En los últimos años importantes rabinos y académicos judíos se han dedicado a escribir artículos y libros sobre lo que se denomina en inglés “Synagogue Engagement”, literalmente “el compromiso con la sinagoga”. Este término puesto así puede sonar frío o distante y sin embargo se enfoca en una de las cosas más importantes de la experiencia y existencia milenaria judía: como comprometer a los judíos con el lugar y el espacio tradicional de unión más importante de los últimos 2000 años de historia judía. El compromiso con la sinagoga significa entender la importancia de vivir una vida judía con toda su plenitud. El propósito de la sinagoga es hacer más significativo el día a día judío y al mismo tiempo seguir soñando con la continuidad y prosperidad de aquello que amamos y rezamos poder continuarlo con y en las siguientes generaciones.
Obviamente este es un tema central para el pueblo judío. Estamos refiriéndonos al espacio en el cual la vida judía es celebrada, el estudio sagrado es reafirmado, los valores y formas judías de vivir la vida son transmitidos. Donde quienes entienden a otro judío vendrán a bailar cuando haya motivos para festejar y abrazarse en silencio cuando haya duelo y dolor que acompañar. Es el lugar donde aprendemos a contemplar el misterio. El lugar donde nuestros hijos aprenden con nosotros por qué ser judíos y cuidar nuestro legado. Es donde escuchamos la música que nos emociona uniéndonos con judíos de otros tiempos y lugares en un Kol Nidre y un Avinu Malkeinu. Es uno de los pocos espacios que quedan donde personas de distintas edades y muy diferentes situaciones de vida pueden sentarse a discutir un texto ancestral, escuchar la lectura de la Tora, unirse en silencio durante Shabat, disfrazarse en Purim, bailar con la Tora en Simjat Tora, ayunar juntos en Iom Kipur. Rezar por algo en común sin importar toda su diversidad y aprender más sobre ellos mismos y la vida misma. Es el lugar donde se aprende a convivir y celebrar la dignidad de la diferencia rezando y debatiendo incluso con otros judíos que piensan diferente a uno mismo. Quizás sea el lugar donde uno conoce el amor de su vida. Es dónde uno puede comprender quién es, cuál es su historia, de dónde viene y hacia dónde va su destino. Es dónde los seres más queridos de uno son recordados cada año en su Iortzeit conmemorando su legado y la razón por la cual uno está sentado allí escuchando y rememorando quienes lo trajeron al mundo y preocupado porque esta historia que recibió de sus padres y abuelos se transmita a sus hijos y nietos.
Así y todo, si es tan claro que es un tema tan importante, ¿por qué han estado dedicándole tanto tiempo y pensamiento los líderes judíos con tanta urgencia? La respuesta es dura de aceptar: muchas sinagogas han estado atravesando un declive importante. Se encuentran vacías y el dinero no es el problema sino algo mucho más grave: la ausencia de un propósito, la falta de motivación y la pérdida de fe. Como Ron Wolfson explica en su libro Relational Judaism, no es que el judaísmo está en crisis sino que las instituciones judías (especialmente las sinagogas) son las que están en crisis. El judaísmo es eterno e infinito. Las Sinagogas pueden desaparecer dentro del espectro finito si no empiezan a pensarse a sí mismas con un significado y propósito tan infinito como el judaísmo mismo. ¿Cómo podemos revertir o al menos comenzar a dialogar diferente sobre este tema con el fin de reubicar a la Sinagoga en ese espacio de propósito infinito que ha tenido por los últimos 2000 años?
El error: confundir propósitos con medios e historias de alma por historias de ego
Al comienzo de su libro “Dios en la búsqueda del hombre” Heschel deja en claro que si la vida religiosa judía está perdiendo fuerza frente a otras formas de vivir la vida en la modernidad, la responsabilidad de remediar esto tiene que surgir desde el judaísmo mismo. Si el judaísmo es parte del problema entonces debe ser parte de la solución. Si los judíos optan por pasar un Viernes comiendo sushi en casa y viendo Netflix en lugar de rezar en comunidad y compartir una mesa de Shabat no podemos enojarnos con el chef del restaurant japonés ni culpar a Netflix de ser más entretenido que Shabat. Al fin de cuentas, Shabat y la Sinagoga tienen que recuperar su sentido profundo. Pero es muy importante entender que ni la sinagoga ni el Shabat son formas de “entretenimiento” alternativo al sushi y Netflix. No son competidores reales. La Sinagoga es el espacio para vivir momentos sagrados y compartir kedusha (santidad). En la Sinagoga, Shabat nos invita a vivir instantes donde se consagra la existencia, frenamos lo urgente y nos ocupamos de lo importante y entendemos que la vida no se trata de divertirse, reírse, estar contento, feliz, pasarla bien, “matar el tiempo” o estar alegre sino de vivir con deleite, encanto, asombro, curiosidad, bendición y consagración todo lo bueno y lo malo que la vida misma como unidad indivisible nos propone. Por eso la responsabilidad es primero liberar “al mundo entero” del problema y enfocarnos en nosotros mismos. La competencia de la Sinagoga es la Sinagoga misma. No hay otro competidor real. La respuesta tiene que emerger desde la Sinagoga que no es un edificio sino todos nosotros que somos parte de este lugar. Es mucho más simple ponerse en víctima y señalar con el dedo a la generación “selfie” o “milenial” que no se compromete porque pone al individuo y su propia necesidad espiritual personal por encima del valor comunitario. Quizás eso también contribuye como causa. Pero tenemos que ser más creativos y serios. Los milenials también se casan, tienen hijos y trabajan. Están ocupados por algo más que ellos mismos. Aquí nadie es culpable, todos somos responsables por la Sinagoga.
