Estamos convencidos que lo mejor que tenemos es nuestra capacidad de elegir. Sin embargo no nos gusta elegir. Nos decimos cosas como «tengo que ir a esa reunión», «tengo que atender este llamado» o incluso a veces «yo debería…»
Pero es mentira que uno tiene que. En el fondo todas esas cosas son imposiciones que nos construimos porque si lo pensamos un instante no tenemos necesariamente que hacer nada que no queramos. Podríamos no trabajar, no imponernos reuniones, rutinas ni obligaciones. Creemos que las necesitamos porque creemos que así funciona el mundo.
Tener que hacer algo entonces es siempre una opción. Y honestamente es una opción que forzamos sobre nosotros porque peor sería tener que elegir libremente. Sabemos lo difícil que es tener que elegir. Elegir nos obliga a pensar, evaluar y encontrarnos nuevamente con la idea que somos libres de hacer lo que queremos y elegir lo que se nos da la gana. Y esta sensación es tan liberadora como aterradora. Por eso es mejor decirnos «tengo que».
La paradoja de la abundancia
Recuerdo la primera vez que entre a un supermercado en Estados Unidos. Había tantas opciones sobre cada producto que la abundancia me generaba vértigo. Si quería una pasta de dientes podía elegir entre más de 100 diferentes. ¡Ni que hablar un simple café! Góndolas y góndolas saturadas de incontables productos. Tanta abundancia y tanto desafío elegir una cosa o la otra.
No hay dudas que este es el motivo por el cual terminamos eligiendo nuestros productos favoritos. No elegimos porque existe realmente una diferencia abismal entre una marca de café o la otra (de hecho tengo muchos amigos que se compraron las maquinas nuevas de café y se sinceran que no encuentran tanta diferencia) sino porque sería increíblemente abrumador tener que elegir cada vez que vamos al supermercado una marca diferente de cada producto que compramos regularmente. Simplemente caminamos y vamos metiendo en nuestro carrito de compras las mismas marcas de siempre. Porque ¡Ah! ¡Qué placer poder comprar y no tener que pensar qué elegir!
Tener que elegir nos saca de nuestra zona de confort. Nos obliga a incomodarnos y reflexionar nuevamente porqué elegimos lo que elegimos. Así finalmente ponemos nuestra propia vida y sus elecciones una pequeña caja que creemos poder controlar y nos sentimos felices que estamos justamente «en control» de nuestras vidas.
¿Realmente elegimos?
Preguntarnos porqué tenemos la capacidad de elegir es difícil. Particularmente para la tradición judía este tema posee un tremendo embrollo filosófico relacionado con la idea que por un lado Dios controla todo lo que va a pasar y al mismo tiempo el ser humano es autónomo, libre de elegir lo que quiere, como quiere y cuando quiere. Así es, el judaísmo preserva ambas ideas simultáneas no como si fueran una paradoja o contradicción intelectual sino como algo que no debería rompernos la cabeza demasiado. Maimonides nos aconseja liberarnos de este asunto y definirlo como algo divino que está más allá de nuestras comprensiones limitadas y humanas. Simplemente debemos abrazar lo que parecerían dos ideas que se contradicen y hermanarlas en paz sin pensarlo demasiado: Dios está en control de todo y nosotros somos libres de elegir (les repito, acepten la idea y punto).
Si removemos la idea que somos libres de elegir, todo el famoso proceso de teshuva (retorno o arrepentimiento) que conlleva la mejora de uno mismo reconociendo nuestros errores para mejorarlos y superarlos, hace del judaísmo una tradición sin esperanza en lo individual. Y uno de los valores centrales del mes de Elul (el mes anterior a Rosh Hashana que estamos transitando actualmente) es que somos libres de tomar las decisiones que nos acercarán más a Dios, la tradición y el buen camino o por el contrario nos alejarán de todas estas cosas. Todo está en manos del cielo menos el temor al cielo, dicen los Rabinos.
