El Rabino está estudiando en su casa cuando golpean a la puerta. Entra Saúl tremendamente enfadado y le dice “¡no aguanto más a mi esposa! Todo el día se queja de todo, todo el tiempo me está pidiendo que haga esto o lo otro, es insoportable!”. El Rabino lo mira y le dice “querido Saúl, tienes razón”.
Saúl se marcha y media hora más tarde golpean nuevamente la puerta de la casa del Rabino. Esta vez es la esposa de Saúl quien entra gritando “¡no aguanto más a mi esposo! Deja siempre todo tirado, no me escucha cuando le hablo y lo único que quiere es ver deporte por televisión, es insoportable!” El Rabino mira a la esposa de Saúl y le dice “tienes razón”.
La mujer de Saúl se marcha y en eso la mujer del Rabino que había escuchado ambas conversaciones desde la cocina le dice a su esposo “¡qué has hecho! ¡Los dos se quejaban del otro y a los dos les diste la razón! ¿Cómo van a arreglarse entre ellos si creen que ambos están en lo cierto de acuerdo a lo que tú les has dicho a cada uno por separado?”. El Rabino reflexiona un instante y mirando fijo a los ojos de su mujer le dice: “¿sabes qué? ¡tú también tienes razón!”.
Dos modelos de comportamiento humano
En las últimas dos publicaciones comparamos la tensión entre la opinión tradicionalista y la liberal en lo que respecta a la Revelación de Dios y la Tora. La diferencia central entre ambas radica en la forma en la que nosotros entendemos la naturaleza del ser humano por un lado y la naturaleza de Dios por otro lado.
- En el modelo tradicional la humanidad debe rendirse ante una autoridad Suprema (Dios) que está más allá de cualquier discusión puesto que sus preceptos o mandamientos son impuestos desde una fuente revelada o supernatural que es “ajena” a nuestra participación y nuestro entendimiento.
- En el modelo liberal la autoridad es el individuo y su manera de entender el contenido de palabras que hay en dicha revelación. Para el segundo modelo la Revelación tal vez aconteció en forma milagrosa, pero una vez que se materializó en este mundo está sujeta ahora a las leyes de la física y de las múltiples interpretaciones humanas a través de cada generación.
En el modelo tradicional (asociado generalmente con el pensamiento teológico del judaísmo Ortodoxo) la respuesta es simple:
Dios habló, lo dicho está literalmente escrito en la Tora y nosotros debemos obedecer.
En el modelo liberal la respuesta quizás es más compleja:
Sea lo que sea que Dios “habló” y sea como que sea que cada uno de nosotros entiende ese proceso, la autoridad última para determinar nuestra conducta recae en la decisión de la comunidad o el conjunto que llamamos “Judíos”. Curiosamente esta comunidad o conjunto no se refiere a un grupo que ya no existe sino a nosotros hoy, puesto que como enseña la tradición, nosotros también estuvimos parados en el Sinaí al momento de la Revelación.
Estas dos posturas reflejan dos teologías contradictorias. En el modelo tradicional Dios es todopoderoso, trascendente y absoluto. En el modelo liberal Dios es más vulnerable, dependiente y generoso. Además en el modelo liberal Dios limita su poder absoluto y le otorga a los seres humanos la capacidad de darle forma al propio contenido del mensaje de la Tora. Pero lo más importante de estos dos modelos es que si bien podríamos pensar que estas dos polaridades se originaron en la modernidad la realidad es que emergen desde los primeros textos rabínicos.
¡Ya no escuchamos voces celestiales!
En el Talmud (Baba Metzia 59b) leemos sobre unos rabinos discutiendo sobre un tema concerniente a una Ley judía. La mayoría piensa una cosa y solo el Rabino Eliezer ben Hirkanus está en desacuerdo. En lugar de aceptar la opinión de la mayoría el Rabino Eliezer continua sosteniendo su contra argumento y comienza a invocar una serie de milagros que demuestran que él tiene la razón en este asunto.
Así leemos que milagrosamente un árbol comienza a moverse, un rió repentinamente fluye en dirección contraria y que incluso las paredes del lugar en donde se está llevando acabo la discusión comienzan derrumbarse. Cansado que así y todo su opinión no sea aceptada finalmente le pide a La Voz del cielo que intervenga. En eso se escucha La Voz del cielo que retumba por todos lados clamando
“¿Por qué discuten con el Rabino Eliezer sabiendo que tiene razón?”. Pero enojados el resto de los Rabinos deciden no prestarle atención a esa Voz celestial puesto que “la Tora ya ha sido dada en el Sinaí y no prestamos atención a ninguna otra voz del cielo porque Tú (Dios) has escrito hace mucho en la Tora del Monte Sinaí ‘inclínate según la mayoría‘ [Exodo 23:2]”
Esta historia preservada en el Talmud es un poderoso argumento para demostrar la autonomía interpretativa de los seres humanos y la legitimación del pensamiento humano. Sea lo que sea que Dios “realmente” quiere es irrelevante frente a lo que los Rabinos de cada generación interpretan. Dios ahora está sujeto a las cortes humanas y su determinación terrenal.
Lo más fascinante de esta historia es que luego leemos que otro Rabino se encuentra con Eliahu (aquel que nunca muere, esperamos en cada Pesaj y se le aparece una y otra vez a los Rabinos del Talmud) y le pregunta: ¿qué dijo Dios en ese momento en que dijimos que no prestamos atención a la voz del cielo? Y Eliahu le contesta: “se rió y respondió ‘mis hijos me han vencido. ¡Mis hijos me han vencido!’”. Esta historia constituye la afirmación concreta que los humanos somos quienes determinamos el sentido de la palabra de Dios y su voluntad. Incluso nos dice algo sorprendente sobre la naturaleza de Dios: este es un Dios que rinde Su Poder ante la opinión humana y no solo que acepta su veredicto sino que incluso se ríe al tomar conciencia que ¡su propia creación lo ha vencido!
La aceptación o la Muerte
Pero en el mismo Talmud (Shabat 88a) leemos una interpretación sobre el momento de la Revelación “al pie de la montaña” en la que se nos enseña que Dios levantó la montaña sobre el pueblo y les dijo:
¡Si aceptan la Tora es de ustedes; sino aquí mismo serán enterrados por esta montaña!
Como pueden apreciar en este segundo relato no hay mucha autonomía por parte de los seres humanos. Aparentemente el pueblo de Israel no estaba tan predispuesto a recibir la Tora y Dios tuvo que forzar a la gente a hacerlo o sino ¡los mataba! Este segundo texto preservando también en el Talmud y por ende en la tradición judía nos sugiere una imagen completamente opuesta a la otra. El Dios de este relato obliga a Su pueblo a aceptar Su voluntad. Los humanos aquí son pasivos. Dios demanda sumisión total o la muerte.
¿Y entonces?
Ambos textos pertenecen a la literatura rabínica. Ambos textos se preservan en el mismo libro. Ambos textos son parte de nuestra tradición aún cuando reflejan un desacuerdo absoluto y total por parte de los Rabinos en relación a la naturaleza de Dios, el estatus de los seres humanos y su autoridad interpretativa frente a la Tora. Ya les dije que no todos los judíos entienden del mismo modo todas estas cosas.
Si siguen confundidos y no saben qué opción elegir no se preocupen: ¡ustedes también tienen razón!
Grandiosa reflexión Uds. Tienen toda la razón.