Este año en una jevruta con Yael Benadretti me desafió a pensar las 10 plagas del éxodo de Egipto como 10 dioses que adoraban los egipcios y que el Dios de los israelitas tenía que des-endiosar para demostrar Su poder. Confieso que ignoraba esta posible interpretación, pero la misma se convirtió en una invitación fascinante para pensar juntos en forma vigente qué simbolizan hoy estos 10 símbolos que todos nosotros convertimos muchas veces en nuestros propios dioses esclavizándonos de ellos. De esa jevruta surgió esta nueva publicación para Pesaj.
Estos 10 dioses claramente no nos liberan sino que se convierten en nuestro Faraón y nuestro Egipto que no nos permite salir hacia una tierra Prometida.
Aquí vamos entonces con las 10 plagas y una interpretación actual para compartir y debatir este año (y porqué no todo el resto del año).
#1 Sangre: el dios del Materialismo
En esta primera plaga el Río Nilo se convierte en su totalidad en sangre afectando la fuente principal de la economía egipcia. Atacar el Río Nilo como fuente de vida y sustento material es des-endiosar el valor en lo material para volver a centrarnos en la importancia de los valores más trascendentales. No es sólo lo material lo que nos constituye. No somos sólo lo que tenemos sino quienes somos más allá de lo material que poseemos. Si endiosamos lo material entonces nos esclavizamos y nos arruinamos la vida pensando que allí radica nuestra liberación.
La primera liberación es entender que lo que valemos no puede ser realmente medido por lo material que durante la vida en este mundo pasa por nuestras manos y que no lo llevamos a ningún lado cuando nos vamos.
#2 Ranas: el dios de la Indiferencia
Esta plaga representa la frialdad del ser humano ya que el animal que la simboliza es de sangre fría. Se derriba así la idea ingenua que lo que le pasa al otro no me importa ni me afecta. Por el contario, sabemos que somos parte de un todo, de un mismo ecosistema. En el fondo esta plaga destruye una de las maldiciones más grandes de nuestro tiempo: el self, uno mismo y sus propias ideas como vara para medir y definir lo bueno y lo malo en el mundo representado en la tan abusada selfie del Instagram y las redes sociales que dice primero yo y después el resto del mundo.
La liberación viene cuando entiendo que no existo en soledad sino siempre en relación a otros. Por eso no puedo tener la sangre tan fría como para pensar que puedo «salvarme solo» o que mis decisiones no se replican en otras vidas.
#3 Piojos: el dios de la Vanidad
Los egipcios tenian una técnica hermosa para trenzar sus cabellos que hasta el día de hoy se conoce como «trenza egipcia». Esta plaga nos enfrenta a la importancia que le damos a cómo nos vemos. Los piojos atacan justamente la hermosura del cabello simbolizado en quienes están más preocupados de su apariencia física y su pelo que su espiritualidad.
Hoy que está tan de moda el fitness, las dietas, las cirugias, el botox y el mostrar el cuerpo por todas las redes sociales y canales de televisión, está plaga nos recuerda que somos mucho más de lo exterior que se ve de nosotros. El cuidado del cuerpo por supuesto es muy importante. Pero se torna una idolatría si creemos que será por eso que nos recordarán en la vida. La putrefacción del cuerpo jamás vencera a la perfección del alma.
La liberación viene cuando entiendo que es muy importante cuidar el cuerpo que es nuestra vasija sagrada mientras recuerdo al mismo tiempo que si pienso que me aman y soy por cómo se ve mi cuerpo entonces pondré toda mi autoestima y mi ser en un lugar absolutamente efímero y vacio de sentido.
#4 Animales Salvajes e Insectos: el dios del Ego Negativo
En esta plaga los egipcios eran destruidos sin piedad por animales salvajes e insectos. Incluso sus muertos a los que embalsamaban para preservarlos considerándolos parte fundamental de su historia eran devorados por las bestias hambrientas y moscas que revoloteaban sobre los cadaveres. La momificación es la idolatría de uno mismo como garantía de la continuidad intentando negar la desintegración natural del cuerpo hacia otro estadío. Incluso las pirámides mismas eran tumbas para simples mortales, estructuras para preservar como sea la materialidad del cuerpo y la historia egipcia.
Curiosamente de la antigua civilización egipcia que pasó siglos tratando de preservar estructuras eternas solo tenemos ruinas en museos y un lenguaje en geroglíficos que fue indescifrable por miles de años. Por el contrario, el pueblo hebreo construyó una estructura impermanente en el lenguaje del Mishkan, el tabernáculo móvil que se armaba y desarmaba para llevarlo por el desierto. No hicieron estructuras gigantes como pirámides para adorar seres mortales como los faraónes sino un Templo móvil para invitar al mundo la Presencia Divina. Por eso hasta el día de hoy el pueblo judío sigue vivo compartiendo ni más ni menos que su memoria e historia. El pueblo judío aprendió hace mucho tiempo que su continuidad no depende de la preservación del ego material sino en entender que somos más que polvo de la tierra. Somos lo que dejamos como legado más allá de nuestro cuerpo. Como pueblo enseñamos hace miles de años lo mismo: lo más sagrado de nuestra existencia en el fondo no puede adorarse porque no tiene forma.