Por eso lo primero que debemos dejar de hacer de una vez por todas es reducir todos nuestros desafíos a números y dinero. Cuando las sinagogas enfrentan problemas la solución más simple y más peligrosa es acudir a ese lugar de cómoda abstracción: los números. Es lo más simple porque el número deshumaniza el problema. Lo hace cuantitativo en lugar de cualitativo. Cuando miramos números ya no nos preguntamos por lo que le sucede al alma de cada judío y cada familia judía que forma parte de la Sinagoga (desde quienes vienen una vez al año hasta el Rabino mismo pasando por todo el staff y voluntarios que sirve a la institución) sino que miramos “data” como indicadora de realidad que intenta medir algo que en el fondo es inmedible. ¿Acaso hay un número para valorar lo que la Sinagoga nos da? ¿Qué precio real tiene en nuestra alma nuestra Jupá, el Bar Mitzvah de un hijo, el estudio de Tora compartido o un entierro y shiva de un ser querido al sentirnos contenidos y acompañados por una comunidad? Las cosas más preciadas en la vida realmente no tienen valor porque lo que nos dan es infinito. ¿Qué número le pondrían al amor por la educación judía de sus hijos? Esa es la respuesta que debemos pensar al llevar a nuestros hijos a que sean nutridos de Tora, identidad y pertenencia judía en la Sinagoga. El enfocarse en los números es una solución finita. No mira el propósito infinito de la Sinagoga sino que trata de “sacarse el problema de encima” en el aquí y el ahora. Pero los judíos pensamos en zancadas de siglos y milenios, no de años, décadas ni “el aquí y ahora”.
Conozco muy bien la respuesta inmediata a lo que acabo de escribir: los números no mienten. Es cierto, debemos tomarnos los números en serio. No estoy diciendo que debemos descuidar las finanzas de la Sinagoga ni dejar de contar cuánta gente participa. Solamente debemos recordar siempre que la métrica numérica mide el ego y no el alma. Todo relato que incluye números es un relato de ego. El relato del ego quiere comunicar lo siguiente: “nosotros tenemos [x] cantidad de gente en Iom Kipur…[x] cantidad de ceremonias…[x] cantidad de familias”. Ese lenguaje no es el lenguaje del alma. Es el lenguaje del ego y del pensamiento finito. Pero la Sinagoga tiene un propósito infinito y su evaluación debe ser diferente. El infinito no tiene números y su lenguaje es del alma. El verdadero lenguaje de la Sinagoga debería comunicar lo siguiente: “nuestra gente en Iom Kipur se renueva espiritualmente porque…nuestras ceremonias logran que uno pueda conectarse con…cada una de nuestras familias transforma su vida gracias a nuestra comunidad porque…”. Si bien se han publicado libros que se especializan en ayudar a evaluar formas novedosas para la sustentabilidad del espacio tradicional más sagrado judío, debemos siempre recordar que el dinero es la gasolina de la Sinagoga y no el vehículo que transporta su propósito. Cuando uno compra un vehículo la intención no es cargarle combustible sino llegar a algún lado. El vehículo es el propósito de la Sinagoga, el dinero es el combustible que sostiene el propósito. Sin propósito que genere motivación y fe el dinero nunca aparecerá del todo. La Sinagoga entonces debe enfocarse en su propósito primero y después en su dinero. Y aquí surge la pregunta, ¿qué propósito tiene la Sinagoga?
Posible solución: El Judaísmo Relacional de Ron Wolfson
Definir el propósito de una Sinagoga es definir su orientación. En los últimos 25 años han surgido propuestas para diferentes orientaciones, es decir: ¿qué ponemos en el centro de la discusión de todo nuestro propósito como institución? Algunos han propuesto poner el foco y que todo gire en torno a una comunidad de estudio y aprendizaje, otros proponen la creatividad al frente, otros el empoderamiento para que cada judío y cada familia judía desarrolle su propio judaísmo, hay quienes ponen toda su energía en las ceremonias o tefilot (rezos) con música experimental de todo tipo, otros insisten en el carácter espiritual o meditativo, hay comunidades que ponen en su centro el diálogo interreligioso y el encuentro con hermanos de otras creencias para discutir textos y creencias con el fin de achicar la brecha de separación en la ignorancia de las instituciones religiosas, otras comunidades insisten en lo que titulan “tikun olam” como definición de pelear por la justicia social contribuyendo como minoría en la sociedades mayoritarias, muchos rabinos creen que el impacto se logrará en sus poderosas drashot (prédicas), e incluso en los últimos años se ha experimentado con todo lo que uno pueda imaginarse del misticismo, el musar (refinamiento ético moral), la cultura judía, el sionismo y la shoah como productores de resiliencia y motivación de continuidad y algunos también ponen la energía máxima en la reducción de costos. Claramente esta última idea es para mí la menos interesante y sin embargo hay muchos que siguen declarando que ser judío es muy caro. Por eso, reducir el costo de acceso a lo judío aumentaría supuestamente la posibilidad de participación. Sin embargo estoy convencido que es un atajo que oculta el verdadero desafío de buscar un propósito, motivación y fe. Es peligroso pensar la Sinagoga como un fin utilitario en tanto cuánto nos cuesta ya que debería ser imposible conseguir algo igual en otro lado haciendo su valor infinito. De todas las propuestas planteadas hay dos más que han permanecido en el centro de todas las Sinagogas como las ganadoras hasta el momento del “Synagogue Engagement”: el foco humano en las relaciones entre las personas que forman parte de la Sinagoga por un lado y el foco en Dios como centro por otro lado. Estas dos son las propuestas del profesor Ron Wolfson y el rabino Lawrence Hoffman respectivamente. Por supuesto que el reduccionismo a una sola orientación nunca será efectivo y quizás lo mejor sea una mezcla de todas estas orientaciones balanceadas. El desafío es que si todas son igual de importantes entonces cómo definimos el propósito que mueve a toda la institución y requiere mayor energía. Si alguien nos preguntara, “¿Cuál es el propósito de su Sinagoga?”, ¿Qué responderíamos? ¿Cuál de todas estas opciones elegirían como brújula y por qué? ¿Habría que elegir una de todas estas orientaciones o intentar aplicarlas todas al mismo tiempo?