Las malas elecciones
La pregunta más interesante no es por qué elegimos sino ¿por qué elegimos mal? Y aquí ya no me refiero a los productos que consumimos sino a esas preguntas más profundas: ¿por qué me equivoqué en esta decisión? ¿cómo no me di cuenta que esto iba a terminar tan mal? Removiendo la idea de información imperfecta y nuestra ingenuidad (algo que siempre estará presente puesto que somos humanos y nunca sabremos todo al 100% de seguridad) hay tres razones principales por las cuales tomamos malas decisiones:
- No creemos en el futuro
- El ego se interpone en nuestro crecimiento
- No nos tomamos a nosotros mismos con seriedad
Exploremos cada una de razones con el fin de aprender algo nuevo y justamente ir preparándonos para Rosh Hashaná que comienza en unas semanas.
No creemos en el futuro
Todos tenemos fe que va a haber un mañana. Pero no creemos en el futuro en el sentido que realmente existe algo así. Vivimos para el ahora creyendo que el modo en el que nos sentimos hoy no va a ser el mismo mañana, dentro de una semana o un mes. Sabemos que las cosas van a cambiar porque absolutamente todo en nosotros cambia constantemente. Al mejor estilo judío, esta idea es «anti» a lo que muchos piensan. Hoy todos escuchamos sobre «El Poder del Ahora», «Carpe Diem», «Viví el hoy» , etc. Sin embargo cada decisión que tomamos en el ahora afecta nuestro mañana. La vida no es una sucesión de eventos desconectados sino un continuo a través del cual vamos definiendo a cada instante cómo es nuestro futuro. Una mala decisión no la pagamos en el presente porque al momento de suceder ya estamos en otro tiempo que es el futuro y tenemos que lidiar con sus consecuencias. Así y todo, consientes que lo que estamos a punto de elegir tendrá sus consecuencias mañana, negamos esta realidad pensando que nuestra decisión realmente no será para siempre porque no creemos en el futuro. Pensamos que no va a ser una continuación de lo que estamos haciendo ahora. Sin embargo la fórmula está invertida: deberíamos planear el presente mientras vivimos el futuro (hace click para twittear esta frase).
El ego se interpone en nuestro crecimiento
Tomamos una mala decisión cuando interponemos nuestro ego en el camino. Y ego aquí no se refiere a lo contento que deberíamos estar por aquello que somos y tenemos sino la idea más aburrida de todas: pensar que ya las sabemos todas y no tenemos nada nuevo que aprender y hacer para mejorar nuestro carácter y existencia. Cuando pensamos «esto yo ya lo viví» o «a esta altura del partido soy lo que soy» cerramos la puerta que da fe a nuestra vida, la posibilidad de crecer, cambiar, hacernos mejores personas y seguir asombrándonos de nosotros mismos. El ego es el que se pregunta a cada instante ¿por qué haces lo que haces? ¿Es por un sincero cambio que va a transformar tu vida para mejor o es tan solo por el hecho que te sientes inseguro y necesitas corroborar que eres valioso? Cuando la respuesta a esta pregunta interpone la idea que gracias al ego no tenemos nada nuevo que hacer porque «ya las sabemos todas», o el motivo por el cual elegimos es para sentirnos valiosos, es muy probable que tomemos una mala decisión.
No nos tomamos a nosotros mismos con seriedad
Y el motivo final por el cual tomamos malas decisiones es porque contrario al ego, a veces pensamos que nuestra vida no es tan seria o importante. ¡Este es un gran error! Cada decisión que tomamos, no solo nos afecta a nosotros sino a todos los que nos rodean e incluso a quienes tal vez nunca lleguemos a conocer pero se sentirán inspirados por nuestra vida. Toda decisión que tomamos es demasiado importante y por eso mismo no podemos decirnos cosas como «en el fondo a quién le importa» porque la respuesta es que «a la humanidad le importa lo que dices y haces con tu vida» (¡hace click para twittear esta frase también!). No subestimes el rol de tu existencia. Creer que nuestras decisiones no tienen un impacto cósmico hace que en el fondo tomemos malas decisiones.
