En la publicación anterior analizamos la Revelación tradicional de Dios y la Tora según el judaísmo. Ahí les comenté que la mayoría de los judíos que generalmente agrupamos bajo la categoría “Ortodoxos” creen literalmente en ese relato de la Revelación que figura en la Biblia entre los capítulos 19 al 24 del Libro de Exodo (parashot Itró y Mishpatim). De todos modos es importante aclarar que la mayoría no significa la totalidad y por eso no todos los “Ortodoxos” creen en forma literal esta narrativa sobre el acontecimiento de la Revelación. Tampoco todos los judíos que no son Ortodoxos entienden la revelación del modo que explicaré en esta publicación. En otras palabras, las categorías o designaciones “Ortodoxo”, “Reformista”, “Conservador”, “Jasídico”, etc. son nombres modernos (la mayoría de ellos no tiene más de 250 años) y no necesariamente aluden a definiciones absolutas sobre cómo entienden de maneras distintas la Revelación de Dios, entre tantas otras cosas (para leer más sobre las diferentes corrientes en el judaísmo en la modernidad y sus comprensiones ver esta publicación).
Lo que quiero presentarles en esta publicación es la Revelación Moderna judía de Dios y la Tora en contraposición de la Revelación Tradicional o Medieval. Es muy importante remarcar que sentirse identificado con la comprensión Tradicional o Medieval no quiere decir que por eso hay que anular la interpretación Moderna y al mismo tiempo sentirse más a gusto con la interpretación Moderna no necesariamente significa que la Tradicional es falsa o errada. Al fin de cuentas el texto bíblico es uno pero las lecturas e interpretaciones de dichas palabras pueden ser entendidas de múltiples formas distintas dependiendo del lector, su propia historia personal, de acuerdo a cómo fue educado, cuál es su esquema de referencia, sus propios prejuicios y expectativas. Incluso los primeros Rabinos fueron conscientes de las multifacéticas lecturas de la Tora y por eso nunca fueron fundamentalistas. Muy por el contrario, las diferentes lecturas han sido siempre celebradas, discutidas e incluso preservadas aún cuando no eran del todo aceptadas. Hay que tener en cuenta que los sabios mismos nos dicen que hay muchas interpretaciones válidas de la Tora y el midrash dice que hay 70 «caras» (facetas) de la Tora (Bamidbar Raba 13:15). Por lo tanto hay muchas maneras válidas de entender cada parte de la Tora de acuerdo a cada generación y sus sabios.
La mayoría de los pensadores judíos modernos han desafiado la versión tradicional de la revelación que algunos otros leen en forma literal. Podríamos comenzar argumentando que Dios no puede literalmente “hablar”. Los seres humanos hablamos. La idea que Dios tal vez “habló” solo puede ser entendida en forma metafórica. Y si consideramos que la palabra “hablar” aquí hace alusión a un antropomorfismo necesario para que el ser humano capte el mensaje de la Tora (que según la tradición está escrita en el lenguaje de los seres humanos) entonces Dios no “habló” literalmente con Moisés sino que las “palabras” que contiene la Tora se originaron en la mente de Moisés mismo tal vez por “inspiración divina”. Si lo pensamos un instante el relato de la Revelación de Dios en el monte Sinaí es uno de los más antropomórficos de toda la Biblia: además de “hablar” Dios “desciende” a una locación geográfica determinada en un día específico. Así, repentinamente Dios está operando dentro del espacio y el tiempo. ¿Es toda esta caracterización o descripción de Dios literal o metafórica? Si llegamos a decir que es literal entonces acabamos de limitar y disminuir a Dios ya que el espacio y el tiempo son absolutas construcciones humanas de nuestra propia experiencia en la forma que nosotros estructuramos al mundo. ¡Pero Dios está más allá del espacio y el tiempo!