La que más impacto ha generado hasta ahora es sin dudas la de Ron Wolfson. Su argumento en pos del “judaísmo relacional” ha sido parte del vocabulario judío durante más de una década ya: se han escrito libros, se han transformado las organizaciones, los profesionales han avanzado en el terreno y los educadores están introduciendo nuevas teorías. Sin embargo, una imagen más ampliada muestra que la mayoría de las instituciones e innovadores judíos siguen operando en un modelo programático de transacciones donde al fin de cuentas terminan por ofrecer programas, servicios, clases, conferencias y experiencias para que los participantes asistan como consumidores de judaísmo sin entender que eso no garantiza mayor compromiso ni motivación, propósito ni fe. Como resultado, el éxito se mide por la participación o la satisfacción, y la experiencia finaliza cuando termina. Así no se logra el objetivo deseado. Se gastan recursos y se incrementa la falta de motivación y fe.
Por eso es importante comprender que el trabajo relacional no es un “bla bla”; no se trata de hacer rompehielos con preguntas tipo “si tuvieras un super poder cuál sería o qué clase de animal serías”. No es un trabajo asignado a una persona u otro programa para administrar dentro de la Singoga. Es un enfoque sistémico para construir la conexión humana en todo lo que hacemos. Es la infraestructura judía original: el minian, la jevruta, el shtetl, la tribu. Se trata de definir el éxito de manera diferente, crear experiencias intencionales donde puedan ocurrir auténticos encuentros judíos y profundizar con el tiempo, y equipar a las organizaciones y personas con los recursos para construir relaciones, comunidades y culturas de pertenencia. Si uno cree que ya hace estas cosas, el desafío es mirar un poco más de cerca y con honestidad. Si bien nuestros espacios judíos pueden ser cálidos y acogedores para uno mismo, ¿estámos viendo personalmente a todos allí (o no allí) y creando oportunidades para que todos se conecten y sientan que pertenecen? Incluso las ofertas judías más exitosas (conferencias, programas basados en pares, experiencias de inmersión y pequeños grupos de aprendizaje) pueden mejorarse con un desarrollo más profundo de las relaciones antes, durante y después de la transición. Significa hacer estos cambios: pasar de dar la bienvenida y saludar a invitar y proponer traer algo propio; cambiar los rompehielos por compartir historias de almas; reuniones tradicionales a formatos participativos que conectan personas entre sí; dejar de responsabilizar a un solo profesional dedicado a la participación por entender que «es parte del trabajo de todos”.
Mi recomendación, experiencia y análisis de lo que funciona realmente: volver a poner a Dios (lo sagrado, trascendente, misterioso e inefable) en el centro
Sin dudas uno de los mayores desafíos que enfrenta la vida institucional judía moderna es el compromiso de la sinagoga, es decir, cómo encontrar un propósito para motivar y mantener la participación en la vida de la sinagoga. La respuesta de Ron Wolfson es la recuperación de las relaciones, la comunidad que se vive cara a cara y donde se construyen relaciones profundas. Es así, no tengo dudas que está en lo cierto y estoy de acuerdo con el. Tenemos que genuinamente ocuparnos y preocuparnos los unos por los otros desde el corazón, como verdaderos amigos, como una verdadera comunidad. Y también debemos reconocer que eso no es suficiente. Junto con las relaciones hay un factor más que no solo facilita el compromiso de la sinagoga sino que es el propósito central de la Sinagoga. Según el rabino Lawrence Hoffman, el futuro de la sinagoga depende de que sea un lugar donde tengamos una experiencia espiritual transformadora que no podemos encontrar en ningún otro lado y de ninguna otra forma igual. Para hacerse amigos no hace falta una Sinagoga. Un club o un grupo deportivo puede ser más exitoso para eso y requerir menos del desarrollo espiritual. Lo que falta en gran parte de la Sinagoga de hoy es volver a poner a Dios en la agenda y en el centro de todo. Cada pensamiento tiene que surgir y orbitar desde la pregunta en relación con Dios. Como dice Aryeh ben David, debemos volver a preguntarnos a cada instante “¿Cómo está tu relación personal con Dios?”
Esto no significa que hay una sola forma correcta para relacionarse con Dios en una fórmula que garantiza el compromiso con la Sinagoga. Significa que cada persona necesita explorar su relación con Dios en la Sinagoga de una manera personal y auténtica. Esto no tiene que ver solamente con el nivel de observancia o denominación a la que uno pertenece. Eso emergerá de esa relación seria. Además la relación personal con Dios tiene que vibrar en comunidad. El judaísmo no es una idea, es una experiencia. Y no es solo una experiencia personal sino una experiencia comunitaria. El pueblo judío es por definición un pueblo, una experiencia grupal y no una experiencia espiritual solitaria. No se puede ser judío solo. El judaísmo es lo que hace el pueblo judío y no lo que hace un solo individuo. Por eso necesitamos que el Dios personal se convierta también en el Dios de la Sinagoga. No solo el Rabino tiene que hablar de Dios. La Sinagoga tiene que estar saturada de Dios. Y por supuesto que aquí no hablo de una personificación divina sino a una conexión con algo más grande que uno mismo y que es realmente misterioso e inexplicable. Sin Dios en el centro la Sinagoga no tiene futuro.