El que ve lo que va a parir
La Mishná en Pirkei Avot dice: «¿Quién es el sabio? El que ve la consecuencia de sus acciones«. La pregunta es ¿por qué para la Mishna el sabio es el que «ve» en lugar de la persona que «entiende» la consecuencia de sus acciones? La respuesta es que la comprensión es algo conceptual, es abstracta y no es tangible. Sin embargo si uno «ve» las consecuencias de las acciones lidia con algo que es real para el ojo y la mente. Se genera algo concreto tanto ahora como para el futuro. Así uno trata con la realidad de manera diferente porque nos parece tangible y sabemos que vamos a tener consecuencias siempre.
El sabio es el que alcanza una dimensión en la que no sólo imagina lo que el futuro posiblemente traerá sino que «sabe» (porque lo puede «ver») basado en sus elecciones actuales. Se trata de un futuro que al mismo tiempo es un presente. Por ejemplo, si uno ve el fuego y sabe que quema, no va a actuar de manera irresponsable al extender su mano sobre él. Sin embargo, si sólo conceptualmente cree que el fuego quema, entonces ya está incinerado.
Al fin de cuentas el objetivo del mes que estamos transitando es examinar las decisiones y elecciones que tomamos que definen no sólo quienes somos hoy, sino quién queremos ser y cómo vamos a hacer para llegar a ser esa persona.
Podemos elegir: es un hecho. Entonces debemos cambiar la nidea que tenemos de Dios. Sartre decìa que, si somos libres de elegir, Dios no existe. Yo digo, que Dios no PUEDE sabe r todo sobre el futuro, porque eso seria negar la realidad humana. Al contrario, DIOS ES LA PRUEBA QUE el no puede negar la contradiccion ya que la REALIDAD, por el creada, es lo que es.
La tradición judía diría que somos libres de elegir y Dios existe.
No logro entender la segunda parte de tu comentario Horacio sobre Dios como prueba…
¿Me podrías explicar mejor esta idea que me interesa?
Saludos
Shalom Javer Diego, saludos. He leido el interesante articulo «¿ Realmente elegimos ?.Las elecciones que no son elecciones.». Ese tema siempre ha sido una preocupación para mi, siempre he procurado ver las cosas desde un punto de vista critico y analítico. Cuando abordo un tema procuro analizar los pro y los contra o las diferentes opiniones al respecto, soy enemigo de las solidaridades automáticas, pues siempre pienso que uno debe tener un panorama completo de las cosas, sobre todo en este mundo en que vivimos donde prevalece la mentira y la manipulación. Le cuento que en aras de ser yo mismo, procuro no dejarme manipular, aun en cosas como la moda. Por mucho tiempo me negué a usar blujean o zapatos tenis, solo adquirí un celular cuando realmente lo necesité. No quería ser uno mas del montón, mientras muchas escuchaban Rock, yo estaba escuchando tangos y música folklórica latinoamericana. Cuando leo un articulo de opinión tomo muy en cuenta quien lo escribe y los intereses que están detrás de él. Yo no solamente leo tu blogg sino también otros similares o parecidos, sobre todo tomando en consideración a lo que planteaste en uno de tus artículos que «las verdades son relativas». He comprobado verázmente que la mayoría de las noticias que salen en los medios de comunicación no se ajustan a la verdad, como diría un abogado existen dos verdades «La verdad verdadera y la verdad procesal» y así se manejan todos los sucesos que nos aquejan diariamente. Me he equivocado al tomar decisiones como es lógico soy humano, porque cuando elegimos, lo hacemos en base a la razón o en base al corazón y allí esta el quid de la cuestión. Hay un factor que pesa a la hora de elegir, que es la confianza en la gente, en el sentido de justicia que tengamos en nuestro fuero personal. Por eso pienso que tenemos que conectarnos con Hashem, bendito sea, y tomar a la Torá como un tamiz para discernir las cosas, desde luego este es un proceso en cada uno de nosotros. y de ultimo quiero decir que es supremamente importante el conocimiento que tengamos de nosotros mismos, en fin tener un equilibrio entre nuestra alma, nuestra mente y nuestro cuerpo o como has dicho en tus artículos «un equilibrio en el libre albedrío» Todá Ravá Diego me complace saludarte y como dices tu, otro abrazo.
Hola Iosef,
Es interesante notar que en las plegarias judías se recita un salmo que dice algo así como: no confíes en reyes ni príncipes porque ellos no pueden salvar y el día que se van todos sus deseos perecen con ellos. Confía en Dios.
