A medida que más vivo, experimento, estudio, amo, sueño, sufro, acompaño personas y familias en el abanico de alegrías y tristezas que la vida como unidad indivisible nos propone; leo cientos de emails que me escriben de todo tipo y converso con otras personas y conmigo mismo me convenzo cada día más que mi imagen de Dios se ha tornado últimamente en «sostenedor y contenedor de paradojas y contradicciones».
La Tora misma nos dice en la parasha que leímos esta semana que, «No se dirá más tu nombre Iaacov sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido» (Génesis 32:29). Ser Israel literalmente significa ser «luchadores» y la declaración del Shema que hacemos todos los días nos exige que entendamos la unicidad de las paradojas y contradicciones como parte de nuestra lucha. Todos enfrentamos contradicciones y paradojas como parte de la experiencia humana continuamente. Y ahí, en este instante de lucha que nos acontece una y otra vez, emerge ese Dios sostenedor y contenedor de paradojas y contradicciones.
Dios es el contenedor de todo lo que no podemos unir como humanos en nuestras disonancias cognitivas, nuestros procesos de desequilibrio constante, nuestros momentos de sinsentido y las expectativas no cumplidas que fantaseamos. Dios contiene y sostiene estas instancias.
El símbolo más claro de esta imagen es la famosa zarza que arde y no se consume. Es lo que llama la atención de Moisés en el contraste absoluto con su archienemigo el Faraón de Egipto. El Faraón representa ese Dios de lo binario, lo blanco o lo negro, lo bueno o lo malo, lo correcto o incorrecto, las mujeres o los hombres, los amos o los esclavos. Moisés emerge de ese mundo de amos o esclavos, de buenos o malos y se encuentra con este Dios que está en una zarza que se está quemando pero no se consume. ¡Vaya disonancia cognitiva que enfrentó Moisés!
Al igual que el Dios de Moisés, mi Dios últimamente es el que aparece en esa zarza que quema pero no se apaga porque habita en el intersticio, en ese entre-medio-de, en ese microsegundo antes que la momentánea disonancia se resuelva en la consonancia del siguiente acorde. Últimamente ahí me encuentro con Dios. Y confieso que con toda la tensión que acarrea ese momento de disonancia, es lo que me alimenta el alma y me da mucha satisfacción cuando volvemos a encontrarnos con Dios en ese punto del tiempo y el espacio.
Lo sé, quizás sería más simple decirles que nos encontramos en la sonrisa de mis hijos, la mirada y abrazo de mi esposa, los momentos de chistes y conversaciones con familia y amigos, celebrando y bendiciendo la vida en comunidad, cuando me despierto en la mañana y desayuno mirando la precordillera de los Andes desde el living de mi casa en Santiago de Chile, cuando estudio Tora, cuando sueño e imagino qué sorpresa me traerá la vida…sin dudas Dios está en todas estas experiencias y por eso fluyen tan rápido de mis dedos al escribirlas. Dios está siempre ahí.
Hoy quiero compartir este Dios contigo. Es un Dios que está presente si estás atravesando un momento sin resolución (¿acaso hay momentos resueltos?). Es un Dios que nos está llevando a los dos de la mano mientras caminamos por la cuerda floja al próximo punto de resolución momentánea y descanso muy breve. Es el sostenedor y contenedor de todas las contradicciones y paradojas que estamos viviendo. Solo quiero saber y me gustaría leer tu comentario, ¿también te encuentras con Dios en estas instancias?