Abraham Joshua Heschel tiene un maravilloso ensayo que describe la estrategia hacia el compromiso de la sinagoga (publicado en The Vocation of the Cantor: An Essay, American Conference of Cantors, 1977 pag. 80). Heschel escribe al comienzo: “¿Qué es lo que busca una persona que entra en una Sinagoga? Quien desea estudiar frecuenta una Biblioteca; quien desea enriquecerse en el plano estético, visita los museos de arte; aquel que ama la música, frecuenta los conciertos. Y, ¿cuál es la razón para acercarse a una sinagoga? Hay muchas oportunidades para adquirir los valores, oficios y técnicas importantes para el mundo, pero ¿a dónde ir para aprender las profundidades del espíritu? Existen muchas oportunidades para hablar en público, pero ¿dónde encontrar oportunidades para el silencio? Muchos nos enseñaron a ser elocuentes, pero ¿quién nos enseñará a callar? Ciertamente es importante desarrollar el sentido del “humorismo”, pero ¿no es aun más importante poseer el sentido del respeto a lo sagrado? ¿Dónde se puede adquirir la perenne sabiduría de la compasión? ¿Y el pánico ante la propia crueldad? ¿O el peligro de llegar a ser insensible? ¿Dónde se podrá aprender que la virtud más profunda es la contrición? Por importante y precioso que sea el desarrollo de nuestras facultades intelectuales, el cultivo de una conciencia sensible es igualmente importante. Todos corremos constantemente el riesgo de caer en las tinieblas de la vanidad. Todos participamos en la adoración del propio yo. ¿Dónde y cómo lograr hacernos sensibles a las trampas de la inteligencia, o a la comprensión de que la propia conveniencia no es la cumbre de las virtudes? Constantemente estamos necesitados de auto-purificación. Tenemos necesidad de experimentar momentos en los cuales la realidad espiritual sea tan relevante como la realidad concreta, por ejemplo la estética. Cada uno de nosotros posee el sentido de la belleza. Todos somos capaces de distinguir entre lo hermoso y lo feo. Pero tenemos que aprender a nutrir la sensibilidad de las realidades del espíritu. Y la sinagoga es el lugar en el que podemos buscar adquirir esa interioridad, esa sensibilidad. Para alcanzar un cierto grado de certeza espiritual, no podemos apoyarnos únicamente en nuestros propios recursos. Necesitamos una atmósfera en la cual la sed espiritual sea compartida por una comunidad. Tenemos necesidad de estudiantes y estudiosos, de maestros y especialistas. Pero sobre todo necesitamos de testigos, de personas comprometidas con el culto, que al menos por unos instantes se den cuenta de que la vida es insignificante si no está unida a Dios.”
Jeannette dice
Maravilloso enfoque, Diego. Es una lucha que se mantiene despues del bar mitzva para conseguir que los jovenes sigan construyendo vivencias judias. Luego tal vez por la boda y el nacimiento de los hijos, pero es esencial que alimentemos todos ese ner tamid, que no se enciende solo, que es responsabilidad personal mantener encendido como cuando Aron entraba diariamente a encender esa luz. La sociedades nos hemos acostumbrado a recibir comodidad, posicion, reconocimiento, que alimenta el ego, pero dar tiempo con el fin de conversar temas importantes presentes y pasados, reunirse para aprender de los demas a traves de sus experiencias de vida, no electrónicas, no se concreta. Todos queremos ser escuchados, pero nadie quiere escuchar. Quiera el Eterno que nuestra juventud despierte para dar y no solamente para recibir.
Diego Edelberg dice
Amen a tus palabras Jeannette.
Un abrazo
Ana dice
Hola Diego, aunque no oarticupe mucho dejando comentarios, sepas son muy interesantes tanto como grandes bendiciones en mi vuda.
Pero este especialmente me ha tocado profundamente… yo no soy judía, aunque desde pre adolecente seguí el judaísmo. El punto es qué ahora me encuentro sola en Barcelona, sin sinagoga o amigos qué compartan la fe… por esto te escribo, quizá tú puedas ayudarme a encontrar un grupo y continuar creciendo en el Shadai.
Un enorme abrazo, y GRACIAS por tus escritos.
Ana.
Diego Edelberg dice
Hola Ana,
Gracias por tus palabras.
Me alegra saber que te llegó esta publicación y te motivó a salir al encuentro con el otro y con lo divino.
Hay comunidad judía en Barcelona.
Tal vez lo mejor es que escribas un email para ponerte en contacto y que te contesten allí.
Un abrazo
ÓSCAR SILVA RENDÓN dice
Extraordinario y sintético artículo. ¡Magistral! Rabino: Si no puedo ser su discípulo: considéreme su fiel fan…!
ÓSCAR SILVA RENDÓN
U. I. B. -Unión Israelita de Beneficencia-. Medellín – COLOMBIA
Diego Edelberg dice
Gracias Óscar por tus palabras.
Me alegro te haya gustado esta publicación
Un abrazo
Ana dice
Hola Diego,no es tan fácil, el único rabino está en Madrid.
Aquí en Barcelona, hay «movimientos» qué nada tienen qué ver con la verdad. A más al existir un antisemitismo tan fuerte, se.dividen en dos grupos: los pacíficos, y los otros …
Volveré a intentarlo, aunque ya han omitido respuesta una vez….
Gracias por tu apoyo y oraciones!
RUBEN dice
Sin lugar a dudas esta incertidumbre apenas comienza en creencias más recientes. Esta perspectiva puede ayudar a re-ubicar el foco. Gracias.
Diego Edelberg dice
Esperemos que así sea.
Amo la vida en la Sinagoga y mi objetivo es que todos podamos compartir juntos!
Un abrazo
Marcos dice
Diego, gracias por tus palabras que nos iluminan, al parecer el judaísmo afronta un gran problema, pero que solo un grupo de personas pueden ver, no sopesan que el ego es el causante de esta desbandada, en la sinagoga no se siente comunidad, más bien salvence quien pueda parece ser el lema, no es un espacio donde se puede crecer sin que la junta directiva piense que se habla de más. Yo no estoy afiliado a una he ido como invitado y cada vez que fui sentí la santidad del lugar, pero también el desprecio de cada asistente por mi presencia.
Diego Edelberg dice
Lamento hayas sentido desprecio.
