La reputación de Rosenblatt se esparció rápidamente en Nueva York, y la flamante estrella era convocada a todos los eventos filantrópicos y conmemorativos judíos de la ciudad. En mayo de 1917 una multitud llenó el teatro del Hipódromo a beneficio de los judíos que sufrían en Europa las consecuencias de la guerra. Rosenblatt fue la atracción de la velada, y fue este evento el puntapié inicial de una gira de 30 ciudades.
La aparición de Rosenblatt en Chicago marcó el siguiente punto de inflexión en su carrera. En el evento estaba invitado Cleofonte Campanini, director general de la Ópera de Chicago, quien luego del concierto le ofreció U$S 1.000 por presentación por cantar el papel de Eleazar en la ópera de Halevy “La Juive”. Campanini delineó un contrato con condiciones que asegurarían que Rosenblatt no tuviese que comprometer sus convicciones religiosas: podría mantener su barba; no tendría que presentarse en Shabat o Iom Tov; se le daría comida Kosher, y si se sentía incómodo con aparecer en el escenario con mujeres gentiles, se arreglaría que sus compañeras fuesen sopranos judías como Alma Gluck o Rosa Raisa. Finalmente, Rosenblatt no pudo llegar a un acuerdo, pero para no herir los sentimientos de Campanini le pidió al presidente que Ohab Zedek, Moritz Newman, dar la última respuesta. Newman le escribió a Campanini que “el puesto religioso del Rev. Rosenblatt en la sinagoga no le permite presentarse en el escenario de la ópera”.
A pesar de negarle sus talentos a la ópera, ni Rosenblatt ni su congregación vieron problema alguno en que aquel realizara conciertos de música judía o secular. Rosenblatt estaba orgulloso de ser presentado como “el tenor judío”, y en mayo de 1918 brindó su primer recital en el Carnegie Hall. Las críticas de los diarios de Nueva York fueron muy positivias: “Tenor judío triunfa en concierto”, aclamaba el New York American, agregando: “El Cantor Rosenblatt muestra una voz de belleza excepcional, evocando aplausos estruendosos con música alejada de su campo habitual”. Algunas críticas fueron menos entusiastas sobre su aventura en las arias de óperas, pero aclamaron la agilidad vocal desplegada en las obras de jazanut y también sus canciones en Ídish.
Para poder rechazar ofertas de otras congregaciones, Ohab Zedek le pagaba ahora a Rosenblatt el salario récord de U$S 10.000 al año. Rosenblatt también estaba ganando enormes honorarios por sus conciertos y regalías por sus grabaciones, pero a medida que crecían sus ingresos, también su filantropía y su generosidad hacia varios miembros de su familia a quienes ayudaba aparte de mantener a sus ocho hijos. Las muchas organizaciones judías que solicitaban su ayuda no solamente recibían conciertos a beneficio sino que también donaciones de su propio bolsillo. Además, por su hogar pasaba una procesión constante de necesitados, que sabían que nunca los dejaría ir con las manos vacías. Pero Rosenblatt era generoso hasta lo perjudicial. En 1922 aceptó invertir en un dudoso emprendimiento de un diario en ídish, y en enero de 1925 se vio forzado a declarar la bancarrota.
Continuará…
Uno de los éxitos de Rosenbllat, «Keili, Keili»