La liberación viene cuando dejamos de pensar que seremos recordados por lo que dejamos en cosas materiales al esforzarnos por compartirlas. Nuestra historia y memoria permanecerá justamente en aquello compartido en tiempo y amor que no puede ser guardado en ningún lado sino en el corazón y el sentimiento que dejamos en quienes nos acompañan y se despliega por algo más grande que nosotros mismos. Somos una parte importante de la historia pero no somos la totalidad de la misma. Somos preciados pero no somos tan importantes. Eso también es parte de la liberación que se necesita para poner nuestro talento al servicio de algo más que nuestro propio recuerdo.
#5 La peste sobre el ganado: el dios de la Idolatría
En oposición a la plaga anterior que pone el énfasis en nuestro ego, nuestra historia y recuerdo, esta quinta plaga destruye la idea de poner cosas o personas como centro de nuestra adoración. Así como los egipcios veneraban a los animales como intermediarios de lo sagrado, nosotros a veces idolatramos a otras personas (líderes religiosos, políticos, deportistas, activitas, artistas, etc.) sin darnos cuenta que son igual de maravillosas o especiales que nosotros.
La liberación viene cuando entendemos que realmente nada ni nadie (sin importar cuán sagrado, inteligente o importante puede ser o parecer) es un intermediario hacia nuestra conexión con lo sagrado. La liberación de los ídolos es lo que nos permite admirarlos para aprender de ellos y ellas y también enseñarles que como todo el resto de la creación también tienen mucho para aprender incluso de nosotros mismos.
#6 Úlceras y forúnculos en la piel: el dios del Odio
Esta interpretación se la debo al Rab Yosef Jacobson. El explica que la sexta plaga, en la cual las brasas de un horno caliente fueron arrojadas sobre la tierra y se convirtieron en forúnculos en la piel de la población egipcia es el símbolo físico del rechazo más cruel manifestado a través del odio.
Un alma sana necesita saber cómo rechazar, así como debe saber cómo abrazar. A menudo se le pide a uno que rechace un impulso destructivo, que corte una relación insalubre, que diga no a un niño mimado o una oferta comercial no ética. Eso es fuego saludable. Es un fuego que destruye lo negativo para construir lo positivo. Sin embargo, cuando nuestra capacidad interna de rechazo se convierte en odio, amargura y crueldad, las brasas de nuestra alma se convierten en una fuerza destructiva. Al igual que los forúnculos, infectan nuestras vidas y las de las personas que nos rodean.
La liberación viene cuando dejamos de ser llevados por las pasiones oscuras. Nuestro fuego destructivo de rechazo nos hiere, nuestro odio nos quema por dentro y no puede ser tolerado naturalmente convirtiéndose en un cuerpo extraño que quiere salir a la fuerza generando lastimadura en nuestro límite humano que es la piel. Lo peor de todo es que ese odio es tremandamente contagioso.
#7 Granizo: el dios de la Codicia
En Enero de este año estuve en Costa Rica y por 10 días no paró de llover y se inundaron varias regiones. Una persona del lugar que hace más de 53 años que vive allí me dijo que jamás había visto algo así en esa época del año. ¿Qué estara pasando? Su respuesta fue: cambio climático.
¿Se imaginan lo que deben haber sentido los egipcios cuando comenzó a caer granizo con fuego? La tormenta bíblica dañó gravemente a los huertos y cultivos egipcios, así como a las personas y al ganado. Si bien nosotros no controlamos el clima de nuestro planeta, podemos influenciarlo para bien y para mal. En humildad debemos reconocer que la Tierra es más poderosa que nosotros en su capacidad de sintetizar y preservarse. Pero nosotros somos parte de la misma Tierra y nuestra existencia también afecta al mismo ecosistema.
Esta plaga nos enseña entonces sobre el valor de nuestro entorno, de la tierra y sus riquezas, a no abusar de sus recursos que parecen ilimitados para tomar sólo lo necesario. Por sobre todo a no olvidar que si abusamos de la tierra, su poder está por sobre nuestras posibilidades de control.