Ron Wolfson nos ha ayudado a muchos a tomar conciencia que nadie puede sentirse despreciado.
Es cierto que las comunidades son como familias en las que hay que día a día construir juntos las relaciones.
Un miembro de una familia que solo quiere recibir y no contribuir no va a ser muy apreciado.
Por otro lado, en una familia cuando un miembro está sufriendo (supongamos un hijo o un primo) no lo echamos fuera sino todo lo contrario: lo ayudamos!
Ese debería ser el espíritu comunitario.
Un abrazo
Raquel Levy dice
Realmente un analisis profundo, que termina en un resumen magistral del rabino Heschel.
Hacernos cargo de vivir la vida en forma significativa. Esto necesariamente requiere a la kehila, requiero del otro.
Formidable ensayo !!!
Diego Edelberg dice
Gracias Mimi!
Abrazo grande
Sílvia Janá dice
Buenísimo! Todá rabá!!!
Diego Edelberg dice
Un placer!
Abrazo
Gabriel dice
Excelente tu enfoque, nos hace poner la mano en el corazón y ver que es lo que no está bien, pero sobre todo una llamada de atención para concienciar cuál en verdad debe ser nuestro objetivo principal al ingresar a la sinagoga y precisamente es AVODA HASHEM, ese contacto espiritual que solo podemos conocer si aumentamos ese fervor, esa intensidad en nuestra vida espiritual. Regio, muchas gracias.
Diego Edelberg dice
Gracias Gabriel por tus palabras
Un abrazo
Marilu Suárez T. dice
Diego ,Maravilloso artículo .
Gracias
Diego Edelberg dice
Gracias por tus palabras Marilu.
Un abrazo
Jose Pablo Fernández dice
Diego, amado amigo. Tengo tanto que decir acerca de este tema, pero tanto. En no pocas cosas estamos de acuerdo, pero, también, en no en pocas estamos en desacuerdo. Hoy trataré de ser tan puntual como pueda.
a.- En el análisis de este tema tan delicado debemos ser BRUTALMENTE honestos; SALVAJEMENTE SINCEROS y PODEROSAMENTE ABIERTOS AL CAMBIO.
b.- Empiezo diciendo que no es cierto que a los judíos encontramos riqueza en la diversidad de criterios. Esta es, parcialmente, una falacia. No quiero decir que no suceda, pero siendo brutalmente honestos no es así en una gran mayoría de las veces. Los judíos somos tercos ( no me refiero a jutzpá que es un tema aparte ). Procuramos ser respetuosos al escuchar al otro, pero de ahí no pasamos porque en realidad lo que hacemos es esperar a que termine de hablar pero no lo escuchamos, no nos detenemos a pensar qué tanta razón pueda llevar nuestro interlocutor … y luego, cuando NO nos ponemos de acuerdo «celebramos» nuestra diversidad de opiniones para disfrazar que lo que en realidad sucedió es que cerramos nuestros oídos, nuestros espíritus y nuestros corazones al cambio y casi nunca estamos dispuestos a movernos un milímetros de nuestras opiniones. Ego, el gran diferenciador entre los homínidos y todos los demás animales.
b) Nos aferramos a tradiciones que antes de ser tradiciones no lo eran y disfrazamos la necesidad de mantenerlas buscando su inicio en la sabiduría de los sabios de antaño y ¿quien se atreve a contradecirlos? … ¿quién se atreve a luchar contra una idea «milenaria» que, a lo mejor, ni siquiera es milenaria?. No resto mérito a la sabiduría de los «sabios», pero ignoramos la realidad de su entorno histórico y queremos aplicar sus sentencias y conclusiones sin considerar nuestro entorno histórico forzando «tradiciones» que simplemente no responden a las necesidades actuales.
c) Existen muchas diferencias entre cristianos y judíos pero siempre me he preguntado como seríamos si el mashiah llegará un día ( para quienes creen en el mashiah ). Los cristianos tienen un mesías, a quien divinizaron y a través del cual legitimaron el poder de reyes sobre masas ignorantes. Cómo habríamos sido nosotros, los ieudim, si en 1750 hubiésemos recibido a nuestro mashiaj ? lo mas seguro habríamos instaurado la casa de David en Israel y hoy tendríamos reyes davídicos gobernando con el poder que encontraría su legitimidad en las promesas De Dios al ungido y sus descendientes. Para muestra un botón .. Shavetai Svi
d) Bueno, sumémosle a estos módulos, tu comentario que señala que Dios debería ser el centro de la comunidad sinagogal y con estos ingredientes en la olla vamos a hacer un caldo.
e) Ser judío no es un tema únicamente religioso. Aceptamos judíos que creen que la Tora fue revelada a Moshé en el Sinai, otros que la consideran escrita por hombres pero «inspirada» por Dios, otros que creemos que es un magnífico libro de guía para nuestras vidas pero que no fue dictada por Dios ni inspirada por la divinidad, y aceptamos a quienes simplemente la rechaza del todo … y todos somos judíos.
Hay judíos que creen que Dios controla el movimiento de cada cabello de nuestra cabeza, otros que consideramos que debajo de la Kipá estamos solos, otros que tienen su propia versión De Dios siendo agnósticos y otros que son ateos …. y todos somos judíos.
Existen quienes aman al Estado de Israel, otros que no. Los hay quienes queremos hacer La Paz con Palestina, reconocerla como un país independiente y que estamos dispuestos a dividir a Jerusalem y cesar el crecimiento de nuevos asentamientos y otros que no … y todos somos judíos.
Hay quienes creen que la tierra de Israel es la heredad prometida, entregada por Dios mismo a su pueblo elegido y que hoy debemos expulsar a los nuevos cananitas y medianitas …y todos somos judíos.
f) Existen judíos que no hablamos ni escribimos ivrit, otros que lo hablan pero no comprenden el ivrit bíblico y algunos cuantos que comprenden las lecturas al punto de poderlas traducir y hacer un análisis mas profundo de la Tora … y todos somos judíos.
g) Diego, mi amado, Dios no puede ser el centro de la sinagoga.
