respuesta a la inconcebible sorpresa de vivir.

Abraham Joshua Heschel

 

 

Como el poder que ordena el mundo y la salvación personal, Dios no es una personificación sino un Proceso. De todos modos nuestra experiencia de ese Proceso es enteramente personal…Aquellos que critican la concepción de Dios como un Proceso argumentan que es reducir la plegaria a una simple forma de “hablarse a uno mismo”. En un sentido eso es verdad pero debemos entender en qué sentido es verdad. Todo pensamiento – y la plegaria es una forma de pensamiento- es esencialmente un diálogo entre nuestro puro ego individual y nuestro ser en representación de un proceso que va más allá de nosotros mismos…

Mordecai Kaplan

 

En el fondo cuando hablamos de Dios no hay correcto o incorrecto. Cuando hablamos con Dios tampoco lo hay. El judaísmo ha vivido desde siempre con ambigüedad al momento de tener que lidiar con Dios. La mayoría de los judíos se imaginan un Dios completamente distinto incluso cuando están rezando juntos en la misma Sinagoga.

¿Dios escucha mis plegarias? Realmente no lo sé. Incluso si me escucha jamás esperaría que me responda del modo que mi esposa me responde cuando la llamo por teléfono. Mi conexión con Dios y mis metáforas de Dios son el producto de una respuesta a mi propia búsqueda personal enmarcada por la tradición judía y mi afirmación continua como miembro primeramente del pueblo judío y en forma más amplia de la comunidad humana como un todo. Mi plegaria es una manifestación de mi certeza absoluta que el pueblo judío al cual pertenezco es importante para la historia y en consecuencia yo también lo soy porque formo parte de dicha narración sin importar cómo me imagino a Dios en cada etapa distinta de mi vida. Al igual que Maimonides tengo muchos problemas para definir a Dios en palabras. Todo lo que digo termina siendo insuficiente para hacer justicia a mi fe y mis creencias. Pero rezo de todos modos todos los días y cuando lo hago generalmente (aunque confieso que no siempre) Dios se hace realidad y evidencia.

Archivado en: Dios de los judíos, Rezo Judío ayer y hoy Etiquetado como: antepasados, comunidad, maimonides, mordecai kaplan, pensamiento, plegaria, rezo

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Acerca del Autor

 Hola, soy Diego Edelberg, el fundador del blog Judios&Judaismo.com. Me apasiona todo lo relacionado con la música, el judaísmo, la interpretación, la educación, la mitología, la filosofía, la religión, la ciencia, la historia, el arte, la física, la cosmología, la evolución, la sociología, la epistemología, la metafísica, la cabalá y en especial aquello que resulta contradictorio, paradójico y absurdo. Para conocer más sobre mi y de qué se trata mi blog visitá la sección Acerca del Autor

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