La liberación viene cuando entendemos que no estamos divididos de la tierra que nos nutre con alimentos, líquidos e incluso el aire que respiramos. Cuando perdemos ese centro y nuestra codicia abusa de la naturaleza como si fuera algo separado de nosotros entonces se ven afectados nuestros huertos, cultivos, ganados y nosotros mismos. La Tierra no nos pertecene sino que nosotros pertenecemos a ella. Dios lo deja claro cuando dice en Levítico 25:23: «la tierra es mía y vosotros sois sólo forasteros y peregrinos para conmigo.»
#8 Langostas: el dios de la Soberbia
Si bien la tradición rabínica celebra la racionalidad y nuestra capacidad de intuición lógica -especialmente en el Talmud y la Halajá- tenemos que tener cuidado que nuestro intelecto no devore todo sin permitir aceptar la experiencia espiritual que muchas veces es profundamente verdadera pero no es coherente ni puede explicarse utilizando la mente. La entrega del corazón y la confianza en lo que sentimos puede nunca surgir porque lo tapamos con nuestros cerebros.
La intelectualidad llevada al extremo no permite el goce y justamente esta plaga viene a comerse lo que queda después del desastre. Las langostas devoran todo a su paso y nuestra soberbia humana puede comerse la puerta que abre el espacio hacia la experiencia transformadora de conexión con aquello que jamás podremos explicar recurriendo a la razón.
La liberación viene cuando entendemos que sin desligarnos de nuestra capacidad de pensar que Dios nos regaló, no idolatramos nuestros propios pensamientos devorando como las langostas toda experiencia filtrada por la razón. Como nos enseñó Blaise Pascal, «”El corazón tiene razones que la razón no entiende”. ¡Liberemos un poco nuestra extrema racionalidad para que ocurra la redención!
#9 Tinieblas y Oscuridad: el dios de la Ingratitud
Esta plaga es tan clara que oscurece todo. En nuestra intepretación representa las veces que estamos inmersos en la negatividad que no somos capaces de ver, sentir o de pensar más allá de nuestras propias sombras. Es necesario destruir esta oscuridad y llenarla de luz para así poder ver todo lo bueno que nos rodea y que tiene el potencial de suceder. Pero nada de eso sucederá si lo único que percibimos es un tunel oscuro sin salida.
No hay dudas que muchas festividades del ciclo anual judío celebran la renovación. Sin dudas Pesaj es paradigmática en esta enseñanza de renovación no solo del ser humano sino de la tierra misma durante el mes de la primavera en Israel.
La liberación viene cuando entendemos realmente que la creación se renueva a cada instante y por eso hay infinitas posibilidades por desplegarse que jamás podemos imaginar ni anticipar. Es una transgresión pensar que no hay salida sino solamente oscuridad porque la luz se renueva cada día y no debemos dejarnos vencer por instantes de oscuridad. Después de la noche siempre despunta el alba.
#10 La Muerte de los Primogénitos: el dios del Fatalismo
Esta última plaga es la peor de todas. Es el último recurso divino y es el que destruye no solo la vida humana sino todo el mensaje de Pesaj. Es más, esta plaga revierte el orden y desarticula el sentido de la liberación que da sentido al mensaje central de la fiesta de la liberación.
En nuestra interpretación llegamos con Yael a la conclusión que esta plaga representa la muerte del asombro y la fascinación por la vida, la perdida de nuestro niño interno, nuestra parte creativa y soñadora, la que nos hace sentir que podemos aprender y cambiar el mundo. Perdemos la inocencia y la capacidad de conectamos con la esperanza, la luz y la libertad. Perdemos toda posibilidad de cambiar si se muere el niño que habita dentro nuestro. Ese niño que puede llorar y al instante reír. De creer que mañana las cosas serán realmente distintas. Por supuesto que crecer implica desarrollar la conciencia de los actos de uno y corregirlos. Pero matar al niño interno simboliza que ya nos hemos convencido que el mundo y las cosas «son así» y ya no tienen remedio ni posibilidad de cambiar. ¡Realmente esta plaga es el mensaje invertido de Pesaj y el peor mensaje porque es la idolatría de la desesperanza!
La liberación final viene entonces cuando entendemos que es mentira que el pueblo judío está por desaparecer, que todos nos odian, que el futuro está cada vez peor, que las generaciones pasadas eran todas mejor que nosotros y cuando idolatramos el pasado en lugar de soñar con la esperanza del presente y el futuro. El fatalismo nos destruye y evita que suceda el mensaje central de Pesaj. Nos lleva de regreso a la esclavitud y al mundo binario del faraón en donde hay buenos o malos, ricos o pobres, esclavos o libres.
Que podamos entonces enfocarnos para liberarnos este año del materialismo, la indiferencia, la vanidad, el ego negativo, los ídolos, el descontrol, la codicia, la soberbia, la ingratitud y el fatalismo. Nunca es tarde para cambiar y liberarse. ¡Les deseamos Jag Sameaj!