Porque si haces a Dios centro de la sinagoga retrocederíamos a tiempos antiguos en donde la superstición y la idolatría reinaban por encima de la razón.
Dios no puede ser el centro de la sinagoga porque excluiríamos a los ateos y a los no religiosos que debemos aceptar que hoy son una mayoría y que tienen derecho a creen en lo que deseen sin que por ello dejen de ser judíos.
Dios no puede ser el centro de la Sinagoga porque existimos los que creemos que la Torá es un magnifico libro de guía pero usamos tatuajes y queremos que nos cremen.
h) Dios no puede ser el centro de la Sinagoga porque la superstición nos superaría y caeriamos en idolatrías hasta con el mismo Dios y porque ya los tiempos en que los líderes religiosos nos decían en qué creer pasaron. Dios ya no legitima el poder temporal del hombre sobre el hombre.
i) Dios no puede ser el centro de la sinagoga porque ellos nos empuja hacia tradiciones impuestas por un establishment que se mantiene en el pasado y el que prefiere que no brote el amor derivado del mensaje de la Tora a aceptar que la Torá sea leída y el rezo llevado a cabo en la lengua vernácula sin que a nadie parezca importarte que una inmensa mayoría de personas no comprendan nada, absolutamente nada del servicio pero que se aferran al ivrit porque «la tradición» y porque en ello insiste el «líder espiritual» de turno.
j) En mi opinión, hermano de mi vida, la sinagoga debe ser el centro en que recargamos las baterías para vivir en comunidad, para aprender de nuestro pueblo, para ayudar a los demás, para amarnos los unos a los otros, sin guardar resentimientos, sin venganza, sin hacer al otro lo que no queremos que nos hagan a nosotros mismos.
k) La sinagoga debe ser el centro vivencial de nuestro pueblo, el lugar en donde planeamos el futuro y nos preparamos para ser luz en el mundo seamos ateos o religiosos, reformistas u ortodoxos, creamos en la resurrección o en la reencarnación o bien, en la transformación de nuestra materia y energía
l ) Dios debe tener su lugar en nosotros, en nuestras almas y en nuestro corazón, sin imposiciones dogmáticas, sin tradiciones que ya no se pueden aplicar porque simplemente responden a otras épocas, sin respetar las opiniones de aquellos sabios que muchos no consideran sabios ( Spinoza, mendelson, Geiger, Gretz, Frankel, Bube, Luzato ) ni a los sabios actuales porque, en realidad, los judíos no sabemos escuchar ni aceptar en nuestros corazones las opiniones de los demás.
Diego, todos somos judíos, todos formamos parte de una creación nacida de aquello que creemos que es Dios, y todos tenemos un punto de vista diferente acerca de «él» o «eso» que llamamos Dios y si obligamos a las sinagogas a estar orientadas por Dios, terminaríamos siempre aceptando y dejándonos guiar por la versión de turno De Dios moldeada por tradiciones y lenguajes que muy pocos comparten y que a muy pocos les interesa.
Te he pedido tantas veces que hagas la prueba .. en serio, ponte de pie frente a tu comunidad y pregunta quien puede decir y escribir en ivrit «no guardes rencor, no busques venganza, no hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti, Yo soy Adonai tu Dios» … y te llevarás una triste sorpresa … y pensar que esa es precisamente la base de nuestra judeidad.
En mi humilde opinión, el centro de la sinagoga debe ser el hombre .. Dios se encarga de todo lo demás.
Te amo muchísimo
José Pablo
Diego Edelberg dice
Querido José Pablo,
Gracias por este aporte lleno de temas para pensar.
Hay muchos temas aquí.
Me dedicaré a responderte lo que creo es lo esencial para seguir el diálogo.
1) Judaísmo sin Dios y sin Tora no es judaísmo. Cada página de nuestra literatura (tanto Tora Escrita como Oral) es inconcebible sin Dios. La Tora (el contrato o constitución que ordena nuestra narrativa de origen y nuestras prácticas) es lo que nos unifica como judíos. El corazón de la Sinagoga es poder leer la Tora y revivir una experiencia de revelación como si fuera el Sinai. Eso nos da la Sinagoga. La Tora y todos nuestros rezos giran en torno a Dios. ¿Qué haríamos sin Dios en una sinagoga?
2) La sinagoga emergió históricamente por la necesidad de tener un lugar donde conectarse entre judíos con el fin de agradecer, celebrar, estudiar y conectar con «algo más grande» que uno mismo. Yo llamo a ese algo más grande «Dios».
3) Que Dios sea el centro no tiene porque equivaler a que alguien se vuelva dogmático o que no va a haber lugar para los que no creen en Dios. Dios es el propósito de la Sinagoga. Si no está Dios en el centro se vuelve un club de amigos. Hay muchos espacios para que los judíos se puedan juntar. Esta publicación no es sobre el propósito del ser humano o de todas las instituciones judías. Es sobre el propósito de la Sinagoga.
4) Yo no creo que no son judíos los judíos que no creen en Dios y todos pueden tener puntos de vista diferente. Eso no quita que la Sinagoga como tal tiene un propósito y ese propósito, a diferencia de lo que escribiste, NO PUEDE SER EL SER HUMANO.
Tu último comentario justamente es la antítesis de toda esta publicación: «si el centro de la Sinagoga es el hombre» como escribiste, entonces el hombre se torna Dios y termina adorando su ego. Por el contrario, Dios en el centro hace que nunca nos equivoquemos en poner nuestra agenda personal.
Abrazo
Hugo Alejandro Alvarez dice
Hola Diego,de verdad que es triste esta situación y muy compleja,ya que requiere de un análisis muy profundo,por que muchas o varias pueden ser las razones de esta cruda realidad y una de esas es tener la franqueza y la humildad de cuestionarnos en que estamos fallando;de verdad que es muy triste ya que toda esta hermosa tradición es ancestral y en cada judío esta el deber en no permitir dejarla acabar.