Tus palabras me recordaron ese salmo.
Abrazo
Cuando dispones de recursos suficientes, vivir con poco trabajo y poder elegir, es una opción. Por desgracia muchos no pueden alimentarse, porque no tienen un trabajo, ni recurso alguno. Y la inmensa mayoría malviven porque son explotados en míseros trabajos. En éste ámbito decir «TENGO QUE SOBREVIVIR» es una necesidad de vida o muerte.
«Somos libres de tomar las decisiones que nos acercarán más a Dios», pero tenemos al menos dos caminos para elegir, según Stephen R COVEY:
– Ética personal: desde la 2a mitad del SXX nos preocupamos más por lo material, lo superficial, sólo nos preocupa conseguir éxito y reconocimiento rápido y fácil, nos preocupa nuestra imagen pública. Pero el mundo tiene problemas que sí los viésemos nos harían sufrir, y posiblemente nos generarían complejo de culpa. Solución, con nuestro poder, vetamos las imágenes de pobreza de nuestra televisión, de nuestro ordenador, de nuestro iPad. Yo, por desgracia estoy en ese carro, más grave: me empiezo a dar cuenta, pero no hago nada. El otro camino es:
– Ética del carácter: COVEY propone:
Es mejor educarse imbuido de PRINCIPIOS y VALORES, es una educación para toda la vida, que se basan en verdades profundas, fundamentales y de aplicación universal.
COVEY imprime una buena lista:
. Integridad
. Humildad
. Fidelidad (a todos, no sólo a su pueblo)
. Templanza
. Coraje
. Justicia
. Paciencia
. Simplicidad
. Modestia
pero hecho en falta, los siguientes, para que no nos comamos los unos a los otros:
. Libertad
. Respeto
. Igualdad
. Fraternidad
. Solidaridad
En un pueblo, cuando lo ves y lo sabes, nadie deja que un vecino se muera de hambre. Ahora en el mundo con la globalidad y la televisión vía satélite que está en todos los sitios, no tenemos disculpa para no luchar por la DIGNIDAD DE CUALQUIER PERSONA. hemos de luchar, y colaborar todos, en que todas las personas tengan los derechos básicos, y la EDUCACIÓN es uno de los principales para la igualdad de oportunidades.
Pido a Dios que «no se interponga el EGO en nuestras actuaciones».
Un abrazo a todos.
Gracias Rafa,
¿Las dos ideas serían o hacerse el que no me importa o involucrarse?
SÍ, ¿En qué lado está cada uno?
Gracias.
Buenas pregunta…la reflexión es el principio del cambio.
Gracias.
No se, supongo que nunca somos enteramente libres, ya de por si venimos condicionados por nuestra historia y muchas veces nuestra crianza nos limita las elecciones que nos animamos a hacer, pero creo que hasta cuando elegimos atarnos a criterios preestablecidos y normas de «lo que se debe hacer», hay un acto subyacente de elección.
Supongo que en el fondo lo que resta el la capacidad de elegir que actitud tomar ante la vida, y de ejercer esa libertad de actitud en algún gesto, algún acto que se funda en la telaraña de los demás actos que forman el mundo, y ver cómo ese acto, fundido con los demás, contribuye a dar forma al mundo, a nuestra historia, a nuestro destino, y a la persona en la que elegimos transformarnos o seguir siendo.
No se si hay algo mas que pueda aportar
Abzs
Eugenio,
Planteaste muy bien el escenario que para muchos parece contradictorio y para mi no lo es:
a)»venimos condicionados por nuestra historia y muchas veces nuestra crianza nos limita las elecciones que nos animamos a hacer» y b) «cuando elegimos atarnos a criterios preestablecidos y normas de “lo que se debe hacer”, hay un acto subyacente de elección.»
Gracias
Diego
Diego, así son las cosas, estamos condicionados por la educación o los paradigmas, vemos que en la Torá y en los Jajamin está la respuesta a todo, gracias por hacernos fácil y sencillo este tema, excelente como siempre!
Gracias José,
Así es, estamos condicionados por múltiples avenidas incluida la de la Tora y los Jajamim.
Saludos
Diego