Sin dudas lo que más hiere a los judíos modernos de la interpretación literal de la Revelación no es tanto estos factores filosóficos sino la idea que sólo Dios está activo en la Revelación. El pueblo al pie del monte Sinaí lo único que dice es “haremos y escucharemos”. Si removemos cualquier participación humana en la Tora por miedo a diluir la autoridad de Dios dentro de dicho documento entonces acabamos de limitar en forma absoluta el derecho de las generaciones siguientes a repensar la viabilidad de lo revelado frente a los nuevos impulsos religiosos, sociales y políticos de la modernidad. En otras palabras, si algo nos “hace ruido” o nos incomoda moralmente (como el estatus de la mujer en la práctica ritual o litúrgica judía de la modernidad, el tema de la esclavitud tan recurrente en la Biblia o el mandamiento de exterminar a los supuestos “amalekitas” en la contemporaneidad o en cada generación) debemos de todos modos guiarnos por la literalidad del texto y no por nuestras interpretaciones y sensibilidades humanas. Esta postura de “lo que esta escrito es lo que es y no se discute más” disminuye el factor humano frente a la interpretación del texto y es aquello que más claramente distancia a los judíos que leen en forma literal de los que anteponen su propia interpretación humana. Definitivamente la posición de muchos pensadores judíos modernos es que la Comunidad misma de judíos debería acordar de qué modo entendemos los pasajes difíciles de la Tora. Así nos convertimos en socios con Dios de Su Revelación.
Pero si aceptamos la participación humana en el momento de la revelación las preguntas se vuelven más complejas y más interesantes. Por ejemplo, ¿cuánto de participación humana hay entonces en el texto y cuánto de Dios? Si nosotros mismos podemos llegar a entender de 70 formas distintas una oración de la Tora ¿cómo podemos estar seguros que aquellos que escucharon la Revelación de Dios entendieron exactamente lo mismo? Como pueden ver las preguntas de los teólogos modernos no son acerca de Dios sino acerca de cómo los humanos (que eran tan humanos como nosotros hoy) entendieron el mensaje o voluntad de Dios. La gente puede no estar de acuerdo en cómo entender lo que Dios quiere (hemos insistido muchísimo en este blog en la idea que absolutamente nadie sabe realmente lo que Dios quiere) y de hecho estos desacuerdos cambian a lo largo de la historia. Para la mayoría de los judíos liberales de la modernidad la autoridad de la Tora ya no es absoluta o eterna sino relativa al contexto histórico y a las lecturas propias de cada generación. Este cambio no es menor sino fundamental. Generalmente se asume que la religión y la Biblia debería representar una fuente de valores absolutos en un mundo inundado de confusiones. Pero ahora la Tora misma parecería ser otra ambigüedad del mundo moderno.
Se que voy a continuar escribiendo sobre estos temas. Pero no quiero abrumarlos con más información. Solo quiero dejarlos con la reflexión de Heschel en su libro “Dios en la búsqueda del hombre”:
“Como un reporte de la revelación, la Biblia en sí es un midrash”
Hemos definido lo que es un midrash en otra publicación de este blog. Pero lo que esto significa para Heschel es que la interpretación del evento sucedido en el monte Sinaí se encuentra más allá de cualquier explicación literal. Para Heschel Dios reveló la Tora. Pero lo que el pueblo de Israel tiene es la interpretación que nuestros antepasados hicieron de dicho evento. La palabra “interpretación” del modo que Heschel la entiende implica que el relato de la revelación no es históricamente certero ni es una crónica ni es literal sino que es justamente metafórico. En otras palabras es una interpretación humana de lo que ese evento significó. En esencia es un midrash. La Tora se originó en Dios pero lo que ha llegado hasta nosotros hoy ha sido filtrado por la comprensión y el lenguaje humano. Lo que tenemos al fin de cuentas según Heschel y según muchos otros pensadores modernos es el intento humano de capturar un evento que fue mucho más que lo que las palabras pueden reducir.
Hola querido Diego. Me identifico con esta creencia de que:LAS IDEAS SE ORIGINARON EN LA MENTE DE MOISÉS POR INSPIRACIÓN DIVINA. Y es difícil explicar, y mas difícil aun que alguien creyera que en
la actualidad alguien tuviera una experiencia similar. claro! en relación con algo muy diferente.
Es bueno saber. Pero no es bueno quedarse con dudas.