Diego Edelberg dice
Hola Hugo,
A mi no me entristece para nada.
Tengo fe, esperanza y propósito y estoy convencido la Sinagoga también lo tiene.
Solo que debemos trabajar juntos en ese camino.
Un abrazo
Rajel . dice
Hola gracias por tu perspectiva es interesante y realista .después de leer lo de José Pablo discrepó.
«Dios no puede ser el centro de la sinagoga porque ellos nos empuja hacia tradiciones impuestas por un establishment que se mantiene en el pasado » ESE PASADO ES EXACTAMENTE LO QUE LE DIO Y AUN DA VIDA A LA JUDEIDAD HOY DIA. VENIR CON IDEAS HIPPIES PARA NO RESPONSABILIZARCE CON LOS COMPROMISOS JUDAICOS QUE CADA UNO TIENE ES PRECISAMENTE LO QUE HA LLEVADO A LA PROBLEMÁTICA EXPUESTA QUIEREN VIVIR COMO GOYM PERO MANTENER PERTENENCIA EN LA COMUNIDAD.
Diego Edelberg dice
Le acabo de contestar a José Pablo y en esta oportunidad Rajel, también coincido contigo.
Si el hombre es el centro terminamos adorándonos a nosotros mismos.
En lugar de la Tora leeríamos nuestros propios diarios personales.
Nos rezaríamos a nosotros mismos y nos agradeceríamos por respirar y nacer.
El «homo deus» es muy peligroso.
Un abrazo
alfredo peláez angel dice
MAGNIFICO ESTUDIO SOBRE LA SINAGOGA, SEÑOR DIEGO COMPARTO ESTO: NO ES SOLO LA SINAGOGA, ES DE TODOS LOS LUGARES QUE EVOCAN LO SACRO, POR ESO HAY TEMPLOS EN VENTA O EN ALQUILER PARA UTILIZARLOS COMO MUSEOS O BARES, ES LA TRISTEZA DEL MUNDO ACTUAL. ATENTAMENTE Alfredo.
Diego Edelberg dice
Así es Alfredo.
Entiendo que no solamente la Sinagoga sufre esto sino muchas instituciones religiosas actuales.
Lo bueno es que todo puede cambiar!
Un abrazo
Ruth Prem dice
Yo quisiera que las sinagogas fueran abiertas y no exclusivistas para que también fueran el centro de las vidas de toda persona que cree en HaShem como el único y verdadero Creador. Si los judios deben “ser luz a las naciones “ como lo indica la Torah, no encuentro la razón de ese hermetismo y celo en las sinagogas. Gracias Diego por tus reflexiones que como siempre son profundas. Gracias jose Pablo por disentir de Diego con argumentos que también son válidos. Gracias a Jeannette, a Raquel, a Marcos, a Rajel y a todos los que han dado sus puntos de vista y que enriquecieron el mio.
Juan Fernàndez dice
Shalom Diego me dejas conmovido con lo que escribes, tienes mucha
razón no podemos vivir sin el Dios de Israel y el Dios de todas las naciones. siempre entendido que el judaísmo es una forma de vida;
no puede faltar la perseverancia espiritual en la vida Judia, sino se desaparece y eso no se puede permitir.me gusto lo que escribes felicitaciones. nuca dejo de aprender. el 23 de agosto estuve compleaño y estoy muy agradecido con HaShem por darme salud.
Gracias por compartir esta enriquecedora enseñanza.
Diego Edelberg dice
Feliz cumpleaños Juan!
Gracias por tus palabras. Sin dudas para mí es inconcebible un judaísmo sin Dios.
De hecho, todo judío debe trabajar fuertemente estos 3 conceptos en su vida: Dios, Tora e Israel.
Un abrazo
Anna dice
Querido Diego, voy a (y discúlpame por ello) tomarme la libertad de dejarte la ultima parte de un comentario de un hombre (judío ortodoxo) que escribió aquí en tu blog. Que te da – para mí sentir perfectamente – la respuesta.
Y te dejo por tanto: David Abraham dice 20/04/2018 en 6:00 pm : 2) Respecto a la ”Ceguera” que mencionas, prácticamente se vuelve a replicar el caso anterior, el judaísmo no es que diga lo que yo siempre quiero de diga, el motivo por el cual el judaísmo siempre tiene algo que decir, es porque el mismo se basa en el pilpul, la pregunta, respuesta y pregunta otra vez, y el motivo porque el cual sigue este esquema, es porque se entiende que la Torá es el plano del mundo, y todo, abosulamente todo, se encuentra reflejado y explicado y detallado allí, desde las máximas bellezas y bondades de la creación, hasta sus partes más obscuras, si algo existe o va a existir, esta escrito dentro de la Torá, y ello no es ceguera, sino muestra del conocimiento que esta encierra, desde las formas de sus letras, hasta los midrashim y tratados talmúdicos que salen de ella.
Bueno, creo que me he extendido un poco más de lo que tenía planeado, pero realmente quería compartir mi opinión respecto a este ensayo, sin embargo, reconozco que admiro sinceramente el contenido de este blog y que no es poco el aprendijaze que podido obtener de este.
Muchas gracias & Shabat Shalom!
Read more at http://www.judiosyjudaismo.com/2018/04/las-2-razones-porque-el-judaismo-ortodoxo-jamas-sera-para-mi/#lomYzIIDZIGZXfRP.99
Diego Edelberg dice
Hola Anna,
Gracias como siempre por tus comentarios.
Esta vez confieso que no comprendo la relación entre lo que citaste y lo que escribí aquí.
Un abrazo
Jose Pablo dice
Por alguna razón que desconozco, en mi computador no salen ni tus respuestas ni las de los otros compañeros de foro, sólo las logro ver desde mi teléfono. Bueno, descuebierto el problema, quiero comentar tu respuesta, pero no como una respuesta a ti, sino como una continuación a mi comentario el cual termina con una propuesta
¿Sabemos quién, o qué, o cómo, o cuándo es Dios? No, no lo sabemos. ¿ Lo se yo o lo sabes tu? No; no lo podemos saber. La Torá nos enseña que cuando Moshé le pregunta a Adonai “quien eres?” la respuesta de Dios fue muy simple; “YO SOY EL QUE SOY”.
Dios es el que es. Hoy en día ¿que sabemos de él? ( vamos a verlo en la forma tradicional y le voy a decir “el” ) Nada seguimos sin saber nada. A lo mas que podemos llegar es a la conclusión de que existe un “algo” creador del Universo y, al menos en mi caso, a ese “algo” creador es al que identifico como Dios.
Pero qué es ese “algo creador”. No lo se, nadie lo sabe. Esta verdad – que es una verdad objetiva no subjetiva, la de que “nadie sabe” y no la del “algo creador” porque esta misma conclusión es una verdad subjetiva – nos lleva a varias conclusiones
a) Si nadie sabe qué es Dios, entonces, nadie puede indicarnos cuál es su voluntad y mandamientos
b) Si nadie sabe quien es Dios, entonces, nadie está legitimado a hablar en su nombre.
En el judaísmo, en principio, celebramos la libertad. El judío puede creer en lo que desee siempre y cuando no atente contra la vida, no cometa actos aberrantes y no cometa idolatría; mejor morir antes que llegar a esto. De ahí en adelante, cada quien con sus propias versiones de Dios. Unos piensan que Dios es justo otros pensamos que no, otros piensan que Dios necesita “ser” misericordioso, otros pensamos que ese no es su papel. 6.000.000 de mujeres, hombres y niños dan cuenta de que Dios no es así.
Ahora, si hacemos a Dios el centro de la Sinagoga desde un punto religioso, ¿ a cual Dios te referís? ¿ a TU versión de Dios o a la mia?, ¿ a la mía o la del Rabino?, ¿a la del rabino o la de la Asamblea Rabínica? ¿a la voz de la comunidad o la de Shlomo, nuestro amigo sentado a la par nuestra?
Te propongo algo, mi amadísimo amigo. No busquemos en donde no coincidimos; busquemos en donde estamos de acuerdo. Te invito a que el centro de la sinagoga sea el amor. ¿Acaso el amor no es el común denominador de la gran mayoría de las creencias y corrientes religiosas? ¿Que nos enseña la Torá? Te acuerdas de Hilel ( cómo no te vas acordar tu de Hilel ).
Leamos levítico al revés .. Ani Adonai Eloeihem .. te ordeno, te comando que no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan, que no guardes rencor y que no busques venganza.
Que hagas a los demás lo que quieres que se haga contigo; Tzedaka, actos de bondad, desprendimiento.
Puede ser que no nos pongamos de acuerdo con qué debe prevalecer, si las tradiciones o el humanismo, si la “fe” ( horrible palabra, prefiero “emuná” ) o la razón y nombremos a la mas constante y poderosa manifestación de Dios; el amor como el centro de la sinagoga; que cada quien siga con las tradiciones que le llenen, que cada quien cumpla con sus mitzvot como su corazón le ordene, que cada quien encuentre a Dios en su alma y en nuestra comunidad, promoviendo que el amor prevalezca sobre todo.
Porque donde impera el amor, es justo a donde está Dios y que no seamos judíos por usar tefilín ( que yo uso diario aunque te parezca increíble ) sino por saber amar y ser luz. ¿qué te parece? ¿lo hacemos?
Veras que pronto, los judíos encontraremos en las tradiciones nuestra unión, pero con una sonrisa en la cara y con un corazón mas noble.
Como siempre, te mando mi amor y aprecio de todos los días
Shana Tova Umetuka
Jose Pablo
Diego Edelberg dice
Interesante lo que planteas…casi siento que tu Dios es el amor.
No te ofendas pero eso me suena mas cristiano que judío (es decir el «Dios es amor»).
Solo me queda pensar que si el centro es el amor, ¿qué clase de amor nos referimos? ¿El tuyo? ¿El mío? ¿El amor aristotélico, cristiano, judío? Digo, no sea cosa que terminemos rezándole a «Eros» y hablando de amor y no de Tora 😀
Me sigo quedando con יהוה en el centro.
Jodesh Tov!
Jose Pablo fernandez dice
El amor ! … y desde cuando Dios como causa, esencia y consecuencia del amor paso a ser un concepto cristiano ? No era judío ?
Stéphanie siegel dice
Queridido Diego
Excelente ensayo, una vez mas coincido! Pero también me atrevo a agregar, para aquellos que disienten en que D’s es el centro de la sinagoga, en que ese hecho no descarta a aquellos que no creen en D’s, no es excluyente, es un “y”, pero si hay que reconocer que es eso y nuestra TORA, que dicho sea de paso, tampoco es excluyente, lo que nos diferencia! De lo contrario, tal y cual como tu lo preentas, podemos participar de un club, para debatir de otros temas…
Me parece importante recalcar, que esto no excluye (tampoco) el hecho de hacer práctico nuestro judaísmo en el dia a dia, con musar, sin ego, y avanzar como una prolongación de la sinagoga bien enfocada, en nuestra vida cotidiana….
Todo esto, con mucha humildad…
Gracias por excelente análisis!
Diego Edelberg dice
Gracias Stephie!
Estoy de acuerdo con todo lo que escribiste!
Un abrazo enorme y espero vernos pronto!
Stéphanie dice
Un gran abrazo, y a seguir desarrollando nuestro judaísmo…
Juan Fernàndez dice
Shalom; Gracias por recibir mi humilde comentario; que HaShem
os conceda mucha sabiduría y salud.
Saludos Atte;